viernes, 25 de diciembre de 2020

Beatus ille...


Esta mañana, como siempre, he mirado antes que nada mi correo. Y al encontrar un mensaje de una amiga, me dispuse a contestarlo. Lo que escribí fue, más o menos el germen de  la reflexión que aquí os voy a desarrollar y que me ronda por la cabeza hace días. Cada vez que leo, u oigo en televisión esa cantinela de lamentos sobre como estamos pasando la Navidad, cuánto echan de menos los abrazos, el ansia de celebrar una Navidad "normal", me quedo bastante perpleja. ¿Por qué la gente habla como si estuviéramos viviendo el Apocalipsis? ¿Se ha vuelto el mundo del revés o solo yo? Porque yo no estoy viviendo, visto lo visto, en el mismo universo. Estoy en casa, sin asomar la nariz a la calle desde hace meses, y no estoy histérica, ansiosa ni deprimida. Tal vez es sólo que tengo capacidad de adaptación y bastante tolerancia a las frustraciones. Hago lo que tengo que hacer. Si tengo que esperar, espero. No pido más. No necesito más. Leo, veo muchos documentales, cine y series, aprendo cosas nuevas todos los días, las elaboro y os las cuento a vosotros, porque es algo que me encanta.


 Pensando bien, creo que el clima un tanto histérico que vivimos es inducido por los medios de comunicación, no sé con qué oscuras intenciones. Los presentadores de los informativos, la publicidad, no permiten que te olvides de que debes sentirte desgraciado. de que estás viviendo  casi al límite de nuestra capacidad de aguante. Si esas personas que desfilan, lastimosas, por las pantallas de televisión son realmente sinceras, las compadezco, porque son tan dignas de lástima  como el hambriento que no tiene ni un mendrugo seco que llevarse a la boca, gente que ha perdido la capacidad de estar a solas con ellos mismos, o que no conciben "celebrar" si no es compartiendo una mesa con más de una docena de personas, personas a las que el silencio les hiere los oídos, y para las que la tranquilidad es sufrimiento.

Tal vez fue una suerte  que desde pequeña aprendiera a distraerme sola, en vez de vivir como la hija de Felipe IV, rodeada permanentemente de bufones y meninas (1). 

«Beatus ille» es una expresión latina que se traduce como «Dichoso aquel (que...)», y con ella se hace referencia a la alabanza de la vida sencilla y desprendida del campo frente a la vida de la ciudad. La temática del beatus ille es una de las cuatro aspiraciones del hombre del Renacimiento, que son: el beatus ille, el carpe diem («Disfruta el momento»), el locus amoenus («lugar idílico ») y el tempus fugit («tiempo que corre») y la consciencia de ello. la expresión viene de un poema de Horacio.

Beatus ille qui procul negotiis,

ut prisca gens mortalium

paterna rura bobus exercet suis,

solutus omni faenore,

neque excitatur classico miles truci

neque horret iratum mare,

forumque vitat et superba civium

potentiorum limina.


Dichoso aquél que lejos de los negocios,

como la antigua raza de los hombres,

dedica su tiempo a trabajar los campos paternos con sus propios bueyes,

libre de toda deuda,

y no se despierta, como el soldado, al oír la sanguinaria trompeta de guerra,

ni se asusta ante las iras del mar,

manteniéndose lejos del foro y de los umbrales soberbios

de los ciudadanos poderosos».


Yo no pretendo cambiar la vida de ciudad por la del campo, ni me entusiasma ponerme a arar con bueyes, propios o ajenos, pero estoy libre de deudas y apartada de los negocios (el trabajo, en mi caso)y lejos del foro y los umbrales de los poderosos. Me adapto a lo que hay, a las circunstancias del momento (tenía entendido que la adaptabilidad nos ayudó a sobrevivir y nos libró de extinguirnos).

¡Feliz Navidad! y os recuerdo que para ser feliz no son imprescindibles panderetas y zambombas.






_________________________________________________________________   (1) Hace solo unos días  he aprendido como era la vida en la corte de meninas y damas, cuáles eran sus obligaciones, cómo vivían.... en una amena charla de 45 minutos del canal de You tube del Museo del Prado: os pongo la url por si tenéis tiempo y ganas:

 https://www.youtube.com/watch?v=eTu5vHzh0u0







 

domingo, 13 de diciembre de 2020

Conversaciones en la carretera


 

Desde mi casa (en el centro de Cádiz) a mi trabajo (en medio del campo a medio camino entre otras dos poblaciones) hay unos 35 minutos en coche. De los diez trayectos semanales (cinco de ida y cinco de vuelta), tengo la suerte de hacer seis de ellos en el coche de una compañera que vive muy cerca de mi casa.


Las dos somos bastante charlatanas, Por la mañana nos ponemos una música marchosa y cantamos como locas (garantizo que "Twist and shout", de Beatles te pone a mil, lo ideal para afrontar una dura jornada). Al regreso, el cansacio ya sólo nos deja la oportunidad de una tranquila conversación pero la evolución de las conversaciones a lo largo de la semana es bien patente. A medida que avanza la semana las conversaciones van degenerando hasta llegar a un punto bastante surrealista, y las del regreso del viernes son ya bastante curiosas. Debo decir que con ello me refiero al tema de la conversación, pues abordamos todos los asuntos con igual seriedad, como si estuviéramos decidiendo dónde invertir los ahorros de nuestra vida. Lo que se convierte en un desbarre total son los temas abordados, no la forma de abordarlos.


Ejemplo de la conversación sostenida entre las 14’55 y las 15’30 de hoy, viernes 7 de mayo, entre dos mujeres adultas (31 y 50 años, respectivamente), profesionales, con dos titulaciones universitarias por cabeza: qué superpoderes nos gustaría tener y por qué (absolutamente verídico).


En un principio las dos nos pedimos la teletransportación. Luego pasamos a discutir las consecuencias de todo ello (ya digo que lo abordamos todo con mucha seriedad). Reflexionamos sobre cómo afectaría al sector de los transportes, sobre el mal uso que se podría hacer de semejante don, si se podría exigir determinadas condiciones a la gente para tener ese poder, qué condiciones podrían ser esas, etc.

Después de una sesuda conversación, teoría de las supercuerdas y multiuniversos incluída, mi compañera siguió con su idea inicial de pedirse la teletransportación. Y yo cambié mi idea inicial y ahora me pido la bolsa de Mary Poppins. Un viernes al final de la jornada estoy demasiado cansada para pensar en implicaciones éticas.







La barra de la "t" y otras zarandajas


 

Desde el jueves a mediodía, mis alumnas se pasean en medio de un polverío de albero enfundadas en trajes de flamenca tan ajustados que casi ni les dejan respirar, no digamos ya sentarse. A eso hay que sumarle el tormento de las horquillas clavadas en el pelo, las flores que están todo el tiempo a punto de caerse, los pendientes que te aprietan el lóbulo de la oreja hasta que pierdes la sensibilidad y otras cuestiones nimias. Mis alumnos pagan un dineral por subirse a varias atracciones que te ponen el estómago en pie. Mis compañeros de trabajo beben a destajo fino o manzanilla aguados, embotellados especialmente para ferias, de una calidad diferente a la normal (total, como todo el mundo está piripi, quién lo va a notar), comen raciones de pescado frito, tortilla o jamón resecos, preparados horas y horas antes, pagando el triple de lo que valen habitualmente. Y sufren unos resacones del quince, a pesar de lo cual vuelven a la feria sin haber tenido tiempo de recuperarse, como si estuvieran condenados a trabajos forzados.


Gracias a los enormes sacrificios de esta pobre gente, yo estoy desde el jueves por la noche en Madrid, pasando unos días de reuniones divertidas, espectáculos musicales, comidas estupendas y hasta la final del Master de tenis de Madrid, cotilleando sobre los famosillos que por allí se dejan ver, aunque no sean capaces de diferenciar un tie-break de un net.


