miércoles, 27 de enero de 2021

Alrededor de Romeo y Julieta

 


Hay quien puede recitar alineaciones completas de equipos de fútbol, la filmografía completa de Cary Grant, o la lista de los ganadores del Tour de Francia. Yo no. Pero puedo enumerar una buena cantidad de títulos de obras de Shakespeare. Nunca he ocultado mi preferencia por este autor y hasta llego a lo que para muchos puede parecer una herejía. En mi biblioteca perfecta, Shakespeare estaría por delante de Cervantes y el Quijote. Creo que incluso gente que no lee jamás si le preguntaran por  obras de Shakespeare diría al menos una: "Romeo y Julieta ". Se suele decir que Shakespeare es un clásico y que su pervivencia  y su capacidad para generar una influencia en toda clase de manifestaciones artísticas que arrastra a través de los siglos como un cometa a su cola se debe a que en sus obras se retratan pasiones tan humanas que serán actuales mientras exista el ser humano. He visto representaciones de sus obras ambientadas en la época actual (por ejemplo, el "Sueño de una noche de verano") y aguantan, aunque yo prefiera la ambientación original. 

Es cierto que hay una adaptación que me resulta intragable: la que dirigió Baz Lhurman en 1.996 y que se tituló Romeo  + Juliet.  Donde  se sustituyen espadas y dagas por pistolas y fusiles de asalto, y  las familias enfrentadas, los Capuleto y los Montesco son importantes hombres de negocios clandestinos. pero creo que se debe a que jamás pude soportar a Leonardo de Caprio y su afeminado rostro me repele. Los textos originales me parecen maravillosos y sospecho que las adaptaciones que se hacen de ellos para que puedan ser comprendidos por personas con un vocabulario algo escaso porque, desgraciadamente, una gran parte del público actual no comprendería muchas cosas. Perdonad, pero no puedo resistirme:

Romeo: ¡Qué bien hace escarnio del dolor ajeno quien jamás ha sentido dolores ...! (Julieta frente a la ventana). ¿Pero qué luz se deja ver allí? ¿Es el sol que sale ya por los balcones de levante? Sal, hermoso sol, y mata de envidia con tus rayos a la luna, que está pálida y ojerosa porque vence tu hermosura cualquier ninfa de tu coro. Por esa razón viste de color amarillo. ¡Qué terco es quien se arree con sus galas marchitas! ¡Es mi vida, es amor el que aparece! ¿Cómo podría yo decirle que es señora de mi alma? Nada me dijo. Sin embargo ¿qué importa? Sus ojos hablarán, y yo contestaré. ¡No obstante qué atrevimiento el mío, si no me dijo nada! Los dos más bellos luminares del cielo le ruegan que los reemplace durante su ausencia. Si sus ojos relumbraran como astros en el cielo, su luz sería suficiente para ahogar los restantes como el fulgor del sol mata el de una antorcha. ¡Tal cascada de luz manaría de sus ojos, que haría despertar a las aves a medianoche, y corear su canción como si hubiese llegado el alba! Ahora coloca la mano en la mejilla. ¿Quién pudiera tocarla como el guante que la cubre?


Julieta: ¡Pobre de mí!


Romeo: ¡Habló! Siento de nuevo su voz. ¡Ángel de amores que en medio de la noche te me apareces, como emisario de los cielos a la asombrada vista de los mortales, que deslumbrados te observan cruzar con vuelo muy rápido las esferas, y mecerse en las alas de las nubes!


Julieta: ¡Romeo, Romeo! ¿Por qué eres tú Romeo? ¿Por qué no renuncias al nombre de tus padres? Y si careces de valor para tanto, ámame, y no me tendré por Capuleto.


Romeo: ¿Qué debo hacer, continúo escuchándola o hablo?


Julieta: Acaso no eres tú mi enemigo. Es el nombre de Montesco, que llevas. ¿Y qué quiere decir Montesco? No es pie ni mano ni brazo ni rostro ni fragmento de la naturaleza humana. ¿Por qué no tomas otro nombre? La rosa no dejaría de ser rosa, tampoco dejaria de esparcir su aroma, aunque se llamara de otra manera. Asimismo mi adorado Romeo, pese a que tuviera otro nombre, conservaría todas las buenas cualidades de su alma, que no las tiene por herencia. Deja tu nombre, Romeo, y a cambio de tu nombre que no es cosa esencial, toma toda mi alma.

