jueves, 14 de octubre de 2021

Un programa de televisión para el recuerdo

 


Hace ya casi dos años escribí sobre mi primer programa de televisión. Hoy escribo sobre el rato de televisión más memorable que recuerdo. Era un domingo por la mañana. A esa hora no se veía televisión en mi casa normalmente. Ni teníamos televisión por cable. Podías escoger entre la primera o la segunda cadena, eso era todo. Yo era entonces una niña, eso seguro. Si puse la televisión probablemente fue porque ya tenía la tarea hecha y no tenía nada para leer que eran por entonces mis primeras opciones. Puse la segunda cadena y quedé atrapada por una música. Por entonces ponían en ese canal un programa dedicado al baile, cuyo nombre no recuerdo, en todos sus tipos (clásico, flamenco, regional....). A mi me gustaba el baile, iba a clases de baile y me quedé viendo el programa.

Para que conste, aquí va una foto de la primera vez que bailé en público, en el teatro de verano que había en el Parque Genovés. Bailé un baile popular tirolés aprendido en un grupo en el que estaban algunas de mis amigas y compañeras del colegio. 

Pero lo que vi en televisión estaba en el otro extremo de la escala: una representación en diferido del ballet Romeo y Julieta de Prokofiev en el Covent Garden de Londres, con Rudolf Nureiev y Margot Fonteyn en los papeles principales con el Royal Ballet.

Rudolf Nureiev y Margot Fonteyn han sido probablemente la mejor pareja de ballet de la historia. Él era un veinteañero que acababa de desertar en París y ella tenía 43 años (y representaba un personaje que se supone que tiene 15 años) y todo su entorno le decía que debía ir pensando en retirarse, pero después de aquella actuación sus perspectivas cambiaron y siguió bailando unos años más (increíblemente se retiró con más de 50 años, manteniendo el nivel que la hizo famosa), formando pareja con él siempre que los productores conseguían juntarlos, dando lugar a momentos dignos de un record Guinness. En una ocasión, en Viena, tuvieron que salir a saludar ¡89 veces! Pero dejemos a Margot, que aunque era famosísima, por algo sería, está claro, pero a mi no me transmitía. A mi quien me dejó K. O. fue Rudolf Nureiev. Primero su rostro: aquellos ojos, esas cejas, aquellos pómulos. Había algo animal en él, como de una pantera. Y ese cuerpo, con el que hacía cosas imposibles. A partir de entonces vi cada documental, película, actuación y entrevista a los que tuve acceso. Y me fui enterando de los detalles de su vida. Era tártaro. Normal, para tener esos rasgos increíbles había que ser tártaro, como poco. Transmitieron el ballet completo. La producción fue maravillosa el vestuario era espectacular y la coreografía, inolvidable. Recuerdo aquel programa como lo más hermoso que he visto en televisión. Desde entonces, cada vez que he ido a Londres (y he ido seis veces), he buscado en tiendas especializadas en música una grabación de aquella representación. Y nada. Me parece imposible que no exista a la venta.

He sabido que próximamente habrá de nuevo en televisión española un programa dedicado al baile. Lo espero con impaciencia.