viernes, 26 de junio de 2020

El pastelero no fue el único (ni mucho menos)

Cuando compartí la entrada en el blog que iba a servir de mera introducción a la historia de Peter Stuart Ney y a la posibilidad de que el mariscal Michel Ney no hubiera muerto fusilado sino que estuviera huído en Estados Unidos y bajo una identidad falsa. La "introducción" se alargó hasta las 1.555 palabras, lo que aconsejó desplazar a Ney a una segunda parte. Como digo, cuando compartí el enlace en Facebook, mi amigo Juan José Iglesias me dejó un comentario (gracias, Juan José), que decía: "Y no te olvides del pastelero de Madrigal y el Encubierto". Respondí: "Lo del pastelero ya lo tengo preparado es la (entrada) de mañana". Al día siguiente añadí a mi galería de farsantes a Gabriel de Espinosa y toca, por tanto hablar de El Encubierto. Con esto yo pensaba dejar zanjado el tema, pero me veo tentada por historias tan bizarras como la del cosaco que se hizo pasar por el zar Pedro III o el pícaro sevillano que decía ser nieto de Atahualpa. Esto es como las cerezas: coges una y enganchadas una a otra salen docenas. Por favor, hacedme la caridad, de dejar vuestra opinión sobre si cortó aquí o sigo con historias semejantes. En fin, vamos al turrón, como se suele decir en mi casa.

Durante el reinado de Carlos I tuvieron lugar en Valencia y Mallorca unas revueltas conocidas con el nombre de germanías, lo que en nada tiene que ver con los germanos, sino que viene de la palabra germá (hermano). Se trataba de hermandades de artesanos a los que se había autorizado a armarse por un privilegio de Fernando el Católico para constituirse en milicias para defenderse de los frecuentes ataques de los piratas berberiscos. Cuando en 1.519 estalló en Valencia una epidemia de peste, la nobleza huyó de la ciudad y se pidió a las germanías que se disolviesen, pero, en lugar de eso, aprovechando que estaban armados, se levantaron contra la autoridad del rey.  Pidieron a los moriscos que se les unieran, pero éstos se negaron a ir contra sus señores. Entonces los sublevados usaron la excusa de la religión para asaltar y destruir la morería de Valencia, extendiéndose a todo el reino hasta Mallorca. El rey Carlos se encontraba en Aquisgrán negociando lo relativo a su coronación como emperador y la situación, a la que al principio no se dio mucha importancia, se radicalizó  a raiz de la muerte de la muerte de Joan Llorenç, primer dirigente de las germanías, tejedor valenciano que deseaba dotar a Valencia de una constitución republicana al estilo de Génova y Venecia. Tras la muerte de Llorenç, tomó el relevo un vendedor de terciopelo llamado Vicente Peris, que junto con otros  cabecillas de segunda fila llevaron el movimiento hacia la perpetración de violencias sin dotarlo de un programa preciso. En 1.521 la situación militar  de los agermanados se deterioró y el virrey pudo entrar de nuevo en Valencia. Medio año después de la entrada del virrey en Valencia, Vicente Peris, dirigente agermanado, pudo entrar en la ciudad y se hizo fuerte con un grupo armado, pero no pasó a mayores y acabó con su derrota y muerte.  La Germanía se trasladó entonces a poblaciones como Játiva y Alcira, que resistieron hasta finales de 1522. Tras la ejecución de Peris apareció un personaje que dijo llamarse Enrique Manrique de Ribera. Tras la ejecución de Peris se presentó en la plaza de Játiva el 10 de marzo de 1522 para dar un discurso en el que proclamaba venganza por la ejecución perpetrada por el Marqués de Zenete, es decir, Diego Hurtado de Mendoza. Se convirtió así en el sucesor del líder de los revolucionarios.

En un encendido discurso en la plaza de Játiva anunció que se proponía la remoción del emperador Carlos I …porque el rey era él mismo, ya que decía ser hijo del primogénito de los reyes católicos.  Decía ser hijo del heredero de los Reyes Católicos, el príncipe Juan. Según  explicó, su madre, la archiduquesa Margarita de Austria, al quedarse viuda estando embarazada quedó bajo la tutela del cardenal Mendoza, que precisamente era muy odiado por los agermanados por ser padre del virrey. Al momento del parto, Mendoza habría mentido  para que la corona recayese en Felipe el Hermoso,  diciendo que habia nacido una niña que murió al poco tiempo, mientras que a él lo quitaron de en medio en secreto, siendo criado por una pastora en Gibraltar. En el discurso del Encubierto, la conspiración podría tener visos de certidumbre: en realidad, el hijo de Juan y Margarita había sido oculto para que no reinase merced a la conspiración del cardenal Mendoza y Felipe el Hermoso. En el plano real, un mero detalle cronológico invalidaba este complot, ya que el cardenal Mendoza había muerto en 1495, es decir, dos años antes que el príncipe Juan, por lo que no pudo haber efectuado las maniobras oscuras de que le acusaba el Encubierto. Sin embargo, este detalle es también significativo de lo bien construida que estaba la trama: el cardenal Mendoza era un personaje odiado por los valencianos, ya que, a la sazón, había sido el padre del virrey de Valencia y el marqués de Cenete, los dos nobles que habían protagonizado la represión de las Germanías.

Presumiblemente había llegado a Valencia con un comerciante llamado Juan de Bilbao con el que había vivido en Orán durante 4 años. Esa amistad se rompió porque el supuesto "rey" había cometido adulterio con la esposa de Bilbao Luego pasó a ser despensero de cierto regidor al cual también sustrajo la esposa, por lo cual fue condenado a cien azotes. Durante un tiempo vivió en Valencia como ermitaño y que se había mantenido oculto hasta entonces siguiendo el designio divino para darse a conocer en el momento en que los reinos estuvieran perdidos y necesitados de un monarca natural, momento que le pareció llegado a la muerte de Peris. En cualquier caso, fue entonces cuando marchó a Valencia y urdió aquel inaudito montaje sobre el príncipe Juan. Con su nueva identidad y el entusiasmo levantado entre la población, formó su propia corte y se convirtió en el rey sin corona de los últimos agermanados quienes, de hecho, le conocían como el Rey Encubierto.

Sus proclamas no se limitaban al plano político o militar sino que se extendían al religioso. Haber sobrevivido casi de milagro a una lluvia de flechas que cayó sobre él en una escaramuza contra las tropas reales le dio el aura definitiva; se decía que era inmune a las armas convencionales y sólo podría morir en Jerusalén, que levitaba y que, consecuentemente, se trataba de un auténtico santo en vida. Hubo incluso, quien aseguró que lo había visto levitar. Lamentablemente, pronto pudo comprobar en sus carnes que no era así porque, aparte de fracasar en el intento de reconquistar Valencia y tras unos meses de apogeo triunfal, el 18 de mayo de 1522 unos matones, debidamente sobornados por el Virrey, le cosieron a puñaladas en Burjassot y se llevaron su cuerpo a la capital levantina, donde se le cortó la cabeza para exhibirla como trofeo para que después la Inquisición le condenara a la hoguera post mortem por hereje.


El Encubierto había llegado a la ciudad en el momento justo, cuando el movimiento estaba en crisis y prácticamente derrotado tras la muerte de su líder, aportando una nueva esperanza a unas gentes necesitadas de ella, aunque hubo también un factor importante como fue la extraordinaria difusión entre los cristianos del Levante español de las ideas cruzadistas contra el Anticristo y del mesianismo entre los criptojudíos (conversos que seguían practicando su fe en secreto) valencianos, que apoyaron decididamente las Germanías.

En cuanto a su verdadera identidad, está publicado que en un inventario de bienes de un seguidor de El Encubierto figura que su nombre era Antonio Navarro, judío converso de procedencia andaluza.

LA PAZ DE LAS GERMANÍAS, OBRA DE MARCELINO DE UNCETA









jueves, 25 de junio de 2020

El misterio del pastelero de Madrigal

Y ahora el caso español que ayer dejé pendiente y que, por quedar la entrada demasiado larga 

 
SEBASTIÁN DE PORTUGAL
 En 1578 el joven rey Don Sebastián de Portugal desapareció en la batalla de Alcazarquivir, lo que dio lugar a un movimiento llamado Sebastianismo, que no lo consideraba muerto, sino que esperaba que un día volviera a recuperar su trono. Mientras tanto, al haber desaparecido el rey sin herederos, su tío Felipe II de España había heredado su trono en 1580 y Portugal había perdido su independencia. En esas condiciones, la supuesta reaparición de Don Sebastián era esperada con gran fervor, por lo que se dieron varios casos de intentos de suplantación de su personalidad.

A fines de junio de 1594 llega a Madrigal de las Altas Torres (Ávila) un hombre llamado Gabriel de Espinosa. Le acompañan su hija Clara, de dos años, y una mujer, Ines Cid, presuntamente el ama de la niña, pero en realidad su madre. Gabriel quería asentarse en el pueblo para ejercer su oficio de pastelero (no de dulces, sino de pasteles de carne y empanadas). Pero Gabriel no parecía un humilde pastelero. Montaba a caballo con cierta destreza y hablaba idiomas, al menos francés y alemán. Muchos decían que parecía más un caballero que un pastelero.

En Madrigal conoce a Fray Miguel de los Santos, agustino portugués y vicario del convento de Nuestra Señora de Gracia el Real de Madrigal, que había sido confesor en la corte del rey Don Sebastián de Portugal. Se supone que este personaje está en el centro de la trama que envolvió a Gabriel de Espinosa y que culminó con la detención del mismo en Valladolid. El motivo de dicha detención es que en Valladolid se ha oído a Gabriel de Espinosa hablar con poco respeto del rey, por lo que es denunciado y apresado por Rodrigo de Santillán.

