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martes, 12 de noviembre de 2019

Momentos emocionantes

Cada viaje que he hecho me ha deparado al menos, un momento emocionante. De diversos tipos: gastronómicos, artísticos, paisajísticos, etc.... Voy a repasar algunos, inéditos hasta el momento. No temáis, no voy a insistir en los ya manidos: la impresión de ver el Taj Mahal a la luz de la luna, el cosquilleo de la adrenalina al colarme disfrazada con el normativo chador en una mezquita chiíta de un Bagdad todavía en guerra con Irán. Estos de hoy son nuevos. Nuevos en el blog, no en mi vida. Van de 1.998 a 2.009. Aclaro que su ordenación no responde a preferencias ni a cronología. Todos estos momentos tienen algo en común. En todos ellos pensé que disfrutar esos momentos sola era como un pecado mortal. No estar compartiéndolos con alguien me dolía porque sabía que no volvería a tener la oportunidad como el momento merecía.  

1. 2,009. Noruega. Recorro en barco el fiordo de los sueños (Sognefjord), el más largo y profundo de Noruega. Paramos a dormir en un hotel en la misma orilla del fiordo. Caso todo el mundo viaja en pareja o en familia. Yo voy sola. Cuando llego a la cabañita que me han asignado casi no puedo creer lo que veo. En la cabaña, hay cocina, con todo lujo de electrodomésticos, varios dormitorios. Me lanzo sobre la cama (enorme) del principal. Y eso no es nada. Sobre mi cabeza, en el techo, hay un lucernario. A través de los cristales noche y estrellas, miles de estrellas. Después de descansar un poco voy al edificio central, donde está el comedor para cenar. Y una nueva sorpresa. El comedor es un pentágono con paredes y techo de cristal, y una chimenea enorme en el centro. Ya en la cama, intento permanecer despierta todo el tiempo que pueda, mirando las estrellas. Y sólo puedo pensar en una cosa ¡Dios! ¿Por qué no estoy compartiendo esto con alguien?

2. 1.998. Guatemala. Recorriendo las ciudades coloniales del altiplano. Creo que fue en Antigua (fundada como Santiago de los Caballeros). El hotel es una antigua mansión colonial. Todo lo que me rodea es piedra y madera tallada. Es como retroceder al siglo XVIII. La decoración es muy cuidada. Muebles tallados, colores vivos, objetos que parecen rescatados de  un viaje en el tiempo. Y limpieza, mucha limpieza. Las mesas para comer están dispuestas alrededor de la galería columnada que rodea un patio completamente lleno de plantas. Los camareros están vestidos con trajes típicos, negros con detalles de mucho colorido en tejido tradicionales. Mientras uno de ellos me sirve un almuerzo exquisito, otro saca de sus jaulas unos papagayos o aves parecidas, de plumaje rojo, turquesa., amarillo y los coloca en unos aros metálicos distribuidos entre el follaje lleno de flores. Casi a mi lado, otro hombre, con el mismo atavío, comienza a tocar suavemente la marimba. Nunca había oído ese instrumento "en directo". Toca muy suavemente, de forma que la música no molesta. Suena casi como   las dulces cascadas de las fuentes de la Alhambra. Si estas se crean según el modelo persa de los "jardines del Paraíso", yo me encuentro en otro paraíso. Todo está pensado para estimular los cinco sentidos, todos al mismo tiempo. En alrededor de media hora se construye un puzzle de sensaciones insuperables. Un escenario perfecto.

  3. 2.006. Bulgaria. En la zona cercana a la frontera con Grecia se encuentra La Garganta del Diablo. Las leyendas de la mitología griega tienen mucha presencia en esta zona. Se supone que esta cueva es una de las entradas al inframundo, por la que entró Orfeo para tratar de recuperar a su amada Eurídice, muerta mientas ella trataba de huir de Aristeo el mismo día de su boda con Orfeo. En el interior de esta cueva hay una cascada de 40 metros de altura que resuena con un ruido atronador. Y la cascada ni es el único lugar impresionante de esta cueva.


martes, 10 de septiembre de 2019

205. Mi primera denuncia

Excelentísima Sra. Doña Leire Pajín, Ministra de Sanidad:

