domingo, 1 de septiembre de 2019

78. Repelús

Así, en un repaso rápido, me doy cuenta de que he escrito varias veces sobre publicidad. Como mínimo media docena, aunque hay algún post más que no he podido localizar ( China sigue donde siempre, Lo que no se ve en la foto, Anuncios, Unos vaqueros con mensaje, Operación “Perfume” y El feminismo de Visa).

No soy experta en el tema, pero como se supone que los anuncios se piensan y se realizan precisamente para gente como yo, me siento perfectamente autorizada para opinar sobre ello. Y justamente en estos días me saltan a la vista dos anuncios que lo que me producen son repelús, aunque estoy segura de que no era ese el objetivo de quien los creó.

En primer lugar, las paradas de autobús de mi ciudad están totalmente copadas por una gran foto que publicita la colección de ropa “Fórmul@ joven” de El Corte Inglés. He intentado buscar la foto para ilustrar el post, pero no ha habido manera de encontrarla, así que confiaré en mi habilidad para describirla, aparte de que seguro que muchos de vosotros la habéis tenido también ante los ojos.

En dicha foto aparece una parejita. Él la tiene a ella agarrada por la cintura, pero como se trata de que se vea el vestido de la chica (blanco con lunares negros), ella se mantiene forzadamente separada de él, como si lo estuviera rechazando. Por otro lado, sigue dándose esa tendencia que ya tiene varios años de que los modelos luzcan en sus caras una expresión mezcla de tristeza, disgusto, enfado y hasta repugnancia. De forma que entre la postura de ambos y la expresión de sus rostros, la escena representada parece sugerir un ataque del chico a la chica y la correspondiente defensa por parte de ésta, en lugar de dar a entender que se trata de una parejita monísima que está encantada de estar ahí restregándose bajo los árboles. Parece los prolegómenos de una violación. Repelús a tope.

La otra campaña publicitaria la he visto tanto en televisión como en internet. Particularmente, cada vez que entro en la web de un periódico digital, lo primero que veo es un banner que me anuncia lo siguiente: Quiero que mis hijos vivan con la naturaleza como compañera de piso. Y un renglón más abajo: Celia, 4 años. Si yo fuera la madre de Celia estaría bastante preocupada, porque está claro que Celia se ha tragado un viejo. Y además, no un viejo cualquiera, sino un ecologista radical, de esos que abominan de la tecnología y preferirían que todos volviéramos al Paleolítico Medio. Más repelús. Si yo tuviera hijos preferiría que no tuvieran compañeros de piso, porque eso quiere decir que no tienen suficientes recursos económicos como para vivir con un poco de intimidad. Y si se refiere a vecinos, quisiera que tuvieran a seres humanos agradables, de los que no molestan y te echan una mano cuando lo necesitas. Y no a la naturaleza, que puede ser muy bonita pero también muy cabrona y muy incómoda. Que la naturaleza no sólo es tener unos geranios en el balcón y un ficus en el cuarto de estar. Que la naturaleza incluye muchas cosas letales para el ser humano y tiene sus leyes, que implican acabar con nosotros simplemente por el hecho de estar ahí, en medio de unas lluvias monzónicas, una helada o un huracán caribeño. A ver si superamos ya la edad mental de preescolar y dejamos de identificar naturaleza con la naturaleza domesticada o falsa de una película de dibujos animados. A ver si no caemos en el error de llamar naturaleza a lo que es justo lo contrario, artificial a más no poder, como un parque.

Otro tema es que Endesa piense que somos estúpidos y nos creamos que hay niñas de 4 años que piensan y hablan así.

P. D.: Enel, propietaria de una parte de Endesa, le ha criticado a Acciona la mencionada campaña publicitaria. Están indignados porque la consideran torpe, inoportuna (por la demasiada coincidencia con la campaña de otra empresa), con un mensaje poco original, demasiado cara en comparación con el resultado final y con un contenido poco coherente.

 En fin, que los señores que llevan la publicidad de Fórmul@ joven y Endesa no han conseguido por un lado emocionarme o cautivarme, ni por otro impactarme, escandalizarme o dejarme huella con sus campañas, como se ha hecho tantas veces expresamente (recordemos aquellas viejas campañas de Benetton), sino sólo darme un poco de asquito, que no creo que sea el efecto deseado.

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