En el momento de su detención Espinosa llevaba consigo algunas joyas y, más importante, cuatro cartas. Dos eran de Fray Miguel de los Santos y las otras dos de doña Ana de Austria, hija natural de Juan de Austria y sobrina de Felipe II, que era monja en el mismo convento en el que estaba destinado el agustino. Las joyas encontradas al pastelero resultaron ser de la ilustre monja.


ANA DE AUSTRIA
   El contenido de las cartas dejó estupefacto a Rodrigo de Santillán. El fraile llama Majestad al pastelero, y doña Ana lo trata como prometido y llama “mi hija” a la niña. Aquello necesitaba aclararse, de forma que don Rodrigo viaja a Madrigal, encierra a doña Ana en sus aposentos, detiene a fray Miguel de los Santos y a Inés Cid, y confisca unos cuantos papeles que encuentra en posesión de los mismos.

Fray Miguel revela, entonces, que Gabriel de Espinosa es en realidad el rey Don Sebastián de Portugal, dado por muerto en 1578 y reconocido por él en Madrigal. No se sabe si fray Miguel realmente creyó ver en aquel hombre a su añorado rey (era pelirrojo, rasgo muy poco frecuente en Castilla) o si había escogido a Gabriel de Espinosa para convertirlo en el centro de un plan para colocarlo en el trono. Se suceden los interrogatorios, de los que no se sacó mucho en claro.


Fray Miguel declaró en todo momento que cuando vio a Gabriel por primera vez en Madrigal, creyó firmemente que se trataba del rey desaparecido, y que le había preguntado sobre su identidad, a lo que el pastelero había contestado con ambigüedad. Se lo presentó a doña Ana, la cual también se convenció de que era su primo, cuyas aventuras gustaba de oir.

Doña Ana, de 27 años, estaba en el convento desde los 6 años por orden del rey. No tenía vocación de monja y sí mucha imaginación. En seguida se avino a la idea de una boda con el presunto primo, en cuanto el Papa concediera la dispensa. Por esa causa llamaba “mi hija” en las cartas a la niña del pastelero.

Gabriel de Espinosa declaró que aquel no era su verdadero nombre, pero que lo usaba porque era el que figuraba en el examen a oficio de pastelero que tenía en su poder. Efectivamente, dicho documento existe. Es un apunte en el libro de acuerdos del concejo de Ocaña fechado en agosto de 1588 donde Gabriel de Espinosa reclama su derecho a ser pastelero exhibiendo un título de examen de ese oficio expedido en Toledo. Pero nunca aclaró su verdadera identidad. No declaró nada acerca de sus padres o de su nacimiento.

Acusado de crimen de lesa majestad, Espinosa fue condenado a muerte, siendo ahorcado el 1 de agosto de 1595 en Madrigal. Después de ahorcado fue decapitado y descuartizado. Fray Miguel de los Santos fue trasladado a Madrid, y también ahorcado y decapitado. Su cabeza se trasladó a Madrigal, donde fue exhibida junto con la de Gabriel de Espinosa.

Doña Ana de Austria fue encerrada en un convento de Ávila, aunque a los pocos años se le permitió volver a Madrigal. Con el tiempo llegó a ser abadesa del monasterio de Las Huelgas, la más alta posición que puede alcanzar una religiosa en España.

Ines Cid fue desterrada de Madrigal. Se marchó con su hija y con otro niño que tuvo durante su estancia en el pueblo, bautizado en abril de 1595, y no se supo más de ella.

La falta de datos alimentó durante siglos diferentes teorías sobre el personaje, adornadas con diversos misterios. Se ha dicho que no era ni el rey Don Sebastián ni un humilde pastelero, sino el hijo de algún noble, quizás un bastardo de sangre real, y a eso debía ciertas características de su persona y cierta actitud de orgullo impropia de un simple artesano, que nunca dejó de mostrar. Se ha comentado que Simón Ruiz, el mercader más adinerado de Medina, le hacía llevar a la cárcel cada día comida en vajilla de plata, y eso indica que contaba con el apoyo de ciertas personas, que aparte de fray Miguel otros creían su historia. Se ha destacado que fray Miguel nunca abandonó su versión, y que mantuvo hasta el cadalso la afirmación de que se trataba de Don Sebastián de Portugal.

Posiblemente nunca se sepa la verdad.

miércoles, 24 de junio de 2020

Las dos vidas de Ney

En otras épocas, la inexistencia de la fotografía y las pruebas de ADN y el desconocimiento de las huellas dactilares propiciaron que, de tanto en tanto, apareciera algún personaje asegurando ser alguien famoso que supuestamente había muerto años antes.

PERKIN WARBECK
   En el siglo XV, un flamenco llamado Perkin Warbeck afirmó ser Ricardo de Shrewsbury, primer Duque de York, el hijo menor del rey Eduardo IV de Inglaterra, constituyéndose en pretendiente al trono de Enrique VII. Como realmente no se sabía qué había ocurrido en la Torre de Londres con el auténtico Ricardo de Shrewsbury (los historiadores creen que murió en 1483), mucha gente le dio crédito a Warbeck, y se supone que otros, aunque no lo creyeran, lo apoyaron para derrocar a Enrique VII. Aprovechándose del resentimiento de los habitantes de Cornualles por la subida de impuestos, desembarcó en esa parte del país y se hizo coronar como Ricardo IV. Cuando Enrique VII envió a su ejército, Warbeck se acorbardó, abandonó su ejército y fue capturado. Finalmente confesó y fue ahorcado en 1499.

Mucho más cerquita, en España, tenemos un caso parecido que me voy a reservar porque quiero dedicarle una entrada completa más adelante.

Uno de los casos más conocidos es el de la supuesta Gran Duquesa Anastasia, la más joven de las hijas del zar Nicolás II, que resultó finalmente ser 


ANASTASIA Y ANNA ANDERSON EN 1.920


Una muchacha rescatada en 1920 en Alemania por un policía cuando intentaba suicidarse, permaneció durante años en un manicomio y sin decir ni una palabra sobre su identidad. Posteriomente utilizó los apellidos Tchaikowski y Anderson En realidad no se sabe cómo empezó el hacerse pasar por la gran duquesa Anastasia, si fue ocurrencia de ella o alguna persona le metió la idea en la cabeza. Algunas personas muy cercanas a la familia del zar negaron que fuera Anastasia, pero otras dudaron o lo afirmaron. Por ello, su caso se prolongó durante décadas, llegando e ser el proceso civil más largo de Alemania, aunque siempre hubo demasiadas dudas.

El hecho de que los cuerpos de la familia imperial rusa no hubieran sido hallados incrementaba la incertidumbre. Había testimonios contradictorios. La persona encargada de supervisar la ejecución declaró que todos habían sido fusilados, pero un sastre vienés que vivía en la casa frente a la que fueron ejecutados declaró que Anastasia se había salvado. Finalmente los cuerpos fueron hallados. Ana, fallecida en 1984, fue identificada después de su muerte gracias al ADN. Aunque su cuerpo había sido incinerado, en un hospital permanecía un trozo de su intestino procedente de una intervención quirúrgica. A partir de ese momento, no hubo dudas. Finalmente quedó establecido que se trataba de una obrera polaca con antecedentes de enfermedad mental llamada Franziska Schanzkowska.


En algunos casos la motivación de hacerse pasar por otro es difícil de establecer. No es por obtener poder, ni por cuestión de dinero, sino más bien por obtener fama, como Alicia Esteve, o por la fantasía de vivir una vida de aventuras, como parece el caso de Mary Wilcocks.


PRINCESA CARABOO
 En 1817, un zapatero de un suburbio de Bristol encontró a una mujer vestida de forma exótica, que hablaba un lenguaje incomprensible. Por aquellos tiempos, mendigar era un delito fuese uno extranjero o no, así que el zapatero y su mujer llevaron a la chica al Superintendente, que la llevó ante el magistrado Worrall. La cocinera de Worrall era griega y hablaba varias lenguas, pero no identificó la lengua en la que hablaba la muchacha. Con bastante esfuerzo les hizo entender que se llamaba Caraboo y que venía de Asia. Era vegetariana, sólo bebía agua y té, pronunciaba extrañas oraciones subida a un árbol antes de comer y dormir, se bañaba desnuda en un lago, usaba el arco y las flechas y bailaba supuestas danzas exóticas.

Un marinero portugués, de quien no sabemos si era su cómplice o un bromista, dijo que entendía el lenguaje de la muchacha y contó su historia tras “hablar” con ella. Era la princesa de un reino llamado Javasu, había sido raptada por unos piratas y después de un viaje bastante largo, estando cerca de la costa inglesa, se arrojó al agua y nadó hasta la orilla. Caraboo se hospedó con los Worrall y se convirtió en el centro de atención de la sociedad provinciana de Bristol. Worrall envió una transcripción del lenguaje de Caraboo a los expertos de Oxford, quienes devolvieron el escrito señalando que era una farsa. Sin embargo, todo el mundo se negaba a aceptar que fuera una impostora.