Animada por el estímulo recibido desde ese ministerio para denunciar conductas que impidan nuestra pacífica convivencia y consciente de que el principal problema que sufren los españoles es el nunca suficientemente denostado machismo (verdadero culpable del estado de pobreza e incluso miseria que sufre la cuarta parte de la población, amén del terrorismo, la contaminación, la corrupción política, la inseguridad ciudadana, el bajísimo nivel educativo y el colapso de la economía), me lanzo a poner mi granito de arena denunciando la última campaña publicitaria de la cadena de perfumerías Bodybell, perversa donde las haya.

Con motivo del Día del Padre han inundado sus escaparates con unos rótulos altamente insultantes y absolutamente discriminatorios para las mujeres. Venciendo mi natural repugnancia, ilustro esta denuncia con uno de ellos, para que sea evidente a todos la razón de mi indignación.

Evidentemente, una persona de la altura intelectual que usted posee no necesitará más explicaciones, pero como esta denuncia será recibida por algún subalterno suyo, que no tendrá su aguda inteligencia (de otra forma sería ministro de algo), condesciendo a aclarar el motivo de mi indignación.Es decir, según este cartelucho, mamá queda relegada a ese papel secundario, de adorno, que es ser primera dama, para el que no hay que tener más mérito que el haberse casado con el hombre adecuado. Un florero, vamos. Ni siquiera se plantea la posibilidad de que mamá sea Presidenta.Para colmo, se usan las palabras “papá” y “mamá”, en una evidente discriminación de cualquier otra forma de familia que no sea la obsoleta familia tradicional. Exijo que todo el peso de la ley caiga sobre los responsables de esta aberración.Rizando ya el rizo de lo execrable, los responsables de la campaña han creado una especie de concurso que se anuncia de la siguiente forma:

Comprendería que a estas alturas ya le hubiera estallado la aorta de la indignación, pero sé que los ministros están hechos de una pasta especial (en su caso pasta de harina refinada, es evidente). Por eso estoy segura de que todavía mantiene el pulso firme y serenamente convendrá conmigo que corromper las tiernas y maleables mentes infantiles con la perversa idea de que “papá” debería ser presidente es una conducta que tiene que ser duramente reprimida.

201. Libros de texto, ejecutivos imbéciles y otras zarandajas

Esta mañana se ha pasado por el Instituto un representante de una editorial y nos ha dejado un regalito a cada profesor. “Este año toca hacerle la pelota a los de Secundaria”, soltó el chico, con una sonrisa de oreja a oreja, mientras nos repartía unas cajitas de cartón muy cucas que contenían una cafetera italiana pequeñita, para una taza. Esto me ha recordado mi experiencia con una editorial, que os cuento a continuación, para que cuando se hable de libros de texto sepáis cómo se las gastan las editoriales.

Hace varios años me vinieron a buscar de una editorial dedicada sobre todo a libros de texto, aunque no únicamente (yo diría que la más importante de España en ese tema). Me propusieron escribir los textos para los cuatro cursos de ESO, y dije que no, porque a estas alturas de mi vida no estoy dispuesta a renunciar fácilmente a mi tiempo libre, y un proyecto como ese lleva una cantidad de horas de trabajo que nadie se puede imaginar. Porque, para que se sepa, lo que cobra el autor es una porquería. Cuando os quejéis del precio de los libros de texto, pensad que quien se forra es la editorial.

Hace varios años me vinieron a buscar de una editorial dedicada sobre todo a libros de texto, aunque no únicamente (yo diría que la más importante de España en ese tema). Me propusieron escribir los textos para los cuatro cursos de ESO, y dije que no, porque a estas alturas de mi vida no estoy dispuesta a renunciar fácilmente a mi tiempo libre, y un proyecto como ese lleva una cantidad de horas de trabajo que nadie se puede imaginar. Porque, para que se sepa, lo que cobra el autor es una porquería. Cuando os quejéis del precio de los libros de texto, pensad que quien se forra es la editorial.

