sábado, 31 de agosto de 2019

58. Paridad de paridades, todo es paridad




Claro que en esto de la paridad siempre se puede ir más allá. El Instituto Andaluz de la Mujer ha elaborado un manual titulado “Nuevas formas de jugar”, en el que se reelaboran las reglas de los juegos tradicionales, para conseguir la paridad de sexo en los juegos de los escolares. El manual se ha enviado a cientos de centros de Primaria, Secundaria y Bachillerato. Esto último ya me ha dejado un poco petrificada. Nuestros políticos deben vivir en los mundos de Yupi si piensan que los estudiantes de ESO y Bachillerato juegan a la gallina ciega o a pase misí.

Vamos al meollo de la cuestión. Y para que no se piense que exagero, quien quiera puede descargarse el manual en pdf y comprobar personalmente todo lo que cuento. Eso sí, como no me gustaría que os entraran ganas de vomitar, os puedo ahorrar toda la bazofia políticamente correcta e imbeciloide contando lo fundamental.

En el manual se explica como “transformar” once juegos, desde la gallina ciega a la carrera de sacos o el juego de la silla. Prácticamente en todos ellos se indica que se elimina la posibilidad de que alguien gane. No debe haber ganadores. Por ejemplo, en el juego de la silla no se elimina a nadie. Todos siguen jugando hasta el final.

Todo debe ser a base de parejas de chico y chica. En las carreras de sacos deben ir dos en cada saco, en la comba deben saltar a la vez niño y niña. Increíble pero cierto.

No puede haber líderes. Cuando sea necesaria una actuación individual, deben ir alternándose chico y chica. En el juego de las palabras encadenadas hay que lograr que las palabras elegidas por los participantes sean tales que “hagan visibles a las mujeres”. Y así todo.

Luego, por supuesto, hay que hacer una especie de terapia de grupo con los niños, que tienen que explicar cómo se han sentido, y preguntarles qué versión del juego prefieren. Por supuesto, en caso de que los chicos o las chicas expresen que prefieren jugar como antes, o que les gusta ganar, hay que hacerles comprender que son unos monstruos que no tienen sitio en nuestra perfecta y paritaria sociedad.

Por último, hay unas fichas para evaluar todo: desde reflexionar si el nombre tradicional del juego incita a que participen en él sólo niños o sólo niñas (el siguiente paso será cambiarle el nombre, supongo), hasta analizar si las niñas visten ropas adecuadas para ciertos juegos (proscribiendo a continuación los trajecitos y cambiándoles las sandalias por botas de futbolista, por ejemplo). Hay que identificar quiénes oponen más resistencia a participar en el juego, para doblegarlos convenientemente; disolver los grupos de amigos y de amigas, y forzarlos a mezclarse; “trabajar sobre sus emociones y afectos”…

En fin, el manual es un aterrador libro de instrucciones de cómo imponer una ideología en los niños, a los que se llega a culpabilizar por el hecho de querer competir, ganar en un juego o estar con amigos del mismo sexo.

Mientras tanto, los auténticos problemas de Andalucía no parecen preocupar a nadie. Aunque, pensándolo bien, los auténticos problemas de Andalucía son sus políticos. Y políticas.

57. Ponga un síndrome en su vida (2)

Estaba yo la mar de satisfecha porque, después de muchos meses, había logrado cambiar de médico. En lugar de la que tenía desde hace años y con la que me sentía muy mal atendida, había logrado cambiarme a otro que es conocido de la familia desde hace muchos años, y estaba convencida de que me atendería mucho mejor.

Pero he aquí que hoy un amigo me cuenta que existe el llamado “síndrome del recomendado”. Consiste en que cuánta más relación de amistad o parentesco existe entre el médico y el paciente, más posibilidades hay de que aquél meta la pata. Basta que te quieras esmerar con una persona para que las cosas se tuerzan.

En fin, que cuando mi nuevo médico me recete algo le preguntaré si se lo recetaría también a su mayor enemigo. Y si me dice que sí, entonces me quedaré tranquila.

56. El escarabajo Sísifo, q.e.p.d.

Desde mi época del Museo estoy en la lista de personas a las que la Consejería de Cultura envía invitaciones para todos los eventos que organiza, de forma que constantemente me llegan invitaciones para presentaciones de libros, inauguraciones de exposiciones, ciclos de conferencias, etc. La mayoría de estos actos se celebran por la mañana en días laborables, lo que me causa bastante envidia, porque eso supone que las personas que asisten obligatoriamente a todos estos eventos tienen un trabajo que pueden abandonar sin problemas para pasearse por estos lugares.

Dejando de lado los actos que se celebran por la mañana (me imagino la cara que puede poner mi jefe de estudios si le anunciara que no voy a ir a clase para asistir a la inauguración de una exposición, por mucho entusiasmo con que requiera mi presencia la Consejera de Cultura), hay otro grupo de actividades que son inmediatamente descartadas por la ausencia de interés por mi parte. Al final, quedan muy poquitas cosas. A veces me veo comprometida a asistir por amistad con alguien, como me ocurrió con una conferencia hace varias semanas.

El caso es que me vi, sin mucho entusiasmo, en un bonito salón de actos, acompañada por una amiga a la que me costó bastante convencer, sentadas ambas junto al pasillo, lo más cerca posible de la puerta, por si acaso la charla se nos hacía tan pesada que decidíamos marcharnos a la mitad. Como era de prever, a los diez minutos la mente de ambas viajaba a miles de kilómetros de distancia, totalmente descolgada del tema que se exponía (más cercano al tema de la creación de empresas que a otra cosa). Debo decir, en nuestro descargo, que a mucha gente le pasaba lo mismo, y a nuestro alrededor unas cuantas personas jugaban con su teléfono móvil.

   De repente, Isabel me da un codazo y me señala hacia el suelo. Un escarabajo empujaba trabajosamente una gran bola de pelusas. A partir de ese momento las dos nos olvidamos totalmente de la conferencia y nos dedicamos a seguir las evoluciones del bicho. En seguida le pusimos nombre, porque nos recordaba al pobre Sísifo empujando la piedra por la ladera de la montaña. Y en seguida nos dimos cuenta también de que Sísifo parecía haber perdido el norte. Lo mismo avanzaba unos pasitos hacia la puerta, que inmediatamente giraba hacia la derecha y avanzaba otro poco más, para hacer un giro de 45 grados y seguir un ratito más antes de volver sobre sus pasos de nuevo. Estuvo por lo menos media hora sin parar, pero sin salir de un metro cuadrado.

No sé si la pelota de pelusas pesaba mucho: el tamaño era enorme, pero parecía poco densa. No sé si el pobre Sísifo no tenía fuerzas suficientes: me declaro completamente incapaz de distinguir un escarabajo mozuelo de otro de la tercera edad. El caso es que daban ganas de echarle una mano. Isabel y yo nos planteamos ayudarlo un poquito, cogiéndolo con el tríptico de cartulina que nos habían dado y trasladándolo con su bola. Pero ¿hacia dónde quería ir Sísifo en realidad? Su trayectoria errática nos despistaba totalmente. Hubiera sido una faena que, queriendo ayudar, lo depositáramos lejos de su destino.

Y, de repente, la tragedia. Una señora gorda que estaba sentada por delante se levanta y se dirige hacia la salida. Isabel y yo vimos como la trayectoria de la señora iba a entrar en colisión con Sísifo sin remedio. Sin hacer ruido, nuestro cerebro gritaba “¡No! ¡No! ¡Noooooo!”. Las dos nos agarramos de la mano y nuestros dedos crispados demostraban que no confiábamos en absoluto en la supervivencia de Sísifo después del encontronazo.


La señora pisó a Sísifo, produciendo ese ruido tan característico. Ella ni se dio cuenta. Isabel y yo no nos atrevíamos a mirar al suelo, y fijamos nuestra vista obstinadamente en el conferenciante, que de habernos tenido más cerca seguramente se hubiera emocionado ante la perspectiva de que su documentada conferencia nos produjera un efecto tan intenso como para explicar los lagrimones que asomaban a nuestros ojos.


Al final, miramos. Esperábamos encontrarnos con una masa amorfa y asombrosamente descubrimos que Sísifo todavía estaba vivo. Se movía trabajosamente, arrastrando las tripas por el suelo, sin interés ya en la bola de pelusas. Pero aquello no tenía buena pinta, por lo que decidimos aplicarle la eutanasia para que dejara de sufrir. Entonces comenzó un rato de discusión, a ver cuál de las dos le arreaba el pisotón de gracia. Como Isabel era la que estaba sentada en el lado del pasillo, yo argumentaba que ella era la indicada, pues yo debería levantarme y se notaría más, mientras que ella no tendría ni siquiera que levantarse. Isabel contraatacaba diciendo que igualmente raro se vería que de pronto una pierna sola se proyectara sobre el pasillo. En esto atenuaron las luces de la sala para proyectar unos gráficos. ¡Ahora o nunca!, nos dijimos. Cogimos rápidamente nuestras cosas y nos fuimos hacia la puerta, eutanasiando de paso a Sísifo sin que se notara mucho.


Hay que ver las cosas que te ves obligada a hacer sólo por estar en una lista de protocolo.

55. Chunda, chunda, tachunda, chunda, chunda

Parece ser que no todo está perdido, afortunadamente. Entre la gente normal, que no entre los que dirigen ciertos cotarros, hay más sentido común de lo que parece. O por lo menos eso es lo que se desprende de la lectura de los numerosísimos mensajes en foros y de los artículos de prácticamente todos los diarios digitales sobre la memez de la letra que le quieren poner a la Marcha Real.


Es, desde luego, muy significativo que los más (y parece ser que los únicos) empeñados en este asunto sean el COE y la SGAE. Que yo me haya enterado, nadie más apoya esta iniciativa. Los primeros porque piensan (por decir algo) que los deportistas españoles se encuentran en verdadera inferioridad ante otros países al no poder mascullar algunas palabras mientras suena la Marcha Real al inicio de las competiciones internacionales. Y los segundos porque sus posibilidades de trinque se multiplican por millones. Cada vez que suene, a cobrar, aunque sea en una convención de sordomudos y no lo cante nadie.