Empezó a hacerse famosa y cuando salieron algunos retratos suyos en los periódicos, comprendió que la cosa se le estaba yendo de las manos. Intentó escaparse de casa de los Worrall varias veces. En uno de sus intentos llegó a la ciudad de Bath, donde la señora Worrall la siguió y la trajo de vuelta. Pero apareció la dueña de una casa de huéspedes de Bath, que había visto su retrato en los periódicos, y la identificó como la mujer que se hospedó en su casa dos días antes de aparecer en Bristol. Desenmascarada, la falsa princesa confesó ser Mary Wilcox, nacida Baker, hija de un zapatero, que había servido como criada en varias mansiones pero que ansiaba una vida de aventuras en América o en Asia. Vagabundeó por el sur de Inglaterra durante un tiempo, vivió con gitanos, algunas de cuyas palabras incorporó a su jerga, se casó, fue abandonada por su marido, y decidió marchar a América. Pero estando cerca de Bristol se le ocurrió hacerse pasar por extranjera. El truco le sirvió muchas veces para obtener comida o alojamiento gratis. A veces era descubierta y a veces no.

Los Worrall, abochornados, la enviaron a América para que nunca más se supiese de ella. Pero, tras una estancia en Filadelfia y viajar probablmente por España y Francia, Mary volvió a Bristol. Allí se casó, tuvo varios hijos y allí viven todavía sus descendientes.

ALICIA ESTEVE
El caso más reciente fue el de Alicia Esteve, nacida en Barcelona, que afirmaba ser Tania Head, una superviviente de los atentados del 11S que se encontraba en el piso 78 de la torre sur del World Trade Center. Logró prolongar el engaño durante seis años, y llegó a ser presidenta de la asociación de supervivientes de los atentados. El caso de Alicia es un poco diferente a algunos de los ya mencionado, porque no pretendió ser alguien real, sino que se inventó una identidad inexistente. De cualquier forma es bastante curioso que su impostura consiguiera durar tanto tiempo, porque demuestra cómo la tremenda conmoción que supuso para los norteamericanos los atentados y la compasión por tantas víctimas se impuso durante bastante tiempo a la lógica aplastante de unos datos tan fáciles de comprobar y rebatir en su momento.

Tenemos también casos de personas que han asumido identidades falsas e inexistentes con el único objetivo de cometer un fraude, sin más motivación que el dinero.

ELIZABETH BIGLEY
Por ejemplo, Elizabeth Bigley fue una canadiense nacida en 1857 que con 22 años fue detenida por falsificación, pero fue liberada tras declararla loca. En 1882 se casó con Wallace Springsteen, quien la echó de su casa a los once días, cuando se enteró de su pasado. Después se casó de nuevo con un tal doctor Chadwick en 1897, y así empezó su fraude más famoso: Usando el nombre de Cassie L. Chadwick dijo ser hija ilegítima de Andrew Carnegie, un escocés que era de los millonarios más importantes de principios del siglo XX. Falsificó un cheque por 2 millones de dólares con la firma de Carnegie. La información se filtró a los mercados financieros y los bancos empezaron a ofrecerle sus servicios. Los siguientes ocho años usó esta identidad hasta obtener entre 10 y 20 millones de dólares. Curiosamente, nadie preguntó por ella al supuesto padre hasta años después. Carnegie dijo que no la conocía de nada, y fue detenida. Su juicio fue todo un espectáculo en la época. Murió en la cárcel en 1907.

CRISTOPHE ROCANCOURT
En épocas más recientes, Christopher Rocancourt se hizo pasar por un miembro francés de la familia Rockefeller. Siendo ya un timador con cierta experiencia llegó a Estados Unidos y en Los Ángeles se codeó con muchos personajes famosos. Llegó a vivir por un tiempo con Mickey Rourke, y convenció a Van Danme de que le iba a producir su próxima película. Llegó a reunir unos 40 millones de dólares. Fue detenido en Canadá, donde escribió una autobiografía en la que ridiculizaba a sus víctimas. Fue extraditado a Estados Unidos, donde se le juzgó por diversos delitos.




DAVID HAMPTON
Un negro estadounidense llamado David Hampton quiso entrar una vez en la famosa discoteca Studio 54 y se le negó la entrada. Entonces dijo ser hijo de Sidney Poitier e inmediatamente le dieron paso. Alentado por su éxito, se le ocurrió entonces seguir con su impostura. Comenzó a usar la identidad de David Poitier para comer gratis en restaurantes. Convencía a mucha gente de que lo alojaran en sus casas o le prestaran dinero, incluyendo a Melanie Grifith, Gary Sinise y Calvin Klein, entre otros personajes conocidos. Le dijo a algunos que era amigo de sus hijos, a otros que había perdido un avión y se había quedado sin equipaje o que le habían robado. En 1983 Hampton fue arrestado y juzgado por sus fraudes. Su historia inspiro la película “Seis grados de separación”. Murió de complicaciones derivadas del  sida en 2003.

En fin, lo que no era más que una introducción para el verdadero personaje al que iba a dedicar esta entrada, pero me he ido entusiasmando y se ha convertido en un texto de 1,555 palabras muy largo. Os pido disculpas y prometo que lo que sigue  va resumido para no aburrir.



Michel Ney, nacido en 1679, era hijo de un tonelero francés y de una mujer de origen alemán. Después de recibir una educación básica con los agustinos, empezó a trabajar en la oficina de un comerciante de licores y posteriormente como aprendiz de vendedor en una fundición. A los 18 años entró en el ejército, como voluntario, y a partir de ese momento su carrera militar fue meteórica, debido a las grandes virtudes que tenía para esta profesión. Luchó en las guerras revolucionarias y no dejó de ascender hasta que en 1804 recibió de Napoleón el bastón de mariscal del Imperio.

Su carrera con Napoleón fue fulgurante, con grandes victorias como la batalla de Güttstadt, donde los 14.000 hombres de Ney derrotan a 70.000 rusos, logra encerrar a los austriacos en Ulm y bloquea a los rusos en Friedland. Como premio, Napoleón lo nombra duque de Elchingen. También tuvo algunos tropiezos, como sus enfrentamientos con José Bonaparte o con el mariscal Soult, aunque Napoleón nunca dejó apoyarlo. Pero donde sobresalió de un modo extraordinario fue en la campaña rusa, interviniendo en las batallas de Smolensko y Borodino. Tras esta última batalla Napoleón lo nombró príncipe del Moscova.

El desastre de la retirada de Moscú se debió en parte a que sus consejos no fueron escuchados. Ney se comportó de una forma heroica durante este episodio, protegiendo la retaguardia de Napoleón de los cosacos rusos durante cuarenta días, y haciendo gala de un valor extraordinario en los momentos más desesperados. Siguió con Napoleón hasta el último momento, siendo el encargado de entregarle el ultimátum de la abdicación.

Tras el destierro de Napoleón en Elba, se presenta ante Luis XVIII, que le confirma en sus títulos y posición y lo nombra Par de Francia. No se siente a gusto en su nueva situación, pues la aristocracia lo considera un advenedizo. Cuando Napoleón huye de Elba se le encarga apresarle y cuando lo tiene a su alcance duda si cumplir la orden o unirse a él. Finalmente decide hacer esto último, pero le advierte a Napoleón que sólo permanecerá a su lado si no va a gobernar como un tirano y va a dedicarse a reparar los males causados. Continuó junto a Napoleón hasta el último momento, la desastrosa (para los franceses) batalla de Waterloo.

Tras ser desterrado Napoleón por segunda vez, Ney está dispuesto a exiliarse en América; entonces Fouché le entrega un pasaporte con un nombre falso, pero las fronteras y los puertos están cerrados para él, por lo que debe refugiarse en Lot, en casa de sus suegros. Aunque Luis XVIII hubiese preferido no tenerlo de prisionero, un prefecto descubre su escondite. Ney va a ser juzgado por un consejo de guerra. Piensa que el ser juzgado por militares le va a perjudicar, y solicita ser juzgado como noble. De cualquier forma, la Cámara de los Pares estaba llena de monárquicos, así que fue sentenciado a muerte por alta traición por una apabullante mayoría de votos.

Fusilado frente a una tapia de los Jardines de Luxemburgo el 7 de diciembre de 1815, se le concedió el privilegio de dar él mismo las órdenes al pelotón de fusilamiento. En lugar de caer doblado en dos, en medio de estertores, cae de un golpe, sin un grito y le ahorran el tiro de gracia. No hay, además, ningún médico que verifique su muerte.


TUMBA DE NEY EN PERE LACHAISE
   El cuerpo es llevado a un hospital, donde permanece depositado hasta el día siguiente, en que es enterrado en el famoso cementerio de Père-Lachaise, casi a escondidas, incluso sin la presencia de su esposa. Inmediatamente, comienzan a circular extraños rumores; se dice que Ney no ha muerto sino que se ha evadido. Los realistas, furiosos, piden que se publique el relato de la ejecución.
Hasta aquí la historia del mariscal Ney. A partir de aquí la curiosa, para algunos, leyenda y para otros el verdadero final.

En 1818, un profesor que residía en la ciudad de Florence (Carolina del Sur, Estados Unidos), llamado Peter Stuart Ney, con la lengua bastante suelta a consecuencia de una borrachera, empezó a contar ante un grupo de íntimos que era el mariscal Ney, que en realidad no había muerto fusilado en París.

Según Stuart, el duque de Wellington, con quien tenía en común pertenecer a la masonería, había urdido un complejo plan para salvarlo de la muerte, a lo que se unió el hecho de que los soldados del pelotón no estaban precisamente dispuestos a disparar contra él (según Stuart se había elegido a veteranos que habían combatido a sus órdenes). Wellington le habría proporcionado un frasquito lleno de un líquido que imitaba a la sangre, los soldados dispararon balas de fogueo por encima de su cabeza, tenía cómplices en el hospital donde teóricamente estuvo el cadáver hasta el día siguiente, y el ataúd estaba lleno de piedras.