Intentaron convencerme entonces con el anzuelo de ver mi nombre en la tapa de unos libros, a lo que contesté que mi cuota de vanidad estaba ya cubierta. Que ya había visto mi nombre en la tapa de varios libros, y no unos manualillos de ESO precisamente. Luego me tentaron con la historia de que así tendría por fin el libro de texto que siempre hubiera querido tener. Y fue eso lo que me convenció, porque nunca había encontrado el libro de texto perfecto.

El caso es que empecé a trabajar en el proyecto. Hubo muchos inconvenientes y retrasos. Cuando ya llevaba un tiempo cambiaron los currículos y tuve que rehacer muchos temas. A todo esto, ya llevaba bastante trabajo hecho y todavía no había firmado el contrato. Cuando éste llegó a mis manos vi con sorpresa que me habían mandado el mismo contrato que estaba hecho desde el principio, y que no se habían cambiado las fechas. Concretando, el contrato me llegó un 28 de diciembre (al principio creí que era una broma) y en él aparecían fechas de entrega de material que habían pasado ya hacía dos meses.

Llamé a la editorial para decirles que rehicieran el contrato con fechas nuevas y que me lo volvieran a enviar. Entonces me llamó uno de los jefazos y tuvo lugar la siguiente conversación:

– Que me han dicho que no quieres firmar el contrato que te han enviado. ¿Qué pasa?

– Pues que el contrato tiene unas fechas equivocadas, que han pasado ya hace meses.

– Pero eso no tiene ninguna importancia.

– ¿Cómo? ¿De verdad piensa usted que voy a firmar un contrato que me pone ipso facto en una situación de incumplimiento con ustedes?

– Pero háblame de tú, mujer (todo esto con un tono como si fuéramos amiguetes de toda la vida). Da igual las fechas que aparezcan en el contrato. ¡Cómo íbamos a usar eso en contra tuya!

– Pues me deja usted de piedra (yo insistiendo con el usted y recalcándolo mucho). O sea, que cuando ustedes firman un contrato no se sienten obligados a tomar en serio las fechas que aparecen en él. Pues creo que con esto acabo de decidir que no voy a firmar este contrato ni tampoco cualquier otro que me envíen, pongan las fechas que pongan.

– Ja, ja, ja. Hay que ver lo en serio que te tomas las cosas. Por cierto, me han comentado que te está saliendo un texto con demasiado nivel. Tú lo que tienes que hacer es como un tebeíto para subnormales (frase literal).

– Bueno, esto es el colmo. Haga usted el favor de ocuparse de que me paguen lo que he hecho hasta ahora, que no tenemos más que hablar.

Entonces el fulano tuvo que darse cuenta de que debía cambiar de táctica, y no insistió más en ese momento. Pero al día siguiente me estaba llamando otra de las jefas. Seguro que el imbécil era un machista de esos que piensan que “las mujeres entre ellas se entienden mejor”.

La tal se pasó un rato larguísimo haciéndome la pelota (nunca me habían hecho tanto la pelota, y debo reconocer que me lo pasé muy bien), y yo la dejé que soltara todo el rollo que llevaba preparado. Cuando llevaba media hora hablando sola como una loca (debió creer que yo estaba impresionada), hubo una corta conversación:

– Bueno, pues si ha terminado ya, la dejo, que en media hora tengo que dar una clase.

– Es que estas cosas no son para hablarlas por teléfono, si te parece bien pasado mañana puedo estar en Cádiz y comemos juntas (otra con el tuteo).

– Ufff, no, qué horror. Comprendo que ustedes no tienen más remedio que trabajar mientras comen, pero yo me niego a esas cosas. Además, no hay nada que hablar. Si su compañero le ha dicho que yo estaba dudosa o algo así, le ha dado una información muy inexacta. Lo resumiré en pocas palabras. Su comportamiento me ha demostrado que no son ustedes gente de fiar porque se toman a guasa lo que aparece en un contrato, yo no soy la persona que ustedes necesitan porque no escribo “tebeítos para subnormales” y, sinceramente, estoy ya aburrida de este tema. Como no tenemos ningún contrato firmado, no hay más que hablar. Adiós y buena suerte.