   En cuanto a los deportistas, teniendo en cuenta la fluidez verbal que demuestra la mayoría de ellos cada vez que les ponen un micrófono delante, dudo mucho que sean capaces de aprenderse las cuatro frases, así que al final me temo que todo este esfuerzo será para nada. Por otro lado, me parece que justificar la necesidad por ellos supone darles a estas criaturas una importancia excesiva si tenemos en cuenta que estamos hablando de uno de los símbolos de la nación. Como si el himno sólo existiera para usarlo en las competiciones deportivas. De aquí a nada puede salir un diseñador exigiendo que se cambien los colores de la bandera porque quedan muy horteras en la equipación de los deportistas españoles, sustituyendo el rojo y el amarillo por algo así como “blanco roto”, “azul genciana” y “tierra de Siena”, combinación mucho más entonada y “cool”. Y para las ocasiones extraordinarias se podría sustituir el escudo bordado o estampado por cristales de Swarosky. Si Carmen Calvo continuara siendo menistra de Kultura, eso ya se hubiera hecho, por supuesto, encargándolo a un diseñador español, las cosas como son.

Volvamos al himno. La letra (llamemos piadosamente eso a las cuatro frases que la componen) no se acomoda a la música ni con calzador: particularmente la cuarta frase no hay quien la encaje, incluso pronunciando democracía, con acento en la “i”. Es una cursilada, con sus verdes valles y su cielo azul. Una simpleza. Da miedo pensar cómo serían las siete mil propuestas restantes, si esta ha sido la ganadora. Y la opinión general es que si se cambiara la palabra España por Ghana daría lo mismo, porque no hay nada en la letra que parezca identificar a la nación de la que se habla. Casi todo el mundo está de acuerdo en dos cosas. Por una parte en que la letra es horrible. Por otra, que eso no se arreglaría con otra letra, pues la realidad es que al himno no le hace falta letra alguna. Por lo menos, hasta el momento en que los deportistas (sobre todo futbolistas) han hablado del profundo trauma que tienen a causa de esta carencia (será por eso por lo que la selección española no gana nunca), a nadie le preocupaba la ausencia de letra.

Pero en este país que sobrevalora ciertas capacidades mientras menosprecia otras, una deportista ya ha anunciado, en una especie de golpe de estado, que la nueva letra será repartida en los asientos del estadio de La Rosaleda el 6 de febrero, en el partido de fútbol España-Francia. «Esté o no aprobada por las Cortes, si una persona decide o cree oportuno cantar esta letra, la puede cantar. Eso no hay nada que lo pueda impedir». Y me temo que el pueblo soberano, mal informado y en la creencia errónea tan habitual de la supuesta superioridad moral de algunas personas sólo porque sean deportistas, puede creer que eso ya cuenta con respaldo oficial.

A ver, Teresa Zabel, que tendrás muchas medallas pero como la mayoría de tus colegas no comprendes el vocabulario básico del castellano: la Marcha Real es una marcha, como su propio nombre indica (me siento como en “Barrio Sésamo”). Es decir, “pieza de música, de ritmo muy determinado, destinada a indicar el paso reglamentario de la tropa, o de un numeroso cortejo en ciertas solemnidades”. No es algo para cantar, sino para marcar el paso. Podemos plantearnos cambiar el actual himno nacional por otra composición que no sea una marcha, pero ponerle letra a una marcha es como usar una estantería para sentarse. Posible, pero estúpido.

De momento, casi todos los políticos están en contra. Llamazares dice que es casi un plagio de la que escribió Pemán. Catalanes y vascos dicen que ellos ya tienen sus himnos y que nadie espere que esto lo canten o se lo aprendan. Chaves ha dicho que la letra es vulgar y sin imaginación. Rajoy y la vicepresidenta, que España es un país muy complejo y que por eso tendrían que ser las Cortes las que aprobaran la posible letra, y no quienes lo han hecho. Vamos, lo que faltaba. En vísperas de elecciones otro debate político para calentar el ambientillo.

Actualización: El presidente del COE, uno de los promotores de la cosa, hace declaraciones contradictorias en menos de una semana. Primero dice que el apoyo popular a la letra elegida ha sido tan grande que eso le indica que han estado acertados. A continuación, anuncia que aquí no ha pasado nada, que el señor parado de 50 años de un pueblo de Guadalajara puede volver al anonimato, que nos podemos olvidar de la letra y que se suspende la gala donde Plácido Domingo iba a cantar el himno. Ejemplo de coherencia y de lógica aplastante donde los haya.

54. Adrenalina

Han suspendido el rally Lisboa-Dakar. Mientras me dispongo a leer la noticia, me digo que por fín hay alguien con sentido común en esa pandilla de pijos descerebrados. Sólo me queda averiguar quién ha sido.

Pues no, no han sido los participantes, que al fin y al cabo llevan incrustada en las meninges la idea de que la vida sólo merece la pena si pones todo de tu parte para tener el 95% de posibilidades de acabarla bruscamente antes de lo normal. Por el contrario, todos declaran estar muy entristecidos por la decisión. Ahora, para paliar el aburrimiento y la insufrible monotonía que les amenaza durante todo el año, van a tener que subirse a un campanario de un pueblo de la España profunda y tirarse de cabeza mientras los mozos del pueblo intentan acertarles con sus escopetas de caza.

Tampoco ha sido la organización, cansada de críticas o simplemente preocupada por la posibilidad de que los participantes corran un riesgo extremo. Han sido las aseguradoras. El peligro de atentado terrorista es tan alto que sería un mal negocio. Al final no ha sido el sentido común, sino el dinero, el que ha dejado en casa a todos esos “héroes”.

Y es que eso del sentido común no podía ser, ¡cómo se me había ocurrido! Si nos vamos en masa al Caribe en plena época de huracanes, para después poner como chupa de dómine a las agencias que nos vendieron el viaje o al gobierno español, que no envió a dos docenas de aviones del ejército para evacuar a los cientos de gilipollas españoles que se empeñaron en hacer oídos sordos a las recomendaciones. Si, cuando en una estación de esquí se anuncia un alto riesgo de aludes, unos cuantos esquiadores se pasan por el forro la prohibición de salirse de las pistas para después poder contárselo a los amigos justificándolo encima con “su necesidad de adrenalina”, como si fuera un medicamento prescrito por el médico. Si nos echamos a la montaña pertrechados con el equipo de escalada de la Señorita Pepis, sin haber estudiado la ruta y sus dificultades, sin estar en forma o sin haber consultado siquiera el parte meteorológico. Si nos internamos alegremente en cuevas que son una trampa mortal, a forzar sifones o lo que se encarte. No importa que luego unos guardias civiles que ganan una miseria se tengan que jugar la vida en rescates peligrosísimos, o que a las arcas públicas les cueste varias decenas de miles de euros sacarnos del apuro.

Y cuando al imbécil de turno lo están metiendo en una ambulancia, todavía tiene morro para pararse un segundo delante de la cámara del telediario y declarar que en cuanto le den el alta lo vuelve a intentar, aunque sea sólo para “honrar la memoria de su compañero Luis Enrique”, que ha salido ya en una ambulancia anterior directamente a la morgue, porque va fiambre. Mientras tanto, a su alrededor, los setenta especialistas y voluntarios que se han pasado las últimas treinta y seis horas tratando de rescatar su miserable pellejo murmuran juramentos en arameo.

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Actualización: Leo en un periódico del lunes 7 que el Tribunal Supremo ha rechazado que se indemnice a un hombre que había metido un brazo en una jaula donde había tigres de Bengala, con el resultado de que uno de los tigres le arrancó la extremidad. El fulano, que ni era cuidador de los tigres ni estaba haciendo un trabajo que alguien le hubiera encargado, no sólo había demandado al circo, sino también al Ayuntamiento de Vall d’Uxo. La sentencia considera que la causa del accidente se encuentra “en la propia conducta” del hombre, quien, “consciente y deliberadamente”, asumió el riesgo que implicaba una acción “que se revela carente de toda prudencia” y un resultado “previsible y claramente evitable”. A este héroe le ha salido el tiro por la culata. (Johnny, hubiera estado bonito que en vez de un tigre hubiera sido un pelícano, pero no ha podido ser).

53. Lo que le pido a los Reyes Magos


Anoche soñé que estaba en Londres. Aunque haya visto lugares y monumentos tan impresionantes que no tengo palabras para describirlos, como ciudad en conjunto, Londres es mi preferida.

Cuando me desperté me di cuenta de que hubiera dado cualquier cosa por estar en Londres en ese momento. He estado allí seis veces, ocho días cada vez. En diferentes épocas del año: en Navidad, con nieve y una preciosa decoración que adorna las calles del centro; en primavera, cuando, ante un pequeñísimo rayito que se abre paso entre las nubes, la gente sonríe y vuelve la cara buscando el sol; en verano, cuando, a pesar de todo, te puede sorprender un chaparrón imprevisto.


Pensando en lo que estaría haciendo si estuviera allí me di cuenta de que, aunque en épocas navideñas siempre digo que no soy de ritos, cada vez que viajo a Londres tengo mis ritos. Cada vez me acerco a Fortnum & Mason, en Picadilly, a darme un caprichito en forma de mermelada o conserva super sofisticada, admirándome cada vez de que me atienda un señor vestido con chaqué. Ya que estoy allí aprovecho para tomarme en la barra de la cafetería un riquísimo “pie” de riñones. Cada vez voy a la Abadía de Westminster, a ver las tumbas y los memoriales de Haendel, Chaucer, Dickens o Shakespeare. Cada vez me acerco a Trafalgar Square y entro en la pequeña iglesia de St. Martin in the Fields, a ver si pillo un ensayo de la orquesta barroca que tiene su sede en esta iglesia. Si tengo suerte, me siento en un banco y me quedo escuchando como una media hora. La iglesia suele estar llena de gente como yo, que escucha respetuosamente en un silencio absoluto Y cada vez, nada más llegar y dejar las maletas en el hotel (que siempre es el mismo, en Oxford Street, justo delante de Marble Arch y Hyde Park), salgo a dar el mismo paseo: Oxford Street, Regent Street, Haymarket, Trafalgar Square y Whitehall, hasta llegar al Parlamento. Siempre exactamente el mismo paseo. Así que lo reconozco: yo también tengo mis ritos.


