viernes, 30 de octubre de 2020

Carmina, Diógenes de Sinope y el Ayuntamiento de Cádiz

 Cuenta Diógenes Laercio que Diógenes el cínico acudió  a Olimpia durante los juegos y a la vuelta alguien le preguntó si había allí mucha gente, y Diógenes le contestó: "Mucha gente sí, pero pocos seres humanos". Ya se sabe que Diógenes de Sinope (el que le dijo a Alejandro Magno que se apartara porque le tapaba el sol) era un poco antipático y nada sociable. Suyas son estas perlas:


«Cuanto más conozco a la gente, más quiero a mi perro».

«El insulto deshonra a quien lo infiere, no a quien lo recibe».

«Mira bien quién es tu amigo, porque si por tal le tienes y él no lo es, puede ser tu mayor enemigo»


Y abundan las anécdotas:


Se afirma que Diógenes se fue a Atenas con un esclavo llamado Manes, que lo abandonó poco más tarde. Con un humor característico, Diógenes afrontó su mala suerte diciendo: “Si Manes puede vivir sin Diógenes, ¿por qué Diógenes no va a poder vivir sin Manes?”.


Diógenes, de Jean-Leon Gerôme
Caminaba descalzo durante todas las estaciones del año, dormía en los pórticos de los templos envuelto únicamente en su manto y tenía por vivienda una tinaja. Cierta vez pensó que le sobraban cosas entre todas sus pertenencias: tenía su bastón, que necesitaba para caminar; tenía su manto, que le cubría y su zurrón, que contenía una escudilla y un cuenco para comer y beber, respectivamente. Un día, en uno de sus paseos por la ciudad, vio cómo un niño comía lentejas en un trozo de pan y cuando al terminar sus lentejas bebió agua con las manos en una fuente y Diógenes pensó: “Este muchacho, dijo, me ha enseñado que todavía tengo cosas superfluas. Si come sus lentejas con un trozo de pan y cuando termina con ellas bebe agua con sus manos, no necesito ni mi escudilla ni mi cuenco" y acto seguido arrojó contra el suelo ambos y siguió caminando.


Otro relato decía que cierto hombre adinerado le convidó a un banquete en su lujosa mansión, haciendo hincapié en que allí estaba prohibido escupir. Diógenes hizo unas cuantas gárgaras para aclararse la garganta y le escupió directamente a la cara, alegando que no había encontrado otro lugar más sucio donde desahogarse.


Cuando Diógenes asistía a los baños se encontraba siempre con un citarista al que todo el mundo despreciaba y criticaba, mas Diógenes lo saludaba con respeto, incluso con cierta admiración, a lo que algún curioso lo interrogó sobre el motivo por el que saludaba al citarista con lo mal que tocaba, respondiendo a esto Diógenes: "Porque tal y como es toca y canta, pero no roba a nadie".


En una ocasión, Diógenes estaba lavando unas hierbas cuando se topó con Aristipo, a quien llamaba el perro real, y le dijo éste a él: "Si hubieras aprendido a prepararte esta comida, no pedirías en los palacios de los tiranos". A lo que Aristipo respondió: "Y si tú supieras tratar con los hombres, no estarías lavando hierbas".


Pero, Diógenes no era más que un modo de introducir lo que quería comentar. Mis alumnos decían que mis clases eran una continua sorpresa con giros inesperados. Pero, sin darse cuenta, aprendían mucho más de lo que venía en el libro.


Vuelvo al comentario que hizo Diógenes al volver de Olimpia, que es justo lo que pensé cuando leí hoy cierta noticia en el DIARIO DE CÁDIZ: "El Ayuntamiento saca a licitación la pista de hielo para la plaza de San Antonio".