Así se las gastan en las editoriales (por lo menos con los autores de los libros de texto) y así consideran a los alumnos. Y, para colmo, encima creen que los profesores vamos a elegir sus textos por el hecho de que nos hagan un regalito.

197. Antes muerta que sensata

Para una choni, la tentación de enseñar muslo es demasiado grande. Y la de dar un golpe de melena, no digamos. Aunque se juegue la vida en ello
Por eso ya no sólo se puede ver a gente jugándose la vida a lo tonto, sino que además se agencian el atuendo más adecuado para ponérselo fácil al toro.

Que te podrán matar de una cornada, pero ¿y lo bonitos que pueden quedar esos muslos morenos en una camilla del depósito de cadáveres?

191. ¡Que alivio!

Chávez ha prometido que no gobernará más allá de 2019, y eso que se las ha arreglado para tener la posibilidad de un número ilimitado de mandatos. Eso sí, desde ya mismo puede asegurar que su reelección en 2012 es segura y también su triunfo en 2015 en las elecciones para renovar la Asamblea Nacional. Eso es tener visión de futuro y lo demás son cuentos. Los venezolanos que logren sobrevivir después de 2019 estarán felices.

El gobierno español nos va a permitir jubilarnos a los 65 años con el 100% de la pensión. Eso sí, será necesario haber cotizado 41 años. No os quejéis, vagos, el que no cotice la bobada de 41 años es porque es tan flojo que no se merece nada.

Alejandro Sanz ya puede dormir tranquilo en su mansión de Miami. También Miguel Bosé, Amenábar o Almodóvar. Pobrecitos míos, qué mal lo han pasado hasta la aprobación de la Ley Sinde,


Desmintiendo a las malintencionadas lenguas que sugerían que la Trini estaba hospitalizada por un esguince cervical después de un golpe de melena, podemos confirmar que está perfectamente. Es más, acaba de asegurarle a Hillary Clinton que el gobierno español apoya el cierre de Guantánamo. Menos mal. Dos años llevaba Obama sin poder cumplir su promesa electoral, hasta contar con la aprobación de Trini, y por fin la tiene. Ahora podrá contentar a sus votantes.


La pieza de platino iridiado que desde 1879 marca lo que es un kilo ha visto reducida su masa en unos 50 microgramos (equivalente al peso de un grano de arena de 0’4 milímetros) en los últimos 100 años. Eso quiere decir que, en realidad, peso algunos microgramos menos de lo que creía. ¡Y yo, tonta de mí, privándome de las patatas fritas!

Me siento tan aliviada por todas estas cuestiones, que me voy a dormir como un bebé.

viernes, 6 de septiembre de 2019

157. La Stupenda

Si, es muy raro que publique dos entradas en el mismo día, pero es que me acabo de enterar de que ha muerto Joan Sutherland. A la mayoría de la gente este nombre no le dirá nada. Era una señora australiana de 83 años que se retiró hace 20, pero fue la más grande cantante de ópera de la segunda mitad del siglo XX.
Con una técnica prodigiosa, se atrevió con todo. Al principio de su carrera se dedicó durante años a ópera barroca (Haendel, Purcell), pero de la misma forma bordaba una obra de Mozart, Verdi, Donizetti o Bellini. Nadie cantó como ella “Lucia di Lammermoor” y formando pareja con Alfredo Kraus en esta ópera no tuvieron rival durante 30 años. Y era capaz de abordar una obra de Puccini, aunque su voz no fuera la más adecuada para este autor, y hacerlo de forma magistral, a pesar de sus características.

Reconociendo que fue la Lucia perfecta, mi preferencia fue siempre su “Norma”. No tengo ni que oirla cantar esta ópera. Sólo pensar en cómo lo hacía ya me pone los vellos de punta.



Por suerte, crecí en una familia donde no era raro que sonara de fondo a menudo un disco de ópera. Mi abuelo se afeitaba (y como lo hacía a navaja tardaba un buen rato) oyendo “Cavalleria rusticana”. Por eso, desde muy joven tuve a mi alcance estupendas grabaciones y por eso, a pesar de que Sutherland se retiró cuando yo tenía 30 años, la he oído muchísimo. Tengo una fantástica grabación en vinilo de “Rigoletto”, donde canta con Pavarotti, Sherrill Milnes y Kiri te Kanawa que fue la responsable de que me fuera aficionando también a Verdi desde otras clases de ópera.



