jueves, 15 de octubre de 2020

Un abuelete desesperado por ligar

 Hoy os voy a contar una anécdota ocurrida en 2.009. En un puente me fui  a pasar 4 días en Madrid y una mañana bajé a desayunar a la cafetería del hotel, donde me ocurrió  lo que sigue. Todo lo que sigue en letra cursiva lo escribí al día siguiente en un blog que tenía entonces. Por favor, sed compasivos y no os riáis de mi.


"Ayer entré en la cafetería del hotel para desayunar. Todas las mesas estaban ocupadas, así que me acomodé en la barra. A mi lado charlaban tres personas mayores, dos hombres y una mujer. A los dos minutos uno de los hombres y la mujer se marchan, y se queda el otro señor, que ya no cumplía los 70. Apenas salieron por la puerta, el viejete se dirige a mí y me cuenta que el que se acaba de marchar es una persona inteligentísima, economista y con una conversación muy entretenida. A mí me acaban de traer un café y un croissant y estoy empezando a tomármelos. Lo que me pedía el cuerpo era contestarle “¿Y a mí que rábanos me importa?”, pero por no ser borde con el abuelete lo miro y esbozo una ligera y desganada sonrisa. Nada más, ni una palabra, convencida de que el viejete cogería la indirecta.


Nada de eso. Resulta que el abuelo pretendía ligar, y se dio cuenta de que sólo tenía el tiempo que yo iba a tardar en tomar lo mío, de forma que entra a saco. Me cuenta que es abogado, que sacó premio extraordinario de fin de carrera y que en sus ratos libres hizo Filosofía y Letras. Pienso que la mueca de sonrisa que he hecho no ha sido suficiente y le contesto exactamente “Me alegro mucho por usted”, con el mismo tono que hubiera utilizado para decirle “vete a la mierda”. Y el viejo sigue atacando. Por lo visto aquellas escuetas cinco palabras, que por el tono desanimarían a cualquiera, no le hicieron mella, y me responde que hablo muy bien el castellano. Le contesto, cada vez en un tono más desagradable, que es natural, porque soy española. Y el increible abuelo me responde que le sorprende, ¡¡¡porque tengo pinta de “artista extranjera”!!!


Viendo cómo se ponía la cosa, le digo que sí, que puedo pasar por la hermana gemela de Uma Thurman, excepto los días en que quiero sorprender a mis amigos, me pongo una peluca castaña y un culo postizo perfecto, y entonces se me puede confundir con Jennifer López. Aclaro a los lectores que tengo 50 años, y que no iba arreglada precisamente de forma que pareciera que estaba pidiendo guerra. Concretamente, como el día estaba nublado y con aspecto de que podía caer un chaparrón en cualquier momento, me había puesto unos vaqueros, una camiseta blanca y unas alpargatas rojas. Y la cara lavada, sin ni siquiera mi indispensable rayita en el ojo. El viejo no parece coger la ironía y con empeño digno de mejor causa me dice entonces “Niña, no deberías teñirte el pelo de rubio” (1). En ese momento cualquier respeto por una persona que me saca más de 20 años se me ha pasado, así que le digo que haga el favor de no llamarme niña, que tengo 50 años y que a esas alturas me pongo el pelo como me sale de la peineta.


El abuelo considera entonces que parece ser preferible no seguir por el tema capilar y ataca con más empeño y peor estilo aún. Comenta entonces que no estoy morena, y que debería usar bikini. Y para rematar suelta entonces que el bikini me sentaría estupendamente “porque tengo poco pecho”. En ese momento ya estoy alucinando con la conversación del viejo, y empiezo a preguntarme si en esa cafetería le echarán algo al café.


Sólo tenía dos opciones: mandarlo directamente a tomar viento o atragantarme con lo que quedaba del croissant y dejarlo con la palabra en la boca. Me sigue dando qué sé yo ponerme bestia con un viejo, así que me meto el último trozo del croissant en la boca de una vez a toda pastilla al mismo tiempo que pongo sobre la barra el importe exacto de la cuenta para salir pitando en 20 segundos, sin tener siquieera que esperar por la vuelta. Pero el viejo decide aprovechar esos 20 segundos y el hecho de que tengo la boca llena y me dice que le encantaría invitarme esa noche a bailar y a tomar unas copas. No contesto y salgo despavorida de allí, todavía tratando de tragar el último bocado del croissant.


No tengo ni idea de cómo se ligaría en los tiempos del viejo, pero yo en mi vida he conocido a un tío tan borde. Y todavía tendremos que seguir oyendo que hay que ver cómo es de maleducada la gente joven".


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(1) Quisiera aclarar varias cosas. No he llevado el pelo teñido jamás en mi vida. Soy castaña clara. Mi abuela paterna era rubia nórdica y tuvo el pelo blanco como la nieve desde los 40 años. A mí me ha pasado algo parecido y en ese momento tenía el pelo canoso con unas ligerísimas mechas rubias, tan  finas que se funden con el pelo blanco de forma que no parece para nada un teñido. También me pregunté alguna vez si el viejo me tomó por otra cosa. Pero no, imposible, estaba en la cafetería de un hotel bueno, de 4 estrellas, que no es frecuentado por señoras "de moral distraida". Para billetes de tren, reservas en hoteles y esas cosas. siempre recurro a la agencia de viajes de un amigo que me trata como si fuera su hermana pequeña y nunca me mandaría a un sitio así. Precisamente una vez estaba buscándome un hotel en Madrid para otro puente y fijándose en lo que le salía en la pantalla de su ordenador dijo: "Aquí hay una oferta muy buena....pero no, no me gusta este barrio para ti". Me quedo con la otra posible explicación. Al día siguiente se lo conté al camarero para que estuviera al quite por si se repetía y me dijo que estaba alucinado porque era un señor muy educado que vivía enfrente e iba todas las mañanas a desayunar allí. Me dijo que pensaba que estaba empezando a tener síntomas de alzheimer. 


2 comentarios:

  1. XD! Y no pensaste en una cámara oculta? 😀

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    1. Pues no, no pensé en eso. Concha, de verdad que al viejo estaba desaforado y se veía que no le daba vergúenza de sí mismo.

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