 Lo que me hizo pensar: "En el Ayuntamiento de Cádiz hay mucha gente pero pocos cerebros". Con lo que está cayendo y sabiendo como sabemos que evitar las aglomeraciones es FUNDAMENTAL, el Ayuntamiento pone en bandeja la ocasión y los medios para que en dicha plaza se junten cientos de personas, sabiendo como sabemos que habrá muchos niños, y lo complicado que puede ser conseguir que unos niños que están patinando sobre hielo no lo entiendan como que el peligro se ha pasado y pasen, a su vez, de mascarillas y distancias. Si los niños se aburren, que les pongan un libro en las manos, ¡joder!, y si no saben leer, que sus padres les lean un cuento. Conmigo lo hicieron y no salí tan mal. Mi abuelo (lo he contado varias veces) me leía a los tres años "Bee, el corderito travieso" y, como era en verso, ayudada por la rima ¡me lo aprendí de memoria! (con la salvedad de que al llegar a "allí le habló doña rana: ¿nunca el bosque has visitado?" yo decía "allí le habló doña RAMA"). Pero vamos, que creo que para tener tres años no estaba mal. Yo pisaba poco la calle, pero nunca me faltaron libros en casa, ni puzzles, ni juegos de mesa, lápices de colores, cuadernos para dibujar. Si alguna vez se me ocurría decie "Estoy aburrida", invariablemente la respuesta era "las personas inteligentes no se aburren nunca". Sobra decir que nunca me quejaba de aburrimiento e iba directamente al armario de los juegos y los libros (bien grande, en el cuarto de mi hermano), donde lo difícil era decidir qué escoger, si los bloques de madera, con los que levantaba edificios fantásticos, inspirados en los libros que leía, o leer por enésima vez "La isla del tesoro", "La flecha negra", los cuentos de las "Mil y una noches", o "Ivanhoe" o "Historia de dos ciudades", etc. (1). Hoy los padres parecen estar muy ocupados como para leer a los niños. Habrá quien me diga "Claro, como tú no tienes hijos..." Por circunstancias que no vienen al caso, los tres niños del piso de al lado (2) pasaban en mi casa más tiempo que en la suya. Así que sí, sé de lo que hablo. Con los niños se hace  lo que se quiere, son como plastilina. Pueden terminar siendo un pedazo de carne que solo aspira a salir en "Mujeres, hombres y viceversa" o ser personas curiosas que, incluso cuando ya tienen la vida asegurada, quieren seguir aprendiendo cosas nuevas y diversas. Pero bueno el tema no son los niños, sino la irresponsabilidad de unos adultos que viven de decidr sobre nuestras vidas (e incluyo aquí a políticos de TODAS las administraciones).


He dicho. 

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1)Teníamos una colección preciosa llamada Joyas literarias, que incluía, en forma de comic, todas las joyas de la literatura popular. No exagero si digo que en aquella caja había más de 200 títulos: Verne, Stevenson y Twain al completo, más Dumas, Salgari, Dickens..., en fin, el paraíso. He buscado información y leo que fue una colección de 272 clásicos de la literatura adaptados a historieta por la editorial Bruguera.




(2) Hoy, aunque ya tienen 32, 33 y 34 años, los sigo llamando "los niños", los tres tiene sus estudios, se ganan la vida tan bien como para ser independientes económicamente, pero todavía se acercan con frecuencia a ver a su vieja Ina (así me llamaban, para diferenciarme de mi madre), que siempre estaba disponible para ver con ellos, amontonados todos en el sofá, como les gustaba, la serie "Hércules" (episodios grabados en vídeo, vistos una y mil veces), o hacer tortitas con caramelo y nata, inventar una coreografía para partirnos de risa mientras bailábamos un minué de Mozart (¿te acuerdas, Manu?). Así que sé lo que digo. Cuando uno quiere, se dejan los exámenes por corregir para más tarde y se aparca todo  para dedicarles un rato a los niños. Conmigo conocieron las leyendas de la mitología griega, visitaron el museo de Cádiz donde aprendieron de cuántas formas diferentes se enterraba un romano, hicieron su primer viaje al extranjero (a Londres). El mayor, hoy ingeniero industrial, estaba tan nervioso que, desde que llegamos a Heathrow no paraba de preguntar  ¿Cuándo vamos a ver la "Piedra Rosetta"? Tengo anécdotas para aburrir pero paro aquí que no quiero hartaros.

lunes, 19 de octubre de 2020

¡Esto lo hago yo también!

 



Tengo un amigo al que llamaremos Ricardo. Es también amigo de mi hermano y de otros cuatro o cinco que forman pandilla desde el colegio. Todos tenemos alrededor de 60, año más, año menos.

Ricardo vive en un chalet rodeado de pinares, en una urbanización muy tranquila junto a la playa. Compró el chalet cuando se casó y poco a poco ha ido introduciendo mejoras. Bueno, eso es lo que él dice, porque por su forma de ser algunas de esas mejoras han resultado un auténtico desastre.

Por ejemplo, tenía un jardín que debía haber lucido un espeso césped, igualito que los de los chalets vecinos. Pero Ricardo no es una persona muy disciplinada, y eso de tener una rutina de regar, cortar la hierba, abonar, etc… no va con él. Sobre todo lo de regar le parecía muy aburrido, y entonces decidió que tenía que instalar un sistema de riego por aspersión.

Contactó con varias empresas, pidió presupuestos y se hizo el razonamiento siguiente: Si un fulano que no tiene estudios puede hacer esto ganando en unos días varios miles de euros, yo, que tengo un título universitario y no soy torpe, ¡yo puedo hacerlo también!

Ricardo se sentó ante el ordenador, buscó en Google “instalar riego por aspersión”, estudió atentamente varias páginas web, tomó notas, hizo esquemas y cuentas, se gastó una pasta importante en herramientas y materiales y un sábado por la mañana comenzó la tarea.

