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miércoles, 11 de septiembre de 2019

217. Cosas típicas de madres

Le comentas a tu madre que te vas fuera el fin de semana y, claro, quiere saber a dónde. Como después de medio siglo todavía hay errores en los que sigues cayendo, le cuentas la verdad, que vas a hacer espeleología. Y como eres imbécil del todo, le das hasta detalles: que vas a estar en la cueva durante la noche.

Mal, muy mal. La próxima vez dile que vas a coger espárragos, o que vas a la sierra a comprar un morcón. Porque ya sabes que, desde siempre, tu madre entra en pánico cuando escucha la palabra “noche”.

– ¿De nocheeeee? ¿Estáis locos?
– ¿Qué pasa?
– ¿Es que no veis que de noche es mucho más peligroso?
– Mamá, dentro de la cueva siempre es como de noche. Da igual que sean las 12 de la mañana o de la noche.
– No, no, no. De noche TODO es más peligroso. ¿Y si pasa algo y os tienen que rescatar?
– Supongo que si nos tuvieran que rescatar los de Carrefour sería conveniente que fueran las 5 de la tarde, pero creo que la Guardia Civil (o a quien corresponda) actúa tanto de día como de noche.
– Tú dirás lo que quieras, pero de noche hay mucho más peligro.

domingo, 1 de septiembre de 2019

78. Repelús

Así, en un repaso rápido, me doy cuenta de que he escrito varias veces sobre publicidad. Como mínimo media docena, aunque hay algún post más que no he podido localizar ( China sigue donde siempre, Lo que no se ve en la foto, Anuncios, Unos vaqueros con mensaje, Operación “Perfume” y El feminismo de Visa).

No soy experta en el tema, pero como se supone que los anuncios se piensan y se realizan precisamente para gente como yo, me siento perfectamente autorizada para opinar sobre ello. Y justamente en estos días me saltan a la vista dos anuncios que lo que me producen son repelús, aunque estoy segura de que no era ese el objetivo de quien los creó.

En primer lugar, las paradas de autobús de mi ciudad están totalmente copadas por una gran foto que publicita la colección de ropa “Fórmul@ joven” de El Corte Inglés. He intentado buscar la foto para ilustrar el post, pero no ha habido manera de encontrarla, así que confiaré en mi habilidad para describirla, aparte de que seguro que muchos de vosotros la habéis tenido también ante los ojos.

En dicha foto aparece una parejita. Él la tiene a ella agarrada por la cintura, pero como se trata de que se vea el vestido de la chica (blanco con lunares negros), ella se mantiene forzadamente separada de él, como si lo estuviera rechazando. Por otro lado, sigue dándose esa tendencia que ya tiene varios años de que los modelos luzcan en sus caras una expresión mezcla de tristeza, disgusto, enfado y hasta repugnancia. De forma que entre la postura de ambos y la expresión de sus rostros, la escena representada parece sugerir un ataque del chico a la chica y la correspondiente defensa por parte de ésta, en lugar de dar a entender que se trata de una parejita monísima que está encantada de estar ahí restregándose bajo los árboles. Parece los prolegómenos de una violación. Repelús a tope.

La otra campaña publicitaria la he visto tanto en televisión como en internet. Particularmente, cada vez que entro en la web de un periódico digital, lo primero que veo es un banner que me anuncia lo siguiente: Quiero que mis hijos vivan con la naturaleza como compañera de piso. Y un renglón más abajo: Celia, 4 años. Si yo fuera la madre de Celia estaría bastante preocupada, porque está claro que Celia se ha tragado un viejo. Y además, no un viejo cualquiera, sino un ecologista radical, de esos que abominan de la tecnología y preferirían que todos volviéramos al Paleolítico Medio. Más repelús. Si yo tuviera hijos preferiría que no tuvieran compañeros de piso, porque eso quiere decir que no tienen suficientes recursos económicos como para vivir con un poco de intimidad. Y si se refiere a vecinos, quisiera que tuvieran a seres humanos agradables, de los que no molestan y te echan una mano cuando lo necesitas. Y no a la naturaleza, que puede ser muy bonita pero también muy cabrona y muy incómoda. Que la naturaleza no sólo es tener unos geranios en el balcón y un ficus en el cuarto de estar. Que la naturaleza incluye muchas cosas letales para el ser humano y tiene sus leyes, que implican acabar con nosotros simplemente por el hecho de estar ahí, en medio de unas lluvias monzónicas, una helada o un huracán caribeño. A ver si superamos ya la edad mental de preescolar y dejamos de identificar naturaleza con la naturaleza domesticada o falsa de una película de dibujos animados. A ver si no caemos en el error de llamar naturaleza a lo que es justo lo contrario, artificial a más no poder, como un parque.