En fin, que ya he decidido lo que le pido a los Reyes: ¡Quiero irme a Londres ya!









52. Lo de todos los años

En días como hoy lo que procede es hacerse una lista de propósitos para el nuevo año en la que implícitamente reconocemos que hasta el momento hemos sido unos desastres, porque no hemos hecho casi nada de lo que debíamos hacer.

Yo, qué queréis que os diga, me niego a hacer ningún propósito de ese tipo. O, por el contrario, me voy a hacer un montón de propósitos, a saber:

Voy a seguir fumando exactamente como ahora (bastante poco, es cierto, pero porque es lo que me apetece, no porque me esté coartando en ese sentido); seguiré dando rienda suelta a mis otras adicciones (chocolate y coca-cola); seguiré apañándome con el poquillo inglés que sé, sin ninguna intención de aprender más; no pienso ir a ningún gimnasio, ni practicar ningún deporte, ni comer fruta. Continuaré bajándome pelis, canciones y series de tv con Emule sin ningún remordimiento porque, a pesar de lo que digan los que lo dicen, en España no es delito. Es decir, lo normal.

A estas alturas de mi vida no voy a torturarme lo más mínimo a cambio de parecer más guapa, más importante o más joven. Intentaré darme lo que considero buena vida, al margen del concepto de buena vida que tengan otros. Eso implica, entre otras muchas cosas, tener la conciencia tranquila (al menos en lo fundamental) para que sea sólo la fibromialgia lo que me quite el sueño. Persistiré en todas mis manías: la puntualidad, el no meterme en ningún gasto que no pueda pagar al contado y la escrupulosidad a la hora de declarar mis rentas y pagar mis impuestos. Continuaré siendo una persona del montón: por un lado, sin ese aura de santidad que imprime lo políticamente correcto, lo nutricionalmente correcto y lo ecológicamente correcto; por otro, sin ese aura de malditismo que imprime esa posturita de vivir al borde del abismo, tan explotada por intelectuales y gente del espectáculo, que intentan constantemente dejar bien claro que no son personas “respetables” (y se sienten muy modernos por ello, sin saber que se trata de algo totalmente decimonónico).

Por otro lado, como soy una buena persona, no puedo dejar de desearos cosas buenas para los próximos meses. En algún sitio que ya no recuerdo encontré una lista que he cambiado y mutilado a mi gusto. Pero, por supuesto, es sólo una propuesta. Os invito a entrar a saco en el texto, deshaciéndoos de todo aquello que no os convenza, de la misma forma que yo he desechado los propósitos habituales que se hacen todas esas personas totalmente decididas a convertirse en perfectas en los próximos doce meses.

1. Trabajo fértil, feliz, seguro y bien pagado.

2. Amor honesto, divertido, poderoso y creativo.

3. Salud física y mental, duradera y productiva.

4. Inteligencia libre, comprometida con la libertad y la justicia, que no acepte la explotación ni la esclavitud.

5. Unidad entre todos, amigos, parientes, socios, compadres, gremios, pueblos y parejas.

6. Éxito sin pedantería, sin petulancia y sin triunfalismo. Éxito que dé éxito a otros, con humildad sincera que es el único éxito real.

7. Descanso… que todos tengan descanso, paz, vacaciones, diversión inteligente y mucha energía nueva.

8. Estudio, capacitación, aprendizaje. Intenso, nuevo, refrescante, emocionante, lleno de futuro.

9. Reconocimiento y respeto por el trabajo, esfuerzo y contribuciones en la mejoría de lo propio y lo ajeno.

10. Ganas de luchar para que la cosa cambie, para que nuestra suerte mejore, para un futuro menos incierto, para que no nos venza la depresión.

Y besos para todos.

51. Más difícil todavía

Creo que nunca había escrito en el blog sobre política exterior española. El sainete continuo de que disfrutamos en el interior da material más que de sobra para morirse (literalmente) de la risa. Pero es que la última ha sido tan sonada que no puedo resistirme. Esos ínclitos políticos españoles, ese excelso gobierno que tenemos, con sus contradicciones continuas, con ese no saber por dónde tirar, ha conseguido la cuadratura del círculo. Ya se han puesto enfrente a unos y a otros, a los griegos y a los troyanos, a los cartagineses y a los romanos, a todos.

Resulta que desde hace años tenemos aquí instalado, con las bendiciones del poder, a un indeseable que decidió que, a la vista de lo tranquilos que por aquí andan los mayores delincuentes del mundo, España sería un lugar ideal para vivir. Teniendo en cuenta que se trata de un traficante de armas a nivel internacional que «ha suministrado armas y equipo militar a facciones armadas que se dedican a librar conflictos violentos en Nicaragua, Brasil, Chipre, Bosnia, Croacia, Somalia, Irán e Irak», está claro que no es el tipo de amigo que a nuestras madres les gustaría para nosotros.

Además de su actividad principal, «ha creado una red internacional de asociados criminales, empresas fachada y cuentas de banco en Reino Unido, España, Líbano, Siria, Irak, Polonia, Bulgaria y Rumanía».

También «ha efectuado operaciones financieras para lavar dinero a través de cuentas bancarias por todo el mundo para ocultar la naturaleza ilícita de su utilizados criminales». Pero resulta que en España se piensa que nos puede interesar tener a esta inocente criatura instalada en Marbella. Y el buen hombre ha disfrutado del sol y la tranquilidad hasta hoy, sin interrumpir para nada sus candorosas actividades.

Pero a EEUU se le había puesto entre ceja y ceja enchironar a este tipo, que además está implicado en atentados terroristas (como el que se cometió en Madrid en 1984 por el grupo radical Abu Abas) o en el secuestro del “Achille Lauro”, entre otras travesuras. Y le tienden varias trampas, de las que este tipejo, valiéndose de sus contactos en los servicios secretos y la policía española, se escapa. Hasta que le ponen un cebo tan gordo que no es capaz de resistirse. En 2005, agentes de la DEA contactan en Líbano con uno de los intermediarios del traficante, y le proponen un negocio de compra de armas para las FARC. La lista de la compra estaba formada por «4.350 fusiles de asalto Akm, 33.350 fusiles de asalto Akms, 200 fusiles de asalto Rpk, 50 fusiles de francotirador Dragunoz, 500 pistolas Makarov, 2.000.000 cartuchos de 7.62 mm., 120 Rpg lanzagranadas, 1.650 cartuchos Pg-7V para granadas y 2.400 granadas Rgo-78». El precio, tres millones y medio de euros. Como regalo, el traficante añadía «explosivos C-4, detonadores y el envío de 1.000 hombres para adiestrar a los narcoterroristas colombianos». El dinero pactado llegó a las cuentas bancarias correspondientes, y nuestro ilustre huesped estaba tan tranquilo, hasta que el 8 de junio fue detenido en el aeropuerto de Barajas. Entonces supo que los socios con los trataba la venta de armas a las FARC eran agentes de EEUU infiltrados.



   Estados Unidos pide la extradición del individuo y entonces es cuando empieza la astracanada española. Los políticos se rasgan las vestiduras porque, guau, qué falsos los norteamericanos, que envían a sus agentes a una operación encubierta sin que se sepa lo que son en realidad. Vamos, que el procedimiento habitual es acercarse al Ayuntamiento y preguntar “Oiga, ¿dónde se dan las licencias para operaciones de servicios secretos extranjeros?”. Y entonces un amable funcionario (no es ironía) les contestaría “En la segunda planta, en el mismo mostrador donde las licencias para venta ambulante y para la instalación de atracciones de feria”. Y todo el mundo contento. Si 007 tenía licencia para matar era porque había hecho las cosas como deben hacerse, por derecho y retratándose en la ventanilla correspondiente. Por supuesto, a los agentes secretos se les obligaría a vestir en todo momento un uniforme que los identificara como tales, porque está muy mal eso de no avisar que estás intentando atrapar al malo. Pero no, esos malandrines han actuado de incógnito, como los espías de las películas. Aquí, como los modelos que tenemos son del tipo “Mortadelo y Filemón” o “Anacleto, agente secreto”, nos asustamos de esas cosas.

Así que ahí tenemos a los políticos intentando presionar a la Audiencia Nacional para que no se conceda la extradición. Porque sería un desastre que Marbella perdiera a su más ilustre vecino después de la Pantoja y Gunilla von Bismarck, además. Pero resulta que los jueces tampoco tienen la fina sensibilidad de los políticos y en octubre la Sección Cuarta de la Sala de lo Penal aprobó la petición de extradición. La defensa del traficante recurrió y a mediados de diciembre el Pleno de la Sala de lo Penal de la Audiencia Nacional aceptó de nuevo la petición de extradición a EEUU, a condición de que no sea condenado a muerte.

