martes, 22 de septiembre de 2020

Una gaditana en Sevilla (2)

En primer lugar pido disculpas por haberme retrasado un día en publicar la segunda parte, pero no me ha sido posible, y además me he entusiasmado escribiendo y esto ha quedado más largo de lo que creía.

Habíamos dejado a Heinrich negociando con los turcos  permiso para excavar en Hissarlick. Tenía razón Schliemann al razonar que el primer paso era convertirse en millonario. Aquello le habría de costar mucho dinero. Schliemann debía pagar los obreros, cualquier gasto que surgiese, todo. El gobierno turco solo puso un hombre para que vigilase los hallazgos que se produjeran, pues el trato incluía que la mitad de todo lo que se encontrase debía quedarse en Turquía. En aquella época las excavaciones se realizaban empleando a masas de hombres que cavaban zanjas muy anchas. Schliemann contrató a un gran número de hombres. Vamos, prácticamente a cualquiera que pudiera usar una pala, un azadón o un pico. Schliemann sabía que el arqueólogo Frank Calvert había excavado en aquella colina sin éxito, pero no se desanimó. Los primeros restos constructivos aparecieron y Schliemann estuvo seguro de que debía perseverar.

Grandes fragmentos de muralla con puertas aparecieron, pero Schliemann continuó excavando y encontró "varias Troyas" cada una reedificada sobre la anterior. Así, Schliemann llamó a esos niveles Troya I hasta Troya IX, aunque algunos, como Troya VII, estaban subdivididos en a, b, c, etc.... (de la edad de bronce al periodo romano)










Aquella excavación parecía no tener fin. Aparecieron "niveles de incendio", con capas de cenizas, maderas quemadas que indicaban que la ciudad había sido incendiada varias veces, y después reconstruida y repoblada. Pero  Schliemann estaba obsesionado por la Troya homérica, la que había dado lugar a la guerra narrada en la Iliada. Y no parecía ser capaz de identificar qué nivel era el que le interesaba, pues ningún hallazgo podía establecer sin dudas el nivel o estrato contemporáneo del desarrollo de los poemas homéricos. La víspera del cierre de lo trabajos, en 1.873, Sophia volvió a una zona cuya excavación había abandonada por considerarse poco prometedora, y le llamó la atención  algo que brillaba entre la tierra. Fue a contárselo a su marido. Este convocó a los trabajadores y les dijo que, con motivo de su cumpleaños, les daba el día libre para que lo celebraran a su salud en las tabernas del pueblo y que la jornada se les pagaría aunque no hicieran su jornada de trabajo. Todos se fueron bastante contentos y así sin testigos, Heinrich y Sophia volvieron al lugar y con sus mismas manos rebuscaron en el punto que Sophia había identificado. Comenzaron a salir objetos de oro, joyas, armas de prestigio. Una lista no exhaustiva de lo hallado podría ser:

Un escudo de bronce, u
n disco grande, provisto de un ónfalos​ y de un largo mango aplanado terminado en una serie de discos pequeños., un caldero de cobre con asas, un artefacto de cobre desconocido, quizás el cerrojo de un arcón, una jarra grande de plata que contenía dos diademas de oro. ( llamadas después las "Joyas de Helena"),​ 8.750 anillos de oro, botones y otros objetos pequeños (collares y pendientes), seis brazaletes de oro, dos copas de oro, un vaso de cobre, una botella de oro labrado, dos copas, una de oro labrado, y la otra de oro fundido, varias copas de terracota, una copa de electrum (mezcla de oro y plata), seis hojas de cuchillo de plata forjada, tres vasos de plata con partes soldadas de cobre, más copas y vasos de plata, trece puntas de lanza, de cobre, catorce hachas de cobre, siete dagas de cobre, otros artefactos de cobre con la llave de un arcón.