Peter aparenta una edad aproximada a la que habría tenido Ney y los mismos cabellos rojos aplastados hacia la izquierda, tal como los llevaba Ney para esconder una cicatriz. Habla francés y muy bien alemán, tal como hacía Ney desde niño a causa del origen de su madre, se mantiene informado de las noticias que llegan de Europa, lee mucho, especialmente libros sobre la epopeya napoleónica, en los que hace anotaciones, corrigiendo detalles erróneos cuando aparecen. Existen testimonios contradictorios sobre sus actividades. Algunos dicen que es un simple profesor; otros, en cambio, insisten en que es muy culto, un caballero, esgrimidor y tirador sin par y que encabeza la milicia local: también pinta, escribe poemas y enseña idiomas. Se dice que este hombre conocía perfectamente todos los pormenores de la familia Ney, así como las batallas, tropas y  trofeos de éste. El retrato que hace de la mujer del mariscal es tan preciso que debería, al menos, haberla conocido.

Hasta el momento de su muerte, en 1846, no se aclara nada ni ocurre nada especial. En su lecho de muerte Peter Stuart vuelve a repetir que es Ney. Ese día, al amortajarlo, se descubren en su cuerpo gran cantidad de cicatrices y señales similares a las que habría tenido Ney.

Otros testimonios, aunque demasiado tardíos para ser confiables, dan la impresión de confirmar la historia: en la travesía en barco camino de Estados Unidos un veterano de las guerras napoleónicas le reconoció e interrogado más tarde ratificó su declaración; personas que lo habían conocido en América dicen que le gustaba tocar la flauta, como a Ney; un grafólogo habría estudiado muestras de escritura de ambos, dictaminando que eran de la misma persona; un sepulturero parisino que habría abierto el ataúd en 1903 lo había encontrado vacío. Sin embargo ¿por qué Ney, si aún estaba vivo, no se dio a conocer cuando, en 1830, su hijo se casó con la hija del banquero Lafitte, uno de los hombres que llevaron a Luis Felipe al trono? En ese momento, no habría corrido ningún riesgo…


   Una hipótesis es que un miembro del ejército de Napoleón y que se parecía físicamente a Ney, se habría radicado en los Estados Unidos a la caída del imperio napoleónico y ayudado por cierto parecido físico habría terminado por creer que era verdaderamente Michel Ney. No es mas que una hipótesis, aunque no menos creíble que la de un Michel Ney superviviente, retirado al otro lado del Atlántico… Pero es claramente la versión más romántica, la preferida de los turistas que hasta hoy van al cementerio donde está enterrado Peter Stewart Ney,  y en cuya lápida figura “…soldado de la Revolución Francesa, bajo el mando de Napoleón Bonaparte”.

Tenéis tres finales a elegir. A vuestro gusto.




miércoles, 17 de junio de 2020

El truco del almendruco




Ayer mismo compartí una noticia donde se explicaba las complicadas operaciones que hay que realizar en la comunidad de Madrid para resolver los empates en la adjudicación de plazas escolares. Y eso me trajo a la memoria esta reflexión de hoy. 

Como todos los años, ya están los padres en pie de guerra entre ellos por obtener plazas en los colegios deseados, y ya ha comenzado el bonito deporte de la cacería del mentiroso. Puesto que la Administración se encoge de hombros y mira para otro lado, en los últimos años los padres han tomado las riendas y son ellos los que se emplean a fondo para demostrar que los que tienen por delante en la lista han proporcionado conscientemente datos y documentación falsa. La excelsa y eficientísima Consejería de Educación de la Junta de Andalucía dice que no es cuestión de ellos comprobar si los datos proporcionados para un baremo por ellos establecido son ciertos. Los Ayuntamientos dicen que la policía local no está para hacer de detectives tras miles de padres en un asunto en el que no tienen ninguna competencia. Y entre unos y otros, la casa sin barrer. Parece que la Administración alienta a los ciudadanos a espiarse unos a otros y, de paso, se ahorra un pastón. Hágalo usted mismo, en plan “Bricomanía”. Si uno es capaz de montar un salón completo comprado en Ikea, por qué no va a ser capaz de desmontar un caso de falseamiento de datos en documento público. No pierda usted el tiempo hurgando en los secretillos de Ana Obregón o la Pantoja, que es una cosa cutre y propia de marujas ignorantes. Mejor persiga a su rival en la plaza en discordia y hágale fotos con el móvil cuando lo vea entrar en su verdadero domicilio. Intente averiguar, aunque sea con malas artes, sus ingresos anuales. Acose a los vecinos del susodicho en plan paparazzi y, finalmente, como una María Patiño cualquiera, esgrima las pruebas ante los funcionarios que no han sido lo suficientemente diligentes, listos o aplicados y se han tragado todas las mentiras.

Pero los engaños se van sofisticando tanto que a los sufridos padres les va desbordando la cosa y la última moda, como nos informaba el Telediario. Entre 600 y 1000 euros le puede costar a un padre desenmascarar a los que le han birlado la plaza de colegio de su hijo.

Sin embargo, el reportaje mostrado en el Telediario se ha quedado vetusto y ovsoleto, pues se hablaba de lo mismo de siempre: padres que censan a los niños en casa de los abuelos, para conseguir los puntos otorgados por la zona en que se vive, por ejemplo. Por favor, qué atrás se han quedado los reporteros. Hoy un padre fraudulento no se conforma con ese truco más antiguo que la Tana y va más sobre seguro.

En Andalucía conceden 2 puntos por familia monoparental, justo el doble que por el hecho de que el padre o la madre sean minusválidos o trabajen en el colegio en cuestión. Y con los divorcios express, en 24 horas y por 450 euros se puede conseguir un papel que certifique el fin del matrimonio de los padres. Por supuesto, los padres siguen viviendo juntos, en la misma casa, como si nada, pero ante la ley su situación cambia, y no sólo para el tema de los colegios de los niños, sino para todo. Además, en el divorcio ficticio (pero verdadero y con consecuencias legales, al mismo tiempo) se fija una pensión ridícula para la madre, con lo cual ésta consigue también los 2 puntos que te dan por los bajos ingresos, aunque en realidad en la casa entre una cantidad siete u ocho veces mayor. Mientras tanto, aunténticas familias monoparentales (como madres solteras, por ejemplo) no se pueden beneficiar de esos puntos, porque basta que el padre reconociera al niño en su momento para que no entren en este supuesto.

Que esos niños figuren como hijos de padres divorciados, que ante la ley sean así a todos los efectos, eso es lo de menos. Los niños lo saben, están aleccionados para que mientan si se les pregunta, aunque muchos, en su inocencia, lo cuentan todo.

No estoy hablando de casos sueltos, sino de una verdadera epidemia. En algunos centros, más del 50% de las solicitudes de plaza se corresponden con divorcios express obtenidos menos de un mes antes del plazo de la solicitud. Y los niños con el jaleo mental que supone que tus padres estén divorciados pero “sigan casados”. Y de paso aprendiendo desde chiquititos las innegables gangas que se derivan de engañar al estado y aprovecharse de otros ciudadanos más honrados. Que ya se sabe que en España se alardea públicamente de cosas como engañar en la declaración de la renta, síntoma de que uno es “listo”. Y los padres, ya puestos, mirando por ahí qué más ventajas pueden sacar ahora que están “casavorciados”. A ver si explotando el “trauma” de los niños por la “separación” de los padres, o los “bajos ingresos familiares” sacan otras tajadas. Sobre todo económicas, que son las que más importan.

Entre libros (año 1.976, el mejor verano de mi vida)




En mi casa, la vagancia era el peor pecado. No se concebía que alguien estuviera sin hacer nada. De forma que las vacaciones, sobre todo las de verano, se consideraban algo innecesario, una frivolidad. A día de hoy, mi madre sigue pensando lo mismo y estoy segura de que aplaudiría a cualquier político que propusiera suprimir el mes de las vacaciones, y de paso también muchas fiestas que impliquen una diversión como Carnaval, etc...  Pero, como no se podía impedir que cerraran el colegio a fines de junio, siempre se veía en ellas ocasión de recibir unas clases que no necesitabas y que nadie había pedido. Clases de mecanografía.....lo que fuera, cualquier cosa que te mantuviera ocupada. (1)


Cuando yo era jovencita, allá por el periodo interglaciar Riss-Würm, existía una cosa llamada “Servicio Social” (2). Durante muchos años, para poder obtener el pasaporte, o presentarte a unas oposiciones en la Administración necesitabas haberlo realizado. En el periodo al que me refiero ya hacía dos años que ni siquiera existía, pero a mis padres les pareció una buena idea. Si no tenías el bachillerato duraba 6 meses, y si lo tenías te saltabas el primer trimestre, que constaba de clases teóricas, y pasabas directamente a los 3 últimos meses, que consistían en una prestación que podías desarrollar en una gran diversidad de sitios, como oficinas, hospitales, comedores o guarderías.