El caso es que ahora mismo, a un rato de emprender el viaje de vuelta, estoy ronca como un grajo, me he fumado media Tabacalera y me he bebido la mitad de la producción anual de ron cubano. Y por supuesto, me he reído hasta que se me han saltado las lágrimas, no he llegado ninguna noche antes de las tres y media de la madrugada y he dormido unas siestas estupendas en una cama comodísima de un hotel bastante bueno, para recuperarme.


El hotel es grande, y tiene muchos salones de diferentes tamaños donde se celebran congresos, reuniones de trabajo y cursos para ejecutivos. En el panel de la entrada siempre hay un montón de eventos anunciados. Uno de ellos, que se celebraba en estos días, me puso la piel de gallina. Se trataba de un curso de grafología aplicado a la selección de personal.


Antes que nada, empezaré diciendo que me parece algo absolutamente lógico la función de los peritos calígrafos que testifican en los tribunales para determinar si dos textos han sido escritos por la misma o distintas personas. Pero esto es diferente. Pretender que por hacer el punto de la i más grueso o más fino, por trazar la barra de la t más corta o más larga, vales para un determinado puesto de trabajo, me parece algo tan poco científico como si para contratar a alguien llevaran a la entrevista a la bruja Lola a echarle las cartas.


Mi letra, por ejemplo, cambió en muy pocos años, causada tan sólo por el hecho de que al llegar a la facultad tuve que empezar a tomar apuntes a toda velocidad. Asimismo, cuando tienes delante una pila de exámenes por corregir y te preocupas por hacer anotaciones en cada pregunta acerca de los errores, lo que falta o el motivo de tachar totalmente una respuesta, el tiempo apremia y no te detienes en caligrafías. ¿Significa ésto que soy una persona de cualidades, talentos o capacidades diferentes cuando corrijo un examen a cuando le escribo tranquilamente una tarjeta de cumpleaños a una amiga? ¿Que mi personalidad cambió radicalmente desde junio del 76 a octubre del mismo año, cuando en cuatro meses pasé de estar en COU a estar en 1º de carrera? Pues no, porque la grafología como medio para determinar cómo es una persona y, sobre todo, sus capacidades profesionales es un perfecto timo.


En tiempos de mi madre, la caligrafía era algo tan propio del colegio donde habías estudiado que se podía saber si alguien había estado en las Irlandesas o en las Esclavas. Y me niego a admitir que eso determinara el carácter de una persona. Por ejemplo, todas mis tías estudiaron en el mismo colegio y aunque sus letras son idénticas su personalidad no puede ser más diferente.


La gente se impresiona porque un “experto” de estas cosas le echa un vistazo a la firma de Picasso y luego nos dice que era un genio, que era muy creativo, y bla, bla, bla. Por supuesto que es facilísimo describir a Picasso. Yo también podría hacerlo sin todas esas zarandajas.


Me aterra que un puesto de trabajo llegue a depender no de tus conocimientos, y ni siquiera ya de cómo te presentas, cómo te expresas o ni siquiera de cómo es tu aspecto (para algunos trabajos, desengañémonos, es fundamental dar una imagen determinada). El que un factor más a considerar sea la forma de tu n o si aprietas el bolígrafo poco o mucho me parece una barbaridad que nos deja a las puertas de una situación como la que veiamos en la película Gattaca (no por lo científico, sino por lo de la selección). Lo próximo que pedirán será un análisis de ADN y el árbol genealógico de tus doce generaciones anteriores. Como en el siglo XVII tenías que demostrar que eras cristiano viejo para acceder a muchas cosas.

















Mirando al pasado


 

Como consecuencia de mis múltiples y simultaneas actividades: clases en tres sitios diferentes, alguna charla ocasional a la que nunca me niego aunque siempre digo que es la última vez, etc, tengo como media docena de pen-drives donde guardo y trasladaba de acá para allá modelos de examen, presentaciones, memorias, fotografías... Esta mañana me he puesto a ver que había en cada uno. He borrado casi todo, pero he hecho un hallazgo que me ha divertido mucho: dos textos escritos en 2.010 papa poner en el blog y que nunca llegué a publicar. Y como hace mucho que no pongo nada en el blog, he decidido que voy a poner en práctica el sagrado mandamiento del reciclaje y os dejo las dos publicaciones: "La barra de la t y otras zarandajas" y "Conversaciones en la carretera". Con ustedes, la Carmina de hace 10 años.















martes, 24 de noviembre de 2020

"Coherencia"

Unas declaraciones de Penélope Cruz

"En mi versión de Cenicienta, cuando el príncipe dice: '¿Quieres casarte conmigo?', ella responde: 'No, gracias', porque no quiero ser una princesa. Quiero ser astronauta o chef".

"Cuando leo cuentos de hadas a mis hijos por la noche, siempre estoy cambiando los finales, siempre, siempre, siempre, siempre. Que le jodan a Cenicienta, a la Bella Durmiente y a todas las demás. Hay mucho machismo en esas historias", añade la prota de "Piratas del Caribe" (sí, de Disney).

Al mismo tiempo, Pe posa encantada, junto con Jeff Bridges, para una serie de fotos de Anne Leibovitz sobre princesas Disney, caracterizada de Bella (de única profesión conocida, señora de Bestia).

Y a eso, señores, yo lo llamo incoherencia.



miércoles, 4 de noviembre de 2020

Pleamares de la vida

Pleamares de la vida es el título de una novela de Agatha Christie. Pero en la vida de todos hay pleamares, y bajamares, de forma que lo uso por la parte que me toca. Al mismo tiempo es como un bucle, porque esta historia comienza con un plagio.

Hace años, al principio de mi etapa como profesora de instituto (que empezó en 1.991), y a la vista de mi curriculum, me pidieron que me encargara de dos grupos de una asignatura optativa que se daba en bachillerato, Cultura Clásica.

Era una asignatura de reciente introducción a los planes de entonces. Tan reciente que ni siquiera había libros de texto para ella y yo misma hice los apuntes durante el verano. Para algunos temas busqué información en internet y encontré dos artículos justo sobre el tema que necesitaba, la relación entre los juegos deportivos en Grecia y la religión. Los imprimí para leerlos más cómodamente y decidir cómo enfocar el tema y qué incluir en el vocabulario que yo proporcionaba a los alumnos con cada tema. Los dos artículos eran de muy diferente extensión. Uno ocupaba 16 folios y el otro 23. Me leí primero el más corto. Al día siguiente, en una hora libre, me senté en la sala de profesores para leer el más largo y, a medida que leía, comprobé que todo me sonaba mucho, como si lo hubiera leído antes. Aquello olía a chamusquina que tiraba para atrás. Tras una comprobación mis sospechas se se confirmaron: el artículo corto era un plagio literal del artículo más largo. La "autora" sólo había suprimido párrafos enteros para dejar los 23 folios en 16. Aquello me indignó. El artículo "corto", es decir la copia, se había publicado en una revista argentina de teología y la persona que se lo atribuía era una estudiante de periodismo. Escribí a la revista contándoles lo que había descubierto porque estaba seguro de que los responsables de la revista tampoco sabían el fraude que les habían colado, adjuntándoles la url donde podían encontrar el artículo original. Inmediatamente se puso en contacto conmigo el hijo del director de la revista. Me contaba que su padre, un señor ya bastante mayor se había llevado un disgusto mayúsculo pensando que el prestigio de la revista que dirigía quedaba en entredicho. Estaban los dos muy agradecidos por mi aviso y querían decirme que se lo habían tomado en serio,   habían eliminado de la revista en internet el texto del artículo y del índice  el nombre de la "autora" y el título del artículo y que habían suspendido sus prácticas, con una buena reprimenda, además. Entonces acudí a San Google para ver si podía localizar al autor del artículo original, que resultó ser un profesor del departamento de Filología Griega de la Universidad Complutense. Sabiendo ya donde tenía que buscar fui a la web de la Universidad  y le escribí a su correo de la Universidad,  contándole toda la peripecia. Me respondió también muy agradecido. Se daba por satisfecho con las medidas tomadas por la revista porque consideraba que habían tomado porque sabía que ellos también habían sido engañados. Pero dio un paso más. Escribió a la Universidad donde la "copiona" estudiaba periodismo, donde tomaron las medidas que consideraron oportunas. Tras el correo de agradecimiento del autor del artículo original terminó  mi contacto con esa persona.