Se dice que Schliemann pidió a Sophia su chal, lo extendió, depositó todo encima y, envolviéndolo en el chal, lo llevó a la tienda de campaña que compartía con Sophia, donde ya, con privacidad, observaron detenidamente cada pieza. Hay quien dice que las cosas no ocurrieron así, pero sólo un testigo visual podría decir si fue así o no, y eso no existe, por lo que nunca se podrá saber cómo fue el hallazgo y la extracción del tesoro. Para  Schliemann era la prueba definitiva. Aquello solo podía haber pertenecido a un gran rey, y para Schliemann ese rey solo podía ser Príamo, padre de Héctor y Paris. A partir de ese momento Schliemann ya no dudó que había descubierto la Troya homérica, solo que se había pasado continuando la excavación a niveles anteriores (el tesoro estaba en lo que Schliemann había llamado Troya II).  Schliemann no estaba dispuesto a dividir el conjunto dando la mitad a Turquía, de forma que sacó el tesoro a escondidas poco a poco de Turquía, enviándolo a Grecia, donde la familia de Sophia lo custodió. Cuando Schliemann lo dio a conocer, los arqueólogos "académicos" intentando ridiculizarlo y desacreditarlo, criticaron sus técnicas de excavación y hasta  lo acusaron de haber falsificado el tesoro.

Ante esto, y como opinión propia y sin nada que ver con el libro, mi opinión es:

- Hubo mucha envidia contra Schliemann, porque todos esos arqueólogos no disponían de fondos para financiar excavaciones y tenían que esperar a que alguien pusiera una cantidad importante en sus manos.

- Es cierto que Schliemann era "un aficionado", pero las técnicas de excavación que usaban los contemporáneos de Schliemann, también nos horrorizarían hoy.

- No hay ninguna seguridad para atribuir ese tesoro a Príamo o su época. Pero hoy día no hay razones para sospechar que sea falsificado. Es verdadero, aunque muy posiblemente anterior a la época de los hechos relatados por Homero. La capa en la que el tesoro de Príamo fue supuestamente encontrado fue la de Troya II, mientras que Príamo, según la tradición, habría sido habitante de Troya VI o VIIa, que fueron ocupadas cientos de años después.

- Demostró la existencia histórica de esa ciudad, aun cuando en su apreciación cometió errores de cronología.

Cuando H. Schliemann descubrió, bajo el suelo de Hissarlik, las murallas troyanas no sólo inició la reconstrucción histórica de la, hasta entonces, mítica ciudad, sino que abrió un venero inapreciable para la arqueología. Con posterioridad, las excavaciones de Dörpfeld y de Blegen mostraron, en ese solar, la existencia de nueve ciudades superpuestas a lo largo de los siglos.

- Hay que reconocer que Schliemann, aunque fuera un "aficionado" tuvo el mérito de haber sido el primer arqueólogo en documentar fotográficamente sus hallazgos.

Por el hecho de haber trasladado ilegalmente a Grecia,  sin la debida autorización de las autoridades turcas, ese tesoro, Schliemann fue acusado por el gobierno otomano y condenado a abonar una multa que el arqueólogo pagó quintuplicada con la condición de que le permitieran retener parte de ese hallazgo y le renovaran el permiso para seguir excavando. En cumplimiento de ese acuerdo dejó la parte convenida con destino al antiguo museo de Constantinopla.

En cuanto al citado tesoro, con los años, contra la voluntad de su esposa que quería lo donara al gobierno griego, Schliemann lo confió al cuidado del entonces Imperio alemán, depositándolo en el Reichsbank de Berlín, pero estos objetos desaparecieron en en medio del caos de los últimos días de la Segunda Guerra Mundial sin que nada se supiera de su destino durante décadas. Hace pocos años, la directora de uno de los museos de Moscú, el Museo Pushkin, declaró que el llamado «tesoro de Príamo» estaba en sus depósitos.  Se supo que, para preservarlo de los bombardeos se empaquetó en cajas y se trasladó a un refugio subterráneo. En algún momento, se llevó a los almacenes del Museo Pushkin de Moscú. A pesar de que las cajas estaban correctamente rotuladas e identificadas quedaron olvidadas. Mientras tanto, el mundo entero creía que el tesoro ya no existía. Hace pocos años, la directora de ese museo reconoció que el tesoro estaba entre sus depósitos y que lo expondría para que el público pudiera apreciarlo, y así lo hizo; de esa muestra valiente y memorable, resta un catálogo. Esa actitud, como es de imaginar, dio origen a un conflicto judicial de alcance internacional donde turcos, griegos, alemanes y rusos litigaron –y litigan– por su pertenencia.

