sábado, 30 de noviembre de 2019

El ala oeste de la ridiculez


Ayer, mientras escribía sobre la serie "Los Tudor", estaba recordando otra serie con la que me apetecía ajustar cuentas. Y como nada me impide escribir sobre series dos días seguidos, aquí van mis reflexiones


Durante años  de la televisión sólo vi series, aunque realmente no me sentaba delante del receptor. Hay muchas razones para ello, todas estrictamente personales y comprendo muy bien que no sean compartidas por muchos. En primer lugar, por los horarios. No tengo tiempo para pasarme delante del televisor todo el rato que ello requeriría, y además forzosamente me coincidirían algunas al mismo tiempo.  En segundo lugar, porque cuando una serie me gusta mucho, me fastidia enormemente el parón semanal entre capítulos, el parón a media temporada (como en Navidad, por ejemplo),  y el parón de varios meses entre temporadas. En tercer lugar porque series muy prometedoras han resultado finalmente ser un bodrio. Y en cuarto lugar porque estamos sometidos a la dictadura de las audiencias, y series que me pueden gustar mucho son de pronto canceladas por ese motivo. De forma que prefiero esperar a que una serie esté concluida para verla de un tirón, en una maratón de dos capítulos diarios (alguno más en fin de semana). Me estoy refiriendo a la época en que trabajaba y, por tanto, madrugaba. Y esa es otra razón por la que no podía ver muchas series a la hora en que se emitían.

Habrá quien piense que ver una serie que fue finalizada cinco años atrás no tiene ninguna gracia. Es una opinión. A mí me compensa frente a los inconvenientes citados anteriormente. Y además sirve como filtro. Podemos recordar que los seguidores de Lost se comían los codos de la impaciencia, y finalmente muchos de ellos abominaban del final de la serie. Yo me ahorro la impaciencia y además así voy sobre seguro escogiendo las series que voy a ver, descartando las que han supuesto una decepción y aquellas que, siendo de mi gusto, son de pronto canceladas abruptamente.

 En resumen, bastante después de su emisión en las cadenas españolas empecé a ver nada menos que “El ala oeste de la Casa Blanca”, según casi todo el mundo la mejor serie política de todos los tiempos y una obra maestra de Sorkin. Con esas credenciales me puse a verla y lo cierto es que a mí esta serie me ha suscitado una serie de reflexiones bastante diferentes.

Sólo hay dos posibilidades: o estamos ante una galería de personajes inverosímiles y situaciones disparatadas, o, si es un fiel calco de la realidad, lo que debería hacernos reflexionar en manos de quién dejamos el poder.

Veamos lo que se puede decir de personajes y tramas después de haber visto los diez primeros capítulos:

– El presidente de Estados Unidos es un personaje inverosímil, premio Nobel de economía, a pesar de lo que estudió en la universidad fue Teología, no Economía,  cuyo principal mérito es saber millones de datos absurdos e innecesarios (1) que parecen más adecuados para responder a preguntas del Trivial que para gobernar un país.

– El presidente y el vicepresidente se odian. Apenas se ven. Y cuando coinciden el presidente aprovecha para avergonzarlo y dejarlo en ridículo en público.

– Además del vicepresidente, los miembros del gabinete (equivalente a los ministros) también son meras figuras decorativas. El presidente pasa de ellos y sólo los convoca o les informa por obligación, cuando no tiene más remedio (2). Da la impresión de que Estados Unidos tiene un gobierno absolutista sólo parcialmente limitado por las maniobras de “los malos”, que afortunadamente,  siempre pierden.

– Cuando no tiene más remedio que pedir su parecer a los miembros de su gobierno (por ejemplo, en Defensa), tiende a ignorar sus consejos y a dejarse llevar por impulsos de tipo emocional.

– La mujer del presidente también actúa por su cuenta y riesgo, sin detenerse a pensar en las consecuencias de su comportamiento para su imagen y la de su marido. Debe tener un genio endiablado, porque hasta la gente de confianza teme hacerle una sugerencia (3).

– Los que de verdad cortan el bacalao en el país son un reducido grupito compuesto por el jefe de gabinete (en muchas ocasiones aluden a él como “jefe de personal”) y su ayudante, el director de comunicaciones y su ayudante, a los que nadie ha votado y nadie conoce. Toman decisiones sobre cualquier tema: educación, defensa, relaciones con el Congreso, economía, política social, etc. A no ser que el presidente tenga un día travieso, hace sin pestañear lo que estos le digan. A estos cuatro personajes se añade su jefa de prensa, aunque no por completo, pues numerosas veces la dejan fuera de los asuntos que tratan.

– Aunque esa jefa de prensa es quien le va a salvar su cara y su imagen ante los periodistas que se congregan varias veces al día en rueda de prensa, con frecuencia no la informan de asuntos muy gordos que están pasando. Así ocurre que los periodistas aparecen como mejor informados que ella misma, lo que la deja en evidencia frecuentemente.

– El presidente tiene una asesora política que está encarnada en una chica bastante joven, lo que parece totalmente inapropiado para un puesto de ese calibre. Dicha asesora, además, no encuentra que exista ningún conflicto de intereses en trabajar al mismo tiempo para el presidente demócrata y para un opositor, un político republicano prominente.

– A pesar de que este grupito es presentado como paradigma de “los buenos”, honrados, incorruptibles, etc., no dudan en hacer cosas a espaldas del presidente, como intentar contratar a una prostituta de lujo para involucrar en un escándalo a un político republicano, o utilizar el nombre del presidente para organizar un funeral con honores militares para un vagabundo que ha muerto mientras dormía en un banco de un parque.