Han pasado 29 años. Ahora estoy confinada en una butaca, y no por el virus. Echo muchísimo de menos mis clases, mis "niños" (que no son otros sino mis alumnos) y mantengo intactos mis intereses, mis temas favoritos y mi curiosidad por seguir aprendiendo. Procuro no estar ociosa. Leo mucho, veo documentales sobre muchos temas. Me distraigo escribiendo los blogs. Los blogs. En otro tiempo, me proporcionaron muchas satisfacciones. A través de ellos hice amistades muy profundas, no podéis imaginar cuánto. Hoy ¿qué me dan? Hay una faceta de mi forma de ser y es que cuando aprendo algo no puedo resistirme a compartir con otros lo que he aprendido. Eso me da muchas satisfacciones. Por eso escribo mis blogs. Saber que leéis esas cositas me da un subidón enorme. Al final, puro egoísmo, sentirme bien. Supongo que esa sensación me ayudó trabajar durante 21 años como profesora, y hubiera seguido en ello hasta jubilarme si un trombo no hubiera decidido aparcar en mi arteria carótida hace 8 años y medio. Aunque no estudié con la idea de dar clase, fui feliz como profesora. En estos últimos días he estado comunicándome con otra persona acerca de buenos y malos profesores. Y estoy convencida de que esa felicidad la notaban los alumnos. Cuando en 2.012 yo estaba recién salida del hospital los compañeros de trabajo venían muy a menudo a verme y me contaron lo siguiente:




El último centro en el que trabajé abrió cuando yo me trasladé a él. Era pequeño, sólo había Educación Secundaria Obligatoria. Para hacer Bachillerato, los alumnos debían irse a otro. Ahora ya ha crecido. Mi último curso fue también el último curso sin bachillerato. Antes de eso, a los alumnos de 4º de ESO se les hacía una despedida, con sus diplomas, sus premiecitos, su copetín y esa solemnidad que a los chiquillos les encantaba. Las niñas se ponían monísimas, estrenando vestidos y toda la parafernalia. Yo colaboraba haciendo un dvd con un montaje de fotos de todos desde  pequeños hasta la final de ESO, con su música de fondo, que se proyectaba en una pantalla enorme entre muchas risas.  Yo sufrí el ictus en la noche del 16 al 17 de junio de 2.012, y estuve 20 días hospitalizada, así que salí del hospital en julio y me perdí el final de curso. Cuando los alumnos se enteraron de lo que me había pasado, fue una delegación a ver a la directora y el portavoz preguntó con qué profesor se tenían que poner de acuerdo para el asunto de la despedida. La directora les dijo que ya no había despedida porque ya no se marchaban del instituto. Ellos insistían. Querían su despedida, aunque ya no tuviera sentido. En medio de la discusión, uno levantó la mano y soltó lo que le parecía el argumento definitivo para zanjar el tema: "Si Carmina estuviera aquí, esto no estaría pasando". Cuando me lo contaron, me emocioné. Los alumnos daban por hecho que yo, por darles gusto, me pelearía con quien fuera menester para que tuvieran su fiestecilla. En ese momento quise creer que ellos se daban cuenta de lo que yo disfrutaba con mi trabajo y que era capaz de transmitirlo en clase. 

En fin, vuelvo  a mi narración original. Un día en el que quería compartir algo y no se me ocurría qué escribir, puse un vídeo de Youtube con una canción y en los siguientes viernes seguí compartiendo vídeos con canciones que me gustaban, Después de varios viernes se me pasó. La semana siguiente decidí que mis canciones favoritas no tenían por que gustarles a todos y decidí suspenderlas, porque, además, había encontrado algo para sustituirlas.

En esas recomendaciones que te hace Youtube cuando entras en la página, encontré un tesoro. La Fundación Juan March tiene un canal en Youtube, al que suben conferencias, conciertos, recitales.... A veces son conferencias sueltas, a veces ciclos sobre un tema. En los últimos tiempos he disfrutado de varias conferencias maravillosamente interesantes. Insertaré aquí algunas. Si no os atrae la novedad. lo decís y en paz.

Estarán seleccionadas. Prometo que las veré yo antes y solo traeré lo mejor de lo mejor. Voy a empezar con un ciclo de tres que me han despertado un poquito de envidia, no lo niego. Ya me gustaría a mi unir la maravillosa erudición y la facilidad de comunicación de que hace gala el orador que he escogido para empezar. El tema es el deporte en la antigua Grecia, con unas historias curiosísimas, ilustradas con unas perfectas presentaciones de imágenes. Son tres: 


¿Por qué practicaban deporte los griegos antiguos? 



Los Juegos Olímpicos en la Grecia antigua



La importancia social del deporte en la Grecia antigua



Recomiendo entrar en la web de Youtube y ponerlo a pantalla completa. Si creéis que sabéis mucho sobre ese tema, os sorprenderéis con la cantidad de datos curiosos y poco conocidos 

En estos días, viendo los vídeos de las tres magníficas conferencias sobre el deporte en Grecia en el canal de la Fundación Juan March en Youtube y me vino a la memoria aquel suceso de la plagiadora, y comencé a preguntarme si el orador podía ser el autor de aquel artículo copiado con el que tuve ese brevísimo contacto por correo electrónico. Le escribí, y, efectivamente, es el mismo. Ahora ya es catedrático y sus alumnos son unas personas muy afortunados. Por favor,  espero vuestros comentarios.

viernes, 30 de octubre de 2020

Carmina, Diógenes de Sinope y el Ayuntamiento de Cádiz

 Cuenta Diógenes Laercio que Diógenes el cínico acudió  a Olimpia durante los juegos y a la vuelta alguien le preguntó si había allí mucha gente, y Diógenes le contestó: "Mucha gente sí, pero pocos seres humanos". Ya se sabe que Diógenes de Sinope (el que le dijo a Alejandro Magno que se apartara porque le tapaba el sol) era un poco antipático y nada sociable. Suyas son estas perlas:


«Cuanto más conozco a la gente, más quiero a mi perro».

«El insulto deshonra a quien lo infiere, no a quien lo recibe».

«Mira bien quién es tu amigo, porque si por tal le tienes y él no lo es, puede ser tu mayor enemigo»


Y abundan las anécdotas:


Se afirma que Diógenes se fue a Atenas con un esclavo llamado Manes, que lo abandonó poco más tarde. Con un humor característico, Diógenes afrontó su mala suerte diciendo: “Si Manes puede vivir sin Diógenes, ¿por qué Diógenes no va a poder vivir sin Manes?”.


Diógenes, de Jean-Leon Gerôme
Caminaba descalzo durante todas las estaciones del año, dormía en los pórticos de los templos envuelto únicamente en su manto y tenía por vivienda una tinaja. Cierta vez pensó que le sobraban cosas entre todas sus pertenencias: tenía su bastón, que necesitaba para caminar; tenía su manto, que le cubría y su zurrón, que contenía una escudilla y un cuenco para comer y beber, respectivamente. Un día, en uno de sus paseos por la ciudad, vio cómo un niño comía lentejas en un trozo de pan y cuando al terminar sus lentejas bebió agua con las manos en una fuente y Diógenes pensó: “Este muchacho, dijo, me ha enseñado que todavía tengo cosas superfluas. Si come sus lentejas con un trozo de pan y cuando termina con ellas bebe agua con sus manos, no necesito ni mi escudilla ni mi cuenco" y acto seguido arrojó contra el suelo ambos y siguió caminando.


Otro relato decía que cierto hombre adinerado le convidó a un banquete en su lujosa mansión, haciendo hincapié en que allí estaba prohibido escupir. Diógenes hizo unas cuantas gárgaras para aclararse la garganta y le escupió directamente a la cara, alegando que no había encontrado otro lugar más sucio donde desahogarse.


Cuando Diógenes asistía a los baños se encontraba siempre con un citarista al que todo el mundo despreciaba y criticaba, mas Diógenes lo saludaba con respeto, incluso con cierta admiración, a lo que algún curioso lo interrogó sobre el motivo por el que saludaba al citarista con lo mal que tocaba, respondiendo a esto Diógenes: "Porque tal y como es toca y canta, pero no roba a nadie".