Levantó todo el jardín, hizo agujeros aquí y allá, dejó todo que parecía un campo minado durante dos semanas y, cuando dio el trabajo por concluído, nada funcionó normalmente. En algunos lugares había riego en exceso y a otros no llegaba. En pocos días el jardín parecía un muestrario de humedales y desiertos del mundo: aquí una copia en miniatura de las Tablas de Daimiel, allá el desierto de Gobi, en este lado el lago Titicaca y en este otro el desierto de Atacama. Finalmente, desconectó para siempre el sistema de riego y ahora el jardín es un arenal. Llevamos tiempo insistiéndole en que, si no va a volver a tener césped, mejor estaría con una parte de albero y otra de un enlosado de tipo rústico, algo así como piedra de Tarifa o parecido, pero Ricardo no se decide, porque en su interior luchan la convicción de que eso no es capaz de hacerlo él y su resistencia a pagar a alguien para que se lo haga.

Entiéndase bien: Ricardo no es rácano, es generoso. Cuando invita en su casa te ofrece de todo en calidad y abundancia. Le gusta organizar reuniones y fiestas multitudinarias. Pero prefiere gastar el dinero en jamón y langostinos que en pagarle a un operario porque, ¿qué tiene un operario cualquiera que no tenga él?

Ese primer fracaso no lo desanimó. Un par de años después su santa le convenció que ese cuartito sin aprovechar al lado de su dormitorio sería un estupendo vestidor. De nuevo hizo varias llamadas, pidió presupuestos, y volvió a caer en el mismo error. Si eso lo puede hacer un fulano que apenas sabe contar con los dedos, ¿no lo voy a hacer mejor yo, que soy un tío de ciencias, que siempre he dibujado bien y se me daba estupendamente la geometría, y que tengo más interés que nadie porque es mi propia casa?

De nuevo, viaje a Leroy Merlin, gasto importante en herramientas (las del riego no servían porque se trataba de un trabajo muy diferente) y en maderas y, sin hacer demasiados destrozos ni amputarse ningún dedo, montó el vestidor. Eso sí, tardó casi dos meses y en todo el vestidor no hay ni un ángulo recto, ni una puerta que encaje, ni un cajón que corra bien. Las barras para perchas parece que se sostienen de milagro y todo se dispone en ángulos y equilibrios aparentemente imposibles. Parece un vestidor normal, pero después de un terremoto importante.

Pero Ricardo es inasequible al desaliento. Lo último ha sido que tenía que pintar el chalet por fuera. Y claro, es una tontería pagarle unos miles de euros a dos o tres tíos por hacer lo que, esta vez sí, hace cualquiera, porque ya se sabe que pintar no es más que darle arriba y abajo al rodillo.

Pero Ricardo no es tonto, y sabe que esta nueva chapuza era demasiado para él solo, así que llamó a mi hermano y a cinco amigos y los engatusó para que en un fin de semana le ayudaran a pintar el chalet. “Venga, que esto está tirado, que entre los seis lo resolvemos en un rato y luego dedicamos el resto del tiempo a tomarnos cervecitas…”

Después de la compra de la pintura, los rodillos y todo lo necesario, cinco personas muy escépticas y bastante renuentes y un Ricardo muy entusiasmado se ponen manos a la obra. Uno de los cinco, llamémosle Alejandro, que es el más señorito, se erige en capataz y se instala a la sombra en el porche, desde donde da instrucciones a los otros cinco entre trago de fino y lonchita de caña de lomo.

En la primera media hora Ricardo comprende que no es tan fácil. El color elegido requiere hacer una mezcla, y nuestros chapuzas la hacen a ojo: “un poquito más de blanco; ahora una pizca de color albero…”. Resultado, la cosa no va tan rápida como creían, nada de terminar en un rato; al segundo día “el capataz” ya no aparece y la cuadrilla empieza a trabajar de muy mala gana, por decirlo suavemente; debido a la forma de hacer la mezcla, a ojo y según la van necesitando, cada pared de la casa tiene un tono ligeramente diferente; y todos están baldados, tienen agujetas hasta en el cielo de la boca.

Pero seguro que Ricardo no ha escarmentado.

sábado, 17 de octubre de 2020

¿Generosidad?

Cuando tenía más o menos 18 años leí un libro que narra el proceso de la independencia de la India, sus protagonistas, y sus consecuencias inmediatas, titulado “Esta noche, la libertad”, de Dominique Lapierre y Larry Collins. Era el primer libro que leía sobre India, y desde ese momento tuve una tremenda curiosidad por conocer el país, cosa que logré en 1985. Justo a la vuelta del viaje leí otro libro de Lapierre sobre India, “La ciudad de la alegría”. 