Habrá gente que se pregunte por qué, si fue tan genial como para que la llamaran “La Stupenda”, no oyó hablar nunca de ella y si de la Callas (1), por ejemplo. Es sencillo. Nunca fue habitual de las fiestas de la jet, no tuvo una vida escandalosa ni amantes multimillonarios. Sólo trabajo. Y cuando se retiró continuó dando clases magistrales y vinculada al mundo de la ópera de diversas formas. Nada de lucir por ahí su título de Dame (equivalente femenino de Sir) o dedicarse a alternar en ambientes que la hubieran recibido con los brazos abiertos.
Por una curiosa casualidad, esta mañana escribí un post con una de las últimas payasadas de Yoko Ono. Si esta mañana sentía vergüenza ajena al ver a una mujer tan mayor haciendo la idiota y a un puñado de imbéciles aplaudirla, ahora mismo, poniendo a su lado a “La Stupenda”, la caradura y vividora de la japonesa pierde incluso toda su dignidad personal.


Adiós a Dame Sutherland.



………………………………………
(1) Es conocida la anécdota de que la Callas, oyendo cantar a Joan Sutherland, dijo varias veces: “esto no es bueno”. Cuando le preguntaron por qué le parecía que Sutherland no estaba cantando bien, dijo “esto no es bueno, es demasiado bueno”.

miércoles, 4 de septiembre de 2019

129. Nómina sorpresa

Hace como tres semanas recibí una carta de la Consejería de Educación. Se me comunicaba que habían detectado algunos errores en nóminas pasadas, de hace más de seis meses, por cierto (muy espabilado y muy dinámico el descubridor del error. Es como para estar tranquila sobre quien maneja tu sueldo). En resumen, que allá por no sé cuándo se me habían pagado casi 200 euros más por un concepto, y en el mismo mes se me habían pagado 95 euros menos por otro. Y para regularizar la situación, se llevaría a cabo el ajuste pertinente en la nómina de octubre. Bien, me resigno a que en octubre mi sueldo será de unos 100 euros menos.

Hace un rato consulto mi nominilla en Internet. Antes te la enviaban a casa pero ahora, para ahorrar papel y ser buenos y ecológicos, te la tienes que descargar en un documento pdf. O sea, que papel se gasta el mismo, pero en vez de gastarlo ellos lo gastas tú.

Cuando veo la cifra del líquido a cobrar abro y cierro los ojos varias veces seguidas, por si me estaban bailando los números. Esperaba cobrar 100 euros menos y resulta que este mes voy a cobrar 900 euros más. No es ningún error. Efectivamente, me han descontado los 100 euros, pero al mismo tiempo me han pagado unos 1000 euros de atrasos de los que no estaba avisada. No me asombro demasiado, porque con esta gente ya estoy curada de espanto (véase mi post Calvario burocrático).

Me pregunto: ¿Qué trabajo les costaba, al mismo tiempo que me avisaban de una cosa, avisarme también de la otra? ¿Qué placer perverso sacarán de tener a una persona dándole vueltas al tema de que al mes siguiente vas a tener 100 euros menos, cuando en realidad vas a tener 900 euros más? En mi caso no representaba un problema, pero en algunas familias, que van muy ajustadas con los gastos fijos mensuales, habrán estado tres semanas haciendo cálculos de por dónde podrían evitar gastar esos 100 euros. ¿Hay que ser un sádico para trabajar en el departamento de nóminas de la Delegación?

En fin, que al final ha sido una alegría inesperada. Tanto, que no he podido evitar encargar una tarta de chocolate y frambuesa para recogerla a la hora de la comida, cuando regrese a casa. Lo malo es que en otra ocasión lo mismo me toca el caso contrario.

martes, 3 de septiembre de 2019

104. Extraños en Bombay

Hace ya muchos años que aprendí a no creerme (ni a creernos) el centro de todas las cosas. Esa tendencia que tenemos frente a otras culturas de creernos superiores en nuestras diferencias y demás, desapareció viaje a viaje, continente a continente.