En una ocasión, Diógenes estaba lavando unas hierbas cuando se topó con Aristipo, a quien llamaba el perro real, y le dijo éste a él: "Si hubieras aprendido a prepararte esta comida, no pedirías en los palacios de los tiranos". A lo que Aristipo respondió: "Y si tú supieras tratar con los hombres, no estarías lavando hierbas".


Pero, Diógenes no era más que un modo de introducir lo que quería comentar. Mis alumnos decían que mis clases eran una continua sorpresa con giros inesperados. Pero, sin darse cuenta, aprendían mucho más de lo que venía en el libro.


Vuelvo al comentario que hizo Diógenes al volver de Olimpia, que es justo lo que pensé cuando leí hoy cierta noticia en el DIARIO DE CÁDIZ: "El Ayuntamiento saca a licitación la pista de hielo para la plaza de San Antonio".




 Lo que me hizo pensar: "En el Ayuntamiento de Cádiz hay mucha gente pero pocos cerebros". Con lo que está cayendo y sabiendo como sabemos que evitar las aglomeraciones es FUNDAMENTAL, el Ayuntamiento pone en bandeja la ocasión y los medios para que en dicha plaza se junten cientos de personas, sabiendo como sabemos que habrá muchos niños, y lo complicado que puede ser conseguir que unos niños que están patinando sobre hielo no lo entiendan como que el peligro se ha pasado y pasen, a su vez, de mascarillas y distancias. Si los niños se aburren, que les pongan un libro en las manos, ¡joder!, y si no saben leer, que sus padres les lean un cuento. Conmigo lo hicieron y no salí tan mal. Mi abuelo (lo he contado varias veces) me leía a los tres años "Bee, el corderito travieso" y, como era en verso, ayudada por la rima ¡me lo aprendí de memoria! (con la salvedad de que al llegar a "allí le habló doña rana: ¿nunca el bosque has visitado?" yo decía "allí le habló doña RAMA"). Pero vamos, que creo que para tener tres años no estaba mal. Yo pisaba poco la calle, pero nunca me faltaron libros en casa, ni puzzles, ni juegos de mesa, lápices de colores, cuadernos para dibujar. Si alguna vez se me ocurría decie "Estoy aburrida", invariablemente la respuesta era "las personas inteligentes no se aburren nunca". Sobra decir que nunca me quejaba de aburrimiento e iba directamente al armario de los juegos y los libros (bien grande, en el cuarto de mi hermano), donde lo difícil era decidir qué escoger, si los bloques de madera, con los que levantaba edificios fantásticos, inspirados en los libros que leía, o leer por enésima vez "La isla del tesoro", "La flecha negra", los cuentos de las "Mil y una noches", o "Ivanhoe" o "Historia de dos ciudades", etc. (1). Hoy los padres parecen estar muy ocupados como para leer a los niños. Habrá quien me diga "Claro, como tú no tienes hijos..." Por circunstancias que no vienen al caso, los tres niños del piso de al lado (2) pasaban en mi casa más tiempo que en la suya. Así que sí, sé de lo que hablo. Con los niños se hace  lo que se quiere, son como plastilina. Pueden terminar siendo un pedazo de carne que solo aspira a salir en "Mujeres, hombres y viceversa" o ser personas curiosas que, incluso cuando ya tienen la vida asegurada, quieren seguir aprendiendo cosas nuevas y diversas. Pero bueno el tema no son los niños, sino la irresponsabilidad de unos adultos que viven de decidr sobre nuestras vidas (e incluyo aquí a políticos de TODAS las administraciones).


He dicho. 

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1)Teníamos una colección preciosa llamada Joyas literarias, que incluía, en forma de comic, todas las joyas de la literatura popular. No exagero si digo que en aquella caja había más de 200 títulos: Verne, Stevenson y Twain al completo, más Dumas, Salgari, Dickens..., en fin, el paraíso. He buscado información y leo que fue una colección de 272 clásicos de la literatura adaptados a historieta por la editorial Bruguera.




(2) Hoy, aunque ya tienen 32, 33 y 34 años, los sigo llamando "los niños", los tres tiene sus estudios, se ganan la vida tan bien como para ser independientes económicamente, pero todavía se acercan con frecuencia a ver a su vieja Ina (así me llamaban, para diferenciarme de mi madre), que siempre estaba disponible para ver con ellos, amontonados todos en el sofá, como les gustaba, la serie "Hércules" (episodios grabados en vídeo, vistos una y mil veces), o hacer tortitas con caramelo y nata, inventar una coreografía para partirnos de risa mientras bailábamos un minué de Mozart (¿te acuerdas, Manu?). Así que sé lo que digo. Cuando uno quiere, se dejan los exámenes por corregir para más tarde y se aparca todo  para dedicarles un rato a los niños. Conmigo conocieron las leyendas de la mitología griega, visitaron el museo de Cádiz donde aprendieron de cuántas formas diferentes se enterraba un romano, hicieron su primer viaje al extranjero (a Londres). El mayor, hoy ingeniero industrial, estaba tan nervioso que, desde que llegamos a Heathrow no paraba de preguntar  ¿Cuándo vamos a ver la "Piedra Rosetta"? Tengo anécdotas para aburrir pero paro aquí que no quiero hartaros.

lunes, 19 de octubre de 2020

¡Esto lo hago yo también!

 



Tengo un amigo al que llamaremos Ricardo. Es también amigo de mi hermano y de otros cuatro o cinco que forman pandilla desde el colegio. Todos tenemos alrededor de 60, año más, año menos.

Ricardo vive en un chalet rodeado de pinares, en una urbanización muy tranquila junto a la playa. Compró el chalet cuando se casó y poco a poco ha ido introduciendo mejoras. Bueno, eso es lo que él dice, porque por su forma de ser algunas de esas mejoras han resultado un auténtico desastre.

Por ejemplo, tenía un jardín que debía haber lucido un espeso césped, igualito que los de los chalets vecinos. Pero Ricardo no es una persona muy disciplinada, y eso de tener una rutina de regar, cortar la hierba, abonar, etc… no va con él. Sobre todo lo de regar le parecía muy aburrido, y entonces decidió que tenía que instalar un sistema de riego por aspersión.

Contactó con varias empresas, pidió presupuestos y se hizo el razonamiento siguiente: Si un fulano que no tiene estudios puede hacer esto ganando en unos días varios miles de euros, yo, que tengo un título universitario y no soy torpe, ¡yo puedo hacerlo también!

Ricardo se sentó ante el ordenador, buscó en Google “instalar riego por aspersión”, estudió atentamente varias páginas web, tomó notas, hizo esquemas y cuentas, se gastó una pasta importante en herramientas y materiales y un sábado por la mañana comenzó la tarea.

Levantó todo el jardín, hizo agujeros aquí y allá, dejó todo que parecía un campo minado durante dos semanas y, cuando dio el trabajo por concluído, nada funcionó normalmente. En algunos lugares había riego en exceso y a otros no llegaba. En pocos días el jardín parecía un muestrario de humedales y desiertos del mundo: aquí una copia en miniatura de las Tablas de Daimiel, allá el desierto de Gobi, en este lado el lago Titicaca y en este otro el desierto de Atacama. Finalmente, desconectó para siempre el sistema de riego y ahora el jardín es un arenal. Llevamos tiempo insistiéndole en que, si no va a volver a tener césped, mejor estaría con una parte de albero y otra de un enlosado de tipo rústico, algo así como piedra de Tarifa o parecido, pero Ricardo no se decide, porque en su interior luchan la convicción de que eso no es capaz de hacerlo él y su resistencia a pagar a alguien para que se lo haga.

Entiéndase bien: Ricardo no es rácano, es generoso. Cuando invita en su casa te ofrece de todo en calidad y abundancia. Le gusta organizar reuniones y fiestas multitudinarias. Pero prefiere gastar el dinero en jamón y langostinos que en pagarle a un operario porque, ¿qué tiene un operario cualquiera que no tenga él?

