jueves, 28 de noviembre de 2019

La ajetreada momia de Ramsés II y otras curiosidades sobre el faraón más viajero



El faraón Ramsés II, muerto a los 90 años tras 66 ó 67 años de reinado, seguramente  no pudo imaginar todos los trajines que sufriría su cuerpo.

 La primera profanación de la tumba del faraón tuvo lugar a los sesenta años de su muerte, cuando unos ladrones intentaron asaltarla.

De una época algo posterior (durante el reinado de Ramsés IX) se conserva un documento, el papiro Mayer, que informa de pillajes destructivos en muchas tumbas del Valle de los Reyes (entre ellas la de Ramsés II) y en el Rameseo. Se trata del acta del juicio que se llevó a cabo contra los instigadores de estos robos, entre los que se encontraban altos cargos públicos de Tebas que fueron severamente castigados. Bajo sus órdenes se desvendaron momias para extraer joyas, se arrancó el oro que cubría los sarcófagos y otras piezas y se robaron los ungüentos y perfumes que contenían los vasos.

Posteriormente, hacia el 1090 a. C., las autoridades egipcias concentraron las momias de varios reyes en sólo dos tumbas (la de Seti I y Amenhotep II), para así protegerlas con mayor facilidad contra los salteadores. La inhumación fue sencilla, sin ajuares ricos, tan sólo con lo que había sobrevivido de saqueos anteriores y guirnaldas de flores. Se reutilizaron los sarcófagos en mejor estado. Así, Ramsés acabó en el féretro de su abuelo, Ramsés I.

Años después, en época de Pinedyem, sumo sacerdote de Amón, otro robo deterioró aún más su momia.

El 6 de julio de 1881, los inspectores del Servicio de Antigüedades egipcio desenmascararon a una familia de saqueadores procedentes de la aldea de Gurna, dedicada a la venta de ajuares funerarios de reyes y sacerdotes. Gracias a uno de los hijos pudo descubrirse un escondrijo en Deir el Bahari en el que aparecieron los restos de muchos faraones en un estado lamentable. Entre ellos, la momia de Ramsés.

La momia de Ramsés II, descubierta en 1881 por Gaston Maspero y H. Brugsch, se conservaba en el Museo Egipcio de El Cairo. Expuestos en el Museo de El Cairo, los restos del faraón sufrieron los ataques de la humedad y las bacterias, y también de la ineptitud. En 1896, al desvendar la momia para certificar su identidad, los especialistas se sintieron tan emocionados que volcaron accidentalmente al rey, que dio con sus huesos en el suelo. Después tuvieron lugar una serie de traslados del museo de la capital a casas privadas de altos funcionarios del gobierno egipcio. Años después, los restos de Ramsés II fueron expuestos de nuevo en el Museo, pero las radiografías realizadas por los investigadores deterioraron aún más la momia. Las condiciones de la sala, que no eran aptas para la conservación de la momia, fueron deteriorando a Ramsés II hasta que los restos estuvieron en serio peligro de dañarse de manera irremediable. En vías de encontrar un tratamiento adecuado, los responsables del museo acordaron con especialistas franceses el estudio de la momia y el posterior tratamiento de la misma en vías de solucionar el deterioro y así preservar tamaña reliquia de valor incalculable. En París encontraron que la momia de Ramsés II estaba infestada por 89 tipos de hongos: la sala del museo donde había permanecido en El Cairo tenía demasiada humedad.

Reconstrucción virtual del rostro de Ramsés II
 Su momia, de nariz prominente, aguileña, mandíbula fuerte, pelo rojo  y rostro alargado. Treinta siglos de vendajes han conservado su cuerpo pero no así su gran orgullo y su egolatría. 

Seguramente, el gran faraón se hubiera sentido muy decepcionado de contemplarse a sí mismo momificado. Maspero, describió la momia del faraón como la de un ser con una expresión inteligente y llena de orgullo y  terquedad. El aire de majestuosidad soberana se notaba aún en su rostro después de tres mil años de embalsamamiento.  Tras todo ese tiempo durmiendo en el País del Nilo, afortunadamente el cuerpo momificado de Ramsés II no sufrió ningún daño irreversible. Pero todavia tendría que emprender un extraordinario viaje a París en 1976.



En 1976 los expertos estaban de acuerdo en que era necesario llevar la momia a París, para recibir un tratamiento que le permitiera seguir siendo una de las momias mejor preservadas de la historia. Así  el faraón Ramsés II realiza un viaje desde su Egipto natal hasta París, en Francia. La curiosidad del viaje a París no solo atañe al estado de la momia, también a los documentos que tuvieron que tramitarle a Ramsés II.  En 1976,  aunque Ramsés II llevaba más de 3000 años muerto tuvo que hacerse un pasaporte. 

La curiosidad no se queda solo en el pasaporte ya que, al pisar suelo francés en el aeropuerto de Le Bourget, la momia de Ramsés II recibió honores militares como jefe de estado. Tras el tratamiento fungicida recibido los restos de Ramsés II volaron a Egipto donde son exhibidos en el Museo Egipcio de El Cairo.


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