A todo esto, Siria, país natal de la inocente criatura, se cabrea, y los sirios dejan caer que la supuesta protección de la que gozan las tropas españolas en Líbano “no es obra de los norteamericanos y que esa ayuda podía desaparecer en cualquier momento”. El ministro de Asuntos Exteriores se va de vareta porque lo único que le faltaba al gobierno en periodo pre-electoral es que los soldados españoles en el Líbano empiecen a caer como moscas y el jefe del espionaje sirio recibe la palabra del ministro Moratinos de que España no va a entregar al presunto a Estados Unidos. Pero eso significa que el ministro y sus colegas están dispuestos a pasar de lo que digan los jueces, a cabrear a los que piensen que los jueces deben ser independientes de los políticos y a cabrear, una vez más, a los norteamericanos. Por lo visto no es suficiente que al embajador español en EEUU le hagan desplantes hasta los conserjes, y que no consiga ser recibido ni por un funcionario de categoría mediana. Así estamos, amenazados por unos y por otros, por espías sirios y por terroristas, por delincuentes a escala planetaria y por políticos histéricos, estos últimos clamando por los derechos humanos. Y es que ya se sabe que un delincuente millonario que vive en Marbella tiene más derechos humanos que nadie, sobre todo si habla de tú a tú a los terroristas de todos los continentes.

Para acabar con este tira y afloja, va a tener que ser probablemente el Consejo de Ministros el que finalmente decida, en los próximos días, que se hace. Menuda papeleta tienen por delante, aunque se la han buscado, porque nuestros políticos han conseguido que, sea cual sea la decisión, España quede mal con unos o con otros. O con todos a la vez, que para eso son únicos, como se demostró cuando consiguieron indisponerse simultáneamente con Marruecos y con Argelia.

Claro que lo importante es que se aclare de una vez por todas quién será el ganador de Gran Hermano.

Actualización: Celebrado el último Consejo de Ministros del año el día 28 de diciembre, no se han pronunciado sobre la extradición del sirio, aunque sí se ha pedido a Francia la extradición de una etarra.

50. Cuando el divulgador no divulga, sino falsea

Tengo algunos personajes históricos favoritos, como Alejandro Magno o Guillermo el Conquistador. El hecho de que sean mis favoritos no quiere decir que los encuentre perfectos. En este tipo de personas todo tiende a ser grande, tanto las virtudes como los defectos. Pero como sería una estupidez juzgar su comportamiento según nuestra mentalidad de hoy, ignorando las circunstancias en las que vivieron y cómo fueron educados, siempre he procurado no caer en ese error. Quizás por eso soy capaz de tenerles simpatía. Queda claro, sin embargo, que no soportaría a una persona que en estos tiempos se comportara igual.

Guillermo era hijo bastardo de Roberto, duque de Normandía. Su madre, Arlette, era una villana, hija de un curtidor. Roberto murió cuando su hijo era un niño y, aunque los nobles habían jurado fidelidad a Guillermo como sucesor, cuando su padre murió sus supuestos vasallos intentaron repetidamente hacerlo desaparecer. Varios de sus tutores fueron asesinados, sufrió algunos intentos de secuestro y escapó varias veces de la muerte por los pelos.

Guillermo, como todos, tenía sus manías. Podías haber intentado asesinarlo y, sin embargo, ser perdonado sinceramente. Pero si le echabas en cara que era bastardo, inmediatamente sacabas lo peor de él. No le importaba ser bastardo, porque su abuelo paterno y otros grandes antepasados suyos lo habían sido, pero no soportaba que se lo llamasen como insulto o como burla. Cuando sitiaba la ciudad de Alençon, que se había levantado contra él, los ciudadanos tuvieron la desafortunada idea de colgar unos cueros de las murallas y golpearlos con sus lanzas, imitando los movimientos de un curtidor, para recordarle su ascendencia materna. Guillermo prometió entonces que cuando entrara en la ciudad les daría un escarmiento que no olvidarían y, efectivamente, hizo una masacre, mandando cortar pies y manos, lo que no hizo en otras ciudades conquistadas. Llamar bastardo a Guillermo era como agitar un trapo rojo delante de los ojos de un toro, la peor de las provocaciones. Y Guillermo siempre caía en este tipo de provocación. Podía responder en el momento y con un estallido de furia, o bien más adelante y con frialdad, pero nunca olvidaba esa ofensa.

Lo mismo que a Guillermo no le importaba el hecho en sí de ser bastardo, sino el que se usase como una burla o descalificación, yo puedo admitir que cada uno se autoengañe con lo que quiera, pero me fastidia muchísimo que transmita a los demás información o conocimientos falsos.



Todo esto viene a cuento porque desde hacía tiempo venía oyendo supuestas maravillas de un programa de radio que, por su horario (de 1 a 4 de la madrugada), nunca había podido oir. Sus seguidores son tan desorbitados en sus alabanzas, sin admitir a cambio la más mínima crítica, que a mí me recordaba un poco a una secta. Y como toda secta tenía su gurú. Y digo tenía porque, desgraciadamente, esa persona murió hace poco de forma inesperada. Se trata del programa “La rosa de los vientos” y de Juan Antonio Cebrián.

A juzgar por los comentarios, el programa era como el santuario inviolado de la Historia. Sabiendo que uno de los principales colaboradores del espacio era Bruno Cardeñosa, yo veía bastante improbable la excelencia de dicho programa, porque el tal Cardeñosa es uno de los principales propagadores de supercherías de España. Pero había suspendido mi juicio sobre el asunto hasta poder comprobarlo por mí misma. La muerte de Cebrián el 20 de octubre suscitó entre sus seguidores una catarata de manifestaciones exageradísimas. Frases como “hoy termina una época de mi vida”, “en este estado de shock absoluto, sólo acierto a decir que se ha marchado algo más que un locutor, se ha marchado un chamán”, “la vida no puede ser tan injusta, no puede ser tan dura”, “estoy destrozado, es como si se hubiera muerto un amigo, alguien de la familia”, “nunca tantos hemos debido tanto a una sola persona”, “sólo tú sabías transmitir conocimientos, alegría y amor de una forma tan magnífica e inigualable” o “tu innata habilidad como maestro y mentor, fábrica de adictos a la historia, fuente de sabiduría, sapiencia y amor”, nos permitirán hacernos una ligera idea de las pasiones que despertaba en sus oyentes.

Encontrándome ya de vacaciones, me acordé de mi propósito de comprobar hasta qué punto estaba justificado aquel casi fanatismo. Me descargué seis programas: los dos últimos que hizo, los dos siguientes a la semana de su muerte y los dos últimos. Y también, aprovechando mi paso por la biblioteca pública, eché un vistazo a alguno de sus libros. Después de haber oído 16 horas de radio, tengo que decir lo siguiente: Estoy segura de que Juan Antonio Cebrián sería una excelente persona, un maravilloso amigo, un magnífico marido y padre, un sobresaliente profesional de la radio. Pero desde el punto de vista de la historia era un timo.

Nada más empezar a oir los programas, en los primeros segundos del correspondiente al 14 de octubre, al enumerar los temas de los que iba a tratar ese día, dos pequeñas pinceladas me anunciaron que la cosa pintaba mal. Por un lado, se anunció que en la sección dedicada a la Historia se iba a hablar de los templarios (Uff, cómo no) y, por otro, se anunció una conexión en directo con “uno de esos lugares de poder”. La expresión ya me puso los pelos de punta y me confirmó muchas cosas, porque es la que usan los misteriólogos, no para referirse a los lugares donde están o actúan las personas más poderosas del mundo, sino a esos lugares que, supuestamente y sin que se aporte ninguna prueba de ningún tipo, concentran una serie de energías telúricas y sobrenaturales que ocasiona que en estos lugares ocurran muchos prodigios, aunque tampoco se especifica ni uno sólo de esos prodigios. En este caso se trataba del pequeño pueblo de Albarracín, de mil y pico de habitantes y que, como todo el mundo sabe (léase con tono irónico), es un lugar donde ocurren portentos sin número que sólo se explican cuando uno posee extensos conocimientos de esoterismo y fenómenos paranormales.

Hablando de los templarios, sin que le temblara la voz, Cebrián fue capaz de decir que en el apresamiento y ejecución de los principales líderes templarios por parte del rey de Francia a principios del siglo XIV estaba la causa de la revolución francesa, 475 años después, nada menos. También sugirió que la abundancia de plata de que disfrutaban se debía a que en el siglo XII habían llegado a América. ¡Ahí queda eso! Por supuesto, eso implicaba que no sólo habían tenido que llegar a América, sino conquistar una parte de Sudamérica (Perú, fundamentalmente), controlar ininterrumpidamente durante bastante tiempo las minas de plata y a la población que trabajase en ellas y organizar un tráfico constante de naves, y todo ello sin que nadie más se percatase. ¿Pruebas? Ninguna, sólo el hecho tan sospechoso de que el principal puerto de los templarios estuviera en la costa atlántica de Francia. En resumen, las mismas paparruchas que sueltan habitualmente los indocumentados que ven un misterio o una conspiración detrás de todo aquello que ignoran, que es casi todo. Los que viven “del misterio”. Y de la ignorancia de sus oyentes, añadiría yo.

Escuché después cuatro programas realizados tras su muerte, y todo sigue en la misma línea. Cosa muy normal si se tiene en cuenta que es su viuda la que dirige ahora el programa. En esta ocasión pude paliar mi ignorancia con datos como que el mago de Isabel I de Inglaterra es uno de los personajes más importantes de toda la Historia, y que Gran Armada fracasó porque este mago estaba empleando sus artes en dicha ocasión. Ay, Dios mío, qué pena de dinero gastado en mi educación. En vez de matrículas universitarias, libros y Colegio Mayor todo se podía haber solucionado con comprar unas pilas para la radio.

