domingo, 31 de mayo de 2020

El día en el que conocí a la Dama



Estoy segura de que no muchas personas podrán dar razón del día exacto en que surgió en ellas una vocación determinada. En mi caso, sí. Y, apurando un poco, casi puedo precisar la hora.

Yo había elegido bachillerato de Ciencias sin saber exactamente qué era lo que más me gustaba, pero sabiendo perfectamente que no me gustaba la Lengua, el Inglés, el Latín y el Griego. A lo largo del Bachillerato confirmé que me encantaban las Matemáticas, el Dibujo Técnico y la Física,  y que no me gustaban la Química y la Biología. Pero también me interesaban mucho la Historia y la Historia del Arte (1).

El caso es que en COU, sin despeinarme siquiera, saqué un 10 redondo en todos los exámenes de  Matemáticas del curso, y el profesor me dijo que daba por hecho que estudiaría Exactas (2).

Yo todavía no había tomado una decisión, pero en ese momento la tomé. Total, que todavía con 16 añitos y la Selectividad ya aprobada, le digo a mi padre que quería matricularme en Exactas, en Sevilla. Y mi padre dijo que si yo pensaba que con 17 recién cumplidos me iba a ir a Sevilla, es que estaba loca.

Por si alguien lo duda, hasta ese momento no había nada que hiciera presagiar que me iba a dedicar a la orgía y el desenfreno, pero es que estábamos en el año 1976, y las cosas eran de otra manera.

Total, que las opciones que se me ofrecían en Cádiz era Medicina, Enfermería, Empresariales, Naútica, Química, Derecho, Magisterio, varias Ingenierías Técnicas, Filología y Geografía e Historia. Y más por eliminación que por verdadero interés, comencé la carrera de Geografía e Historia. Cuando terminé 3º de carrera (los cursos comunes) tuve que volver a plantearme qué elegir.

 Así que elegí hacer la especialidad de Historia del Arte y ya, con 19 años y a punto de cumplir 20, mi padre no se negó a que me fuera a Sevilla.

El verano después de ese primer curso en Sevilla, la vida me había cambiado mucho.  En septiembre de 1.980 yo era una estudiante que apuraba sus últimos días de vacaciones. Todavía no tenía claro qué hacer al terminar la carrera pero no estaba muy agobiada porque tenía todo un año por delante para decidir.


Y entonces, el 26 de septiembre de 1.980 a la hora del almuerzo, recibí una llamada de teléfono de mi amiga E. Estábamos juntas desde pequeñas en el colegio, y en Sevilla vivíamos en el mismo Colegio Mayor. Muy nerviosa, me cuenta que al tirar el chalet de su abuela para construir otro edificio habían descubierto algo importante. Que se había acordado de mí por lo que me interesaba la Historia y el Arte, y que si me acercaba esa tarde ella se ocuparía de que me dejaran pasar, porque el solar estaba cercado por una valla alta y no se veía nada desde la calle.

Con muy pocas ganas (por el calor y el cansancio de la playa) me arrastré sobre las seis de la tarde hasta el lugar, donde ya me estaba esperando E. Un señor de la constructora, que ya nos estaba esperando, nos dejó pasar, haciéndonos sobre todo la recomendación de que nos pusiéramos en un sitio donde no estorbásemos, para que a nadie se le ocurriera preguntar qué hacíamos allí. E. y yo nos sentamos muy modositas al filo del gran hueco que habían excavado para los cimientos de la casa y entonces vi por primera vez el sarcófago antropoide femenino, sin nada más a su alrededor que suelo arenoso, limpio y vacío. Los dientes de una excavadora habían chocado rompiendo la tapa a la altura de los piesy dejando un profundo arañazo vertical a lo largo de la tapa que se llevó por delante el extremo de un dedo, pero había respetado el resto del relieve. Incluso se conservaba la policromía rojiza del pelo. Estaba en una zona alejado de cualquier otra tumba. No había nada más a su alrededor. Estaba protegido por sillares de piedra ostionera local tallados de modo que seguían la forma  de la caja.