Los psicólogos hablan del "efecto Romeo y Julieta". El esfuerzo, las dificultades y la lucha son ingredientes que, en lugar de hacer que en una relación sus integrantes tomen la decisión de separarse y así vivir tranquilos, se convierten en leña que utilizan para avivar el fuego de la pasión presente en el enamoramiento. Necesitan esos ingredientes para sentir algo por la otra persona. En el caso de que falten, puede que crean que ya no están enamorados. Aunque esto pueda parecer absurdo, tiene una razón de ser: la dopamina. Se sabe que los hábitos de las parejas cuya relación está condicionada por el efecto Romeo y Julieta, en realidad, están regidos por la dopamina. Un neurotransmisor, como bien señala el artículo Dopamina: síntesis, liberación de receptores en el Sistema Nervioso Central, que participa en la regulación de determinadas funciones como la emotividad y la afectividad. Cuando se produce una situación adversa como las que vivieron Romeo y Julieta, la dopamina aumenta.

Pero no era mi intención no era escribir sobre Shakespeare, ni sobre ningún otro autor, ni sobre adaptaciones cinematográficas, ni sobre psicología. Simplemente recordé dos historias reales que conocí a través de películas. No son las mejores películas  de la historia, pero son agradables, nos enseñan como era el mundo antes de que naciéramos, se pueden ver en familia. En resumen, todo se reduce a un par de recomendaciones cinematográficas.

La primera historia ocurrió en los años 40 del pasado siglo.


 

Seretse Khama debía convertirse en el jefe o kgosi de la tribu Bamangwato, del entonces Protectorado Británico de Bechuanalandia (actual Botswana), en África. Pero antes de asumir el trono, se fue a estudiar Derecho en la Universidad de Oxford, en Reino Unido, en un viaje que cambiaría para siempre su vida.

En este país se hizo amigo de la británica Muriel Williams, y en 1947 esta le presentó a su hermana, Ruth Williams. Ruth era una empleada blanca de clase media de una compañía de seguros.

Se suponía que al graduarse, Seretse debía volver a casa, casarse con alguien de su propia etnia y convertirse en líder. Pero el príncipe africano se enamoró de Ruth.

La pareja quería casarse por la iglesia anglicana, pero se toparon con diversos obstáculos.


En Londres la cuestión racial era complicada en aquella época: "Los blancos y los negros no salían juntos en Reino Unido. Menos todavía una mujer blanca con un hombre negro".


Y los prejuicios también venían de África. El padre de Seretse había muerto cuando este era un niño y había sido criado por su tío, Tshekedi Khama. Este último no estaba de acuerdo con la relación entre su sobrino y Ruth. Se negaba a que hubiera un jefe de tribu con una novia blanca.


Un día antes de la boda religiosa, el tío escribió a la Sociedad Misionera de Londres para pedirles que la detuvieran.


Tshekedi Khama logró su propósito. "Pero Ruth era muy valiente y Seretse también", dice Muriel. Así que siguieron con sus planes de casarse. Seretse obtuvo una licencia de matrimonio civil y contrajo nupcias con Ruth en 1948, cuando él tenía 27 años y ella, 25. La unión desató polémica a nivel internacional. Hubo protestas en Sudáfrica, donde estaban prohibidos los enlaces interraciales por el régimen del apartheid. En Gran Bretaña tampoco aprobaban que hubiera una pareja mixta en una posición tan importante y en un país limítrofe como Botswana. El gobierno británico envió un equipo especial a Bechuanalandia para ver si Seretse era adecuado para convertirse en el kgosi de los Bamangwato. Aunque el comité no encontró nada malo en Seretse, Reino Unido lo exilió en 1951 y no pudo volver a su tierra natal por casi seis años. En 1956 renunció a sus derechos tribales y él y su esposa se mudaron a África como ciudadanos ordinarios. Recorrió todo el país y en 1962 fundó el Partido Democrático de Bechuanalandia. En 1965 fue elegido primer ministro. En setiembre de 1966, cuando Bechuanalandia se independizó de Reino Unido y pasó a llamarse República de Botswana, Seretse se convirtió en el primer presidente del país y Ruth en la primera dama. Khama fue reelegido como mandatario hasta 1979. Murió en 1980 mientras ocupaba el cargo. Ruth y Seretse tuvieron dos hijos, Uno de ellos, Ian,

La historia del matrimonio Khama ha inspirado dos libros ("Colour Bar: el triunfo de Seretse Khama y su nación" y "Un Matrimonio de inconveniencia: la persecución de Seretse y Ruth Khama"), una obra de teatro y una película, A united kingdom (Un reino unido). La cinta es de la directora Amma Asante y está protagonizada por los británicos David Oyelowo y Rosamund Pike. Ruth y Seretse tuvieron cuatro hijos. Uno de ellos, Ian, fue elegido presidente de Botswana en 2,008.







