viernes, 30 de octubre de 2020

Carmina, Diógenes de Sinope y el Ayuntamiento de Cádiz

 Cuenta Diógenes Laercio que Diógenes el cínico acudió  a Olimpia durante los juegos y a la vuelta alguien le preguntó si había allí mucha gente, y Diógenes le contestó: "Mucha gente sí, pero pocos seres humanos". Ya se sabe que Diógenes de Sinope (el que le dijo a Alejandro Magno que se apartara porque le tapaba el sol) era un poco antipático y nada sociable. Suyas son estas perlas:


«Cuanto más conozco a la gente, más quiero a mi perro».

«El insulto deshonra a quien lo infiere, no a quien lo recibe».

«Mira bien quién es tu amigo, porque si por tal le tienes y él no lo es, puede ser tu mayor enemigo»


Y abundan las anécdotas:


Se afirma que Diógenes se fue a Atenas con un esclavo llamado Manes, que lo abandonó poco más tarde. Con un humor característico, Diógenes afrontó su mala suerte diciendo: “Si Manes puede vivir sin Diógenes, ¿por qué Diógenes no va a poder vivir sin Manes?”.


Diógenes, de Jean-Leon Gerôme
Caminaba descalzo durante todas las estaciones del año, dormía en los pórticos de los templos envuelto únicamente en su manto y tenía por vivienda una tinaja. Cierta vez pensó que le sobraban cosas entre todas sus pertenencias: tenía su bastón, que necesitaba para caminar; tenía su manto, que le cubría y su zurrón, que contenía una escudilla y un cuenco para comer y beber, respectivamente. Un día, en uno de sus paseos por la ciudad, vio cómo un niño comía lentejas en un trozo de pan y cuando al terminar sus lentejas bebió agua con las manos en una fuente y Diógenes pensó: “Este muchacho, dijo, me ha enseñado que todavía tengo cosas superfluas. Si come sus lentejas con un trozo de pan y cuando termina con ellas bebe agua con sus manos, no necesito ni mi escudilla ni mi cuenco" y acto seguido arrojó contra el suelo ambos y siguió caminando.


Otro relato decía que cierto hombre adinerado le convidó a un banquete en su lujosa mansión, haciendo hincapié en que allí estaba prohibido escupir. Diógenes hizo unas cuantas gárgaras para aclararse la garganta y le escupió directamente a la cara, alegando que no había encontrado otro lugar más sucio donde desahogarse.


Cuando Diógenes asistía a los baños se encontraba siempre con un citarista al que todo el mundo despreciaba y criticaba, mas Diógenes lo saludaba con respeto, incluso con cierta admiración, a lo que algún curioso lo interrogó sobre el motivo por el que saludaba al citarista con lo mal que tocaba, respondiendo a esto Diógenes: "Porque tal y como es toca y canta, pero no roba a nadie".


En una ocasión, Diógenes estaba lavando unas hierbas cuando se topó con Aristipo, a quien llamaba el perro real, y le dijo éste a él: "Si hubieras aprendido a prepararte esta comida, no pedirías en los palacios de los tiranos". A lo que Aristipo respondió: "Y si tú supieras tratar con los hombres, no estarías lavando hierbas".


Pero, Diógenes no era más que un modo de introducir lo que quería comentar. Mis alumnos decían que mis clases eran una continua sorpresa con giros inesperados. Pero, sin darse cuenta, aprendían mucho más de lo que venía en el libro.


Vuelvo al comentario que hizo Diógenes al volver de Olimpia, que es justo lo que pensé cuando leí hoy cierta noticia en el DIARIO DE CÁDIZ: "El Ayuntamiento saca a licitación la pista de hielo para la plaza de San Antonio".