Hay cierto reparo en criticar a una persona que se haya muerto, sobre todo si el óbito es reciente. Pero ocurre que yo, además de licenciada en Historia, soy historiadora. Se suelen igualar ambos conceptos dero no es lo mismo Es decir, que he pasado mucho tiempo en archivos, con un montón de fichas en blanco al principio, con ordenadores portátiles después, para conseguir después de muuuuuchas horas, un pequeño dato, que unido a otro, y a otro y a otro, me ha permitido reconstruir una pequeña parcelita de la Historia que era inédita hasta ese momento. Después he trabajado en darle una buena redacción, en añadir sus correspondientes notas, bibliografía y todo ese trabajo tan ingrato. Al final, todo eso se ha plasmado en una tesis de licenciatura que obtuvo la calificación de “sobresaliente por unanimidad”, en comunicaciones a congresos, artículos en revistas especializadas, capítulos propios en libros de autoría colectiva y, por fin, una obra de mi autoría exclusiva (que espero no sea la última). Desde luego es muy poco al lado de lo logrado por otras personas. No soy tan famosa como un locutor de radio, ni tengo seguidores que llorarán cuando me muera. Pero a pesar de la poca importancia de lo que he realizado, me basta para saber valorar el trabajo de un historiador, que no es un señor que publica como churros haciendo refritos de datos auténticos con zarandajas esotéricas.

Muchos de sus seguidores han dejado escrito en foros y demás que odiaban la Historia hasta que empezaron a escuchar a Cebrián. Me lo creo, y además estoy segura de que siguen haciéndolo, porque lo de Cebrián no era Historia, porque Cebrián era otro de esos vendedores de misterios, sólo que disimulado bajo un disfraz de “divulgador de la Historia”. Disfraz que sólo engaña al que es lo suficientemente ignorante como para ser engañado.

Guillermo el Conquistador, duque de Normandía, rey de Inglaterra, le daba la del pulpo al que usaba su bastardía como insulto o burla. Yo pongo en su sitio, aunque sea dentro de los límites de mi nodesto blog, al que trivializa y rebaja la Historia y el trabajo del historiador.

49. Se llama horror

El último sábado por la noche, con todos mis exámenes corregidos y las notas pasadas al cuaderno, sin conexión a internet desde hacía 48 horas, me dispuse a leer tranquilamente hasta la hora de acostarme. Mi madre me pidió que me sentara con ella en el cuarto de estar y aunque sabía que, a causa del sonido de la televisión, me iba a ser imposible concentrarme lo suficiente como para leer algo mínimamente complicado, me dio pena dejarla sola en una noche en la que no tenía necesidad de acostarme pronto. Así que asumí la idea de no poder continuar con el libro que tenía a medias (que requería cierta concentración) y cogí una novela intrascendente para pasar el rato.

Mi madre hacía un poco de zapping por todas las cadenas (y tenemos un montón), y debió quedar impactada por alguna imagen, porque paró en Canal Sur, que es una de las dos cadenas públicas andaluzas. Cadenas que, en todos estos años, no han producido ni un solo programa que me haya despertado el más mínimo interés. Las series de producción propia tienen un aire de teatrillo de fin de curso con actores desconocidos de cuarta o quinta fila, ya que es obligatorio hacer ostentación de un cerrado acento andaluz. Los programas musicales huelen a rancio. Los magacines suelen estar centrados todos en la tercera edad, que es un público muy poco exigente y sale muy barato. Los programas culturales parece que tienen que tratar obligatoriamente de “cultura andaluza”, es decir, romerías y ferias mayoritariamente. En fin, un desastre que subvencionamos los andaluces con nuestros impuestos con una esplendidez que no corre pareja al nivel económico de la comunidad.

   La imagen que había captado la atención de mi madre era la de una chica ataviada con un traje imposible de describir, y con una serie de cosas colocadas en la cabeza que hasta dolía el cuero cabelludo sólo de mirarla. Se trataba de un programa titulado “Se llama copla“, donde diez concursantes hacen una especie de “Operación Triunfo de la copla” en plan cutre, pueblerino, directamente venido desde la España profunda. Una vez más se insiste en todos los estereotipos y tópicos habituales, pero con el agravante de que parten de la televisión oficial andaluza, con el espaldarazo del gobierno andaluz, ese que insiste en que Andalucía está en la “segunda modernización”. Supongo que si contamos con que la primera modernización fuera el descubrimiento del fuego, sí podríamos decir que “Se llama copla” corresponde a la segunda modernización.

Canciones de los años 40, que mi madre de repente recordaba que se oían en la radio de la posguerra, y que habían estado olvidadas desde los años 50; chicas con menos de veinticinco años que aparentaban más cuarenta, con toda la envergadura de matronas romanas; un tipo muy afeminado que, a pesar de que se le habían escapado hasta gallos, recibió la opinión desfavorable del jurado con gestos de virgen ultrajada… Y lágrimas, muchas lágrimas. Lloraban los concursantes mientras cantaban, metidos en la piel de los personajes de las canciones; seguían llorando después de acabar, tan emocionados que les costaba volver a la realidad; lloraban los novios y las novias de los concursantes, convencidos de estar oyendo a prodigios de la naturaleza; lloraba el mariquituso cada vez que puntuaban a uno de sus rivales porque iba el último. De todos estos llantos, los que de verdad me extrañaban eran los de los concursantes, que se sentían como los protagonistas de sus canciones. ¿Cómo podía llorar el mariquituso a causa de la muerte de Carmen Amaya, a quien él nunca vio bailar porque murió años antes de que él naciera? ¿Cómo es posible que una chica de veinticinco años se identifique hoy día con la mujer que cría entre miserias y vergüenzas a los hijos habidos con el señorito de buena familia, resignada a ser la vilipendiada madre soltera, y lo manifieste entre sollozos entrecortados ya acabada la actuación? ¿Cómo puede un estudiante de bachillerato de diez y ocho años estar al borde del ataque de ansiedad porque lo está oyendo cantar una hija de Manolo Caracol? ¿Acaso han conseguido reunir en un estudio a los pocos seres extraños que quedan, o es que eso es lo normal en Andalucía?



Mención aparte merece el apartado vestuario, que era la apoteosis del mal gusto. Los vestidos de las chicas eran el ejemplo perfecto del “horror vacui”, tan recargados como una yesería barroca. Flecos sobre volantes, bordados sobre estampados, flores de colores imposibles y del tamaño de una lechuga mediana, colocadas en la cabeza en sitios rarísimos, como si hubieran caído por accidente desde un balcón. Peinetas de formas extrañas puestas de través, de forma que no cumplían la finalidad que se le supone a una peineta, que es la de recoger el pelo. Estaban sólo para que quedara claro que en bisutería no había escatimado la producción del programa. Pendientes de un palmo que ni siquiera llegaban a caer verticalmente, porque chocaban con volantes tiesos, de telas sintéticas y brillantonas, que llegaban más arriba de las orejas. Parecía que llevaban encima el muestrario completo de una mercería antigua.

Y qué decir de los guiones de la presentadora o de los comentarios del jurado. Ahí se concentraba toda la perversa filosofía del programa, entre indisimulado fundamentalismo andaluz. Una vez más se nos propone una Andalucía de castañuela y volante como reserva espiritual de España, único reducto donde los veinteañeros se identifican con “la maté porque era mía” o “soy la otra, la otra”.

“Se llama copla”, en su abyecta cutrez, está al mismo nivel que el público andaluz, que lo premia con audiencias del 40% en el “prime time” del sábado. Y el público colabora entusiasmado con el poder político, entrando voluntariamente en el caminito tantas veces marcado de la sobrevaloración de lo emocional, del menosprecio del mérito. El jurado comentó con extrañeza que no se explica como, programa tras programa, el público salva con sus votos al sarasa desentonado, mientras que le niega el pan y la sal a las dos chicas que mejor cantan. Sólo falta que una concursante, en plan Carmen la Cigarrera, se saque la navaja de la liga para cortarle el paso a esa rival que le puede privar de su “sueño”.

Yo, por mi parte, estoy deseando que Chaves anuncie a bombo y platillo la “tercera modernización de Andalucía”, a ver si de una vez inventamos la imprenta.

48. Rodríguez ya no es feministo

Estoy desolada. Aunque siempre se ha dicho que el poder corrompe, confiaba en que algunas personas, por sus elevados principios, serían capaces de resistir esa tentación. Pero uno tras otro me van dejando sin esperanzas.

Primero fue la decisión de nombrar a Solbes número dos de su lista, lo que suponía mandar a freir espárragos esas “listas cremallera” que tan felices nos hicieron a todos/as. A continuación, va y dice que Bono será Presidente del Congreso. Otro golpe bajo, a mí, que estaba convencida de que mi admirada Carmen Calvo sería ascendida después de las elecciones. Sería lo justo, ¿no?, en agradecimiento a los servicios prestados.

Vámonos a por la tercera. Que resulta que consiste en que nos impone por narices como cabeza de lista en Cádiz a Rubalcaba. Que ya estamos acostumbrados a que nos metan a la fuerza a una persona que no tiene nada que ver con la provincia, pero Felipe González nos imponía a su santa esposa, que tampoco tenía nada que ver con Cádiz, pero al menos era una mujer. Con menos alharacas, sin presumir tanto, Felipe era mucho más feministo que Rodríguez, y la prueba está en que en su tiempo libre se dedica a hacer pendientes para regalar a sus amigas. A ver a cuántos hombres conocéis que hagan eso.

Y todavía hay una cuarta, como si de unas sevillanas se tratase. Y es que nos recomiendan que en estas próximas fiestas se coma conejo. Y lo dicen así, tal cual, sin amortiguar la cosa de ninguna manera, sin que les dé ni un poquito de vergüenza. Llevo varios días sin conexión a internet y no he podido leer nada sobre las reacciones a este último hecho, pero espero que todos los colectivos feministas/os hayan protestado enérgicamente, pidiendo algo más que la cabeza del responsable. Porque está más clara que el agua la burla sangrienta sobre el colectivo femenino, con una zafiedad propia de macho ibérico que no se puede tolerar en el siglo XXI, y en un país democrático. He dicho.

47. Pst.... creo que nos copian

No es que me haya dado cuenta ahora, que ya lo vengo observando desde hace bastante tiempo, pero hoy mismo me he reafirmado en mi opinión un par de veces: ¡Con qué facilidad ganan algunos el dinero!

