miércoles, 8 de abril de 2020

De llantos y poemas

No sé si lo mío es normal o raro. Yo no lloré cuando nací. Me dieron los habituales azotes en el culo y único que me sacaron fue unos quejiditos tenues que sonaban a gatito lejano. Mi madre, primeriza, se pasó todo el día preguntando si yo respiraba. A la vista está que lo hacía. Simplemente  no era un bebé llorón y punto . Me despertaba con una gran sonrisa  De toda mi infancia, mi madre solo recuerda que yo llorara una vez: Tenía 5 años y una profesora que iba a mi casa, muy desagradable, me rompió en pedazos un tebeo que me habían comprado. Después de eso pasé por un largo periodo de sequía interrumpido solo cuando tenía casi 20 años, por una nota manifiestamente injusta que me pusieron.

Después del ictus parecía que la fuente se había secado de nuevo. Era incapaz de llorar ni por mi ni por otros. Lo asumí como una secuela más y punto. Mi ictus fue importante, pero tengo la impresión de que podía estar aún mejor y que no estuve bien tratada. En Cádiz sólo hay un centro donde trataban el daño cerebral que causa un ictus, así que no hubo alternativas. Por ejemplo, llevaba allí todo un año y nadie me había tocado el brazo izquierdo, a pesar de tener fisioterapia todos los días Fue un tiempo perdido en unos momentos en los que actuar con rapidez es esencial. En cambio, con mi fisioterapeuta actual, en solo  unos meses y después de 8 años, cuando solo cabe esperar cambios mínimos e imperceptibles, ya realizo algunos movimientos con ese brazo. Otra cuestión fue la de mi voz. En mi caso yo no perdí el habla, sólo tenia una ronquera que no se me quitaba, producto quizás del hecho de que el ictus me desplazó la laringe hacia un lado. Yo lo que tenía era un problema de voz, no una afasia. Era la única paciente del centro a la que le ocurría eso. El resto de mis compañeros tenían que volver a aprender vocabulario, como conjugar verbos, como redactar frases. Para ellos era como aprender completamente un idioma nuevo. Yo no necesitaba un logopeda sino un foniatra. Y en el centro no sabían que hacer conmigo Tan pronto me suprimían las sesiones de logopedia a los 8 meses sin darme explicaciones, como me volvieron a poner durante años y años con logopedas  que cambiaban constantemente. . Finalmente reconocieron que no podían ni sabían hacer más por mi  en ese aspecto y que me aconsejaban dejar la logopedia. Y lo hice. !Por fin¡ En uno de los periodos en que se quedaron sin logopeda, una psicóloga se hizo cargo de esas sesiones. Una de las cosas que hacíamos era leer poemas para practicar la entonación. Yo, aunque gran lectora, no era aficionada a la poesía, aunque sí al teatro clásico en verso. Y la psicóloga/logopeda me proponía para trebajar poemas que yo nunca había leído. Y entonces descubrí que no había perdido completamente la capacidad de llorar. Uno de ellos me provocó una llorera importante mientras lo leía por primera vez.

Esta no-vida que nos vemos obligados a llevar ahora me lleva a tener que contaros estas chorradas sin interés. Lo siento. Tengo una idea que me ronda hace días la cabeza, sobre Caravaggio. A ver si mañana la pongo en pie, porque ya, ni chorradas siquiera.

2 comentarios:

  1. ¿Cuál es ese poema? Yo no soy de poesía, lo sabes, y solo en una ocasión, en un momento complicado llegó a mis manos un poema de Mario Benedetti, y es mi “poema” de cabecera

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