Yo había hecho el bachillerato en un colegio con un alto nivel de exigencia, por lo que el COU en el Instituto y la Selectividad me resultaron un auténtico paseo. No sé a quién de mi familia se le ocurrió que para distraerme ese verano del 76, con 16 años podía hacer el Servicio Social. Imagino la cara de extrañeza del funcionario cuando mi madre llegara a la ventanilla pertinente pidiendo que yo  hiciera algo que ya no hacía nadie (aunque oficialmente no estaba suprimido porque se había relajado mucho su exigencia). Como la directora de la Biblioteca Pública Provincial era la mujer de un amigo de mi padre amiga, se las arreglaron para que ella me reclamara y me enviaron allí directamente. Doña Ernestina Cazenave me dejó elegir lo que quería hacer en la Biblioteca: estaba la Sección Infantil (no me gustaba eso de ocuparme de los niños pequeños, tan latosos pidiendo libros, chillones y que luego dejaban su sala como una leonera), el Centro Coordinador de Bibliotecas (aburrido porque prácticamente no tenías relación con nadie más que con los que trabajaban allí), la parte de catalogación de libros (trabajo bastante especializado que no se aprende en unas semanas, por lo que me olía que iba a estar todo el tiempo pegando tejuelos en los lomos y realizando actividades similares, nada excitantes), el Fondo Antiguo (igualmente aburrido porque allí sólo entraban algunos investigadores) y la Sección de Préstamo de libros de adultos (prácticamente lo único que quedaba, descartando todo lo demás).

Me pusieron entonces en la sección de préstamos de adultos, bajo la tutela de un chico que se llamaba Paco. Paco tenía veintitantos años y estaba encantado, porque cambiar a un señor cojo de cincuenta y pico por una chica a punto de cumplir los diez y siete no estaba mal. Era muy, muy simpático, y nos reíamos muchísimo por cualquier cosa.

A pesar  de estar "teóricamente" de vacaciones, de lunes a viernes tenía que madrugar y hacer el mismo horario que un trabajador de la Biblioteca. Y, por supuesto, sin cobrar ni un duro. Y además,  mis padres lo veían como si me estuvieran haciendo un favor, aunque en realidad era un abuso.   

Por aquel entonces las bibliotecas no estaban informatizadas, y el préstamo se hacía a mano, cada lector con su ficha de cartulina azul claro y cada libro con su ficha de cartulina amarilla. En un ratito me hice con todo el manejo y en seguida me conocía tan bien al público habitual que en cuanto veía a alguien entrar por la puerta, ya podía sacar su ficha personal antes de que llegaran al mostrador, pues me sabía de memoria los apellidos y los números de carnet de los más asiduos. Además, Paco y yo teníamos un nombre en clave para referirnos a cada uno, y así podíamos hablar tranquilamente delante de cualquiera.

Aficionada como soy a resolver problemas y rompecabezas en general, lo que me encantaba era poner en claro los tremendos enredos que se podían formar a veces cuando se había hecho algún préstamo sin apuntarlo en las fichas, o no se habían anotado las devoluciones. Algunos de esos enredos se remontaban a meses atrás, en la época del cojo, y me encantaba ir desentrañando la madeja hasta descubrir en poder de quién estaba el libro X o qué préstamos tenía en realidad el lector nº 2017. A veces Paco y yo hacíamos carreras a ver quién resolvía antes esos líos.

Teniendo en cuenta que estábamos en verano y en Cádiz, el que una persona que no estuviera estudiando acudiera asiduamente en esos días a la Biblioteca implicaba que era alguien a quien le gustaba realmente leer. Por aquel entonces en la Biblioteca había libros, libros y libros; ni películas, ni juegos de ordenador, ni cd’s de música. Era un placer estar continuamente rodeada de gente así. Nos recomendábamos libros mutuamente y yo estaba segura de que nunca en mi vida me daría tiempo de leer todo lo que tenía en lista de espera a resultas de aquellas recomendaciones.

Mucha gente no lo entenderá (por ejemplo, mis alumnos), pero aquel verano en el que, con 16 años, y aprobados el COU y la Selectividad tuve que madrugar de lunes a viernes y no fui ni un día a la playa, fue el mejor verano de mi vida, aunque no fuera eso lo que pretendían mis padres.

_________________
(1 ) Un verano llegué a tener  clases particulares de Matemáticas, aunque había aprobado la asignatura.

(2) El Servicio Social femenino se creó en 1937 y estuvo en vigor hasta el 1 de septiembre de 1978. Aunque legalmente estuviera en vigor hasta esa fecha, en la práctica había desaparecido varios años años antes de esa fecha. En resumen, en aquel verano del 76 en el que yo tenía todavía 16 años, ya no se hacía, aunque mis padres, en su obsesión por que todos tuviéramos obligación de madrugar y todas las horas posibles ocupadas fueron a pedir oficialmente que yo lo hiciera y recibiera el documento acreditativo (ya inservible) de que lo había hecho.  Era obligatorio para las mujeres solteras de 17 a 35 años (como se puede ver, incluso en los años  en los que era totalmente obligatorio yo ni siquiera tenía aún la edad para que lo fuera para mi). En fin, que lo que hicieron mis padres fue un disparate incomprensible para cualquiera. Solo las madres de familia, mujeres casadas, mujeres con pérdida de padre/madre/hijo/hermana/marido en la guerra civil, y religiosas quedaban exentas de cumplir este servicio.

 Impartido por la Sección Femenina, su duración era de seis meses: 3 de educación teórica (buena madre, buena esposa, abnegada y católica) y 3 de prestación obligatoria de trabajo en comedores, hospitales, oficinas, etc. Para aquellas que tuvieran el título de bachillerato se pasaba directamente a la prestacióm obligatoria. Se exigía para para acceder a plazas del Estado, en el trabajo en la empresa privada y en la obtención de cualquier certificado de estudios, el pasaporte, etc.

el 26 de noviembre de 1946 se suprimió esta fase de prestación para las obreras, por entender que les resultaba extenuante añadir durante tres meses varias horas a su jornada de trabajo.



martes, 16 de junio de 2020

Calvario burocrático


Lo que cuento en esta entrada ocurrió hace varios años. Pero podría ser igualmente de ayer por la tarde. Porque, seguimos en España ¿no?

1 de septiembre de 2007. Carmina pasa de depender de la Administración General del Estado a hacerlo de la Junta de Andalucía. Nos aseguran una y mil veces que no habrá ningún problema, pero que tengamos en cuenta que el primer año será un poco de transición y ambas partes debemos ser pacientes con la otra, porque hay muchas cosas que resolver.

Para ese momento, Carmina tiene ya cinco trienios, y va camino del sexto. Pero en cuanto empieza a pagarle la Junta de Andalucía deja de cobrarlos todos, ya que la Junta no tiene constancia de que esos trienios existan. Ante la correspondiente reclamación, nos piden más paciencia y nos aseguran que ¡¡por mayo!! todo estará resuelto.

Por otro lado, parece que las administraciones entre sí no se comunican, pues soy yo la que tengo que demostrar la existencia de mis cinco trienios. A pesar de la abundante documentación que tengo, nada de eso vale. Necesito un papel llamado “anexo 1”, con el reconocimiento de servicios prestados, pero nadie en el Ministerio parece saber dónde puedo obtenerlo. Después de meses de llamadas telefónicas, encuentro a una persona que me dice que me puede hacer el papel donde figure del año 1999 en adelante, pero antes de esa fecha en ese departamento no tienen ninguna información. Tampoco sabe quién puede hacerme el anexo 1 desde el año 1991 a 1999. Unos diez días después recibo el anexo 1 correspondiente del año 99 en adelante, y otros diez días después lo vuelvo a recibir con una cartita informándome de que el primero no valía porque se habían equivocado al hacerlo. Los comparo y, efectivamente, en una columna donde debía figurar la cifra 10, habían puesto 8.

Sigo haciendo llamadas a todo el Ministerio como una loca, investigando en todos los departamentos y servicios. Al mismo tiempo, voy a la delegación de Educación de la Junta de Andalucía en Cádiz y los pongo como los trapos, porque no es de recibo que en estos tiempos de informatización, e-mails y demás todo tenga que transcurrir de esta forma. También les llamo ineptos y vagos, porque me están obligando a hacerles su propio trabajo.

Repasando toda mi documentación, veo que mi hoja de servicios y mi nombramiento está firmada en 1991 por una tal A. C. Afortunadamente esta señora todavía no se ha jubilado, afortunadamente lo comento con una compañera que fue directora del instituto y me dice que es una mujer muy eficiente y que ella tiene su teléfono.

Llamo a la tal A. C. y ¡bingo!, en su departamento me pueden hacer el reconocimiento de servicios prestados de 1991 a 1999. Al cabo de unos días recibo el papelito correspondiente y, por fin, el 20 de noviembre de 2008 llevo los dos documentos a la Delegación de Educación de la Junta de Andalucía en Cádiz. Me aseguran que está todo correcto. Como las nóminas se cierran el 5 de cada mes y faltan quince días, no creo que estos sacrificados trabajadores tengan tiempo suficiente para que pueda cobrar los trienios (con efectos retroactivos) en la nómina de diciembre, así que me resigno a esperar hasta enero.

El viernes 23 de enero recibo una llamada en casa, en horas de trabajo (sería demasiado que sus neuronas hubieran caído en la cuenta que un profesor de instituto, a media mañana, está en su lugar de trabajo y no en su casa). Por casualidad me encuentro en la cama con gripe y me informa que a ambos documentos les falta el sello de pie de firma del Ministerio. Están firmados pero no sellados, por lo que, según sus palabras textuales “los ha podido hacer cualquiera”. Han tardado dos meses exactos en darse cuenta. Así que tengo que recogerlos en la Delegación, enviarlos a Madrid al Ministerio para que me pongan el sello, esperar a que me los devuelvan por correo y volverlos a llevar a la Delegación de Cádiz.