Hice un segundo viaje al país en 1995 y en 2001, según reza la fecha apuntada en el libro, leí “Era medianoche en Bhopal”, del mismo autor. Espero volver a viajar a India al menos una vez más. La mayoría de la gente que conozco se extraña de mi atracción por ese país. Para ellos un país como ese sólo puede llevar a una persona a una de estas reacciones: 

a) Lanzar un apasionado sermón sobre las grandes injusticias que existen en el mundo, o bien sobre el peligro de que países subdesarrollados posean tecnología nuclear; 

b) Aportar algún dinero a una ONG; 

c) Meditar unos segundos y decidir que no está en nuestras manos solucionar esos problemas; 

d) Arrugar la nariz y declarar tranquilamente que les daría mucho asco o mucho miedo ir a un sitio así.

Al principio no era capaz de explicar por qué me interesaba tanto. Hasta que leí como el mismo escritor que he mencionado varias veces, que conoce el país muy bien, cuando, en una entrevista le preguntaron “¿Qué se siente en la India? ¿Pena, rabia…?” contestó: En la India uno está fascinado por el espectáculo de la vida cotidiana. Desde entonces, eso es lo que contesto, porque refleja con exactitud lo que siento. Muchos no entienden que la “fascinación” no es incompatible con tener buenos sentimientos, e interpretan que disfruto o me divierto con la contemplación de las miserias ajenas, lo que me catalogaría como una sádica o una psicópata. Me pregunto cuál sería la reacción de esas personas si, como me ocurrió en el segundo viaje, estando en una estación ferroviaria esperando un tren, se dieran cuenta de pronto que a sólo seis pasos de distancia de donde yo estaba sentada en el andén había una larga caja rectangular caja forrada de tela blanca sobre la que alguien había escrito con gruesas letras mayúsculas con una brocha “Dead body”. Y nadie en la estación le prestó más atención que si fuera una mercancía. La muerte tratada con naturalidad, porque es más real para ellos que cualquier otra cosa en la vida, a diferencia de nosotros, que la ocultamos porque nos recuerda que es absurdo vivir como si no existiera. La India es otro mundo y no se puede comprender si no acudes allí con una mente abierta y decidida a dejar atrás los prejuicios.

El caso es que los dos viajes a la India me hicieron, en su momento, pensar en muchas cosas, empezando por lo absurdo que resulta que pensemos que somos el fiel de la balanza- Lo conté en uno de mis mis blogs, en el post "Extraños en Bombay" y que nos tomemos como referencia al juzgar a otros. A las pocas horas de llegar estaba en el puerto de Bombay, en la llamada “Puerta de la India”, en medio de una muchedumbre. Yo no paraba de mirar para todos lados. Aquellas mujeres vestidas con saris, en tal cantidad de colores que parecía imposible que todos aquellos matices existieran en realidad, las trenzas brillantes adornadas con flores naranjas, blancas, rosas; aquellos hombres altos y elegantes, con ropa tan blanca que hasta molestaba a la vista; milagrosamente no chocaban unos con otros, de forma que aquel movimiento no se detenía nunca. Yo nunca había visto tanta gente junta. Entonces se nos acercó una parejita y nos pidió permiso para hacernos una foto. Eran de un pueblo y estaban en la gran ciudad de viaje de novios. Al ver a aquellos extranjeros tan paliduchos y vestidos de aquella manera (vaqueros y pantalones de algodón, camisetas blancas, zapatillas de lona) no pudieron resistirse a llevar a sus conocidos una imagen de la gente tan rara que se podía ver en Bombay. Y entonces nos dimos cuenta de que allí los exóticos , los raros, éramos nosotros, y que mucha gente nos estaría mirando. A partir de ahí todo fue motivo para pensar mucho y para enfocar de otra manera lo que yo pensaba que eran certezas inamovibles.

He empezado mencionando a Dominique Lapierre, y es porque una información acerca de él me ha llevado a escribir este post. Me cae bien porque es un escritor que, habiendo vendido millones de libros, no se ha acomodado a lo fácil. Cada uno de sus libros le lleva varios años de documentación y miles de kilómetros recorridos. No tiene miedo a tratar temas espinosos, como el sida o las catástrofes causadas por la ambición de las grandes multinacionales. Y además tiene cedida una gran parte de sus derechos de autor, más lo que obtiene por artículos y conferencias, a las once ONG que ha puesto en marcha en la India en los últimos 25 años.


Hace algún tiempo, Lapierre y su mujer coincidieron en una cena con el modisto Givenchy que, al enterarse de sus proyectos y las necesidades de dinero que tenían, les regaló el famoso vestido de noche negro que Audrey Hepburn lucía en “Desayuno con diamantes”. Ellos pensaron que podrían sacar por el vestido ocho mil o diez mil euros, pero todas las previsiones se quedaron cortas. Hace unos meses, el vestido se subastó por 607.720 euros. Ahora han inaugurado una escuela y un centro para discapacitados en un pueblo de Bengala, además de otras diez escuelas y centros asistenciales que se pondrán en marcha próximamente.