Ese primer fracaso no lo desanimó. Un par de años después su santa le convenció que ese cuartito sin aprovechar al lado de su dormitorio sería un estupendo vestidor. De nuevo hizo varias llamadas, pidió presupuestos, y volvió a caer en el mismo error. Si eso lo puede hacer un fulano que apenas sabe contar con los dedos, ¿no lo voy a hacer mejor yo, que soy un tío de ciencias, que siempre he dibujado bien y se me daba estupendamente la geometría, y que tengo más interés que nadie porque es mi propia casa?

De nuevo, viaje a Leroy Merlin, gasto importante en herramientas (las del riego no servían porque se trataba de un trabajo muy diferente) y en maderas y, sin hacer demasiados destrozos ni amputarse ningún dedo, montó el vestidor. Eso sí, tardó casi dos meses y en todo el vestidor no hay ni un ángulo recto, ni una puerta que encaje, ni un cajón que corra bien. Las barras para perchas parece que se sostienen de milagro y todo se dispone en ángulos y equilibrios aparentemente imposibles. Parece un vestidor normal, pero después de un terremoto importante.

Pero Ricardo es inasequible al desaliento. Lo último ha sido que tenía que pintar el chalet por fuera. Y claro, es una tontería pagarle unos miles de euros a dos o tres tíos por hacer lo que, esta vez sí, hace cualquiera, porque ya se sabe que pintar no es más que darle arriba y abajo al rodillo.

Pero Ricardo no es tonto, y sabe que esta nueva chapuza era demasiado para él solo, así que llamó a mi hermano y a cinco amigos y los engatusó para que en un fin de semana le ayudaran a pintar el chalet. “Venga, que esto está tirado, que entre los seis lo resolvemos en un rato y luego dedicamos el resto del tiempo a tomarnos cervecitas…”

Después de la compra de la pintura, los rodillos y todo lo necesario, cinco personas muy escépticas y bastante renuentes y un Ricardo muy entusiasmado se ponen manos a la obra. Uno de los cinco, llamémosle Alejandro, que es el más señorito, se erige en capataz y se instala a la sombra en el porche, desde donde da instrucciones a los otros cinco entre trago de fino y lonchita de caña de lomo.

En la primera media hora Ricardo comprende que no es tan fácil. El color elegido requiere hacer una mezcla, y nuestros chapuzas la hacen a ojo: “un poquito más de blanco; ahora una pizca de color albero…”. Resultado, la cosa no va tan rápida como creían, nada de terminar en un rato; al segundo día “el capataz” ya no aparece y la cuadrilla empieza a trabajar de muy mala gana, por decirlo suavemente; debido a la forma de hacer la mezcla, a ojo y según la van necesitando, cada pared de la casa tiene un tono ligeramente diferente; y todos están baldados, tienen agujetas hasta en el cielo de la boca.

Pero seguro que Ricardo no ha escarmentado.

sábado, 17 de octubre de 2020

¿Generosidad?

Cuando tenía más o menos 18 años leí un libro que narra el proceso de la independencia de la India, sus protagonistas, y sus consecuencias inmediatas, titulado “Esta noche, la libertad”, de Dominique Lapierre y Larry Collins. Era el primer libro que leía sobre India, y desde ese momento tuve una tremenda curiosidad por conocer el país, cosa que logré en 1985. Justo a la vuelta del viaje leí otro libro de Lapierre sobre India, “La ciudad de la alegría”. 






Hice un segundo viaje al país en 1995 y en 2001, según reza la fecha apuntada en el libro, leí “Era medianoche en Bhopal”, del mismo autor. Espero volver a viajar a India al menos una vez más. La mayoría de la gente que conozco se extraña de mi atracción por ese país. Para ellos un país como ese sólo puede llevar a una persona a una de estas reacciones: 

a) Lanzar un apasionado sermón sobre las grandes injusticias que existen en el mundo, o bien sobre el peligro de que países subdesarrollados posean tecnología nuclear; 

b) Aportar algún dinero a una ONG; 

c) Meditar unos segundos y decidir que no está en nuestras manos solucionar esos problemas; 

d) Arrugar la nariz y declarar tranquilamente que les daría mucho asco o mucho miedo ir a un sitio así.

Al principio no era capaz de explicar por qué me interesaba tanto. Hasta que leí como el mismo escritor que he mencionado varias veces, que conoce el país muy bien, cuando, en una entrevista le preguntaron “¿Qué se siente en la India? ¿Pena, rabia…?” contestó: En la India uno está fascinado por el espectáculo de la vida cotidiana. Desde entonces, eso es lo que contesto, porque refleja con exactitud lo que siento. Muchos no entienden que la “fascinación” no es incompatible con tener buenos sentimientos, e interpretan que disfruto o me divierto con la contemplación de las miserias ajenas, lo que me catalogaría como una sádica o una psicópata. Me pregunto cuál sería la reacción de esas personas si, como me ocurrió en el segundo viaje, estando en una estación ferroviaria esperando un tren, se dieran cuenta de pronto que a sólo seis pasos de distancia de donde yo estaba sentada en el andén había una larga caja rectangular caja forrada de tela blanca sobre la que alguien había escrito con gruesas letras mayúsculas con una brocha “Dead body”. Y nadie en la estación le prestó más atención que si fuera una mercancía. La muerte tratada con naturalidad, porque es más real para ellos que cualquier otra cosa en la vida, a diferencia de nosotros, que la ocultamos porque nos recuerda que es absurdo vivir como si no existiera. La India es otro mundo y no se puede comprender si no acudes allí con una mente abierta y decidida a dejar atrás los prejuicios.

El caso es que los dos viajes a la India me hicieron, en su momento, pensar en muchas cosas, empezando por lo absurdo que resulta que pensemos que somos el fiel de la balanza- Lo conté en uno de mis mis blogs, en el post "Extraños en Bombay" y que nos tomemos como referencia al juzgar a otros. A las pocas horas de llegar estaba en el puerto de Bombay, en la llamada “Puerta de la India”, en medio de una muchedumbre. Yo no paraba de mirar para todos lados. Aquellas mujeres vestidas con saris, en tal cantidad de colores que parecía imposible que todos aquellos matices existieran en realidad, las trenzas brillantes adornadas con flores naranjas, blancas, rosas; aquellos hombres altos y elegantes, con ropa tan blanca que hasta molestaba a la vista; milagrosamente no chocaban unos con otros, de forma que aquel movimiento no se detenía nunca. Yo nunca había visto tanta gente junta. Entonces se nos acercó una parejita y nos pidió permiso para hacernos una foto. Eran de un pueblo y estaban en la gran ciudad de viaje de novios. Al ver a aquellos extranjeros tan paliduchos y vestidos de aquella manera (vaqueros y pantalones de algodón, camisetas blancas, zapatillas de lona) no pudieron resistirse a llevar a sus conocidos una imagen de la gente tan rara que se podía ver en Bombay. Y entonces nos dimos cuenta de que allí los exóticos , los raros, éramos nosotros, y que mucha gente nos estaría mirando. A partir de ahí todo fue motivo para pensar mucho y para enfocar de otra manera lo que yo pensaba que eran certezas inamovibles.

He empezado mencionando a Dominique Lapierre, y es porque una información acerca de él me ha llevado a escribir este post. Me cae bien porque es un escritor que, habiendo vendido millones de libros, no se ha acomodado a lo fácil. Cada uno de sus libros le lleva varios años de documentación y miles de kilómetros recorridos. No tiene miedo a tratar temas espinosos, como el sida o las catástrofes causadas por la ambición de las grandes multinacionales. Y además tiene cedida una gran parte de sus derechos de autor, más lo que obtiene por artículos y conferencias, a las once ONG que ha puesto en marcha en la India en los últimos 25 años.


Hace algún tiempo, Lapierre y su mujer coincidieron en una cena con el modisto Givenchy que, al enterarse de sus proyectos y las necesidades de dinero que tenían, les regaló el famoso vestido de noche negro que Audrey Hepburn lucía en “Desayuno con diamantes”. Ellos pensaron que podrían sacar por el vestido ocho mil o diez mil euros, pero todas las previsiones se quedaron cortas. Hace unos meses, el vestido se subastó por 607.720 euros. Ahora han inaugurado una escuela y un centro para discapacitados en un pueblo de Bengala, además de otras diez escuelas y centros asistenciales que se pondrán en marcha próximamente.