Una de las formas más divertidas de este aprendizaje ocurrió en 1985, en mi primer viaje a la India. Para ese momento yo ya había viajado a Italia, Grecia, Inglaterra y Egipto, pero a ningún lugar tan exótico como la India.

Después de una noche en tren y un interminable viaje en avión, pasando por Frankfurt y Nueva Delhi, llegamos a Bombay. Además del cansancio, nuestros cuerpos y mentes sufrían del típico jet-lag, y todavía nos quedaba lo peor. No teníamos tiempo de descansar porque había que aprovechar las mareas para ir a la isla Elefanta a ver unos templos excavados en la roca. De modo que nos llevaron directamente del aeropuerto al puerto de Bombay. Delante del impresionante monumento, la “Puerta de la India”, nos soltaron con la advertencia de que no nos separáramos para no perdernos entre aquella masa de gente.

No estábamos preparados para contemplar lo que se desarrollaba delante de nuestros ojos. Una multitud que se movía sin parar a nuestro alrededor, esquivándonos con habilidad, todas las mujeres vestidas con saris y los hombres con dhotis, el traje típico de un blanco deslumbrante, un conjunto de colores en las vestimentas de ellas y en los turbantes de los hombres que nos hacía pensar que estábamos mirando por un caleidoscopio, las flores amarillas, naranja y rosa que adornaban las trenzas negrísimas de niñas y jóvenes, el bullicio… No era raro cruzarse con señores muy mayores que llevaban con la mayor naturalidad turbantes rojos, naranjas, rosa fucsia… Estábamos como alelados. En medio de aquel maremágnum, en medio de aquella masa que parecía saber perfectamente a dónde se dirigía, el grupito de europeos pálidos y boquiabiertos, vestidos con nuestros vaqueros o chinos de color beige y verdoso, y con nuestras camisetas blancas de algodón, era como una isla. Sin decir nada, todos pensábamos ¡qué exótico es todo!

De pronto, se nos acerca una parejita joven y nos explican en un inglés bastante decente que eran de un pueblecito pequeño y que estaban de viaje de novios. Él llevaba una cámara de fotos en la mano y pensamos que nos iban a pedir que les hiciéramos una a los dos juntos. Pero resultó que lo que nos pedían era permiso para hacernos una foto a nosotros. Entonces nos dimos cuenta de que los exóticos, los raros, los extraños éramos nosotros. Por supuesto, nos agrupamos y sacamos nuestras sonrisas para aquella foto, pensando en el momento en que aquella pareja volviera a su pueblo y la enseñara a sus asombrados amigos y parientes, con el comentario de “¡Mirad qué gente tan rara se puede ver en la ciudad!”

Desde entonces, todos tuvimos muy claro que eso del exotismo y la rareza era muy relativo. Y nunca más nos volvimos a sentir el centro de nada.

sábado, 31 de agosto de 2019

56. El escarabajo Sísifo, q.e.p.d.

Desde mi época del Museo estoy en la lista de personas a las que la Consejería de Cultura envía invitaciones para todos los eventos que organiza, de forma que constantemente me llegan invitaciones para presentaciones de libros, inauguraciones de exposiciones, ciclos de conferencias, etc. La mayoría de estos actos se celebran por la mañana en días laborables, lo que me causa bastante envidia, porque eso supone que las personas que asisten obligatoriamente a todos estos eventos tienen un trabajo que pueden abandonar sin problemas para pasearse por estos lugares.

Dejando de lado los actos que se celebran por la mañana (me imagino la cara que puede poner mi jefe de estudios si le anunciara que no voy a ir a clase para asistir a la inauguración de una exposición, por mucho entusiasmo con que requiera mi presencia la Consejera de Cultura), hay otro grupo de actividades que son inmediatamente descartadas por la ausencia de interés por mi parte. Al final, quedan muy poquitas cosas. A veces me veo comprometida a asistir por amistad con alguien, como me ocurrió con una conferencia hace varias semanas.