Hay que especificar que Cádiz era famoso en el mundo de la arqueología española por haber proporcionado el único ejemplar de un sarcófago antropoide fenicio que existía en nuestro país. Apareció en 1887, y fue un hallazgo fundamental en la arqueología española. Y en toda Europa sólo existían el ejemplar de Cádiz y dos o tres más en Sicilia. Por eso, el que saliera otro más en Cádiz, casi cien años después, y esta vez femenino, era todo un bombazo.

Alrededor del sarcófago se afanaban seis o siete personas, todos ellos bastante jóvenes. Recogían hasta la más mínima esquirla de mármol con vistas a la restauración. De lo que podía haber dentro del sarcófago no se veía nada.

Me quedé todo el tiempo que pude, hasta que ya no se veía nada. E. se había aburrido muy pronto y se había marchado, pero yo estaba como hipnotizada. En ese momento decidí que cuando acabara la carrera yo quería hacer lo mismo que aquel grupo de gente que estaba allí. Con mi título ya bajo el brazo pero sin tener ni idea de lo que era trabajar en arqueología, me presenté una mañana en el Museo Provincial, donde me atendió con muchísima amabilidad el Director, que era una de las personas que yo había visto aquella tarde. E inmediatamente me vi rodeada de un grupo de gente estupenda que me enseñaron de todo, y con quienes pasé los siete u ocho años siguientes, que fueron los más interesantes y divertidos de mi vida. 

El descubrimiento del sarcófago tuvo mucha repercusión por existir tan pocas piezas de este tipo en Europa, se escribieron muchos artículos. Viajó a Venecia para ser expuesto en la gran exposición "Los fenicios", en el Palazzo Grassi. Hoy día se han corregido algunas afirmaciones apresuradas que se hicieron en aquel momento, las más curiosa de los cuales es que todo parece indicar que el primero de los sarcófagos antropoides que presenta un rostro masculino barbado contenía un esqueleto femenino (3) y "La Dama", con su rostro femenino y sus senos marcados contenía el esqueleto de un hombre. Recientemente se ha anunciado un estudio profundo de ambos esqueletos que, con la tecnología actual, nos aclarará el misterio. 


Luego las circunstancias me llevaron por otro camino, pero no me voy a poner a jugar a aquello de “qué hubiera pasado si…” Hay que mirar para delante y no hacerse preguntas que, de todas formas, no tienen respuesta. De cualquier modo, mi estado de salud actual no me permitiría ahora mismo muchas cosas. Con mi fibromialgia a cuestas me resultaría imposible pasar horas y horas en cuclillas en el fondo de un agujero húmedo, o hacer jornadas de trabajo maratonianas, luchando contra el tiempo en una excavación de urgencia. De todas formas hubiera tenido que abandonar el trabajo de campo y dedicarme a la investigación en el Museo Quizás haya que decir aquello de “bien está lo que bien acaba”. De cualquier forma, la decisión que tomé ese día me encaminó correctamente a lo que ha sido mi vida. He disfrutado de la enseñanza durante 21 años. Así, repito; "Bien está lo que bien acaba".



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(1) El plan de estudios que me tocó en suerte era tan completo que en Bachillerato de Ciencias teníamos esas asignaturas como obligatorias.

(2) Y con el profesor más hueso de Cádiz en esa asignatura, que tenía aterrorizados hasta a los alumnos de 1º de la Facultad de Químicas, donde también daba clase. Yo, con mi 10 en la nota final, me esperaba una matrícula de honor, pero no me la pusieron. Le pregunté al profesor por qué y me respondió que si hubiera sido otra persona, con esas notas me la hubiera puesto, pero que le constaba que no me había costado ningún trabajo porque le constaba "que ni siquiera estudiaba para los exámenes". Le contesté que era cierto, que me limitaba a atender a las explicaciones y a traer la tarea hecha todos los días, porque lo entendía todo muy bien. Así y todo, me aconsejó que estudiara exactas porque estaba claro que se me daban bien.

(3) Ya en el momento de su aparición, las descripciones de los técnicos hablaron de un  esqueleto de constitución grácil, más propio de una mujer.



2 comentarios:

  1. Recuerdo perfectamente el chalé de los abuelos de E. Las veces que jugamos y saltamos encima del sarcófago sin tener ni idea de lo que se escondía unos metros por debajo.

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