Lo que me tiene descompuesta es pensar que alguien que puede gastarse 607.720 euros en un capricho no es capaz de dar ese dinero a cambio de nada, sino sólo recibiendo un traje que, aunque lo llevara Audrey Hepburn en una escena de la película, y se haya convertido en un icono, no deja de ser solamente un trozo de tela.




viernes, 16 de octubre de 2020

La canción del viernes

 El viernes pasado os decía que, gracias a los amigos de mi hermano descubrimos a dos cantantes. Una, María Creuza, ya os la presenté. Hoy os traigo a la otra, una cantante norteamericana llamada Janis Ian. Las canciones que cantaba era fundamentalmente escritas y compuestas por ella, y solía acompañarse con el piano, que empezó a estudir de niña, pero llegó a dominar gran cantidad de instrumentos, como el órgano, el armonio, el corno francés, la flauta y la guitarra. 

A la edad de 13 años, Ian escribió y cantó su primer hit, "Society's Child (Baby I've Been Thinking)", sobre un idilio interracial prohibido por la madre de una chica y mal visto por sus amigos y profesores.  Publicado tres veces de 1965 a 1967, finalmente fue un hit nacional en su tercera publicación después de que Leonard Bernstein lo presentó en un programa de la CBS TV, titulado Inside Pop: The Rock Revolution. 2​

El tema de la canción fue considerado tabú por algunas emisoras radiofónicas y lo retiraron de sus playlists consiguientemente. En su autobiografía de 2008 Society's Child, Ian recuerda recibir cartas de odio y amenazas de muerte como respuesta a la canción. En el verano de 1967, el tema llegó al núm. 14 en la Lista Billboard 100, el sencillo vendió 600,000 copias y el álbum 350,000.

Su mayor éxito en los Estados Unidos fue la canción, "A los Diecisiete", un amargo comentario de la crueldad adolescente, la ilusión de popularidad y la angustia de esa edad, reflejado desde la perspectiva de una persona de 24 años, que recuerda que a los 17 años no recibía ninguna tarjeta de San Valentín. Fue publicada en 1975. recibiendo una enorme aclamación de críticos y compradores. Gana en 1975 un  Grammy, batiendo a Linda Ronstadt, Olivia Newton-John y Helen Reddy.​  El álbum, Entre Líneas, fue también un éxito y logró el Núm.1 en Billboard con ventas de encima de un millón de copias en los EE.UU.. Como anécdota el día de San Valentín de 1977, Ian recibió 461 felicitaciones ya que había indicado en la letra de "A los Diecisiete" que nunca había recibido ninguna como adolescente.

"Volar Demasiado Alto" (1979), producido por productor de música de discoteca Giorgio Moroder, fue la contribución de Ian a la banda sonora de la película de Jodie Foster Zorros y fue también incluido en 1979, en el álbum de Ian: Night Rains. Fue un hit en muchos países, incluyendo Sudáfrica, Bélgica, Australia, Israel y Holanda.

Otro país donde Ian ha conseguido un nivel alto de popularidad es Japón: Ian tuvo dos Top 10 singles en la lista Oricon para los temas "El Amor Es Ciego" en 1976 y " Tu Eres Amor " en 1980. El álbum de Ian Aftertones coronó la lista Oricon de álbumes en octubre de 1976.​  "Tu Eres Amor" es la canción de la película de Kinji Fukasaku 1980 Virus.

Su contrato con CBS fue cancelado en 1982, con tres álbumes pendientes de producir, debido a la bajada de las ventas y permaneció algunos años sin contrato discográfico. Pero Ian continuó escribiendo canciones, que han sido interpretadas por, entre otros, Amy Grant, Bette Midler y Marti Jones.  Otros artistas han grabado las composiciones de Ian, incluyendo Roberta Flack, quién tuvo un hit en 1973 con canción "Jesse" de Ian.​ La versión propia de Ian está incluida en el álbum de 1974 Estrellas (la canción de título del cual también ha sido versionada, incluyendo interpretaciones de Shirley Bassey, Cher, Nina Simone, Françoise Hardy y Barbara Cook). Continúa actuando en la actualidad y ha hecho una ronda de conciertos en el Reino Unido en 2014 y después una serie de apariciones en los EE.UU.

Mis canciones favoritas de Janis Ian son "At seventeen", "Love is blind" y "Jesse". Esta última es el vídeo que os traigo hoy, junto con "Love is blind" pero buscad otras en You tube: is gustarán todas.

Jesse


Love is blind










jueves, 15 de octubre de 2020

Un abuelete desesperado por ligar

 Hoy os voy a contar una anécdota ocurrida en 2.009. En un puente me fui  a pasar 4 días en Madrid y una mañana bajé a desayunar a la cafetería del hotel, donde me ocurrió  lo que sigue. Todo lo que sigue en letra cursiva lo escribí al día siguiente en un blog que tenía entonces. Por favor, sed compasivos y no os riáis de mi.


"Ayer entré en la cafetería del hotel para desayunar. Todas las mesas estaban ocupadas, así que me acomodé en la barra. A mi lado charlaban tres personas mayores, dos hombres y una mujer. A los dos minutos uno de los hombres y la mujer se marchan, y se queda el otro señor, que ya no cumplía los 70. Apenas salieron por la puerta, el viejete se dirige a mí y me cuenta que el que se acaba de marchar es una persona inteligentísima, economista y con una conversación muy entretenida. A mí me acaban de traer un café y un croissant y estoy empezando a tomármelos. Lo que me pedía el cuerpo era contestarle “¿Y a mí que rábanos me importa?”, pero por no ser borde con el abuelete lo miro y esbozo una ligera y desganada sonrisa. Nada más, ni una palabra, convencida de que el viejete cogería la indirecta.


Nada de eso. Resulta que el abuelo pretendía ligar, y se dio cuenta de que sólo tenía el tiempo que yo iba a tardar en tomar lo mío, de forma que entra a saco. Me cuenta que es abogado, que sacó premio extraordinario de fin de carrera y que en sus ratos libres hizo Filosofía y Letras. Pienso que la mueca de sonrisa que he hecho no ha sido suficiente y le contesto exactamente “Me alegro mucho por usted”, con el mismo tono que hubiera utilizado para decirle “vete a la mierda”. Y el viejo sigue atacando. Por lo visto aquellas escuetas cinco palabras, que por el tono desanimarían a cualquiera, no le hicieron mella, y me responde que hablo muy bien el castellano. Le contesto, cada vez en un tono más desagradable, que es natural, porque soy española. Y el increible abuelo me responde que le sorprende, ¡¡¡porque tengo pinta de “artista extranjera”!!!


Viendo cómo se ponía la cosa, le digo que sí, que puedo pasar por la hermana gemela de Uma Thurman, excepto los días en que quiero sorprender a mis amigos, me pongo una peluca castaña y un culo postizo perfecto, y entonces se me puede confundir con Jennifer López. Aclaro a los lectores que tengo 50 años, y que no iba arreglada precisamente de forma que pareciera que estaba pidiendo guerra. Concretamente, como el día estaba nublado y con aspecto de que podía caer un chaparrón en cualquier momento, me había puesto unos vaqueros, una camiseta blanca y unas alpargatas rojas. Y la cara lavada, sin ni siquiera mi indispensable rayita en el ojo. El viejo no parece coger la ironía y con empeño digno de mejor causa me dice entonces “Niña, no deberías teñirte el pelo de rubio” (1). En ese momento cualquier respeto por una persona que me saca más de 20 años se me ha pasado, así que le digo que haga el favor de no llamarme niña, que tengo 50 años y que a esas alturas me pongo el pelo como me sale de la peineta.


