martes, 3 de diciembre de 2019

Mi primer programa de televisión

 Vamos a viajar a una época lejana. Carmina, y muchos de los lectores de este blog estarían en parvulitos. Wolffo sería un bebé de meses. Y casi todos los demás andabais todavía bastante lejos de venir a la existencia. Por eso, porque la mayoría habéis vivido otra época, no os podéis imaginar los años en los que un televisor en casa era una cosa tan poco frecuente que se convertía en todo un acontecimiento.

Una tarde fuimos a hacer una visita a las tías Clara y María, que eran unas señoras de pelo blanco, muy distinguidas, que hubieran encajado perfectamente como personajes en una de esas películas inglesas hechas sobre una novela de Agatha Christie. Vivían muy cerca de mi casa, en un chalet de dos plantas, de estilo inglés, con un jardín que tenía hasta un estanque de peces rojos, motivo por el que a mi hermano y a mí nos encantaba ir. Este jardín nos proveía también de morera para nuestros gusanos de seda, así que las visitas a las tías eran frecuentes.

Aquella tarde nos llevamos una gran sorpresa al llegar, y es que tía Clara y tía María se habían comprado un televisor. Por supuesto, la televisión era en blanco y negro, existía una sola cadena (creo que la segunda estaba a punto de empezar) y la programación sólo cubría unas horas del día. Los mayores la estuvieron mirando unos minutos, por la novedad, pero en seguida se retiraron a otra parte de la habitación y pasaron a la conversación.

En mi casa todavía no había televisión, pero la hubo un poco después. A lo mejor mi padre se animó tras ver la tele de las tías. Por aquel entonces había más o menos 850.000 receptores de televisión en toda España y la señal no llegaba a toda el país. Teniendo en cuenta que ahora hay tres receptores sólo en mi casa, y que esto no es un caso extraordinario, se podrá apreciar lo abismal de la diferencia entre una y otra época.

Aquella tarde, cuando todo el mundo dejó de mirar la televisión, yo me quedé embobada delante del aparato. Y ni los peces de colores,  ni el jardín  me pudieron arrancar de aquella contemplación.

No penséis que se estaba emitiendo “Herta Frankel y la perrita Marilyn”, “Viaje al fondo del mar”, “Don Gato y su pandilla” o “Supercar”, por citar alguno de los programas de mi infancia, lo cual hubiera sido algo lógico. No, qué va. Me tragué un par de horas de “La vida breve”, de Falla, y encima en versión de concierto. Es decir, que no había un escenario con unos decorados por donde se movieran los cantantes ataviados con el vestuario pertinente, lo que hubiera podido justificar un poquito mi embobamiento. Y cincuenta y tantos años después todavía me acuerdo perfectamente de aquella tarde, y veo aquella habitación con todos sus detalles, el televisor y aquella pantalla donde en blanco y negro aparecían solamente la orquesta y los cantantes.

Ópera a palo seco, directamente en vena. A lo mejor cosas como esa explican un poquito mejor a Carmina, que a veces, hay que reconocerlo, es u poquito especial.

2 comentarios:

  1. Yo también recuerdo mi primer "programa" de TV. Una vecina invitó a la chiquillería a casa de su tía, que hacía comprado un aparato. Cuando la buena señora vio entrar a tanto niño en su casa, se asustó y solo nos dejó ver la televisión durante unos segundos y justo era un anuncio de Caballero (coñac)... Es cosa de hombres...
    Besos de una maia

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    1. Cuando mi padre compró la televisión y la instalaron en casa, al encenderla, lo primero que se vio fue la cara del actor Pablo Sanz, por entonces muy habitual en tve. Hacía el papal de un hombre que estaba en la cárcel.

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