Otro tema es que Endesa piense que somos estúpidos y nos creamos que hay niñas de 4 años que piensan y hablan así.

P. D.: Enel, propietaria de una parte de Endesa, le ha criticado a Acciona la mencionada campaña publicitaria. Están indignados porque la consideran torpe, inoportuna (por la demasiada coincidencia con la campaña de otra empresa), con un mensaje poco original, demasiado cara en comparación con el resultado final y con un contenido poco coherente.

 En fin, que los señores que llevan la publicidad de Fórmul@ joven y Endesa no han conseguido por un lado emocionarme o cautivarme, ni por otro impactarme, escandalizarme o dejarme huella con sus campañas, como se ha hecho tantas veces expresamente (recordemos aquellas viejas campañas de Benetton), sino sólo darme un poco de asquito, que no creo que sea el efecto deseado.

miércoles, 28 de agosto de 2019

8. Chuletas y chuletones

Mi ahijado (2º de Bachillerato, 17 años) viene estas vacaciones con un suspenso en Historia. Lo cogieron en el examen con chuletas hasta en el cielo de la boca. Me extrañó, porque es un buen estudiante que nunca ha sacado un suspenso, pero me dijo que se le había echado el tiempo encima y apenas se había estudiado la mitad del examen. Supongo que si lo han cogido ha sido precisamente porque siempre ha ido bien preparado a los exámenes y nunca había utilizado chuletas, por lo menos a gran escala. Seguramente estaría nervioso y se notaría a kilómetros que había algo sospechoso.

Antes de echarle una riña repasé mentalmente cuántas veces había utilizado yo chuletas, y recordé dos ocasiones ya en la Facultad de Geografía e Historia.

La primera vez fue en la asignatura “Prehistoria”, en 1º de carrera. La asignatura era fea con ganas, lo que se agravaba por el hecho de que el profesor la impartía sin ningún entusiasmo, ya que lo que a él le gustaba era la arqueología medieval. Hice en un folio un cuadro-resumen de toda la asignatura, con todos los periodos de la prehistoria, sus fechas, características, industria lítica, etc., y lo coloqué en un lugar estratégico para echar un vistazo si lo necesitaba. Desde luego, aquello no era suficiente para superar la asignatura si no habías estudiado, pero podía servir de ayuda para un momento en que te quedaras en blanco o quisieras comprobar una fecha. Lo que no recuerdo es si llegué a utilizarlo o no.

La segunda vez fue cuatro años después, en 5º de carrera y en la asignatura “Historia de la Música”. Claro que aquello no fue una chuleta estrictamente, sino un cambiazo en toda regla. Y además era ya una tradición de muchos años. Contábamos incluso con la complicidad de un conserje de la Facultad que nos proporcionaba un buen taco de folios con el sello del Departamento ya puesto.

Las clases de Historia de la Música eran realmente curiosas. En primer lugar íbamos tan pocos alumnos que en lugar de darlas en el aula, el profesor las daba en su propio despacho, donde los que acudíamos teníamos espacio de sobra alrededor de una mesa de reuniones no demasiado grande. En segundo lugar, allí no se seguía en absoluto un programa, y prácticamente no se hablaba de Historia de la Música. El profesor empezaba hablando de la música egipcia, y a los diez minutos estaba contando, por ejemplo, cuando en los años 20, en Sevilla, la cupletista Fulanita se lió con el torero Menganito.

El profesor era un vejete simpático que, tras dictarnos las preguntas del examen, se iba del despacho, y nos dejaba allí, a veces solos y a veces con una secretaria que hundía su cabeza en la máquina de escribir para no ver lo que estaba pasando. Y lo que pasaba era que todos abríamos nuestras carpetas, sacábamos los folios proporcionados por el conserje, que ya traíamos escritos, cogíamos los correspondientes a los temas preguntados en el examen, y pasado un tiempo prudencial los entregábamos. Por supuesto, todo el mundo sacaba notable o sobresaliente. No se puede decir que no trabajáramos, ya que como el profesor no explicaba apenas nada, cada uno se preparaba sus propios temas, luego tenías que copiarlos en los folios de examen, y al final resultaba que algo se te había quedado.

Después de todo, no he podido reñir a mi ahijado.