El caso es que me vi, sin mucho entusiasmo, en un bonito salón de actos, acompañada por una amiga a la que me costó bastante convencer, sentadas ambas junto al pasillo, lo más cerca posible de la puerta, por si acaso la charla se nos hacía tan pesada que decidíamos marcharnos a la mitad. Como era de prever, a los diez minutos la mente de ambas viajaba a miles de kilómetros de distancia, totalmente descolgada del tema que se exponía (más cercano al tema de la creación de empresas que a otra cosa). Debo decir, en nuestro descargo, que a mucha gente le pasaba lo mismo, y a nuestro alrededor unas cuantas personas jugaban con su teléfono móvil.

   De repente, Isabel me da un codazo y me señala hacia el suelo. Un escarabajo empujaba trabajosamente una gran bola de pelusas. A partir de ese momento las dos nos olvidamos totalmente de la conferencia y nos dedicamos a seguir las evoluciones del bicho. En seguida le pusimos nombre, porque nos recordaba al pobre Sísifo empujando la piedra por la ladera de la montaña. Y en seguida nos dimos cuenta también de que Sísifo parecía haber perdido el norte. Lo mismo avanzaba unos pasitos hacia la puerta, que inmediatamente giraba hacia la derecha y avanzaba otro poco más, para hacer un giro de 45 grados y seguir un ratito más antes de volver sobre sus pasos de nuevo. Estuvo por lo menos media hora sin parar, pero sin salir de un metro cuadrado.

No sé si la pelota de pelusas pesaba mucho: el tamaño era enorme, pero parecía poco densa. No sé si el pobre Sísifo no tenía fuerzas suficientes: me declaro completamente incapaz de distinguir un escarabajo mozuelo de otro de la tercera edad. El caso es que daban ganas de echarle una mano. Isabel y yo nos planteamos ayudarlo un poquito, cogiéndolo con el tríptico de cartulina que nos habían dado y trasladándolo con su bola. Pero ¿hacia dónde quería ir Sísifo en realidad? Su trayectoria errática nos despistaba totalmente. Hubiera sido una faena que, queriendo ayudar, lo depositáramos lejos de su destino.

Y, de repente, la tragedia. Una señora gorda que estaba sentada por delante se levanta y se dirige hacia la salida. Isabel y yo vimos como la trayectoria de la señora iba a entrar en colisión con Sísifo sin remedio. Sin hacer ruido, nuestro cerebro gritaba “¡No! ¡No! ¡Noooooo!”. Las dos nos agarramos de la mano y nuestros dedos crispados demostraban que no confiábamos en absoluto en la supervivencia de Sísifo después del encontronazo.


La señora pisó a Sísifo, produciendo ese ruido tan característico. Ella ni se dio cuenta. Isabel y yo no nos atrevíamos a mirar al suelo, y fijamos nuestra vista obstinadamente en el conferenciante, que de habernos tenido más cerca seguramente se hubiera emocionado ante la perspectiva de que su documentada conferencia nos produjera un efecto tan intenso como para explicar los lagrimones que asomaban a nuestros ojos.


Al final, miramos. Esperábamos encontrarnos con una masa amorfa y asombrosamente descubrimos que Sísifo todavía estaba vivo. Se movía trabajosamente, arrastrando las tripas por el suelo, sin interés ya en la bola de pelusas. Pero aquello no tenía buena pinta, por lo que decidimos aplicarle la eutanasia para que dejara de sufrir. Entonces comenzó un rato de discusión, a ver cuál de las dos le arreaba el pisotón de gracia. Como Isabel era la que estaba sentada en el lado del pasillo, yo argumentaba que ella era la indicada, pues yo debería levantarme y se notaría más, mientras que ella no tendría ni siquiera que levantarse. Isabel contraatacaba diciendo que igualmente raro se vería que de pronto una pierna sola se proyectara sobre el pasillo. En esto atenuaron las luces de la sala para proyectar unos gráficos. ¡Ahora o nunca!, nos dijimos. Cogimos rápidamente nuestras cosas y nos fuimos hacia la puerta, eutanasiando de paso a Sísifo sin que se notara mucho.


Hay que ver las cosas que te ves obligada a hacer sólo por estar en una lista de protocolo.