En mi trayecto diario por carretera hacia el trabajo, de 30 minutos más o menos, voy oyendo la radio. Y también lo he observado en algunos programas de televisión. Cuántas horas de programa, en uno y otro medio, rellenas por el sencillo sistema de echar un vistazo a varios periódicos digitales y comentar con cierto sentido del humor las noticias más frívolas e intrascendentes, aquellas a las que está tirado sacarles punta. Por ejemplo, el tema de las fotos de Beckham en calzoncillos para Armani, o el de nuestros queridos canguros. Comentarios que tampoco son nada del otro mundo, que quede claro. Casi todos nosotros, en los blogs, lo hacemos, como mínimo, igual. Y en muchos de los blogs que visito he encontrado bastante más ingenio, humor e inteligencia que en los programas de esos supuestos “graciosos”.

A veces las noticias huelen ya un poco de viejas, y me asalta la duda de si estos pseudohumoristas no habrán visitado antes media docena de blogs para sacar unos apuntillos. Hace algún tiempo dejé claro en un post que muchos de los blogs que leo le dan sopas con honda a columnistas de suplementos dominicales muy prestigiosos. Pues bien, ahora me asalta la duda de si no habrá unos cuantos vivales que se sacan un sueldecito curioso fusilando descaradamente los textos de algunos de vosotros. O eso, o entre vosotros, disimulados bajo un seudónimo, se encuentra un puñado de guionistas de “El club de la comedia” y otros programas semejantes.

46. Flatos de canguro

Es una gran verdad eso de que cuando una puerta se cierra, otras varias se abren. Hace ya muchos años, a la gente más colgada de España sólo le quedaba el recurso de ir a un programa que tenía José María Íñigo y, en un apartado titulado “Y usted, ¿qué sabe hacer?”, enseñarnos cómo tocaban la discografía completa de Marifé de Triana con el sobaco o la tercera sinfonía de Beethoven tamborileando con los dedos sobre una puerta. Luego llegó el programa de “El Loco de la Colina” (primero en la radio y luego en la televisión) que, centrándose sobre todo en el lumpen sevillano, sustituyó a la gente que sabía hacer cosas raras por otro tipo de colgados que destacaban por su “filosofía” algo especial.

Con el paso del tiempo la televisión se ha llenado de otro tipo de gente. Los programas de testimonios y los reality shows marcaron un perfil diferente y aquellos pobres colgados perdieron su lugar y su púlpito. Afortunadamente, la amenaza del cambio climático y los horrores apocalípticos que nos anuncian han vuelto a abrir puertas a multitud de grillados, proporcionándoles una nueva tribuna desde donde dar rienda suelta a sus desvaríos. Porque no es justo que sólo se puedan enriquecer las petardas de Gran Hermano, las exnovias del niño de la Pantoja o los que no ganaron el título de Mr. España y quieren sacar, en venganza, los trapos sucios del concurso.

Hace ya bastante tiempo se insinuó tímidamente que el gran peligro venía de parte de las vacas, cuyas ventosidades contienen un montón de metano. Pero, aunque los datos estuvieran ahí, como teoría científica quedaba un poco ridícula. Todavía nos sigue dando risa todo lo que tenga que ver con “caca, culo, pedo, pis” y ver a los científicos midiendo la cantidad de metano en los pedos de vaca parecía poco serio. Por eso se prefirió seguir culpabilizando a los ciudadanos normales y corrientes con un buen número de hipótesis a cual más descabellada (además de contradictorias con los datos existentes). Por ejemplo, hace sólo unos días he llegado a leer que los divorcios son un factor importante en el desastre del cambio climático, porque se multiplican los domicilios y todo ello se traduce en mayor emisión de gases, contaminación y gasto de recursos.

Pero parece que se confirma lo de las vacas, pues se ha llegado a calcular que una sola vaca neozelandesa produce al año la misma contaminación que se genera al quemar 120 litros de gasolina. Las vacas inglesas o asturianas producen un poquito menos de metano, pero tampoco se libran de su responsabilidad. Y todo eso lo causa un ser pacifista y vegetariano como una simple vaca. Va a resultar que la madre naturaleza es bastante más cabrona de lo que algunos nos quieren hacer creer, pues el diseño del estómago de las vacas le compete a ella y sólo a ella, que no nos echen la culpa a nosotros también.

Menos mal que además de cabrona, la naturaleza es un poco veleta y tal como nos crea el problema nos proporciona también la solución. Aquí es donde entran en escena aquellos desocupados que antes no tenían otra cosa que hacer que aprender a tocar la sinfonía “Júpiter” de Mozart con un peine, pues uno de ellos, intentando sacarle productividad a su aburrimiento, ha descubierto que, así como los pedos de vaca son como un cañonazo de metano, los flatos de canguro están libres de este gas, gracias a una bacteria presente en estos animales. Por supuesto, la inmediata ha sido sugerir que se podría implantar la bacteria de los canguros en vacas y ovejas, con el deseable resultado de eliminar el metano de sus ventosidades. Flatos de canguro contra los pedos de vaca.

Para mí, el auténtico mérito no está en verle una aplicación práctica a este descubrimiento, sino en que a alguien se le pudiera ocurrir la extrañísima idea de analizar el flato de un canguro, a ver qué se encontraba. El que tuvo la idea, desde luego, no desentonaría nada en aquel programa de Íñigo o en el de “El loco de la colina”. Pienso también que sería de justicia crear un nuevo apartado en los premios Nobel, dedicado exclusivamente al cambio climático, pues no me parece equitativo que se los sigan llevando solamente gente que se dedica a asuntos tan poco urgentes como la transmisión de señales entre diferentes células nerviosas o el control genético del desarrollo embrionario.

Lástima que esto del implante de la bacteria no vaya a ser posible hasta por lo menos dentro de tres años, porque para entonces es probable que hayamos perecido todos (para alivio de los que tienen una hipoteca a treinta años, que se van a ahorrar un pastón).

45. Carmina también vio culebrones

Hace algún tiempo empecé a desvelar retazos de mi oscuro pasado. Poquito a poco, por aquello de no asustaros de golpe. El tiempo va pasando y ha llegado el momento de seguir con mis confesiones.

La que voy a hacer hoy no me colocaría al otro lado de la ley, pero seguramente mi imagen quedará muy deteriorada. En fin, me arriesgaré, y de paso sabré quiénes son mis verdaderos amigos. Aquellos que no se avergüencen de Carmina después de hoy serán leales a prueba de bomba, está claro.

En 1986 trabajaba en el Museo. El ambiente era muy bueno, y todos estábamos en la misma franja de edad, entre los 24 y los 30 años (yo tenía 26). Nos llevábamos muy bien, hasta el punto de que pasábamos juntos también la mayor parte de nuestro tiempo libre (excursiones, copas, algunos viajes al extranjero, etc.). Todos estábamos encantados con nuestro trabajo, bastante absortos con él, y la mayoría estábamos además haciendo tesinas o trabajos de investigación sobre temas de arqueología. Es decir, que cuando terminábamos de trabajar seguíamos hablando de lo mismo casi todo el tiempo. Cualquiera diría que éramos un grupo de lo más pedante y erudito.

   Pero el 13 de enero de 1986 ocurrió algo. Televisión Española estrenó, en horario de mañana, la telenovela mexicana “Los ricos también lloran”, 139 capítulos de media hora de duración. El primer culebrón americano que se emitía en España.

El argumento era muy típico de este tipo de producciones: Mariana es hija de un hombre de buena posición, Leonardo, casado en segundas nupcias con Irma, una ambiciosa mujer que somete a Mariana, ante la indiferencia paterna, a mil y una vejaciones. Al fallecer Leonardo, Irma expulsa a Mariana de casa. Don Alberto Salvatierra, un rico hacendado, acaba acogiendo finalmente a Mariana en su hogar. Luis de Parra, un amigo del padre de Mariana, al cabo de un tiempo, anuncia que, en el testamento que posee, Mariana es la heredera absoluta de los bienes de Leonardo. Tras esta noticia, Irma maquina la eliminación de su hijastra. Todo muy normal. Unos malos malísimos y unos buenos buenísimos que sufren mucho todo el tiempo, hasta que al final todo el mundo recibe lo que se merece.

Fue un auténtico exitazo. Y hubiera sido mucho mayor si se hubiera emitido en horario de sobremesa, cuando también lo hubieran podido ver trabajadores y estudiantes. Creo que después de eso los programadores aprendieron, pues las siguientes telenovelas de éxito (Cristal, La dama de rosa, Topacio…) se emitieron después del almuerzo.

El caso es que los del Museo nos enganchamos al dramón. Hicimos coincidir la hora del desayuno con la emisión del culebrón, y allí nos sentábamos todos delante de la tele: las dos limpiadoras, la mujer del director, el químico, las administrativas y todo el equipo de arqueólogos veinteañeros. Una conversación muy erudita sobre la posibilidad de que en Cádiz existiera un tofet o acerca de las ánforas Mañá-Pascual A4 se interrumpía de pronto para seguir de cerca las desgracias de Mariana.

Por eso, porque no puedo seguir llevando ese peso en mi conciencia, permitiendo que tengáis una imagen muy distinta de lo que es mi vergonzante realidad, me acuso de haber visto de cabo a rabo “Los ricos también lloran”.

No seáis muy rigurosos conmigo, recordad que en vuestro pasado también hay episodios ocultos.

Actualización: Acabo de recordar que por aquellos mismos años, un grupito de los que veíamos el culebrón en el Museo estuvimos un verano excavando un santuario prerromano que se encontraba a una hora más o menos por carretera de Cádiz. Y todos los días volvíamos jugándonos la vida por una carretera comarcal bastante peligrosa para llegar a tiempo de ver una serie de ciencia-ficción que ahora no recuerdo. Teniendo en cuenta que era en verano y a las 4 de la tarde, hay muchas posibilidades de que fuera la reposición de una serie antigua. Embutidos en un 4L (por supuesto sin aire acondicionado, y era pleno verano) como sardinas en lata, no hacíamos más que pinchar al conductor para que corriera, en un alarde de inconsciencia que ahora me parece increíble. Puede parecer que nuestros gustos televisivos eran deleznables, pero, en realidad, tanto el culebrón como esta serie los veíamos en plan de guasa, lo prometo.