Después de alabar al funcionario por su perspicacia al tardar dos meses en darse cuenta de la falta de un sello en un documento que él previamente había dado por válido, y comentarle que, por si no se ha dado cuenta, me ha llamado posible falsificadora y autora de un fraude, envío a alguien a recoger los papeles. Por lo visto, el que existan como otros 20 documentos oficiales que demuestran que trabajo para el Ministerio desde 1991 no descarta la idea de que, sin necesidad, se me ocurra falsificar los papeles. Mientras tanto llamo a Madrid al Ministerio y también les alabo por la eficacia de enviar unos documentos sin sellar. La chica que me atiende, creo que verdaderamente avergonzada por todo lo que está pasando, me dice que le envíe los papeles inmediatamente, que me los sellará.

Con un poco de suerte cobraré los trienios a finales de marzo, puesto que es imposible, entre tanto vengo y voy, que todo esté resuelto antes del 5 de febrero. En ese mes me encontraré en la nómina con un gran pastón de atrasos, lo que también me perjudica, puesto que un dinero que tenía que haber cobrado en tres ejercicios distintos se acumula en uno, perjudicándome a la hora de pagar el impuesto sobre la renta.

Mientras tanto, mis compañeros llevan desde que empezó el curso (cuatro meses) sin cobrar todavía el complemento que les corresponde como tutor o jefe de departamento. Los ultraocupados funcionarios de la Delegación de Educación de la Junta de Andalucía en Cádiz no han tenido tiempo de meter el dato en la nómina. Al mismo tiempo, el programa informático que hace las nóminas decide por su cuenta cada mes cuánto nos van a retener a cada uno a cuenta del IRPF, (a mí ahora mismo me están reteniendo la burrada del 25%), de forma que cuando llegue mayo esté lo más equilibrado posible lo que tengo que pagar con lo que me han retenido. Pero claro, esa es la opinión de la Administración, no la mía, puesto que yo no estoy de acuerdo en pagar mis impuestos por anticipado (lo que tengo que pagar en junio de 2009 me lo empezaron a retener en enero de 2008, 18 meses antes). En resumen, cada mes cobro una cantidad diferente, que no puedo tener prevista porque lo decide una máquina, que lo mismo me retiene un 25% que al mes siguiente un 11%.

Menos mal que, como dice nuestro cacique Chaves, estamos inmersos en la segunda modernización de Andalucía. Supongo que puedo darme por satisfecha de que no me paguen en especie con sacos de garbanzos, piezas de tela y cosas así.


Crueldad innecesaria

Puedo comprender que a los aficionados al fútbol les guste verlo jugar y hasta paguen por ello.

Puedo comprender que las mismas canis que quisieran ser Belén Esteban matarían por poder tocarlo.

Pero, para el resto de la humanidad, ¿es humano que te metan por los ojos estas imágenes en ventanas  que se abren en internet aunque no quieras?

Las camisetas de tío con escote son muy gays. Y si encima van acompañadas por esa rebequita super ajustada, ya ni hablamos. Le añadimos un plus de macarrismo que hace que te den ganas de arrancarte los globos oculares.

Repito, me parece una crueldad innecesaria. Reclamo el Defensor del Internauta

Aviso, la próxima vez, muerdo


  Señores de Planeta:

¿De dónde sacan ustedes la extraña idea de que porque hace 16 años les compré una cosa voy a estar interesada en todas las novedades que saquen?

¿No comprenden que, poniendo por excusa el 60 aniversario de la editorial, el hecho de que me regalen un libro que nadie conoce, de un autor del que nadie ha oído hablar, no va a hacer aparecer en mí ningún ansia compradora? ¿No se dan cuenta de que nos percatamos de que es una maniobra más que evidente para deshacerse de restos de edición viejos y fracasados?

¿No caen en la cuenta de que regalar un viaje a Turquía de ocho días en el que ustedes pagan el hotel y nosotros tenemos que pagar avión (que es lo más caro) y comidas es una cutrez de regalo?

¿No se percatan de que hay muchos tipos de lectores y no se puede preparar y aleccionar a los vendedores como si todos respondiéramos al mismo esquema?

¿No se les ocurre pensar que la gente que gasta en libros varios miles de euros (no es exageración, es lo que vale lo que me ofrecen) no espera a que llegue un señor a su casa, si es que llega alguna vez, para comprar el ejemplar que están deseando?

¿No tienen luces para comprender que obras en  un montón de volúmenes, acompañadas de mil y pico dvd’s sobre “Rutas del mundo” o “Las grandes creaciones del hombre”, generalidades de nulo interés y altísimo precio, son más propias de quien compra libros para rellenar un mueble que de una profesora de más de 60 años que tiene casi tres mil libros en su casa?

¿No caen en la cuenta de que si quisiera tener un robot de cocina hubiera ido hace ya tiempo a la tienda adecuada, en lugar de llegar por complejas reflexiones al convencimiento de que un día vendría a vendérmelo a casa un vendedor de libros?

¿No se dan cuenta de que prácticamente me obligan a ponerme borde con un pobre muchacho teniendo que insistir, después de una hora de dimes y diretes, en que: 

a) como lectora estoy bastante por encima del tipo de publicaciones inservibles que ofrecen; 

b) cuando quiero algo, voy y lo compro, no espero por si ocurre el Santo Advenimiento; 

c) me quiten de una puñetera vez de su base de datos porque NUNCA voy a comprar nada a ninguno de los vendedores que me envíen?




lunes, 15 de junio de 2020

Los reyes las prefieren actrices

O bailarinas. O cantantes. O un poco de todo. Porque durante mucho tiempo bastantes mujeres que se dedicaban al espectáculo no eran estrictamente profesionales del mismo, sino que utilizaban su presencia en teatros y salas de fiesta para ejercer la prostitución o entrar en contacto con hombres ricos que las tomaban como amantes.

María Calderón
En España conocemos la historia de María Calderón, la Calderona, que sí era una afamada actriz de teatro antes de convertirse en la amante más famosa del rey Felipe IV.

María nació en Madrid en 1611. Era hija de Juan Calderón, personaje que se encargaba de preparar todo lo preciso para la acogida de las diferentes compañías de cómicos que llegaban hasta la Corte, e incluso de facilitarles los préstamos con los que hacer frente a sus primeras necesidades, antes de la recaudación del dinero por su trabajo. La Calderona creció y se formó dentro de este mundo de la farándula, entre la variada gente que se dedicaba a las representaciones teatrales.

En 1627 se produjo el primer encuentro entre La Calderona y Felipe IV, en su debut teatral como primera actriz en el madrileño Corral de la Cruz, uno de los teatros populares más frecuentados por el monarca. El rey acudía en secreto a estas representaciones, quedando fascinado por la joven actriz. Él tenía veintidós años y llevaba casado siete. Ella solamente dieciséis, estaba casada y era amante de Ramiro Pérez de Guzmán, duque de Medina de las Torres. No era una magnífica belleza pero tenía un gran encanto personal, una hermosa cabellera rubia, una bonita voz, gracia y talento teatral.

Los amores entre Felipe IV y La Calderona llegaron a ser comidilla popular y la convirtieron en uno de los personajes más populares del Madrid de finales de aquellos años veinte. Su relación con el rey la obligó a abandonar los escenarios en pleno éxito. En la primavera de 1629, venía al mundo un niño, Juan José. En su acta parroquial de bautismo, quedó el niño registrado como “Juan, hijo de la tierra”, que era la apelación que se daba a los nacidos de padres desconocidos. A pesar de los deseos de María, el niño fue apartado de su lado y entregado para su crianza a una humilde familia de León, ciudad en la que pasó los primeros años de su vida hasta que el rey decidió su traslado a Ocaña. La Calderona nunca lo volvió a ver. Para entonces la pareja real había perdido varias hijas, muertas apenas nacidas, y Felipe debió pensar que aquel niño podía ser una salida de emergencia para el futuro de la dinastía, por lo que decidió darle una educación correspondiente a su origen.

Tras el nacimiento del niño todo parece indicar que la relación del rey con María se había enfriado. Felipe IV ordenó el ingreso de su favorita en un convento. La Calderona ingresó en el monasterio benedictino de Valfermoso de las Monjas, Guadalajara, llegando a ser abadesa. Murió en 1646.

Varios de los reyes que vinieron después (Carlos II, Felipe V, Carlos III, Carlos IV) no tomaron amantes (o al menos no de forma ostensible), de forma que para encontrar otro rey aficionado al espectáculo y a sus protagonistas nos vamos a Alfonso XII, una de cuyas amantes más conocidas fue Elena Sanz.


Elena Sanz
Elena Sanz nació en Castellón de la Plana en 1844. Era de buena familia, emparentada con el marqués de Cabra, aunque sin dinero. Se trasladan a Madrid y Elena ingresa en el colegio de las Niñas de Leganés. Allí aprendió canto a la vez que realiza sus primeras actuaciones en el coro de su iglesia. Su voz destacó enseguida en el coro, hasta el punto de llegar a oídos de la reina Isabel II, que se convirtió en su protectora.

Ingresa en el Real Conservatorio. Allí será discípula de Baltasar Saldoni, quien le proporcionará una audición con Enrico Tamberlick. Éste, reconociendo la calidad de la contralto, la recomienda para que vaya a París y en 1868 la inscribe como artista en el Teatro Chambery, representando ese mismo año el papel de Azucena en El trovador. Desde este momento, es reconocida en los grandes teatros del mundo. Será una asidua en la Scala de Milán, en donde compartirá cartel en muchas ocasiones con Julián Gayarre y cosechará sus mejores éxitos. Elena Sanz realizará giras por todo el mundo, Gayarre la solicita para su gira americana por Argentina y Brasil, y Adelina Patti para su gira en San Petersburgo frente a los zares y otras capitales centro europeas.