Lo que me tiene descompuesta es pensar que alguien que puede gastarse 607.720 euros en un capricho no es capaz de dar ese dinero a cambio de nada, sino sólo recibiendo un traje que, aunque lo llevara Audrey Hepburn en una escena de la película, y se haya convertido en un icono, no deja de ser solamente un trozo de tela.




viernes, 16 de octubre de 2020

La canción del viernes

 El viernes pasado os decía que, gracias a los amigos de mi hermano descubrimos a dos cantantes. Una, María Creuza, ya os la presenté. Hoy os traigo a la otra, una cantante norteamericana llamada Janis Ian. Las canciones que cantaba era fundamentalmente escritas y compuestas por ella, y solía acompañarse con el piano, que empezó a estudir de niña, pero llegó a dominar gran cantidad de instrumentos, como el órgano, el armonio, el corno francés, la flauta y la guitarra. 

A la edad de 13 años, Ian escribió y cantó su primer hit, "Society's Child (Baby I've Been Thinking)", sobre un idilio interracial prohibido por la madre de una chica y mal visto por sus amigos y profesores.  Publicado tres veces de 1965 a 1967, finalmente fue un hit nacional en su tercera publicación después de que Leonard Bernstein lo presentó en un programa de la CBS TV, titulado Inside Pop: The Rock Revolution. 2​

El tema de la canción fue considerado tabú por algunas emisoras radiofónicas y lo retiraron de sus playlists consiguientemente. En su autobiografía de 2008 Society's Child, Ian recuerda recibir cartas de odio y amenazas de muerte como respuesta a la canción. En el verano de 1967, el tema llegó al núm. 14 en la Lista Billboard 100, el sencillo vendió 600,000 copias y el álbum 350,000.

Su mayor éxito en los Estados Unidos fue la canción, "A los Diecisiete", un amargo comentario de la crueldad adolescente, la ilusión de popularidad y la angustia de esa edad, reflejado desde la perspectiva de una persona de 24 años, que recuerda que a los 17 años no recibía ninguna tarjeta de San Valentín. Fue publicada en 1975. recibiendo una enorme aclamación de críticos y compradores. Gana en 1975 un  Grammy, batiendo a Linda Ronstadt, Olivia Newton-John y Helen Reddy.​  El álbum, Entre Líneas, fue también un éxito y logró el Núm.1 en Billboard con ventas de encima de un millón de copias en los EE.UU.. Como anécdota el día de San Valentín de 1977, Ian recibió 461 felicitaciones ya que había indicado en la letra de "A los Diecisiete" que nunca había recibido ninguna como adolescente.

"Volar Demasiado Alto" (1979), producido por productor de música de discoteca Giorgio Moroder, fue la contribución de Ian a la banda sonora de la película de Jodie Foster Zorros y fue también incluido en 1979, en el álbum de Ian: Night Rains. Fue un hit en muchos países, incluyendo Sudáfrica, Bélgica, Australia, Israel y Holanda.

Otro país donde Ian ha conseguido un nivel alto de popularidad es Japón: Ian tuvo dos Top 10 singles en la lista Oricon para los temas "El Amor Es Ciego" en 1976 y " Tu Eres Amor " en 1980. El álbum de Ian Aftertones coronó la lista Oricon de álbumes en octubre de 1976.​  "Tu Eres Amor" es la canción de la película de Kinji Fukasaku 1980 Virus.

Su contrato con CBS fue cancelado en 1982, con tres álbumes pendientes de producir, debido a la bajada de las ventas y permaneció algunos años sin contrato discográfico. Pero Ian continuó escribiendo canciones, que han sido interpretadas por, entre otros, Amy Grant, Bette Midler y Marti Jones.  Otros artistas han grabado las composiciones de Ian, incluyendo Roberta Flack, quién tuvo un hit en 1973 con canción "Jesse" de Ian.​ La versión propia de Ian está incluida en el álbum de 1974 Estrellas (la canción de título del cual también ha sido versionada, incluyendo interpretaciones de Shirley Bassey, Cher, Nina Simone, Françoise Hardy y Barbara Cook). Continúa actuando en la actualidad y ha hecho una ronda de conciertos en el Reino Unido en 2014 y después una serie de apariciones en los EE.UU.

Mis canciones favoritas de Janis Ian son "At seventeen", "Love is blind" y "Jesse". Esta última es el vídeo que os traigo hoy, junto con "Love is blind" pero buscad otras en You tube: is gustarán todas.

Jesse


Love is blind










jueves, 15 de octubre de 2020

Un abuelete desesperado por ligar

 Hoy os voy a contar una anécdota ocurrida en 2.009. En un puente me fui  a pasar 4 días en Madrid y una mañana bajé a desayunar a la cafetería del hotel, donde me ocurrió  lo que sigue. Todo lo que sigue en letra cursiva lo escribí al día siguiente en un blog que tenía entonces. Por favor, sed compasivos y no os riáis de mi.