Schliemann esperaba para reemprender las excavaciones, pero como la autorización de los turcos para reiniciar las tareas arqueológicas se demoraba más de lo razonable, marchó a Grecia con el propósito de excavar en Micenas.


En Micenas, 
Schliemann hizo lo mismo que había hecho en Troya, seguir al pie de la letra a los clásicos, en este caso al geógrafo Pausanias, concretamente la Descripción de Grecia. Anteriormente los eruditos habían interpretado erróneamente las indicaciones de las tumbas de las que hablaba Pausanias, creyendo que estaban ubicadas todas fuera de la muralla de la acrópolis. (menos mal que era "un aficionado sin estudios") En las excavaciones halló cinco tumbas (en un recinto que ha sido llamado Círculo funerario A) con un total de 20 cadáveres, y en torno a ellos abundantes y ricos ajuares funerarios, con numerosos objetos de oro, bronce, marfil y ámbar. Además halló sesenta dientes de jabalí y un numeroso grupo de sellos con grabados de escenas religiosas, de luchas o de caza. Entre estos hallazgos estaba la llamada máscara de Agamenón, fechada, sin embargo, varios siglos antes de la cronología que tradicionalmente se atribuye al legendario rey. 


   Aunque desde que la hallara, Schliemann llamara "Mascara de Agamenón" a la fabulosa máscara funeraria que pertenecía a uno de los ajuares funerarios, hoy se sabe que no era la tumba del jefe de la coalición griega que luchó en Troya, sino que el conjunto de tumbas era un heroon, es decir, 
 un santuario dedicado por los antiguos griegos y romanos (y en ciertos casos por otros pueblos como los iberos) como lugar de culto o conmemoración de un héroe, erigido frecuentemente sobre su supuesta tumba o cenotafio.El culto habitualmente se centraba alrededor del heroon, en el cual se creía reposaban los restos del héroe (reliquias). Se le hacían ofrendas, comidas y se hacía consideración de que el héroe aún estaba vivo y compartía esas ofrendas. La "posesión" de un héroe por una determinada ciudad era visto como algo fundamental para el buen devenir de ésta.

Aún realizó Scliemann mas excavaciones exitosas:

En 1876 había iniciado unos pequeños sondeos en Tirinto, y en 1877 volvió a Ítaca, exploró la isla en busca de restos arqueológicos y realizó algunos sondeos, pero sin resultados.

En 1880 excavó en Orcómeno, donde encontró un tipo de cerámica que llamó cerámica minia. También descubrió una tumba del tipo tholos, de época micénica.

En 1882-1884, junto con Wilhelm Dörpfeld -un joven arquitecto y arqueólogo alemán ya célebre por sus campañas en Olimpia-, regresó para excavar a mayor escala, inspirado en los datos que sobre esta ciudad habían escrito Homero y Pausanias. Desenterró un palacio micénico de considerables dimensiones.

Schliemann volvió durante tres campañas a Troya. En ellas, su colaborador más valioso fue el citado Wilhelm Dörpfeld. Por los hallazgos de cerámica en estas campañas, Schliemann admitió su error en su creencia inicial de que el estrato de Troya II era el correspondiente a la ciudad homérica, y en cambio ésta debía identificarse con Troya VI. Uno de los hallazgos más llamativos de la última campaña fue el denominado tesoro L, que constaba de cuatro hachas ceremoniales, que trasladó también ilegalmente a Grecia.

Bueno, no quiero aburrir. Leed el libro. En el hay cosas que no he contado. Está descatalogado pero, si no os importa comprar libros de segunda mano, lo podéis encontrar en la Casa del Libro y en Todocolección. Que no me llevo ninguna comisió ¿eh? Simplemente es que cuando algo me gusta mucho, me da mucho coraje que otras personas no disfruten de ello.

Prometo escribir una tercera parte sobre "La vida privada de la Mona Lisa".


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