El abuelo considera entonces que parece ser preferible no seguir por el tema capilar y ataca con más empeño y peor estilo aún. Comenta entonces que no estoy morena, y que debería usar bikini. Y para rematar suelta entonces que el bikini me sentaría estupendamente “porque tengo poco pecho”. En ese momento ya estoy alucinando con la conversación del viejo, y empiezo a preguntarme si en esa cafetería le echarán algo al café.


Sólo tenía dos opciones: mandarlo directamente a tomar viento o atragantarme con lo que quedaba del croissant y dejarlo con la palabra en la boca. Me sigue dando qué sé yo ponerme bestia con un viejo, así que me meto el último trozo del croissant en la boca de una vez a toda pastilla al mismo tiempo que pongo sobre la barra el importe exacto de la cuenta para salir pitando en 20 segundos, sin tener siquieera que esperar por la vuelta. Pero el viejo decide aprovechar esos 20 segundos y el hecho de que tengo la boca llena y me dice que le encantaría invitarme esa noche a bailar y a tomar unas copas. No contesto y salgo despavorida de allí, todavía tratando de tragar el último bocado del croissant.


No tengo ni idea de cómo se ligaría en los tiempos del viejo, pero yo en mi vida he conocido a un tío tan borde. Y todavía tendremos que seguir oyendo que hay que ver cómo es de maleducada la gente joven".


_________________________


(1) Quisiera aclarar varias cosas. No he llevado el pelo teñido jamás en mi vida. Soy castaña clara. Mi abuela paterna era rubia nórdica y tuvo el pelo blanco como la nieve desde los 40 años. A mí me ha pasado algo parecido y en ese momento tenía el pelo canoso con unas ligerísimas mechas rubias, tan  finas que se funden con el pelo blanco de forma que no parece para nada un teñido. También me pregunté alguna vez si el viejo me tomó por otra cosa. Pero no, imposible, estaba en la cafetería de un hotel bueno, de 4 estrellas, que no es frecuentado por señoras "de moral distraida". Para billetes de tren, reservas en hoteles y esas cosas. siempre recurro a la agencia de viajes de un amigo que me trata como si fuera su hermana pequeña y nunca me mandaría a un sitio así. Precisamente una vez estaba buscándome un hotel en Madrid para otro puente y fijándose en lo que le salía en la pantalla de su ordenador dijo: "Aquí hay una oferta muy buena....pero no, no me gusta este barrio para ti". Me quedo con la otra posible explicación. Al día siguiente se lo conté al camarero para que estuviera al quite por si se repetía y me dijo que estaba alucinado porque era un señor muy educado que vivía enfrente e iba todas las mañanas a desayunar allí. Me dijo que pensaba que estaba empezando a tener síntomas de alzheimer. 


martes, 13 de octubre de 2020

Ole, ole y ole

 



No me gusta usar frases hechas y odio los tópicos, pero a veces son justo lo que necesitas para explicarte bien, Así, y sin que sirva de precedente, "a veces los árboles no nos dejan ver el bosque". La euforia del décimotercer Roland Garros ha arrastrado a mucha gente pero, siendo justos, estos 13 triunfos no han surgido de la nada.  He encontrado unas notas que tomé en septiembre de 2.010.

Para ese momento, de un  Rafa Nadal de 24 años ya se podía decir lo siguiente:

– Ya había superado en títulos de Grand Slam a McEnroe, Wilander, Becker, Edberg, Agassi, Lendl y Jimmy Connors. Hoy día ha igualado a Federer y  sólo es superado, de momento, por Borg y Sampras.

– Segundo jugador más joven en conseguir los cuatro torneos del Grand Slam. Si contamos sólo la Era Open (desde 1968) se convierte en el más joven.

– Es el jugador con más títulos de Masters 1000 en tierra batida, con más del doble que su inmediato seguidor (Munster) y casi el triple que Federer.

– Sólo cuatro jugadores lo superan en títulos de Masters 1000 en superficie dura (Agassi, Federer, Sampras y Chang).

– Único jugador junto con Federer en ganar 4 torneos de Masters 1000 en una misma temporada (2005); Montecarlo, Roma, Montreal y Madrid.

– Único jugador en ganar durante 6 años consecutivos el mismo torneo de Masters 1000, Montecarlo (2005-2010).

– Ganador de los tres Masters 1000 que se disputan sobre tierra batida; Montecarlo (2005-2010), Roma (2005-2007 y 2009) y Hamburgo/Madrid (2008), algo sólo conseguido previamente por Marcelo Ríos y Gustavo Kuerten.

– Segundo tenista en conseguir los cuatro torneos del Grand Slam, la copa Davis y la medalla de oro olímpica.

– Jugador con más semanas consecutivas (160) en el nº 2  del ránking de la ATP.

Y eso sin contar lo que ha hecho entre septiembre de 2.010 y el día de hoy.

Puede que España no sobresalga en deportes, pero cuando lo hace, es a lo grande (Induráin. Gasol, Alonso, Sáinz, Nieto, Rubio, Carolina Marín, Gema Mengual, Ballesteros, Mireia Belmonte, Márquez, Lorenzo, Estiarte, Santana, Craviotto. Pasabán. Navarro, Pascual, Olazábal, Antón, Ocaña, Valentín, Bistuer, Zabell, Arrese, Martínez, Sergio García, Deferr.....  ). Son muchos. Confieso mi debilidad por Rafa Nadal, pero es soy incapaz de ver un partido de futbol o de baloncesto, mientas que me zampo un buen partido de tenis sin pestañear.  Y como este blog es mi confesionario particular, por eso cuento estas cosas. Los que van a leer esto son mis amigos, y por eso no me importa que conozcáis mis debilidades.

 

viernes, 9 de octubre de 2020

La canción del viernes

 Cuando yo era jovencita, no tenía ni un duro para comprar discos. Mis padres nunca nos dieron eso que mucha gente llamaba la paga. Consideraban que todo lo necesario ya nos lo proporcionaban ellos. Y todo lo demás era  innecesario y superfluo. Nunca nos escatimaron cualquier gasto que tuviera que ver con estudios, que era nuestra única obligación, nuestro "trabajo". Libros, clases particulares si era necesario, alguna que otra excursión del colegio. Un año, no recuerdo la fecha, los Reyes Magos me trajeron un tocadiscos, chiquitillo, acompañado de tres singles, que eran, ¡ojo! Help, de Tony Ronald, Soy Rebelde, de Jeanette y un tercero del que ni me acuerdo.    Que conste que yo no elegí esos tres discos. Como era un regalo de Reyes yo  me los encontré por sorpresa. Yo no escribía carta a los Reyes. En mi casa no se hacían las cosas así. Yo me encontraba con lo que mis padres habían pensado que debería gustarme. No se aceptaban peticiones. Nunca me faltaron los libros ni los juegos de mesa, cosas supongo que apropiadas para la niña tranquila que yo era.   

Años después, en un viaje a Andorra con mis padres, me compraron mi primer LP, Amores, de Mari Trini. Curiosamente, mi hermano sí tenía discos. No sé cómo los compraba, pues recibía el mismo dinero que yo, es decir, nada. Sin embargo, recuerdo que andaban por casa Hotel California, de Eagles; Tubular Bells y Onmadawn, de Mike Olfield; Las seis mujeres de Enrique VIII, de Rick Wakeman; y alguno de Pink Floyd y Chicago. Pero además tenía amigos con hermanos mayores y por ese camino acceso más discos, que se prestaban unos a otros. Así conocí a dos cantantes: la que hoy traigo y otra que conoceréis otro día.

Hoy nos acompaña María Creuza, famosísima cantante brasileña, queridísima en su país, muy relacionada con Vinicius de Moraes y Toquinho, con los que compartió escenario muchísimas veces y cuyas canciones grabó durante toda su extensa carrera.

