martes, 1 de octubre de 2019

230. De aquellos polvos......estos lodos

Cuando compruebo la de días que llevo sin escribir en este blog (las entradas de los otros dos las tenía en borradores y sólo voy publicando lo que había escrito en el verano) y pienso en los motivos, con lo que a mí me gusta escribir y la de veces que he escrito más de tres entradas a la semana, me veo aún más cargada de razones para discrepar de todos aquellos que, con el desconocimiento que da el estar fuera del mundo del que pontificas, están últimamente hablando mucho de educación.

Se me pasan los días sin leer los periódicos, no tengo tiempo para nada, y es que “los que ganamos un sueldazo sin dar ni golpe”, como funcionarios de caricatura que al parecer somos, no hemos parado desde hace 27 días.

Dicen los que tanto envidian nuestra situación pero son incapaces de hacer nuestro trabajo, que “tenemos vacaciones hasta el día 15 de septiembre”. Pues a ver si voy a ser una desgraciada a la que no han avisado, pero voy al instituto todos los días desde el 1 de septiembre. Y no para pasearme, o para hacer el paripé, sino para ocuparme de un millón de papeleos que no deberían corresponderme, perseguir telefónicamente a los padres de los alumnos que no devolvieron los libros que les fueron prestados el curso pasado o darle vueltas al irresoluble problema de qué podemos hacer con un alumno con retraso mental que han matriculado este año en 1º de ESO (1). Las tardes se están yendo en hacer desde cero la programación de 1º y 3º de ESO y preparar actividades nuevas, ya que hay libros de otra editorial.

Mientras tanto, ya llevamos 13 días de clase con temperaturas agosteñas (hoy 33 grados a media mañana, lo que no está mal), para información de aquellos que todavía sacan de vez en cuando esas idiotas comparaciones (pues en Dinamarca empiezan las clases el 15 de agosto…) que no tienen ningún sentido al hablar de nuestro país (en Dinamarca, las temperaturas de agosto oscilan entre los 12 grados de mínima y los 21 de máxima). A ver si alguno de ellos tiene la valentía de reconocer que le importa un comino que su hijo esté en un aula donde la temperatura pasa de los 35 grados y reconoce que su interés en un comienzo de curso temprano es únicamente por tener al niño aparcado en algún lugar donde se lo cuiden gratuitamente.

Y esta tarde, en un ratito en que me doy una vuelta por media docena de periódicos digitales veo una noticia que me confirma lo que ya auguré hace años que pasaría.

Siguiendo con el fingimiento, padres y profesores, de que protestan sólo por el bien de la educación de sus hijos, publican un ejemplo que según ellos les da la razón: una profesora de lengua (se supone que Licenciada en Filología) se ve obligada a dar clase, además, de latín y francés. Y claro, eso es de todo punto imposible. Bueno, es imposible para alguien menor de 30 años. La citada profesora reconoce que aunque estudió francés en el instituto está teniendo que estudiar ¡los números y los colores! en francés para poder luego dar clase (qué mal deja eso al francés que le enseñaron), y que también está teniendo que disimular que sabe latín, lo que es todavía más grave, porque forzosamente tuvo que estudiar latín en los años comunes de la carrera.

Tengo 52 años, estudié bachillerato de Ciencias, pero antes de meterme por esa rama ya había dado dos cursos de latín (con 12 y 13 años). A esa edad, los estudiantes de hoy no sólo ven el latín como algo al alcance sólo de superdotados, sino que no son capaces de bajar de las 15 faltas de ortografía en un examen escrito en su propia lengua. Así que, aunque estudié bachillerato de Ciencias y luego Historia del Arte, podría perfectamente dar clase de latín a estudiantes principiantes sólo con lo que recuerdo de 39 años atrás. Y si hubiera estudiado francés en el instituto (estudié inglés), no hubiera tenido que volver a los números y los colores, desde luego.

Afortunadamente, en mi centro hay profesores de lengua a los que no les pilló la castración intelectual de EGB-BUP y sus continuaciones, y no tienen problemas para dar clase de latín cuando se les requiere.

Lo que hay hoy no es más que el resultado de dejar los últimos 30 años la educación en manos de políticos, en lugar de los auténticos y únicos profesionales del tema. A todos los que aplaudieron, jalearon y se jactaron de las “reformas” educativas, ahí tenéis. Somos un país del Tercer Mundo. Los chinos y otros asiáticos se van a comer el futuro de vuestros hijos. A mí ya no me va a afectar.

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(1) Ese es un tema peliagudo del que ya escribí otras veces. La criatura ha llegado a 1º de ESO con 14 años en lugar de con 12, y no sabe ni escribir. De hecho, unos días coge el bolígrafo con la mano derecha y otros con la izquierda; ni con eso se aclara. En su colegio de primaria había un profesor de Pedagogía Terapéutica, pero sólo lo sacaba de clase para apoyo durante 5 horas a la semana. El resultado es que va a perder otra serie de años sin poder aprender nada, que va a seguir sintiendo el rechazo de los compañeros a los que no puede seguir ni en las clases, ni en los juegos ni en las conversaciones de recreo, y que sus padres seguirán encantados de la vida y convencidos de que le están resolviendo la vida, “integrándolo”.

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