En otras épocas, la inexistencia de la fotografía y las pruebas de ADN y el desconocimiento de las huellas dactilares propiciaron que, de tanto en tanto, apareciera algún personaje asegurando ser alguien famoso que supuestamente había muerto años antes.
PERKIN WARBECK |
En el siglo XV, un flamenco llamado Perkin Warbeck afirmó ser Ricardo de Shrewsbury, primer Duque de York, el hijo menor del rey Eduardo IV de Inglaterra, constituyéndose en pretendiente al trono de Enrique VII. Como realmente no se sabía qué había ocurrido en la Torre de Londres con el auténtico Ricardo de Shrewsbury (los historiadores creen que murió en 1483), mucha gente le dio crédito a Warbeck, y se supone que otros, aunque no lo creyeran, lo apoyaron para derrocar a Enrique VII. Aprovechándose del resentimiento de los habitantes de Cornualles por la subida de impuestos, desembarcó en esa parte del país y se hizo coronar como Ricardo IV. Cuando Enrique VII envió a su ejército, Warbeck se acorbardó, abandonó su ejército y fue capturado. Finalmente confesó y fue ahorcado en 1499.
Mucho más cerquita, en España, tenemos un caso parecido que me voy a reservar porque quiero dedicarle una entrada completa más adelante.
Uno de los casos más conocidos es el de la supuesta Gran Duquesa Anastasia, la más joven de las hijas del zar Nicolás II, que resultó finalmente ser
ANASTASIA Y ANNA ANDERSON EN 1.920 |
Una muchacha rescatada en 1920 en Alemania por un policía cuando intentaba suicidarse, permaneció durante años en un manicomio y sin decir ni una palabra sobre su identidad. Posteriomente utilizó los apellidos Tchaikowski y Anderson En realidad no se sabe cómo empezó el hacerse pasar por la gran duquesa Anastasia, si fue ocurrencia de ella o alguna persona le metió la idea en la cabeza. Algunas personas muy cercanas a la familia del zar negaron que fuera Anastasia, pero otras dudaron o lo afirmaron. Por ello, su caso se prolongó durante décadas, llegando e ser el proceso civil más largo de Alemania, aunque siempre hubo demasiadas dudas.
El hecho de que los cuerpos de la familia imperial rusa no hubieran sido hallados incrementaba la incertidumbre. Había testimonios contradictorios. La persona encargada de supervisar la ejecución declaró que todos habían sido fusilados, pero un sastre vienés que vivía en la casa frente a la que fueron ejecutados declaró que Anastasia se había salvado. Finalmente los cuerpos fueron hallados. Ana, fallecida en 1984, fue identificada después de su muerte gracias al ADN. Aunque su cuerpo había sido incinerado, en un hospital permanecía un trozo de su intestino procedente de una intervención quirúrgica. A partir de ese momento, no hubo dudas. Finalmente quedó establecido que se trataba de una obrera polaca con antecedentes de enfermedad mental llamada Franziska Schanzkowska.
En algunos casos la motivación de hacerse pasar por otro es difícil de establecer. No es por obtener poder, ni por cuestión de dinero, sino más bien por obtener fama, como Alicia Esteve, o por la fantasía de vivir una vida de aventuras, como parece el caso de Mary Wilcocks.
PRINCESA CARABOO |
Un marinero portugués, de quien no sabemos si era su cómplice o un bromista, dijo que entendía el lenguaje de la muchacha y contó su historia tras “hablar” con ella. Era la princesa de un reino llamado Javasu, había sido raptada por unos piratas y después de un viaje bastante largo, estando cerca de la costa inglesa, se arrojó al agua y nadó hasta la orilla. Caraboo se hospedó con los Worrall y se convirtió en el centro de atención de la sociedad provinciana de Bristol. Worrall envió una transcripción del lenguaje de Caraboo a los expertos de Oxford, quienes devolvieron el escrito señalando que era una farsa. Sin embargo, todo el mundo se negaba a aceptar que fuera una impostora.
Empezó a hacerse famosa y cuando salieron algunos retratos suyos en los periódicos, comprendió que la cosa se le estaba yendo de las manos. Intentó escaparse de casa de los Worrall varias veces. En uno de sus intentos llegó a la ciudad de Bath, donde la señora Worrall la siguió y la trajo de vuelta. Pero apareció la dueña de una casa de huéspedes de Bath, que había visto su retrato en los periódicos, y la identificó como la mujer que se hospedó en su casa dos días antes de aparecer en Bristol. Desenmascarada, la falsa princesa confesó ser Mary Wilcox, nacida Baker, hija de un zapatero, que había servido como criada en varias mansiones pero que ansiaba una vida de aventuras en América o en Asia. Vagabundeó por el sur de Inglaterra durante un tiempo, vivió con gitanos, algunas de cuyas palabras incorporó a su jerga, se casó, fue abandonada por su marido, y decidió marchar a América. Pero estando cerca de Bristol se le ocurrió hacerse pasar por extranjera. El truco le sirvió muchas veces para obtener comida o alojamiento gratis. A veces era descubierta y a veces no.
Los Worrall, abochornados, la enviaron a América para que nunca más se supiese de ella. Pero, tras una estancia en Filadelfia y viajar probablmente por España y Francia, Mary volvió a Bristol. Allí se casó, tuvo varios hijos y allí viven todavía sus descendientes.
ALICIA ESTEVE |
Tenemos también casos de personas que han asumido identidades falsas e inexistentes con el único objetivo de cometer un fraude, sin más motivación que el dinero.
ELIZABETH BIGLEY |
CRISTOPHE ROCANCOURT |
DAVID HAMPTON |
En fin, lo que no era más que una introducción para el verdadero personaje al que iba a dedicar esta entrada, pero me he ido entusiasmando y se ha convertido en un texto de 1,555 palabras muy largo. Os pido disculpas y prometo que lo que sigue va resumido para no aburrir.