 Lo que me hizo pensar: "En el Ayuntamiento de Cádiz hay mucha gente pero pocos cerebros". Con lo que está cayendo y sabiendo como sabemos que evitar las aglomeraciones es FUNDAMENTAL, el Ayuntamiento pone en bandeja la ocasión y los medios para que en dicha plaza se junten cientos de personas, sabiendo como sabemos que habrá muchos niños, y lo complicado que puede ser conseguir que unos niños que están patinando sobre hielo no lo entiendan como que el peligro se ha pasado y pasen, a su vez, de mascarillas y distancias. Si los niños se aburren, que les pongan un libro en las manos, ¡joder!, y si no saben leer, que sus padres les lean un cuento. Conmigo lo hicieron y no salí tan mal. Mi abuelo (lo he contado varias veces) me leía a los tres años "Bee, el corderito travieso" y, como era en verso, ayudada por la rima ¡me lo aprendí de memoria! (con la salvedad de que al llegar a "allí le habló doña rana: ¿nunca el bosque has visitado?" yo decía "allí le habló doña RAMA"). Pero vamos, que creo que para tener tres años no estaba mal. Yo pisaba poco la calle, pero nunca me faltaron libros en casa, ni puzzles, ni juegos de mesa, lápices de colores, cuadernos para dibujar. Si alguna vez se me ocurría decie "Estoy aburrida", invariablemente la respuesta era "las personas inteligentes no se aburren nunca". Sobra decir que nunca me quejaba de aburrimiento e iba directamente al armario de los juegos y los libros (bien grande, en el cuarto de mi hermano), donde lo difícil era decidir qué escoger, si los bloques de madera, con los que levantaba edificios fantásticos, inspirados en los libros que leía, o leer por enésima vez "La isla del tesoro", "La flecha negra", los cuentos de las "Mil y una noches", o "Ivanhoe" o "Historia de dos ciudades", etc. (1). Hoy los padres parecen estar muy ocupados como para leer a los niños. Habrá quien me diga "Claro, como tú no tienes hijos..." Por circunstancias que no vienen al caso, los tres niños del piso de al lado (2) pasaban en mi casa más tiempo que en la suya. Así que sí, sé de lo que hablo. Con los niños se hace  lo que se quiere, son como plastilina. Pueden terminar siendo un pedazo de carne que solo aspira a salir en "Mujeres, hombres y viceversa" o ser personas curiosas que, incluso cuando ya tienen la vida asegurada, quieren seguir aprendiendo cosas nuevas y diversas. Pero bueno el tema no son los niños, sino la irresponsabilidad de unos adultos que viven de decidr sobre nuestras vidas (e incluyo aquí a políticos de TODAS las administraciones).


He dicho. 

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1)Teníamos una colección preciosa llamada Joyas literarias, que incluía, en forma de comic, todas las joyas de la literatura popular. No exagero si digo que en aquella caja había más de 200 títulos: Verne, Stevenson y Twain al completo, más Dumas, Salgari, Dickens..., en fin, el paraíso. He buscado información y leo que fue una colección de 272 clásicos de la literatura adaptados a historieta por la editorial Bruguera.




(2) Hoy, aunque ya tienen 32, 33 y 34 años, los sigo llamando "los niños", los tres tiene sus estudios, se ganan la vida tan bien como para ser independientes económicamente, pero todavía se acercan con frecuencia a ver a su vieja Ina (así me llamaban, para diferenciarme de mi madre), que siempre estaba disponible para ver con ellos, amontonados todos en el sofá, como les gustaba, la serie "Hércules" (episodios grabados en vídeo, vistos una y mil veces), o hacer tortitas con caramelo y nata, inventar una coreografía para partirnos de risa mientras bailábamos un minué de Mozart (¿te acuerdas, Manu?). Así que sé lo que digo. Cuando uno quiere, se dejan los exámenes por corregir para más tarde y se aparca todo  para dedicarles un rato a los niños. Conmigo conocieron las leyendas de la mitología griega, visitaron el museo de Cádiz donde aprendieron de cuántas formas diferentes se enterraba un romano, hicieron su primer viaje al extranjero (a Londres). El mayor, hoy ingeniero industrial, estaba tan nervioso que, desde que llegamos a Heathrow no paraba de preguntar  ¿Cuándo vamos a ver la "Piedra Rosetta"? Tengo anécdotas para aburrir pero paro aquí que no quiero hartaros.

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