– Se supone que el presidente aprecia de verdad a esas cinco personas, pero continuamente se está portando con ellas como un niño malvado que de pronto se percata de que tiene poderes mágicos y los usa para fastidiar a todo el que tiene alrededor. Así, cuando termina una jornada a la una y media de la madrugada con el ayudante de su jefe de gabinete, y éste se lamenta de que sólo tiene cuatro horas para dormir antes de volver al trabajo, para fastidiarlo le obliga a quedarse un rato más escuchándolo mientras le cuenta chorradas sobre los parques naturales. En otra ocasión obliga a la secretaria de prensa a ponerse una gorra de baseball, lo que la avergüenza porque va vestida elegantemente. Entonces el presidente, para fastidiarla aún más, llama la atención de los fotógrafos y les pide que le hagan una foto para la prensa.

– Todos los personajes de la serie, incluyendo a secretarias y personal de la más baja categoría, son una especie de fanáticos del trabajo, que aguantan jornadas de 18 horas en la oficina, y eso en días normales. Si hay una emergencia pueden pasarse dos o tres días sin ir a casa, y nadie protesta lo más mínimo. Los derechos laborales de los empleados brillan por su ausencia. Las vacaciones y los fines de semana no existen.

– Se dan situaciones de lo más absurdo, como el presidente abandonando un montón de veces la mesa del banquete ofrecido al presidente de Indonesia, o el hecho de que su hija pequeña salga con su asistente personal, que es más o menos un criado para todo.

– A pesar de la importancia que le dan en EEUU a esos asuntos, a que es más que fácil que acabe descubriéndose todo, y a que se pasan todo el rato diciéndose unos a otros lo que se quieren, la confianza que se tienen y que pondrían su vida en manos de los demás, se ocultan muchos temas entre ellos: el presidente ha ocultado a todo el mundo, incluído su jefe de gabinete, su persona de más confianza, que padece esclerosis múltiple desde antes de presentarse a las elecciones. El presidente y el jefe de gabinete ocultan a todos los demás que éste último, además de alcohólico, es adicto a los tranquilizantes. El jefe del gabinete oculta durante semanas al presidente y a todos los demás que su mujer se ha marchado de casa. El ayudante del director de comunicaciones le oculta al presidente que sale con una prostituta de lujo, pero se lo cuenta a bocajarro a una desconocida que ha venido a visitar la Casa Blanca con sus alumnos de primaria. Luego esa desconocida resulta ser la hija del jefe de gabinete, qué casualidad. Por supuesto, todos estos temas les estallan, como tenía que pasar, y sitúan a los protagonistas al borde del abismo.

– Cuando se descubre que una secretaria filtró a sus enemigos la información sobre las adicciones del jefe de gabinete éste, en lugar de despedirla, dice: “Vamos a darnos una segunda oportunidad”. Ohhhhh, son todos tan buenos que dan ganas de llorar.

Y esto sólo en unos pocos capítulos de la primera temporada. Sin terminarla la dejé por considerarla una tomadura de pelo. Y eso que, según la crítica era "la mejor serie de tema político de todos los tiempos".

Si optamos por la otra posibilidad, el que todas estas cosas sean un fiel reflejo de la realidad, tendríamos que llegar a la conclusión de que es un milagro que ese país (y todos los demás) no se hayan ido al garete hace tiempo. Y también tendríamos que pensar en qué clase de personas colocamos al frente del gobierno de una nación. Incluso sin que en los capítulos que vi de en la serie haya aparecido entre los protagonistas la corrupción, la ignorancia y la incompetencia para esa tarea, incluso planteando la existencia real de unos personajes que se suponen honrados, capacitadísimos, buenas personas, trabajadores, etc.,  da miedo pensar que nuestro bienestar y nuestra supervivencia están en manos de gente así.

Por cierto, en enero pasado se publicó que Sorkin quiere retomar un tema creando un "spin off" de la serie. Debe ser que observando a Trump y a su familia se le han ocurrido algunas ideas. Para temblar.

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(1) Jugando al poker con sus colaboradores se pone a hacerles preguntas como: “En inglés sólo hay tres palabras que empiezan por dw. ¿Cuáles son?”. Y así se pasa toda la serie, que dan ganas de matarlo. Lo mismo sabe traducir del latín, que cuántos millones de años tiene Marte, o un montón de detalles geográficos sobre los fiordos noruegos. Y sin prepararse ningún tema, lo tiene todo permanentemente en la cabeza, listo para apabullar al que se ponga por delante. Parece un tipo más adecuado para presentarse a "Saber y Ganar" que a la presidencia de EEUU.

(2) Al empezar una reunión del gabinete se menciona el hecho de que hace 6 meses que no se reúnen, y además el presidente dice claramente que aquellas reuniones le parecen absurdas y que no las realizará más que cuando esté obligado. Sería el equivalente a que el presidente del gobierno dijera públicamente que los Consejos de Ministros son reuniones absurdas, que no sirven para nada, que les dijera a los ministros que no necesita despachar con ellos, y que los convocará sólo cuando esté estrictamente obligado por ley.

(3) Cuando antes de una cena de gala decide, a última hora y sin consultar, cambiar el tema del que iba a hablar, la secretaria de prensa hace un razonamiento con mucho sentido común (“Es una cena de gala. Si se pone a hablar de los pobres llevando un vestido de 4.000 dólares parecerá María Antonieta.”). Pero no se atreve a darle este consejo directamente, y envía al asistente personal del presidente (una especie de criado) para decírselo.


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