44. Paranthropus de mamá

Un grupo de investigación británico ha culminado unos estudios sobre fósiles de dos millones de años de antigüedad procedentes de Sudáfrica. El estudio ha permitido concluir que los machotes de “Paranthropus robustus”, que así se llamaba el homínido de aquellos momentos, llegaban a la madurez bastante tarde, a diferencia de las hembras. Y que por ello tardaban en abandonar el grupo donde habían nacido para buscar fuera de él sus hembras y formar su propio grupo familiar.

   Hay que ver qué sorpresas nos trae el estudio de la Prehistoria. En nuestra ignorancia, nos pasamos la vida creyendo que hemos descubierto esto y lo de más allá, y ya estaba todo inventado. Que si ahora los chicos no pueden independizarse porque son mileuristas y los pisos están muy caros; que si se vive mejor con mamá, que te lo pone todo por delante; que si los treintañeros son unos comodones…

Pues no, la culpa no es del precio de la vivienda, ni de los sueldos bajos, ni de que los chicos sean ahora más comodones. Resulta que los hombres llevan grabados a fuego en los genes esos comportamientos. Porque hace dos millones de años las cuevas eran gratis, sólo había que llegar el primero. Y el mozuelo Paranthropus no era un comodón que esperaba a que mamá Paranthropa fuera al Carrefour a comprar el filete para el niño, sino que tenía que aportar por sí mismo su parte al frigorífico familiar. O sea, que esas excusas no valen.

Sin embargo, había una razón poderosa para este comportamiento. El nene Paranthropus tenía miedo de vivir solo. Y me refiero a miedo de verdad. Miedo a que se lo comiera un leopardo, por ejemplo. Mientras vivían en grupo los depredadores no se atrevían a atacarlos, pero en cuanto los cogían solos, no tenían escape. Así que seguía viviendo con mamá y las titas (porque papá tenía varias hembras) hasta que la necesidad de buscarse una Paranthropa propia era tan perentoria que decidía arriesgarse y abandonaba el grupo familiar. Y es que el resto de los grupos estaban por ahí desperdigados y a lo mejor había que recorrerse unas docenas de kilómetros hasta encontrar otra familia donde hubiera una Paranthropa buscando novio. Eso, suponiendo que lo consiguiera a la primera. Si daba con unos suegros un poco exigentes (¿Cuántos bisontes has cazado? ¿Sabes tallar puntas de flecha? ¿Tienes cueva propia?) tendría que seguir el peregrinaje en busca de pareja.

Uff, qué estrés. Júntese el ansia por agarrar a una Paranthropa con el miedo a que te caiga un leopardo encima desde una rama en cualquier momento, la añoranza de mamá y la necesidad de convencer al posible suegro para que te deje llevarte a su niña. Peor que sacar unas oposiciones a notarías.

Viéndolo ahí, con esa cara de bestia, parece mentira. Yo, si fuera una leoparda, saldría corriendo y me dedicaría sólo a las gacelas y los antílopes. Aunque, pensándolo bien, después de lo que me acabo de enterar sobre los antílopes, creo que también los dejaría tranquilos. Según una investigación llevada a cabo en la reserva natural de Masai Mara, en Kenia, los deseos carnales de las antílopes, que son fértiles apenas por un día, las llevan a perseguir a los machos y agotarlos. Ellos, que quieren conservar su esperma para tener posibilidad de aparearse con varias hembras, no tienen más remedio que huir. Criaturas. Y ellas se ponen de muy mala leche y se vuelven agresivas. No hago más que darle vueltas al asunto y pensando si esta conducta será extensiva a otras especies. A ver si va a resultar que la madre de Bambi no se murió en el incendio del bosque, sino a resultas de su vida loca.

Volviendo al Paranthropus, los paleontólogos encuentran así explicación a que haya tantos fósiles de varones en las cuevas en Sudáfrica, y es que los leopardos acumulaban los restos de sus víctimas en sus cuevas, en plan despensa. Todos esos pobres desgraciados eran mocitos que habían abandonado su grupo familiar e iban a la búsqueda de novia, para formar su propio grupo. Y mientras tanto eran bastante vulnerables, los pobres. Menos mal que eran “robustus”, porque si encima hubieran sido “canijus”…

Es decir, que lo de los treintañeros actuales no es un retroceso, sino un adelanto: ya no tienen que jugarse la vida para emparejarse. Y lo que hacen sus madres actualmente no es sino lo mismo que hacían ya hace dos millones de años: cuidar del niño y mantenerlo vivo hasta que éste tuviera una o varias hembras que la relevaran.

Nihil novum sub sole.

43. Expertos ¿para qué?

   Hace algún tiempo, cuando todavía era “menistra de Kultura”, Carmen Calvo gastó 1’26 millones de euros (209 millones de pesetas) en comprar un supuesto cuadro de Velázquez, en contra del criterio del conservador del Museo del Prado Matías Díaz Padrón, que opinaba que no era de dicho pintor, y lo describía como “pintura mal encajada, equivocada en todos sus efectos de luces, torpe, pretenciosa, tosca y dura”. Pero la Calvo se empeñó y puso sus santos ovarios encima de la mesa, junto con 1,25 millones de euros de esos que según ella “no son de nadie, porque son dineros públicos”, pero que en realidad son nuestros, de los que le pagamos el sueldo.

Ahora el cuadro está en una exposición, cuyo comisario, Javier Portús Pérez, admite en el catálogo la ausencia de criterios científicos que avalen la autoría de Velázquez. He leído todo lo que he podido sobre este caso, recogiendo opiniones variadas y en el mejor de los casos lo que se dice es que es un caso muy dudoso. También he leído por ahí que Carmen Calvo no compró el cuadro porque a ella le gustaba (como también se escribió) sino como respuesta al “clamor popular”. Aquí es cuando me da el telele. ¿Desde cuando la compra de un supuesto Velázquez suscita el “clamor popular” en España? ¿De cuántas docenas de personas estamos hablando?

Luego salió el tema del AVE en Barcelona y el peligro para la estabilidad de La Sagrada Familia. De nuevo los políticos hacen oídos sordos al dictamen de técnicos y expertos y “tiran palante”. Total, en el peor de los casos lo que se cae es una iglesia, con la de iglesias que hay en España. En cambio, túneles del AVE hay muchísimos menos. Yo, que en los casos donde intervienen políticos soy muy poco optimista, creo que los barceloneses al final se quedan sin AVE y sin Sagrada Familia.

Lo más reciente es que el Ministerio de Cultura se plantea la opción de reabrir la Cueva de Altamira aunque la opinión de los científicos sea la contraria. Hasta el año 2009 no termina la vigencia de un convenio que firmaron la Dirección General de Bellas Artes y el CSIC para el estudio integral del estado de conservación de la cueva. De momento los políticos tienen que mantener sus zarpas lejos de la cueva, pero el Director General de Bellas Artes ya está calentando el ambiente, hablando de una posible reapertura a partir de esa fecha. Poco le ha importado que Sergio Sánchez, geólogo e investigador del CSIC y coordinador de los trabajos que se están realizando actualmente en la cueva, haya hecho una declaración en el sentido de que, desde el punto de vista científico, lo mejor es que no entre nadie, ni siquiera en número restringido.

Me pregunto para qué tenemos técnicos en los ministerios, organismos dedicados a la investigación e, incluso, universidades donde se pueda estudiar Historia del Arte, Arquitectura o Geología. Si para ser ministro o presidente de comunidad autónoma basta con un bachillerato, estamos tirando el dinero a lo tonto. Tendríamos muchos más millones para comprar cuadros dudosos sobrevalorados o perforar túneles. Un auténtico despilfarro. Aquí lo único que hace falta para seguir para delante es una mezcla de ignorancia, soberbia y chulería.

42. Chocheos y egoismos variados

Cádiz ostenta varios records muy tristes, pero hay uno especialmente patético que además es convenientemente jaleado por toda esa gente que ve la vida de los demás como un espectáculo frívolo.

   Estoy hablando de esa señora por cuya causa el nombre de Cádiz salió asociado a uno de los episodios más disparatados de los últimos tiempos. Sí, la que hace casi un año tuvo dos niños a los 67 años después de haber engañado a los médicos estadounidenses que la trataron (les dijo que tenía  55). En un alarde de irresponsabilidad, sin contar con una vivienda propia ni con ingresos suficientes, trajo al mundo dos chiquillos que en plena infancia se encontrarán con una madre de 80 años. A las críticas que cualquier persona con dos dedos de frente hizo en su momento sólo pudo oponer dos “razones de peso”: que era lo que ella quería y que se encontraba estupenda y muy joven. Depende de para qué. Posiblemente para una excursión de jubilados esté estupendamente, pero la realidad de su edad se hacía presente en algo tan normal a los casi 70 como un buen montón de arrugas y unos pellejos colgones, acentuados por el empeño en estar delgada para poder ponerse camisetas de quinceañera. Y aclaro que cualquiera que me conozca sabe que no considero que las arrugas o las canas sean nada vergonzoso ni infamante, puesto que las luzco (más las segundas que las primeras) a cara descubierta, sin disimularlas con subterfugios risibles (por lo inútil del empeño).

Pues pasó lo que podía pasar, aunque ella lo desechara con ese empecinamiento estúpido que consiste en que la vida será lo que tú quieras, ¡faltaría más! Los niños todavía no tienen un año y ya hace varios meses que a ella la operaron de un cáncer de ovarios. Por supuesto, no da su brazo a torcer. Debe ser la única persona en el mundo a la que la quimioterapia no le afecta en absoluto, pues dice que no le ha supuesto ningún problema para seguir cuidando a dos bebés que todavía ni andan. Y que incluso cuando peor se encuentra no interrumpe su vida normal. Pues le saldría más rentable patentar el sistema que arrastrarse por estudios de televisión. Y millones de personas se lo agradecerían.