En 1.872 tuvo lugar su primer encuentro con el futuro Alfonso XII, cuando el joven príncipe era alumno del Colegio Theresianum de Viena. Una noche en París, después de una de sus actuaciones en la Ópera, Elena Sanz saludó a Isabel II. Al saber la reina que la cantante marchaba hacia Viena, le encargó que visitara de su parte a su hijo y le hiciera entrega de un regalo. Elena visitó al joven en el Theresianum. Éste era un adolescente de quince años que quedó extasiado ante la popular diva de la ópera, trece años mayor que él.

Elena Sanz se fue de gira por Sudamérica, de donde regresó madre de un varón de padre desconocido. Y Alfonso se casó con su prima Mercedes de Orleans. Después de la muerte de Mercedes, Alfonso volvió a encontrarse con Elena con motivo del estreno de la ópera La favorita. Cuando Elena subió al palco a cumplimentar al rey, renació la fascinación de éste. Alfonso XII se convirtió en su fiel seguidor.

Elena Sanz acabó sucumbiendo al amor del rey, abandonando los escenarios. Alfonso XII, loco de pasión, aprovechaba cualquier resquicio para ver a su amante. Al año siguiente, en 1879, Cánovas plantea al rey la urgencia de una nueva boda para dar un heredero. Alfonso XII accede a su pesar. «Me casaré si me buscan ustedes novia». La elegida fue la archiduquesa María Cristina de Austria, sobrina del emperador austriaco Francisco José, inteligente pero poco agraciada. Se casaron en Madrid en el mes de noviembre, mientras su romance con Elena Sanz seguía viento en popa y estaban esperando su primer hijo, el cual nacería dos meses después del segundo matrimonio del rey, y al que llamaron Alfonso.

Cuando María Cristina supo de la existencia de Elena convenció a Cánovas para que expulsara de España a la amante del rey. Por esta razón, Elena Sanz se traslada a París, donde inscribe al niño en el registro civil. María Cristina, que desde el principio había hecho esfuerzos para hacerse querer por su suegra, tuvo que ver cómo Isabel II, que admiraba profundamente a la amante de su hijo y había promocionado su carrera lírica, amadrinaba al nieto ilegítimo y se refería a Elena como “mi nuera ante Dios”.


La desaparición de la favorita, además, será sólo momentánea, pues Alfonso XII se encarga de hacerla regresar inmediatamente a Madrid y de instalarla en un piso cercano a palacio, donde habitualmente la visita. En febrero de 1881 nace el segundo hijo. Otro varón, Fernando, para desgracia de María Cristina, que dará a luz a dos niñas seguidas, las infantas María de las Mercedes y María Teresa.

Crónicas y comentarios múltiples de esa época coinciden por unanimidad en que Elena Sanz, al final, se cansa de la relación prohibida y de su papel de favorita real. El amor de la cantante por el rey se apagó, dando paso a una amistad. Elena se afincó en París con sus hijos, sobreviviendo con las 5.000 pesetas mensuales que le mandaba el rey.

Pero la felicidad de María Cristina es fugaz. Sabría, entre otras, de la aparición de una segunda cantante de ópera, Adela Borghi. Para finalizar este affaire, Cánovas ordenó al alcalde de Madrid que fuera él mismo a casa de Adela y la llevara a la fuerza a un tren para Francia.

A la muerte de Alfonso María Cristina se convirtió en regente y anuló la pensión que Elena Sanz percibía. Ésta contrató a un abogado para que defendiese legalmente sus intereses. Se trataba de Nicolás Salmerón, quien fuera primer presidente de la I República y persona de conocida integridad. Salmerón propuso a palacio un acuerdo económico a cambio de no hacer público el contenido de más de cien cartas de Alfonso a Elena, que no dejaba lugar a dudas sobre la paternidad de los niños. En el Acta de París, firmada en 1866, entregó a un representante de la Casa Real 110 documentos, en su mayoría cartas. A cambio se garantizó a sus hijos una cantidad de dinero, siendo entregado en el momento un tercio y con el resto se creó un fondo en un depósito de deuda exterior, que podían retirar en su mayoría de edad. De su custodia se encargó Prudencio Ibáñez, banquero de la familia real.

Elena Sanz murió en Francia en 1.898. Nada más producirse el fallecimiento, varios funcionarios de la embajada española se presentaron en su casa y se llevaron de allí una serie de objetos, joyas y documentos varios, entre ellos la partida de nacimiento del hijo pequeño nacido en Madrid. Cuando los dos hermanos reclamaron su fortuna al alcanzar su mayoría de edad, no había nada. El banco había quebrado. En 1907, Alfonso Sanz inició un pleito reclamando su filiación como hijo de Alfonso XII, pero lo perdió.

Alfonso XIII, el hijo póstumo de Alfonso XII y María Cristina, tuvo también muchas amantes, bastantes de las cuales eran actrices, cantantes o cupletistas. Dos de ellas sobresalen por diversos motivos: Carmen Ruiz Moragas, por haber tenido dos hijos del rey y por lo prolongado de su relación, y la Bella Otero, por su fama internacional.


Carmen Ruiz Moragas
   Carmen Ruiz Moragas era una actriz mediocre, pero muy guapa. De clase media acomodada, su padre llegó a ser Gobernador Civil de Granada. Tuvo una relación bastante larga con Alfonso XIII, desde 1916 y durante toda la década del 20, aunque durante ese periodo el rey no dejó de tener muchas otras amantes. De su relación con el rey tuvo un hijo y una hija.

Sus padres la empujaron a casarse con el torero mejicano Rodolfo Gaona, pensando que el matrimonio la convertiría en una señora respetable, pero la boda resultó un desastre. Pronto surgieron los primeros roces porque, al ser muy conocida la relación de Carmen con el rey, Gaona no podía soportar los comentarios y cuchicheos por todos lados, aparte de que cuando hacía una mala faena los espectadores le gritaban cosas bastante desagradables. A los dos meses se divorciaron y Gaona volvió a Méjico. Carmen volvió inmediatamente con el rey. Sin embargo, no fue él su última pareja, pues en la década de los 30 estuvo con el periodista Juan Chabás, que fue su pareja hasta su muerte en junio de 1936.

La Bella Otero
   La Bella Otero fue otra cosa. Hija de madre soltera que no se ocupó de ella, menos aún de su educación, a los diez años sufrió una agresión sexual, razón por la cual cuando aún no había cumplido los once años huyó de su casa y nunca regresó a Valga, en Galicia, su pueblo natal.  Después de fugarse de su pueblo, cambió su nombre de pila (Agustina) por el de Carolina. Se ignora qué hizo para sobrevivir, pero se sabe que a los trece años trabajaba en una compañía de cómicos ambulantes venidos de Portugal.

Aproximadamente a los diecisiete años abandonó a los portugueses y se dedicó a bailar en lugares de mala muerte. Seguramente ejerció la prostitución, posiblemente hasta la mendicidad. Había cumplido veinte años cuando conoció en Barcelona a un banquero que la quiso promocionar como bailarina en Francia. Con él viajó a Marsella y, cuando conoció el ambiente y se sintió segura abandonó al banquero. Poco tiempo después era una bailarina conocida en toda Francia, y había conseguido nombre propio: La Bella Otero. Aunque no era una bailarina profesional y su actuación era producto más del instinto que de la técnica, su baile (una mezcla de flamenco y danzas exóticas) la hizo célebre, casi tanto como su origen.

La Otero no dejaba de poner énfasis en su origen español, aunque mintió y ocultó parte de su pasado. Decía ser andaluza y gitana por aprovechar el gusto por lo exótico que existía en Francia. Cantaba bien y descolló como actriz, actividad para la que parecía tener cualidades de nacimiento. Claro que llegar a las tablas no le resulto ni fácil ni gratis. Su ascenso en el mundo artístico se realizó a base de convertirse en la amante de todo el que la pudiera impulsar. Pero como su objetivo era claro, terminó siendo amante de hombres influyentes, famosos y algunos muy poderosos entre los que se cuentan Leopoldo de Bélgica, el káiser Guillermo, el zar Nicolás II y Alberto de Mónaco. Para entonces ya había comenzado a amasar una inmensa fortuna. En 1890, cuando apenas tenía veintidós años, llegó a hacer una gira por todo el mundo y fue aplaudida en Nueva York, aclamada en Buenos Aires y agasajada en Rusia, donde se convirtió en amante de Nicolás II. Actuó durante muchos años en el Folies Bergères de París, donde llegó a ser la estrella principal. Se puede decir que fue la primera artista española de fama internacional, aunque ella nunca dejó la actividad de cortesana para aumentar sus ingresos. En la Belle Époque no era inusual que los poderosos pagaran sumas desorbitadas por gozar de los favores de esas cortesanas de lujo.

Llegó a reunir una fabulosa fortuna (unos 550 millones de dólares al cambio actual), que dilapidó en los casinos de Montecarlo y Niza. Se retiró de los escenarios en 1910, aún muy joven de edad, pero ya vieja para seguir conquistando corazones masculinos. Pasó sus últimos años en Niza hasta su muerte en 1965. Cuando murió estaba arruinada, sola y vivía de una pensión del casino de Montecarlo, que le habían cedido a manera de agradecimiento por los millones de francos que dejó en sus mesas de juego.