"Ayer entré en la cafetería del hotel para desayunar. Todas las mesas estaban ocupadas, así que me acomodé en la barra. A mi lado charlaban tres personas mayores, dos hombres y una mujer. A los dos minutos uno de los hombres y la mujer se marchan, y se queda el otro señor, que ya no cumplía los 70. Apenas salieron por la puerta, el viejete se dirige a mí y me cuenta que el que se acaba de marchar es una persona inteligentísima, economista y con una conversación muy entretenida. A mí me acaban de traer un café y un croissant y estoy empezando a tomármelos. Lo que me pedía el cuerpo era contestarle “¿Y a mí que rábanos me importa?”, pero por no ser borde con el abuelete lo miro y esbozo una ligera y desganada sonrisa. Nada más, ni una palabra, convencida de que el viejete cogería la indirecta.


Nada de eso. Resulta que el abuelo pretendía ligar, y se dio cuenta de que sólo tenía el tiempo que yo iba a tardar en tomar lo mío, de forma que entra a saco. Me cuenta que es abogado, que sacó premio extraordinario de fin de carrera y que en sus ratos libres hizo Filosofía y Letras. Pienso que la mueca de sonrisa que he hecho no ha sido suficiente y le contesto exactamente “Me alegro mucho por usted”, con el mismo tono que hubiera utilizado para decirle “vete a la mierda”. Y el viejo sigue atacando. Por lo visto aquellas escuetas cinco palabras, que por el tono desanimarían a cualquiera, no le hicieron mella, y me responde que hablo muy bien el castellano. Le contesto, cada vez en un tono más desagradable, que es natural, porque soy española. Y el increible abuelo me responde que le sorprende, ¡¡¡porque tengo pinta de “artista extranjera”!!!


Viendo cómo se ponía la cosa, le digo que sí, que puedo pasar por la hermana gemela de Uma Thurman, excepto los días en que quiero sorprender a mis amigos, me pongo una peluca castaña y un culo postizo perfecto, y entonces se me puede confundir con Jennifer López. Aclaro a los lectores que tengo 50 años, y que no iba arreglada precisamente de forma que pareciera que estaba pidiendo guerra. Concretamente, como el día estaba nublado y con aspecto de que podía caer un chaparrón en cualquier momento, me había puesto unos vaqueros, una camiseta blanca y unas alpargatas rojas. Y la cara lavada, sin ni siquiera mi indispensable rayita en el ojo. El viejo no parece coger la ironía y con empeño digno de mejor causa me dice entonces “Niña, no deberías teñirte el pelo de rubio” (1). En ese momento cualquier respeto por una persona que me saca más de 20 años se me ha pasado, así que le digo que haga el favor de no llamarme niña, que tengo 50 años y que a esas alturas me pongo el pelo como me sale de la peineta.


El abuelo considera entonces que parece ser preferible no seguir por el tema capilar y ataca con más empeño y peor estilo aún. Comenta entonces que no estoy morena, y que debería usar bikini. Y para rematar suelta entonces que el bikini me sentaría estupendamente “porque tengo poco pecho”. En ese momento ya estoy alucinando con la conversación del viejo, y empiezo a preguntarme si en esa cafetería le echarán algo al café.


Sólo tenía dos opciones: mandarlo directamente a tomar viento o atragantarme con lo que quedaba del croissant y dejarlo con la palabra en la boca. Me sigue dando qué sé yo ponerme bestia con un viejo, así que me meto el último trozo del croissant en la boca de una vez a toda pastilla al mismo tiempo que pongo sobre la barra el importe exacto de la cuenta para salir pitando en 20 segundos, sin tener siquieera que esperar por la vuelta. Pero el viejo decide aprovechar esos 20 segundos y el hecho de que tengo la boca llena y me dice que le encantaría invitarme esa noche a bailar y a tomar unas copas. No contesto y salgo despavorida de allí, todavía tratando de tragar el último bocado del croissant.


No tengo ni idea de cómo se ligaría en los tiempos del viejo, pero yo en mi vida he conocido a un tío tan borde. Y todavía tendremos que seguir oyendo que hay que ver cómo es de maleducada la gente joven".