Ha vuelto a los programas de televisión pero, como decía el otro día una presentadora, no se sabe exactamente qué es lo que quería transmitir, porque no se explica muy bien. ¿Quería pedir ayuda? Es una posibilidad, pero no fue capaz de hacerlo porque le puede su vanidad. ¿Quería dar pena a ver si conseguía sacar unos dinerillos? Es lo más lógico, dado que el aparecer en la televisión con la peluca puesta hubiera sido impensable de otro modo en una persona que siempre estuvo obsesionada por su aspecto, según le contaba su madre a las vecinas. Pero como se empeñaba en seguir diciendo que no tenía ninguna dificultad para ocuparse de los niños…

Al final, lo único que quedó claro es que esta mujer sigue teniendo las ideas muy confusas y que todavía piensa ante todo en ella. Su conversación es un yo, yo, yo que asusta. No parece haberse dado cuenta de que los niños no nacen para cumplir las ilusiones de los padres, ni para que estos se quiten una espinita atrasada, ni para jugar con las muñecas que no tuviste en tus tiempos.

Actualización: Carmen Bousadas murió de cáncer en julio de 2009 dejando a dos bebés de dos años. Ni siquiera les pudo dejar un lugar donde vivir, pues vendió su piso para pagarse el tratamiento de fertilidad. Imagino que los niños serán dados en adopción con lo que, en este caso, evidentemente saldrán ganando.

41. Aquí no hay quien sobreviva



Ya era hora. Por fin una buena serie cómica española en televisión. Desde los primeros tiempos de “Aquí no hay quien viva” no me reía tanto. Sin embargo, me siento muy discriminada, ya que se emite por las mañanas, cuando la mayoría estamos trabajando. Precisamente por ese motivo sólo pude ver unos minutillos, pero la única escena que vi me pareció genial. A ver si hay suerte y, ante el enorme éxito que le auguro, la trasladan a otro horario de más audiencia.

Todavía no conozco el argumento ni el título de la serie puesto que, como dije, sólo pude ver una escena de unos pocos minutos. En ella, dos grandes actrices que componían el mejor papel de su vida. Una interpretaba a una periodista y otra a una tonta descerebrada entrevistada por la primera.

La que interpreta el papel de periodista es tan buena actriz que, aunque sé de buena tinta que ya ha cumplido los 50, hace un papel perfecto de “tengo 25 añitos y mira qué mona soy y qué buena estoy”. Ella se merece un premio y su maquillador, dos o tres. Por poner un fallo, no me gusta mucho el nombre que le han dado al personaje, porque “Ana Rosa” suena un poco a culebrón.

   La otra actriz, la tonta descerebrada, está un pelín sobreactuada, porque al espectador le costará un poco creerse que existan seres así aunque, en justicia, el fallo debería ser achacado al guionista. Tampoco aquí ha estado muy fino el que puso nombre a los personajes. “Tamara” parece más bien nombre de participante en “El diario de Patricia” o de concursante de “Gran Hermano”, y no de niña nacida en un precioso chalet de El Viso. No sé, no sé, no me acaba de convencer.

Como sé que vosotros también sois personas trabajadoras, productivas y muy ocupadas, supongo que os perdísteis esta gran serie. Para animaros a que intentéis verla, os dejó aquí los mejores detalles de la escena:

– La descerebrada dice que su personaje histórico favorito es “Robin Hood“, que hizo prácticas en el mundo de la moda que la han llenado mucho (estuvo de dependienta en Zara), y que el libro que tiene ahora mismo en su mesilla de noche es “Política latinoamericana”. Eso sí, el papel es de idiota, pero idiota legal, y la chica no miente. Reconoce que el libro está simplemente encima de su mesilla, pero no lo ha abierto porque no le gusta leer. Pero todo eso con mucho estilo y mucho glamour, ¿eh? Esta debe ser la buenecita de la serie. Por ahí debe andar otra que sea la mala, la zorra, la que se lía con todos los tíos y le quita el novio a las amigas. Estoy deseando echarle un ojo, y también al macizorro de la serie.

 El personaje de la periodista está tan bien dibujado que sólo con unas frases se nota que está especializada en denuncia social e investigación. De ahí sus corrosivas preguntas, tales como “¿Sabes que tienes acento de pija?“

En resumen, auguro que en la próxima entrega de los premios de la Academia de Televisión esta serie arrasa.

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¿Qué? ¿Qué no era una serie? ¿El programa de Ana Rosa? ¿Una entrevista a una hija de la Preysler? Hummm… bueno… yo… no he dicho nada.

40. Operación "Perfume"

Hay varios signos inequívocos de que se acerca la Navidad. No me refiero al calendario, o al tiempo. Al contrario. Si hacemos caso al calendario o al tiempo podemos pensar justamente lo contrario.

En primer lugar, se empiezan a instalar las luces navideñas en las calles. Y es que estamos a primeros de noviembre, claro. Pero ¿desde cuando se pone la iluminación navideña justo después del puente de Todos los Santos? Pues desde que la planificación del trabajo de las empresas que se ocupan de eso es más importante que la propia fiesta en sí y el sentido común.

Por otro lado, si vivimos en Cádiz mejor no nos guiemos por esa señal, porque es posible que, viendo las luces colgadas pensemos que estamos a 20 de diciembre cuando en realidad estamos ya a 30 de enero. Y ahí siguen. Esta debe ser la ciudad en la que las luces navideñas permanecen más meses puestas. Y es que la empresa que las coloca es la misma que se encarga de la iluminación para el Carnaval. Y claro, ¿qué sentido tiene subirse a una escalera para empezar a descolgar todo el 7 de enero si un mes después nos vamos a tener que subir otra vez en la misma escalera para colgar la iluminación carnavalesca? En resumen, que las luces navideñas permanecen puestas hasta que llega el momento de colgar los feísimos adornos de Carnaval.

Mejor vamos a guiarnos por otro signo más seguro. Observemos la televisión y si aparecen anuncios de perfume a mogollón es que se va acercando Navidad. Mejor, con este tema no hay confusiones. Estos anuncios llegan hasta el 5 de enero, ni un día más. No hay peligro de confusión: si hay anuncios de perfume en pantalla, el 6 de enero todavía no ha llegado; si brillan por su ausencia, es que ya pasó.

Estos anuncios se dividen en dos tipos:

a) anuncios de perfumes “estables”;

b) anuncios de perfumes “fugaces”.

   Hay perfumes que están pensados para durar cierto tiempo y, aunque no se anuncien en televisión fuera de estas fechas, de un año para otro los sigues recordando porque los ves en las tiendas, y porque han logrado crear un grupo de personas que los usan con continuidad. Eso sí, el anuncio es como el Guadiana. En estos días estoy viendo un anuncio de un perfume que juro que no lo emitían desde el 5 de enero del 2007. No recuerdo el nombre, pero lo anuncia una chica que creo que es Hillary Swank (muy mona, y con un tipazo que lo quisiera para mí).

   Luego hay perfumes que estoy convencida que aparecen sólo para durar una campaña navideña. También es posible que se trate del mismo perfume una y otra vez, con distinto nombre y diferente envoltorio, para hacernos creer que es nuevo, que por lo visto eso es fundamental para cualquier producto. Si es nuevo tiene que ser buenísmo. También es muy característico de estos perfumes que sean promocionados con el nombre y la imagen de una persona famosa. Este año ha sido Mariah Carey la que ha sacado un perfume: “M”. Y se promociona con una frase poco afortunada: “Mariah Carey huele a M”. Y cada cual que imagine lo que quiera.

Antonio Banderas ya tiene seis: Diavolo, Diavolo for women, Mediterráneo, Spirit, Antonio Banderas for women y Antonio. Me juego lo que sea a que ya es imposible conseguir los primeros de la lista, que se comercializarían justo hasta que fueran saliendo los demás. Y además sospecho que van desapareciendo para que no nos demos cuenta de que es el mismo con diferente envase.

   ¡Agggg, qué bajo hemos caído, qué vulgaridad! Qué tiempos aquellos en los que un perfume se hacía famoso por que lo usaba una reina, y de ella recibía también el nombre. Es lo que ocurrió con el primer perfume famoso elaborado con alcohol: se llamó “Agua de la reina de Hungría”, por ser el predilecto de la princesa húngara Isabel, a principios del siglo XIII. Ahora los que dan nombre e imagen a un perfume son personajes como Carmen Sevilla (tiene hasta una colonia infantil que se llama “Mis ovejitas”), Alejandro Sanz (“Siete”), David Beckham (con su nombre), David Bisbal (“Pura esencia”) o Arturo Fernández (“Classe”, se llama el suyo).

Cuando no están rindiendo culto a un famoso, estos perfumes “fugaces” destacan por un supuesto exotismo que se plasma en nombres que en realidad yo calificaría más como “Choni fashion”, o por un uso indiscriminado del francés y el inglés, que ya se sabe que no se puede llamar a un perfume “alicates”, pero si lo dices en francés suena muy chic ("Pliers", parece mentira como alicates, traducido al francés suena a otra cosa). Así no tengo que calentarme el coco. Elijo la primera palabra que pasa por mi cabeza y luego la traduzco a una de estas lenguas. Eso sí, si el perfume lo han creado Vittorio y Lucchino pueden ponerle un nombre más ibérico que el toro de Osborne sin que los califiquen de rancios y catetos.

   Dos cosas más hacen falta: un anuncio plagado de imágenes eróticas o de influencia oriental, y una frase publicitaria que parezca transmitir toda la sabiduría de los Siete Sabios de Grecia, el sentido de la vida desvelado y resumido en pocas palabras: “Your fragance, your rules”, por ejemplo.