La Bella Otero conecta a Alfonso XIII con Eduardo VII de Inglaterra, lo que me lleva a los reyes ingleses.

Y volvemos a remontarnos al siglo XVII, donde empezamos, para hablar de dos amantes del rey Carlos II de Inglaterra.


Nell Gwyn
   Nell Gwyn fue una de las primeras actrices inglesas, que se benefició del permiso real para que las mujeres trabajaran en el teatro (los papeles femeninos venían siendo interpretados por hombres). Era una mujer de clase baja que probablemente ejerció la prostitución desde niña, alternando esta ocupación con la venta de naranjas y otras chucherías a los espectadores del Teatro Real de Drury Lane. Era analfabeta, lo que suponía un obstáculo para memorizar los papeles. Sin embargo, triunfó como actriz, sobre todo en comedia pero también en drama.

Su relación con el rey comenzó cuando ella tenía 18 años y varios amantes a sus espaldas. Dos años después tuvo su primer hijo con el rey, lo que no impidió que siguiera su carrera teatral, algo bastante insólito para una amante real que había tenido un hijo. En 1671 se trasladó a una casa propiedad de la corona donde vivió el resto de su vida y en ese mismo año tuvo su segundo hijo, que fue enviado a París a estudiar y murió en esa ciudad a los 10 años de edad.

En 1.685 murió el rey, y Nell en 1.687, varios meses después de sufrir dos ataques. Fue la más popular y querida de las amantes reales.


Moll Davis
   Simultáneamente a su relación con Nell, el rey tenía otras amantes, una de las cuales fue también actriz.

Moll Davis, nacida alrededor de 1.648, fue amante del rey al mismo tiempo que Nell, desde 1667 en adelante. Forzosamente tuvo que existir rivalidad entre ellas, no sólo por el hecho de ser simultánemente amantes del rey, lo que era frecuente, sino sobre todo por dedicarse a la profesión de actriz, donde Moll no sobresalió como Nell.

Moll no fue nunca tan apreciada por la gente como Nell. Se la consideraba vulgar e inmoral. En 1669 tuvo una hija del rey y después de la muerte de éste se casó con un músico y compositor francés.

De los siguientes reyes de Inglaterra sólo me consta que tuvieran amantes actrices Jorge IV (María Robinson, que quiso vender las cartas del rey a los periódicos para vengarse cuando éste la dejó) y Guillermo IV (que tuvo una larga relación con la actriz irlandesa Dorothea Bland, con la que tuvo nada menos que diez hijos). Nada significativo si comparamos con la afición por las damas del espectáculo de otros reyes. Hasta llegar a Eduardo VII.

Eduardo VII fue un hombre excesivo en todo: el comer (cinco comidas al día de cinco platos), el fumar (unos diez cigarros y veinte cigarrillos diarios), las mujeres (se estima que tuvo relaciones con al menos tres mujeres a la semana durante unos cincuenta años)… En la larguísima lista de amantes fue capaz de concentrar más nombres de celebridades que ninguna otra persona de su época, además de mujeres desconocidas y aristócratas: Sarah Bernhardt, la Bella Otero, Lily Langtry, Cora Pearl o Luisa Weber.

Nellie Clifden
   Empezó su recorrido con Nellie Clifden, una ¿actriz? (más prostituta que otra cosa) a la que conoció cuando estaba en Irlanda con la Guardia de Granaderos en 1860. La reina Victoria siempre consideró que el disgusto que se llevó su padre le aceleró la muerte, de lo que siempre le culpó. Pero Eduardo no escarmentó.









   
Sarah Berhardt
Sarah Bernhardt era hija de una prostituta de lujo que no quiso seguir en el negocio de su madre. Ingresó en el Conservatorio de Arte Escénico de París y se convirtió en actriz de fama mundial.

Su agitada vida sentimental incluye a personajes como Victor Hugo, Gustave Doré o a Gabriele D’Annunzio, además de Eduardo VII, entonces todavía príncipe de Gales.

De la Bella Otero ya hemos hablado anteriormente. Lily Langtry fue una actriz británica cuyo verdadero nombre era Emilie Charlotte Le Breton. Casada con Edward Langtry en 1874, llegó a ser conocida como Jersey Lily por un retrato de Millais que tenía ese título. Causó sensación cuando se volvió una mujer de la clase alta dedicada a los escenarios, donde triunfó con obras de Oscar Wilde.

En 1.877 conoció al entonces príncipe de Gales en una cena, convirtiéndose en su amante semi-oficial. Llegó a ser presentada a la reina Victoria y mantuvo una relación cordial con la princesa Alexandra, esposa de su amante. Posteriormente se convirtió en amante del príncipe Louis de Battenberg.

Residió algún tiempo en Estados Unidos, donde se divorció de su marido y adquirió la nacionalidad norteamericana.

En 1899 se casó con Hugo de Bathe, mucho más joven que ella, y se retiraron a Mónaco, donde vivían en casas separadas, reuniéndose para asistir a actos sociales. Murió en Mónaco en 1.929, siendo muy rica.

Y para terminar con Eduardo VII, Luisa Weber, que era una bailarina estrella del Moulin Rouge.

Otras artistas famosas que fueron amantes de reyes y príncipes fueron Liane de Pougy y Lola Montez.


Liane de Pougy
   Liane de Pougy se casó a los dieciséis años con un joven militar amigo de la familia. Cansada de los malos tratos de su marido y tras ser descubierta en  infidelidad, huye a París, abandonando marido e hijo, para convertirse en la estrella de la Belle Époque junto con La Bella Otero y Emilienne d’Alençon.

Entre sus amantes estuvieron el rey de Portugal, Leopoldo II de Bélgica, considerado el hombre más rico de su época, y príncipes de casi todas las casas reales europeas. Casada finalmente con un príncipe rumano, Georges Ghika. a la muerte de éste en 1943, Liane se hizo monja de la orden Terciaria Dominica. Murió en Suiza en 1.950.





Lola Montez
   Y finalmente, Lola Montez. Irlandesa, con apenas 16 años contrajo matrimonio con un militar amigo de la familia, Thomas James. La unión apenas sobreviviría cinco años aparentemente por las infidelidades de la muchacha, quizás descontenta con la vida que llevaba.

Divorciada y acosada por el escándalo, el primero de una larga lista, Eliza decidió viajar a España donde aprendió algo de la cultura del país, el idioma y entró en contacto con el flamenco. Unos meses más tarde regresó a Inglaterra con una nueva identidad: añadió María Dolores a su nombre y comenzó su carrera artística bajo el sobrenombre de Lola Montez, bailarina española.. En 1846 bailó por primera vez en Munich, haciéndose llamar Elizabeth Rosanna Gilbert, o simplemente Lola Montez.

Aunque no sabía hablar alemán, dos días después accedía a los aposentos privados del rey Ludwig I de Baviera, que por esa época ya tenía como pasatiempo dilapidar los dineros públicos construyendo palacios de ensueño, y se había hecho la fama de ser un gran libertino, amante de mujeres y de hombres.

Fue el mismo rey quien influenció en el intendente del Teatro Real (que le había negado la posibilidad), para que Lola se presentase allí, y a partir de ese momento, se transformó en la amante oficial del rey, influenciando sobre su persona y sobre los asuntos políticos y económicos de Baviera. En 1,847 fue nombrada Condesa de Landsfeld, el día del cumpleaños del rey Ludwig, y ésta debió ser la gota que colmó el vaso, puesto que en 1.848 un grupo de influyentes hombres del reino lideró una revuelta que terminó con la abdicación del rey.

A Lola se le “sugirió” que debía abandonar el país. En Inglaterra conoce y se casa rápidamente con George Trafford Heald, un joven oficial del ejército de caballería que acababa de heredar. Pero los términos de su divorcio con Thomas James no le permitían casarse con nadie más hasta que el otro falleciera. Esta situación forzó a los recién casados a abandonar Inglaterra ante el escándalo de bigamia promovido por una tía soltera de Heald. Los señores Heald residieron en Francia y en España, pero en dos años la relación estaba terminada.


Viajó a los Estados Unidos, coincidiendo con la época de la fiebre del oro. Allí trabajó como bailarina entre 1851 y 1853. En julio de ese último año se casó con Patrick Hull y con él se mudó a Grass Valley, en California, un mes después.  Entre 1855 y 1856 realizó el último tour artístico de su vida por Australia, y regresó a los Estados Unidos. Abandonó California tras sufrir un colapso esquizofrénico y se trasladó a Nueva York, donde pasó sus dos últimos años de vida como indigente en las calles. Parece que contrajo neumonía, lo que le causó la muerte en 1861, cuando tenía 42 años. Ninguno de sus dos hijos reclamó su cuerpo, uno porque estaba muy ocupado y el otro porque estaba en la cárcel.

Se le atribuye haber tenido más de cuatro mil amantes, y no resulta inverosímil. También se le achaca haber contraído sífilis y haber contagiado no sólo al rey, sino también a personajes conocidos como Alejandro Dumas y el compositor Franz Liszt.

Cleo de Merode
   Todavía podríamos seguir ampliando la lista. Por ejemplo, con Anita Delgado, casada con el marajá de Kapurthala;, con Fanny Elssler, amante de Napoleón II, hijo de Napoleón; con Cleo de Merode, amante de Leopoldo II de Bélgica o con otras dos amantes de Alfonso XIII que no he nombrado, Julia Fons y Pastora Imperio. Pero las entradas tan largas desaniman a los lectores y si alguien quiere seguir, aquí tiene estos últimos cinco nombres para hacerlo.