domingo, 13 de octubre de 2019

236. Una carrera fugaz

Cualquiera que me conozca sabe de mi profunda resistencia a dejarme fotografiar. Solamente en los viajes, en algunos sitios verdaderamente espectaculares, me he dejado hacer alguna foto. Y tengo muy claro de detrás de mí no voy a dejar ni una sola foto en la que yo aparezca.

Pero al parecer no ha sido siempre así. Lo digo porque siempre hubo en mi casa muchas fotografías de cuando yo era pequeña. Y se nota que no me molestaba posar, porque siempre aparezco muy sonriente y sin esquivar la cámara. Una de las historias que circulan por mi familia es, precisamente, la de mi fugaz carrera como modelo publicitaria.

Más o menos a los seis meses me quitaron los faldones y los enaguados, pero como era el mes de febrero, estuve varios meses más vestida con peleles y ropa de ese tipo, en espera de las temperaturas primaverales. En mayo, por fin, me vistieron con mis primeros trajes cortos, que eran de villela, estampados con florecitas, y adornados con punto inglés. Y, como no, me hicieron una serie de fotos para dejar constancia del momento, como si en vez de una puesta de corto hubiera sido una puesta de largo.

Algunos meses después, en la mejor perfumería de la ciudad se montó un escaparate de productos infantiles y (téngase en cuenta que era 1960) como entonces las marcas comerciales no enviaban a las tiendas esas grandes fotos en color que adornan los escaparates de hoy, pidieron al propietario de un estudio fotográfico que quedaba al lado de la tienda algunas fotos de niños para adornarlo. Allí era donde me habían hecho las fotos, y la costumbre era que conservaran los negativos, de forma que el fotógrafo seleccionó justo la serie de fotos que me había hecho (una de ellas es la que figura en este post). A los de la perfumería les gustaron y encargaron enormes ampliaciones. En aquel momento a nadie le parecía mal algo semejante, y ni les pasaba por la cabeza pedir autorización a los padres de la niña en cuestión.

El caso es que allí estaba Carmina, ampliada a tamaño poster, presidiendo un escaparate de colonias, champús y polvos de talco, en una de las calles más céntricas de Cádiz. La perfumería estaba muy cerca de la casa de mi abuela y del despacho de mi padre, y además toda mi familia compraba allí, de forma que era cuestión de unos días el que se enteraran. Y mi padre se presentó en la perfumería exigiendo que las fotos se retiraran inmediatamente. El dueño de la tienda se deshizo en excusas, alegando que no sabía quién era la niña, y las fotos se quitaron en ese mismo momento. Es decir, mi carrera como modelo publicitaria duró aproximadamente tres o cuatro días.

No hay comentarios:

Publicar un comentario