martes, 14 de julio de 2020

Verdadera o falsa......Me da igual, yo también quiero decir algo

Seguramente ya sabéis de que hablo, porque en pocos días se ha convertido en popular. Se presenta como la carta de una profesora que critica al sistema educativo y da unas explicaciones apoyándose en la gramática. Inmediatamente ha salido la réplica aduciendo que es falsa, que salió por primera vez en 2009, que la persona que dice ser la autora no existe y que lo que dice de gramática es erróneo.


Como hace tiempo que quería hablar de esto, aprovecho la polémica y digo lo que algunos famosos en las entrevistas: Me alegro de que me hagas esta pregunta.

La gramática no es mi especialidad, así que ahí no me meteré, pero estoy perfectamente capacitada para hablar de MI EXPERIENCIA PERSONAL Y PROFESIONAL.

Es curioso como el momento en que naces te condiciona muchas cosas en la vida, y no me refiero a cartas astrales y otras pamemas anticientíficas. Nací en 1959, por lo que me tocó vivir bajo unos planes educativos determinados, que en mi caso me configuraron como la persona que soy. No fui a párvulos porque mis padres prefirieron tenerme en casa el mayor tiempo posible, pero no estaba dejada de la mano de Dios.

Mi hermano y yo tuvimos unas profesoras en casa y cuando entré en Primaria no iba en desventaja: sabía leer (sin silabear), escribir (con buena letra), sumar y restar con toda corrección. A leer me enseñó mi abuela con 4 años, y desde ese momento leí todo cuanto cayó en mis manos, que fue mucho, pues mi casa estaba llena de libros. Cuando todavía no leía mi abuelo me leía los cuentos.

 El primero que tuve de mi propiedad se llamaba "Beee, el corderito travieso". Era en verso y, tantas veces me lo leyeron que me lo aprendí de memoria perfectamente. También memoricé muchas fábulas y cosillas parecidas. Recuerdo perfectamente muchos de mis libros, como una adaptación infantil de La Iliada, con su tapa dura y unas ilustraciones preciosas. Recuerdo los "Cuentos de la Alhambra", de Washington Irving, superviviente de una colección enorme que había en casa de mi abuela paterna para mi padre y sus hermanos.

Leyendo, leyendo, aprendí a escribir sin faltas de ortografía, y si alguna se escapaba, el copiar 25 veces la palabra correctamente escrita eliminaba el error, pues, aunque no teníamos Pretecnología o Conocimiento del Medio como asignaturas, sí teníamos tiempo para hacer un dictado TODOS LOS DÍAS. Con 12 y 13 años tuve la asignatura de Latín y fijaos, la superé sin traumas. Al llegar a 5º de Bachillerato elegí Ciencias, pero mis asignaturas también incluían Historia del Arte, Historia Universal, Filosofía y Literatura, pues escoger una rama  no implicaba cercenar  la otra, eso me convirtió en una persona con curiosidad por un gran abanico de temas, con base para disfrutar POR IGUAL de la Ciencia y de la Poesía. Dada la fecha en que nací la televisión que conocí incluía aquellos "Estudio 1", donde ví a los grandes actores del teatro español representando La vida es sueño, Fuenteovejuna, El caballero de Olmedo o El alcalde de Zalamea, pero también a Ibsen, Moliere, Chejov o Balzac. Me enamoré del teatro en verso, de Shakespeare, del teatro  clásico griego, y todo ese repertorio me enseñó no sólo literatura, sino también ética y valores (una vez escribí, hace tiempo, que un estudio profundo de Antígona debería ser obligatorio para políticos). Voy terminando ya, no voy a insistir más, pero no me resisto a contar una conocida anécdota:

La de ministro Solís, defendiendo en las cortes franquistas un proyecto de ley para aumentar las horas de deporte en detrimento de asignaturas como el latín. Solís,  nacido en Cabra, provincia de Córdoba,  alardeaba de su cerrado acento andaluz y se vanagloriaba de ser lo que él entendía ser un hombre del pueblo, pero que no era más que ordinariez e ignorancia, terminó su discurso espetando con un volumen casi a gritos :

"¿porque,  en definitiva para que sirve hoy, el latín?"

Y D. Adolfo Muñoz Alonso, natural de Valladolid, profesor de la Universidad Complutense y amante de la cultura, no pudo contenerse y desde su escaño contestó al ministro. Solís:


"Por de pronto, señor ministro, sirve para que a Su Señoría, que ha nacido en Cabra, le llamen egabrense y no otra cosa." (entiéndase cabrón).

Es un  tema recurrente  que si los niños sólo miran pantallas de móviles, tablets etc... Esta mañana, leyendo peródicos me vino a la memoria una experiencia de mis tiempos como profesora de instituto, que traigo aquí para  conocer vuestro parecer. Yo opino que lo adultos son los culpables de todo esto.

Si a un niño le das siempre bazofia, acabará gustándole o acostumbrándose..

A mí me encanta El Tenorio, y comprendo que siga siendo un referente del teatro español. Los más grandes actores le han dejado su impronta. Oir la profunda y maravillosa voz de Fernando Guillén recitando esos versos hace  que mi interior se derrita como  un helado bajo el sol de agosto. Quizás sea porque desciendo de un autor de dramas románticos, Eusebio Asquerino. Ahora casi nadie lo recuerda, pero en su época disfrutó del suficiente reconocimiento como para que Esquivel lo incluyera en un cuadro que retrata a los poetas románticos, cuadro que está en el Prado. En fin, sea porqué crecí viendo la obra en la televisión cada día de difuntos de mi infancia, por  mandato de mi ADN o porque me gusta el teatro en verso, aquí estoy.


Lo que ocurrió en el instituto fue que hice una apuesta con el profesor de Lengua y Literatura, cuando entró en la sala de profesores bufando y quejándose de los alumnos de 2º de ESO. Entonces le hice una apuesta: Pondría en una clase de 2º de ESO la grabación de una  representación del Tenorio. ¡Teatro en verso y en blanco y negro!, dijo mi compañero, estoy seguro de que no aguantarán ni 10 minutos. Aguantaron, por supuesto. Les encantó la chulería del Don Juan, la apuesta con Don Luis Mejía, el desafío a los muertos, todo. Y al final de la clase tuve que prometerles que en la siguiente clase seguiríamos hasta el final. Sólo fue necesario lo normal, ponerles en el contexto con unas breves explicaciones y explicarles el significado de algunas palabras.


Hubo un inesperado efecto secundario:  durante unos días se oyó en el patio palabras como bellaco, malandrines, rufián, pero nadie protestó y todo pasó. Mi compañero aceptó mi victoria y yo demostré que a los niños no hay que tratarlos como a retrasados.


Podría decir muchas otras cosas, Tengo una anécdota a cuenta de la palabra  "botarate" pero no quiero cansaros, así que si se plantea otra cosa seguimos en los comentarios, Prometo contestar  a todos y cada uno.





No hay comentarios:

Publicar un comentario