La segunda historia comenzó un poco antes y ocurrió en EEUU.



Richard y Mildred Loving se conocieron en su ciudad natal, Central Point, en el estado de Virginia. Richard era blanco y Mildred tenía ascendientes afroamericanos y nativos americanos. Allí los negros y los blancos convivían en paz, trabajando juntos en las granjas y en el cultivo de tabaco, el motor económico del pueblo. Comenzaron a salir en el instituto, cuando Mildred tenía 11 años, seis menos que Richard. Al cumplir ella la mayoría de edad se quedó embarazada. Tener un hijo sin estar casados era un estigma imposible de asumir por aquel entonces, así que en 1958, la pareja viajó a Washington para contraer matrimonio. Pensaron que si vivían discretamente nadie los molestaría. Pero   solo cinco semanas después, de vuelta en su pueblo, tras una denuncia anónima, el sheriff del condado los detuvo mientras dormían en su casa para meterlos en prisión. Su delito era el “cohabitar como hombre y mujer, en contra de la paz y la dignidad de la mancomunidad de Virginia”, una ley vigente en 17 estados por aquel entonces. Las comunidades del sur de Estados Unidos, normalmente más conservadoras y cerradas, han permitido que muchas de estas leyes perduraran hasta muy avanzado el siglo XX, en pos de la «integridad y pureza» de la raza blanca.


Eran las dos de la mañana y la luz de la linterna cegó a Mildred y Richard Loving. “Me desperté y vi esa luz… había un policía junto a mi cama”, recuerda ella. Con “voz amenazadora”, se dirigió al hombre con desdén y preguntó: “¿Quién es esta mujer con la que estás durmiendo?”. El sheriff y dos de sus ayudantes revisaron el certificado de matrimonio de la pareja y lo declararon nulo. Unas horas después, ambos estaban entre rejas. Richard salió a la mañana siguiente. Mildred fue recluida varios días más. Quizá fuera el color de su piel lo que provocó que la retuvieran más tiempo. O a lo mejor una pequeña venganza del policía por haber sido ella la que se levantó de la cama y frente a él, contestó a su pregunta: “Soy su esposa”. El juez los condenó a un año de cárcel, pero les ofreció suspender la sentencia si salían del estado y permanecían en el exilio durante al menos 25 años. Asustados y desconocedores de su derecho de apelación, la pareja huyó a Washington, donde vivieron un lustro. Los Loving volvieron brevemente a Virginia para visitar a la familia de Mildred (incluso hicieron el viaje en coches diferentes para no "provocar") y fueron arrestados de nuevo. Pero en esta ocasión, decidieron luchar. Fijaron la residencia en su ciudad natal y pidieron ayuda al Fiscal General del Estado y a la Unión Estadounidense por las Libertades Civiles.


En 1.967, casi una década después de la boda, el Tribunal Supremo dictaminó que la ley bajo la que se los condenó era anticonstitucional y  los Loving pudieron vivir por fin en el lugar donde siempre quisieron, Virginia. El triunfo de los Loving sirvió  también para que unas 500.000 parejas interraciales (y no solo de blancos y negros) que entomices vivían en el país fueran reconocidas.



   El escritor Phyl Newbeck contó su historia en 2.004 en el libro Virginia hasn´t always been for lovers (Virginia no siempre fue para los enamorados), pero su caso adquirió relevancia y popularidad internacional gracias a un documental emitido por la HBO. Jeff Nichols, una de las grandes promesas del cine norteamericano gracias a trabajos como Mud, vio el tráiler y se echó a llorar, según confesó en una entrevista con El País. “Cometí otro error, pasárselo a mi esposa, que me dijo que si no rodaba la historia sobre ellos se divorciaba de mí”. Loving, con Joel Edgerton (El gran Gatsby) y Ruth Negga (Misfits) como Richard y Mildred, fue estrenada en la sección oficial del Festival de Cannes de 2.006, con críticas unánimes y entusiastas. Se  retrasó la fecha de estreno al público hasta el mes de noviembre, para poder competir en la temporada de premios, porque ya entonces se consideró que podía triunfar en los Oscars.

Tras tantos años de pelea, en 1975 un conductor borracho chocó contra su coche. Richard falleció y Mildred perdió el ojo derecho. Cuando se cumplía medio siglo desde aquella boda en Washington que no fue (o que no dejaron ser), en 2008 Mildred murió.

Visto lo visto, creo que de la obra de Shakespeare se seguirá hablando durante décadas y, quien sabe, quizás siglos.

FUENTES: Varios artículos de El País,  BBC, y Fotogramas . Y Wikipedia.




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