miércoles, 12 de febrero de 2020

"Del hecho al dicho" viaja fuera de España

Los asiduos a este blog conocerán la existencia de la sección "Del hecho al dicho" (para ver todas las entradas de este tema, en la lista de etiquetas que aparece en el menú de la derecha se puede filtrar haciendo click en el nombre de la etiqueta). En estas entradas explico el hecho histórico que da a origen a muchos dichos y frases hechas. Algunos son reales y otros legendarios, pero incluso estos se suponen protagonizados por personajes históricos reales. Hasta el momento, me había limitado a España (Ancha es Castilla, Hacerse el sueco) Pero me he preguntado ¿Por qué limitarme a España? Empecé en la enseñanza  dando clase de la asignatura Cultura clásica, una asignatura optativa que poe entonces existñia en 2º y 3º de BUP,  por lo que conozco muchos ejemplos relacionados con Grecia y Roma, así que esta sección será, en adelante "universal".

Muchos años antes de que Julio César paseara al líder celta Vercingetorix cargado de cadenas en su triunfo tras la conquista de la Galia, los vaivenes de la historia depararon a los romanos un sustito en su propia casa.

Breno, escultura que adornaba un navio francés del siglo
 XVIII o XIX
 En el año 387 a, C., un ejército de galos, dirigido por Breno, jefe de la tribu de los susones, tras invadir Italia, se enfrentaba a los romanos en la batalla de Alia. La batalla terminó en derrota romana. Los galos continuaron hasta llegar a las puertas de Roma. La población, despavorida, abandonó sus casas y se refugió en una fortaleza en la colina del Capitolio. Los celtas ocuparon la ciudad, saquearon y quemaron parte de la misma. A diferencia de la mayoría de la población, los jefes de las familias patricias, según Tito Livio, vestidos con sus mejores galas, esperaron a los feroces invasores sentados majestuosamente en los vestíbulos de sus casas. Los galos quedaron impresionados pensando que asemejaban dioses. Uno de ellos, tímidamente, tocó la barba de uno de ellos que, ofendido por el gesto, le golpeó con su bastón en la cabeza y casi le parte el cráneo. A partir de ahí se desató el furor de los galos y hubo una matanza. Los galos ocuparon toda la ciudad,excepto el Capitolio,  saqueando y quemando. Se negoció con ellos y Breno acordó marcharse a cambio de un rescate de mil libras (unos 327 kg,) de oro. Los romanos acudieron con el oro y se inició el pesaje Los romanos sospecharon que los galos estaban usando pesos trucados y protestaron a Breno, que arrojó su espada sobre los pesos, obligando así a los romanos a poner más oro, para compensar, al tiempo que exclamaba "Vae victis", ¡Ay de los vencidos!. La expresión se usa para hacer notar la impotencia del vencido ante el vencedor, sobre todo en las negociaciones entre ambos. Algo así como que el vencido no puede pedir ni esperar clemencia del vencedor.

Los historiadores antiguos, Tito Livio, Plutarco, Polibio, Dión Casio... no se ponen de acuerdo sobre si esta anécdota ocurrió o no, Algunos la afirman y otros la ignoran. Tito Livio, incluso, se contradice  según la obra suya que consultemos.

Sea como fuera, esta invasión de la ciudad quedó grabada en la memoria de los romanos, que durante siglos tuvieron terror a los galos. Cuando, durante el Primer Triunvirato, Pompeyo y Craso, temerosos de que César se hiciera con demasiado poder, decidieron alejarlo de Roma, no pusieron impedimentos para que César fuera designado  procónsul de las provincias de Galia Transalpina, Iliria y Galia Cisalpina, pensando que Cesar no podría con los galos y que la Galia sería el fin de su carrera hacia el poder, si no su tumba. El tiempo demostró cuánto se equivocaban.




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