Os dejo con su voz y su canción Tortura de amor, aunque cualquiera del disco Meianoite cuenta con mi recomendación





La letra:

Hoje que a noite está calma

E que minh'alma esperava por ti 

Apareceste afinal

Torturando este ser que te adora


Volta fica comigo 

Só mais uma noite


Quero viver junto a ti

Volta meu amor 

Fica comigo não me desprezes

A noite é nossa 

E o meu amor pertence a ti


Hoje eu quero paz 

Quero ternura em nossas vidas

Quero viver por toda vida

Pensando em ti


Y en castellano:

Hoy que la noche está calma

Y que mi alma esperaba por ti

Apareciste al final

Torturando a este ser que te adora

 

Vuelve, quédate conmigo

Sólo una noche más

Quiero vivir junto a ti

Vuelve, mi amor

 

Quédate conmigo, no me desprecies

La noche es nuestra

Y mi amor te pertenece a ti

 

Hoy quiero paz

Quiero ternura en nuestra vida

Quiero vivir toda la vida

Pensando en ti

Mi serie favorita (no hay spoiler)

 


La televisión en verano es algo penoso. Las cadenas sacan del cajón películas que parecen compradas al peso, series infumables, programas que dan vergüenza ajena, repiten documentales todas las veces que les permiten los contratos.... En lo que a televisión se refiere, el verano es un tiempo para hibernar, valga la contradicción. Menos mal que llega septiembre/octubre y es como si todo el mundo despertara: las cadenas comienzan a poner en marcha estrenos interesantes, y ahí incluyo a las plataformas de cine y series.

Cuando empecé a ver The blacklist no sabía que me iba a gustar tanto. Pero me gustó eso y más. Vi terminar la sexta temporada con la rusa malísima y ultratraidora clavándole la aguja de una jeringuilla a Reddington en un callejón oscuro y me dije "esto se ha terminado". Además, coincidía que había leído que los protagonistas de series suelen firmar contratos por seis temporadas, y ese dato parecía confirmar el fin de la serie, porque continuar implicaba renegociar nuevos contratos con el reparto principal. Me sentí un poco estafada porque lo que habíamos visto hasta ese momento no completaba la lista de "grandes delincuentes" que el protagonista se había comprometido a poner en manos del FBI. Imaginé que los guionistas quizás no confiaban poder seguir manteniendo el nivel. Y los comprendí porque vale más retirarse por todo lo alto antes de despeñarse por un abismo de mediocridad y falta de originalidad o incapacidad para seguir sorprendiendo.

Pero Netflix me ha dado un alegrón estrenando hace unos días la séptima temporada, con 19 episodios por delante. A mi parecer, esta serie tiene dos grandes méritos. Otras personas, con más conocimientos del tema que yo, simple consumidora de series, podrán darme o quitarme la razón, y alargar esa lista de méritos con observaciones en las que yo ni he caído:

1. Aunque todos los episodios tienen el mismo esquema: Raymond Reddington pone al FBI tras la pista de delincuentes que ellos ni saben que existen. Y además son delincuentes invisibles, pues sus crímenes han pasado por muertes naturales, accidentes, suicidios, etc., pasando desapercibidos hasta para el FBI, aunque  las víctimas hayan sido científicos y políticos de primera fila. A pesar de la repetición del esquema prácticamente en todos y cada uno de los episodios, la serie no cansa y siempre sorprende. Siempre hay un giro inesperado, y esos criminales asombrosos son atrapados a pesar de su genialidad.

2. El grupo de agentes del FBI que forman el núcleo principal del reparto son unos personajes que nos encantan: ese Cooper es el jefe que todos querríamos tener (comprensivo y flexible cuando es necesario), además de compañeros como Aram, tan tierno, Ressler, tan recto. Sin embargo, el personaje de la protagonista femenina no acaba de gustarme. Elizabeth me parece un personaje fallido, insegura, poco decidida, totalmente olvidable.



 

lunes, 28 de septiembre de 2020

Reinos de taifas


Que la gestión de los políticos en el asunto de la pandemia está siendo una cagada de proporciones colosales ya nadie se atreve a negarlo. Todo el mundo está descontento, cabreado y encolerizado, hasta el punto de desafiar abiertamente a la autoridad, enfrentándose a policías locales y hasta a anti-disturbios. Lo hemos visto en los informativos. Gente que soporta que los aporreen como si estuvieran defendiendo causas que compensara recibir golpes de porra, gente a la que ni las multas parecen importarles,  adultos a los que no le da vergüenza esgrimir delante de una cámara excusas que ni niños de guardería cuando los pillan a boca descubierta...., etc. Los políticos tampoco parecen muy contentos. He visto y oído en los informativos a la presidenta de la comunidad de Madrid quejarse continuamente de que a su comunidad se le exigen restricciones que no se aplican a otras. Me sorprende su queja. Deberían estar familiarizados  con la realidad, pública y notoria desde hace años, de que los españoles no somos iguales unos a otros. Que nuestras obligaciones, salarios, derechos y deberes dependen de algo que no hemos elegido ni podemos cambiar a voluntad: nuestro lugar de nacimiento.


Las diferencias que existen entre los sueldos de funcionarios que tienen idéntico puesto de trabajo se pueden comprobar por el simple procedimiento  de consultar las páginas web de algunos sindicatos. Aunque ya intuíamos esas diferencias, la comprobación exacta de las mismas, euro a euro, nos cabreó bastante, porque repugnan al más elemental sentido de la justicia.

Dos profesores con la misma antigüedad, el mismo horario de trabajo, las mismas responsabilidades y obligaciones, pueden llegar a tener en su sueldo una diferencia de 402 euros mensuales en concepto de complemento específico, que es el concepto donde se refugia mayormente esta desigualdad. Por el concepto del primer sexenio, la diferencia puede ser de 59 euros mensuales.


En el caso de los médicos las diferencias pueden ser todavía mayores. Las horas de guardia en hospital se pueden pagar a razón de 12’8 euros o a 23, según dónde estemos. En atención primaria la diferencia por horas de guardia es aún más grande. En razón del complemento por capitación (número de enfermos adscritos a un médico), las diferencias pueden llegar a ser de 10.000 euros anuales; el salario bruto de un médico que empieza puede variar de 28.735 a 53.609 euros, es decir, casi el doble; y el complemento de productividad variable va de 7.950 euros anuales en alguna comunidad a no existir en otras. Y el dinero no es lo único. Muchos médicos tienen más fácil trabajar en el extranjero que trasladarse entre diferentes comunidades españolas.

Volviendo a los profesores, trasladarse entre comunidades es casi "misión imposible", incluso sin que exista el impedimento de que te exijan hablar una lengua concreta.


En el caso de otros funcionarios se han detectado diferencias de sueldo de hasta un 50% entre comunidades. Hablando siempre, por supuesto, de personas que realizan el mismo trabajo, con la misma antigüedad y el mismo horario.


Si a esto le sumamos que algunos españoles tienen, además, enormes ventajas fiscales por ciertos privilegios que no tienen razón de existir en nuestros tiempos, nos encontramos con un panorama de tremenda arbitrariedad, que encima está fomentada y propiciada por el Estado.


Hay impuestos que en algunas comunidades no existen, o están muy reducidos, como el de sucesiones. Y donde existe se dan injustificables diferencias.


Además de causar estas diferencias entre unos españoles y otros, en un incomprensible ejercicio de desigualdad, las comunidades autónomas tienen un concepto muy diferente de lo que merece ayuda o subvención y lo que no. El lugar de residencia está causando grandes desigualdades e injusticias porque en algunas comunidades, por ejemplo, hay ayudas directas para excedencias por cuidado de hijos o para guardería, para familias numerosas o partos múltiples.


Hace años leí un informe muy detallado que demostraba que dentro de una misma ciudad los servicios de la sanidad pública, según barrios, oscile entre una calidad alta y el tercermundismo.


Si has nacido en el pueblo X, tendrás derecho a que la Seguridad Social te trate de tal o cual enfermedad, mientras que si vives en el pueblo Y, a sólo 20 km. del anterior, te tendrás que aguantar con tu padecimiento o buscar un médico privado. Según donde vivas tendrás a tu disposición tratamientos innovadores contra el cáncer (o no) o a diferentes pruebas de diagnostico (o no).


 Podrás circular por carreteras mucho mejores, o hacer una gestión ante la Administración se convertirá en algo mucho más costoso y complicado. ¿Quién sabe? Por no hablar de lo que aprenderán tus hijos en el colegio.


Esto no tiene ni pies ni cabeza.