jueves, 23 de abril de 2020

246. Los peligros de ser un chuleta

El aporte de ayer de Juan López García en el grupo EL RINCÓN DE LA HISTORIA de inmediato me dio una idea para mi entrada de hoy.  Y aquí estamos, en el mismo escenario y compartiendo algunos personajes.

Los Tassis eran una familia de origen italiano, cuyos miembros se extendieron por diversas partes de Europa, desde Flandes hasta España.

Felipe III nombró A Juan de Tassis y Acuña conde de Villamediana el 12 de octubre de 1603, confirmándole en el cargo de correo mayor General de todos sus estados. Su hijo Juan de Tassis y Peralta, segundo conde de Villamediana, protagonista de la estrada de hoy,  heredó el título y el cargo.

Nació en Portugal, pero enseguida vino a España con sus padres. Se crió D. Juan en Palacio como correspondía a su alcurnia, recibiendo una buena educación científica y literaria. Tuvo por maestros al famoso humanista Bartolomé Jiménez Patón que le preparó en Lingüística, Retórica y Dialéctica, que eran las Humanidades de entonces. Más tarde el discípulo ayudaría a su maestro nombrándole Correo Mayor de Villanueva de los Infantes, precisamente en el lugar donde moriría D. Francisco de Quevedo años más tarde.

Otro de sus maestros fue el Licº Tribaldos de Toledo, que le enseñó todo lo relativo al conocimiento de los antiguos autores castellanos inculcándole el amor por la poesía que nunca le abandonaría y en la que destacó. El Licº Tribaldos sería años más tarde Cronista de Indias y Bibliotecario del Conde-Duque de Olivares.

Pasó más tarde D. Juan a la Universidad de Alcalá de Henares, pero por breve tiempo no llegando a estudiar ninguna de las carreras que allí se enseñaban.

En 1589 muere en El Escorial el Rey Felipe II y su hijo Felipe III se hace cargo del Reino y cuando el nuevo monarca fue al Reino de Valencia para celebrar su matrimonio con Doña Margarita de Austria, el joven Don Juan le acompañó y se distinguió tanto que el Rey le nombró Gentilhombre de su casa y boca. En Palacio conoció a Doña Magdalena de Guzmán y Mendoza, de noble cuna y de gran influencia en la Corte, que era viuda de D. Martín Cortés de Monroy, Segundo Marqués del Valle de Guajaca, hijo del gran descubridor Hernán Cortés. Después de su viudez, la Reina la había nombrado aya del hijo que le iba a nacer. La diferencia de edad era grande, no obstante según cuentan sus biógrafos, D. Juan parece que tuvo relaciones amorosas con ella y un soneto de autor anónimo que circuló por Madrid decía que "no se portó muy bien con ella y aún le llegó a poner la mano encima", por lo que Doña Magdalena siempre le amó y le odió.

El privado del Rey, Duque de Lerma consiguió que el Rey trasladase la Corte a Valladolid, donde permaneció cinco años. Siguiendo a la Corte estuvo D. Juan en Valladolid contrayendo matrimonio con Doña Ana de Mendoza y de la Cerda, descendiente del famoso poeta el Marqués de Santillana, Hermano del Duque del Infantado. Con ello enriquecía Don Juan su nobleza aunque no su riqueza. Tuvieron varios hijos pero todos se malograron.

La Corte no era una buena escuela de moralidad. Dice Cotarelo  que "el reinado del católico Rey D. Felipe III era una síntesis de vicio e hipocresía". El Rey era muy aficionado al juego, a los naipes y el Duque de Lerma era un tahur. Se gastaban sumas inmensas en toda clase de cosas superfluas, cuando la economía del país y el Erario público estaban exhaustos y el Rey no tenía con qué pagar a los criados.

En una noche el rey perdió en el juego un millón y cien mil reales que le ganó el Marqués de Povar. La Reina y sus damas no quedaban atrás como ludópatas y el Duque de Lerma, el valido, tenía siempre montada una timba con los ricos genoveses.

El Conde de Villamediana no podía ser menos, llegando a ser con los naipes un consumado maestro. Fue tan afortunado en el juego que dio motivo para que le expulsaran de la Corte el 19 de enero de 1608 por haber ganado más de 30.000 ducados. Entonces marchó a Valladolid donde tenía amigos y parientes.

Sin embargo regresa pronto a Madrid donde su espíritu inquieto le hace partir para Valencia acompañando al Marqués de Santa Cruz y de allí a Italia donde se instala cerca del Virrey recién nombrado, D. Pedro Fernández de Castro, Conde de Lemos y pronto forma parte de la "Academia de los Ociosos" en la que se reunían poetas y escritores en torno al Mecenas que era el Conde Lemos. Entre los que asistieron a esta Academia estuvo Quevedo.

El cargo de Correo Mayor le proporcionaba pingües beneficios, y por ello no tenía empacho en ser generoso en extremo y sus gastos eran fabulosos, lo que le permitió hacerse con una buena colección de obras de arte, pinturas de los mejores autores italianos y españoles, esculturas, armas y numerosos objeto de valor que enviaba a España como ornamento de su casa. Era especialmente aficionado a los diamantes que engastaba en plomo para hacerlos brillar más y de los que enviaba muchos a su esposa Doña Ana que había permanecido en España. Además tenía en sus cuadras los mejores caballos, que nunca vendía sino que a veces los regalaba.