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(1) Quisiera aclarar varias cosas. No he llevado el pelo teñido jamás en mi vida. Soy castaña clara. Mi abuela paterna era rubia nórdica y tuvo el pelo blanco como la nieve desde los 40 años. A mí me ha pasado algo parecido y en ese momento tenía el pelo canoso con unas ligerísimas mechas rubias, tan  finas que se funden con el pelo blanco de forma que no parece para nada un teñido. También me pregunté alguna vez si el viejo me tomó por otra cosa. Pero no, imposible, estaba en la cafetería de un hotel bueno, de 4 estrellas, que no es frecuentado por señoras "de moral distraida". Para billetes de tren, reservas en hoteles y esas cosas. siempre recurro a la agencia de viajes de un amigo que me trata como si fuera su hermana pequeña y nunca me mandaría a un sitio así. Precisamente una vez estaba buscándome un hotel en Madrid para otro puente y fijándose en lo que le salía en la pantalla de su ordenador dijo: "Aquí hay una oferta muy buena....pero no, no me gusta este barrio para ti". Me quedo con la otra posible explicación. Al día siguiente se lo conté al camarero para que estuviera al quite por si se repetía y me dijo que estaba alucinado porque era un señor muy educado que vivía enfrente e iba todas las mañanas a desayunar allí. Me dijo que pensaba que estaba empezando a tener síntomas de alzheimer. 


martes, 13 de octubre de 2020

Ole, ole y ole

 



No me gusta usar frases hechas y odio los tópicos, pero a veces son justo lo que necesitas para explicarte bien, Así, y sin que sirva de precedente, "a veces los árboles no nos dejan ver el bosque". La euforia del décimotercer Roland Garros ha arrastrado a mucha gente pero, siendo justos, estos 13 triunfos no han surgido de la nada.  He encontrado unas notas que tomé en septiembre de 2.010.

Para ese momento, de un  Rafa Nadal de 24 años ya se podía decir lo siguiente:

– Ya había superado en títulos de Grand Slam a McEnroe, Wilander, Becker, Edberg, Agassi, Lendl y Jimmy Connors. Hoy día ha igualado a Federer y  sólo es superado, de momento, por Borg y Sampras.

– Segundo jugador más joven en conseguir los cuatro torneos del Grand Slam. Si contamos sólo la Era Open (desde 1968) se convierte en el más joven.

– Es el jugador con más títulos de Masters 1000 en tierra batida, con más del doble que su inmediato seguidor (Munster) y casi el triple que Federer.

– Sólo cuatro jugadores lo superan en títulos de Masters 1000 en superficie dura (Agassi, Federer, Sampras y Chang).

– Único jugador junto con Federer en ganar 4 torneos de Masters 1000 en una misma temporada (2005); Montecarlo, Roma, Montreal y Madrid.

– Único jugador en ganar durante 6 años consecutivos el mismo torneo de Masters 1000, Montecarlo (2005-2010).

– Ganador de los tres Masters 1000 que se disputan sobre tierra batida; Montecarlo (2005-2010), Roma (2005-2007 y 2009) y Hamburgo/Madrid (2008), algo sólo conseguido previamente por Marcelo Ríos y Gustavo Kuerten.

– Segundo tenista en conseguir los cuatro torneos del Grand Slam, la copa Davis y la medalla de oro olímpica.

– Jugador con más semanas consecutivas (160) en el nº 2  del ránking de la ATP.

Y eso sin contar lo que ha hecho entre septiembre de 2.010 y el día de hoy.

Puede que España no sobresalga en deportes, pero cuando lo hace, es a lo grande (Induráin. Gasol, Alonso, Sáinz, Nieto, Rubio, Carolina Marín, Gema Mengual, Ballesteros, Mireia Belmonte, Márquez, Lorenzo, Estiarte, Santana, Craviotto. Pasabán. Navarro, Pascual, Olazábal, Antón, Ocaña, Valentín, Bistuer, Zabell, Arrese, Martínez, Sergio García, Deferr.....  ). Son muchos. Confieso mi debilidad por Rafa Nadal, pero es soy incapaz de ver un partido de futbol o de baloncesto, mientas que me zampo un buen partido de tenis sin pestañear.  Y como este blog es mi confesionario particular, por eso cuento estas cosas. Los que van a leer esto son mis amigos, y por eso no me importa que conozcáis mis debilidades.

 

viernes, 9 de octubre de 2020

La canción del viernes

 Cuando yo era jovencita, no tenía ni un duro para comprar discos. Mis padres nunca nos dieron eso que mucha gente llamaba la paga. Consideraban que todo lo necesario ya nos lo proporcionaban ellos. Y todo lo demás era  innecesario y superfluo. Nunca nos escatimaron cualquier gasto que tuviera que ver con estudios, que era nuestra única obligación, nuestro "trabajo". Libros, clases particulares si era necesario, alguna que otra excursión del colegio. Un año, no recuerdo la fecha, los Reyes Magos me trajeron un tocadiscos, chiquitillo, acompañado de tres singles, que eran, ¡ojo! Help, de Tony Ronald, Soy Rebelde, de Jeanette y un tercero del que ni me acuerdo.    Que conste que yo no elegí esos tres discos. Como era un regalo de Reyes yo  me los encontré por sorpresa. Yo no escribía carta a los Reyes. En mi casa no se hacían las cosas así. Yo me encontraba con lo que mis padres habían pensado que debería gustarme. No se aceptaban peticiones. Nunca me faltaron los libros ni los juegos de mesa, cosas supongo que apropiadas para la niña tranquila que yo era.   