Seis años pasó en Italia, regresando en 1617 a Madrid, quedando asqueado de cuanto vió en la Corte lo que le hizo escribir en sus poemas diatribas contra todo y contra todos, lo que le granjeó muchos y poderosos enemigos. Su poesía satírica, que si no lo creó él fue uno de los creadores, la utilizaba como dardos envenenados contra aquello o aquéllos que no le gustaban. Sus críticas se hicieron famosas y circulaban por todo Madrid, de mano en mano, copiándolas unos y otros. Aquello que vió Villamediana a su regreso de Italia, era un verdadero saqueo de España.

Hacía responsable de toda la desmoralización imperante al Duque de Lerma, el privado del Rey, codicioso, venal y rapaz por demás y que fué funesto para España. El nepotismo y los cargos a sus paniaguados eran la regla. Traficaba con los destinos, llegando sólo en "donativos" a obtener una suma de 44.000.000 de ducados. La expulsión de los moriscos le proporcionó enormes beneficios en propiedades y dinero. El oro que venía de Indias, cuando no quedaba en manos de piratas y corsarios, pasaba a engrosar las arcas del Duque y sus paniaguados, en lugar de invertirlo en el desarrollo de España.

Juan de Tassis era rico,  popular en la corte y tenía éxito con las mujeres. Pero era demasiado atrevido y se metía en muchos líos. Tenía un gran conocimiento de los clásicos y compuso algunos poemas en un excelente latín. Lo que le trajo muchos problemas fueron los poemas satíricos que componía sobre personajes de la corte que se sintieron agraviados por ello. Participo en alguno duelos en los que resultó victorioso. Sufrió por todo ello varios destierros por orden de Felipe III, no sólo de por haber arruinado en el juego a varios caballeros importantes, sino también por sus ya citadas fortísimas sátiras, en las que zahería sin piedad alguna las miserias de casi todos los Grandes de España. En fin, tenía muchos enemigos. Por si fuera poco en sus asuntos con las mujeres también metió la pata. Tuvo (o pretendió) amores con una dama portuguesa que era dama de la reina y amante del rey. Pero lo más peligroso fue enamorarse de la mismísima reina, Isabel de Borbón, a quien mencionaba en sus poemas como "Flordelisa", juego de pabras que resultaba transparente para todo el mundo. Se ignora si al re le ofendía más lo de su esposa o lo de su amante. Se cuenta que prendió fuego al teatro de Aranjuez cuando se representaba una obra suya, "La gloria de Niquea", sólo para poder salvar a la reina del fuego llevándola en brazos. Y que se presentó en un baile con una capa forrada de reales de oro y un bordado que decía "son mis amores reales", lo que se consideró muy descarado y peligroso. Con ocasión de una corrida de toros celebrada con la presencia de los reyes, Villamediana rejoneó, lo que hacía muy bien. La reina, entusiasmada, exclamó ¡que bien pica el conde! El rey no se pudo contener y respondió, con evidente doble sentido: "pica bien, pero demasiado alto". Hasta el día de hoy se usa la expresión "picar alto" cuando alguien pretende algo que está fuera de su alcance".

La muerte del conde de Villamediana,
obra de Manuel Castellano,
Museo del Prado
  Sea como fuere, Villamedina fue asesinado por la cuchilla de una ballesta valenciana, empuñada por un embozado  cuando el conde  iba en coche con el duque de Haro por la Calle Mayor de Madrid. Nunca se resolvió el crimen. Inmediatamente todos los poetas de la corte compusieron versos sobre el tema. Góngora atribuyó la orden al rey. pero pudo ser también algún personaje a quien arruinó en la mesa de juego, un marido vengativo o una víctima de sus sátiras. No faltaban sospechosos con móvil. La pintura que ilustra esta entrada representa el momento en que el cadáver es trasladado al portal del palacio de Ochate, la casa de su padre, donde se dice que acudió a verlo toda la Corte. El pueblo también sospechó que tras esa muerte se encontraba el monarca, y comenzaron a circular unas coplillas, que algunos atribuyen a Quevedo, que decían "el mentidero de Madrid pregunta, ¿decidme, quién mató al Conde?... la verdad del caso ha sido, que el matador fue Bellido, y el impulso, soberano". (1)





Hurtado de Mendoza le escribió estos versos:

Ya sabéis que era Don Juan
dado al juego y los placeres;
amábanle las mujeres
por discreto y por galán.
Valiente como Roldán / y más mordaz que valiente...
más pulido que Medoro
y en el vestir sin segundo,
causaban asombro al mundo
sus trajes bordados de oro...
Muy diestro en rejonear,
muy amigo de reñir,
muy ganoso de servir,
muy desprendido en el dar.
Tal fama llegó a alcanzar
en toda la Corte entera
que no hubo dentro ni fuera
grande que le contrastara,
mujer que no le adorara,
hombre que no le temiera.

Es como si hubiera anticipado una descripción del mismísimo D. Juan Tenorio.

No es de extrañar que el Romanticismo en el siglo XIX volviera a utilizar el personaje en obras teatrales. Ya en el siglo XX se han escrito varias novelas sobre el caso. Una de ellas "Capa y espada", obra de Fernando Fernán Gómez o "el pintor de Flandes", de Rosa Ribas, escrita a la manera de novela de intriga.

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(1) Sobre la muerte de Villamediana, las sospechas y las reacciones de algunas personas recomiendo leer esta entrada en un blog, escrita por alguien cuyo nombre ignoro. No puedo darle el crédito correspondiente porque no aparece el nombre del autor el nombre y lo siento mucho. Lo único que puedo hacer es poner un enlace a su blog. Recomiendo leer el texto señalado.

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