Años después, en un viaje a Andorra con mis padres, me compraron mi primer LP, Amores, de Mari Trini. Curiosamente, mi hermano sí tenía discos. No sé cómo los compraba, pues recibía el mismo dinero que yo, es decir, nada. Sin embargo, recuerdo que andaban por casa Hotel California, de Eagles; Tubular Bells y Onmadawn, de Mike Olfield; Las seis mujeres de Enrique VIII, de Rick Wakeman; y alguno de Pink Floyd y Chicago. Pero además tenía amigos con hermanos mayores y por ese camino acceso más discos, que se prestaban unos a otros. Así conocí a dos cantantes: la que hoy traigo y otra que conoceréis otro día.

Hoy nos acompaña María Creuza, famosísima cantante brasileña, queridísima en su país, muy relacionada con Vinicius de Moraes y Toquinho, con los que compartió escenario muchísimas veces y cuyas canciones grabó durante toda su extensa carrera.

Os dejo con su voz y su canción Tortura de amor, aunque cualquiera del disco Meianoite cuenta con mi recomendación





La letra:

Hoje que a noite está calma

E que minh'alma esperava por ti 

Apareceste afinal

Torturando este ser que te adora


Volta fica comigo 

Só mais uma noite


Quero viver junto a ti

Volta meu amor 

Fica comigo não me desprezes

A noite é nossa 

E o meu amor pertence a ti


Hoje eu quero paz 

Quero ternura em nossas vidas

Quero viver por toda vida

Pensando em ti


Y en castellano:

Hoy que la noche está calma

Y que mi alma esperaba por ti

Apareciste al final

Torturando a este ser que te adora

 

Vuelve, quédate conmigo

Sólo una noche más

Quiero vivir junto a ti

Vuelve, mi amor

 

Quédate conmigo, no me desprecies

La noche es nuestra

Y mi amor te pertenece a ti

 

Hoy quiero paz

Quiero ternura en nuestra vida

Quiero vivir toda la vida

Pensando en ti

Mi serie favorita (no hay spoiler)

 


La televisión en verano es algo penoso. Las cadenas sacan del cajón películas que parecen compradas al peso, series infumables, programas que dan vergüenza ajena, repiten documentales todas las veces que les permiten los contratos.... En lo que a televisión se refiere, el verano es un tiempo para hibernar, valga la contradicción. Menos mal que llega septiembre/octubre y es como si todo el mundo despertara: las cadenas comienzan a poner en marcha estrenos interesantes, y ahí incluyo a las plataformas de cine y series.

Cuando empecé a ver The blacklist no sabía que me iba a gustar tanto. Pero me gustó eso y más. Vi terminar la sexta temporada con la rusa malísima y ultratraidora clavándole la aguja de una jeringuilla a Reddington en un callejón oscuro y me dije "esto se ha terminado". Además, coincidía que había leído que los protagonistas de series suelen firmar contratos por seis temporadas, y ese dato parecía confirmar el fin de la serie, porque continuar implicaba renegociar nuevos contratos con el reparto principal. Me sentí un poco estafada porque lo que habíamos visto hasta ese momento no completaba la lista de "grandes delincuentes" que el protagonista se había comprometido a poner en manos del FBI. Imaginé que los guionistas quizás no confiaban poder seguir manteniendo el nivel. Y los comprendí porque vale más retirarse por todo lo alto antes de despeñarse por un abismo de mediocridad y falta de originalidad o incapacidad para seguir sorprendiendo.

Pero Netflix me ha dado un alegrón estrenando hace unos días la séptima temporada, con 19 episodios por delante. A mi parecer, esta serie tiene dos grandes méritos. Otras personas, con más conocimientos del tema que yo, simple consumidora de series, podrán darme o quitarme la razón, y alargar esa lista de méritos con observaciones en las que yo ni he caído:

1. Aunque todos los episodios tienen el mismo esquema: Raymond Reddington pone al FBI tras la pista de delincuentes que ellos ni saben que existen. Y además son delincuentes invisibles, pues sus crímenes han pasado por muertes naturales, accidentes, suicidios, etc., pasando desapercibidos hasta para el FBI, aunque  las víctimas hayan sido científicos y políticos de primera fila. A pesar de la repetición del esquema prácticamente en todos y cada uno de los episodios, la serie no cansa y siempre sorprende. Siempre hay un giro inesperado, y esos criminales asombrosos son atrapados a pesar de su genialidad.

2. El grupo de agentes del FBI que forman el núcleo principal del reparto son unos personajes que nos encantan: ese Cooper es el jefe que todos querríamos tener (comprensivo y flexible cuando es necesario), además de compañeros como Aram, tan tierno, Ressler, tan recto. Sin embargo, el personaje de la protagonista femenina no acaba de gustarme. Elizabeth me parece un personaje fallido, insegura, poco decidida, totalmente olvidable.