Michel Ney, nacido en 1679, era hijo de un tonelero francés y de una mujer de origen alemán. Después de recibir una educación básica con los agustinos, empezó a trabajar en la oficina de un comerciante de licores y posteriormente como aprendiz de vendedor en una fundición. A los 18 años entró en el ejército, como voluntario, y a partir de ese momento su carrera militar fue meteórica, debido a las grandes virtudes que tenía para esta profesión. Luchó en las guerras revolucionarias y no dejó de ascender hasta que en 1804 recibió de Napoleón el bastón de mariscal del Imperio.
Su carrera con Napoleón fue fulgurante, con grandes victorias como la batalla de Güttstadt, donde los 14.000 hombres de Ney derrotan a 70.000 rusos, logra encerrar a los austriacos en Ulm y bloquea a los rusos en Friedland. Como premio, Napoleón lo nombra duque de Elchingen. También tuvo algunos tropiezos, como sus enfrentamientos con José Bonaparte o con el mariscal Soult, aunque Napoleón nunca dejó apoyarlo. Pero donde sobresalió de un modo extraordinario fue en la campaña rusa, interviniendo en las batallas de Smolensko y Borodino. Tras esta última batalla Napoleón lo nombró príncipe del Moscova.
El desastre de la retirada de Moscú se debió en parte a que sus consejos no fueron escuchados. Ney se comportó de una forma heroica durante este episodio, protegiendo la retaguardia de Napoleón de los cosacos rusos durante cuarenta días, y haciendo gala de un valor extraordinario en los momentos más desesperados. Siguió con Napoleón hasta el último momento, siendo el encargado de entregarle el ultimátum de la abdicación.
Tras el destierro de Napoleón en Elba, se presenta ante Luis XVIII, que le confirma en sus títulos y posición y lo nombra Par de Francia. No se siente a gusto en su nueva situación, pues la aristocracia lo considera un advenedizo. Cuando Napoleón huye de Elba se le encarga apresarle y cuando lo tiene a su alcance duda si cumplir la orden o unirse a él. Finalmente decide hacer esto último, pero le advierte a Napoleón que sólo permanecerá a su lado si no va a gobernar como un tirano y va a dedicarse a reparar los males causados. Continuó junto a Napoleón hasta el último momento, la desastrosa (para los franceses) batalla de Waterloo.
Tras ser desterrado Napoleón por segunda vez, Ney está dispuesto a exiliarse en América; entonces Fouché le entrega un pasaporte con un nombre falso, pero las fronteras y los puertos están cerrados para él, por lo que debe refugiarse en Lot, en casa de sus suegros. Aunque Luis XVIII hubiese preferido no tenerlo de prisionero, un prefecto descubre su escondite. Ney va a ser juzgado por un consejo de guerra. Piensa que el ser juzgado por militares le va a perjudicar, y solicita ser juzgado como noble. De cualquier forma, la Cámara de los Pares estaba llena de monárquicos, así que fue sentenciado a muerte por alta traición por una apabullante mayoría de votos.
Fusilado frente a una tapia de los Jardines de Luxemburgo el 7 de diciembre de 1815, se le concedió el privilegio de dar él mismo las órdenes al pelotón de fusilamiento. En lugar de caer doblado en dos, en medio de estertores, cae de un golpe, sin un grito y le ahorran el tiro de gracia. No hay, además, ningún médico que verifique su muerte.
El cuerpo es llevado a un hospital, donde permanece depositado hasta el día siguiente, en que es enterrado en el famoso cementerio de Père-Lachaise, casi a escondidas, incluso sin la presencia de su esposa. Inmediatamente, comienzan a circular extraños rumores; se dice que Ney no ha muerto sino que se ha evadido. Los realistas, furiosos, piden que se publique el relato de la ejecución.
Hasta aquí la historia del mariscal Ney. A partir de aquí la curiosa, para algunos, leyenda y para otros el verdadero final.
En 1818, un profesor que residía en la ciudad de Florence (Carolina del Sur, Estados Unidos), llamado Peter Stuart Ney, con la lengua bastante suelta a consecuencia de una borrachera, empezó a contar ante un grupo de íntimos que era el mariscal Ney, que en realidad no había muerto fusilado en París.
Según Stuart, el duque de Wellington, con quien tenía en común pertenecer a la masonería, había urdido un complejo plan para salvarlo de la muerte, a lo que se unió el hecho de que los soldados del pelotón no estaban precisamente dispuestos a disparar contra él (según Stuart se había elegido a veteranos que habían combatido a sus órdenes). Wellington le habría proporcionado un frasquito lleno de un líquido que imitaba a la sangre, los soldados dispararon balas de fogueo por encima de su cabeza, tenía cómplices en el hospital donde teóricamente estuvo el cadáver hasta el día siguiente, y el ataúd estaba lleno de piedras.
Peter aparenta una edad aproximada a la que habría tenido Ney y los mismos cabellos rojos aplastados hacia la izquierda, tal como los llevaba Ney para esconder una cicatriz. Habla francés y muy bien alemán, tal como hacía Ney desde niño a causa del origen de su madre, se mantiene informado de las noticias que llegan de Europa, lee mucho, especialmente libros sobre la epopeya napoleónica, en los que hace anotaciones, corrigiendo detalles erróneos cuando aparecen. Existen testimonios contradictorios sobre sus actividades. Algunos dicen que es un simple profesor; otros, en cambio, insisten en que es muy culto, un caballero, esgrimidor y tirador sin par y que encabeza la milicia local: también pinta, escribe poemas y enseña idiomas. Se dice que este hombre conocía perfectamente todos los pormenores de la familia Ney, así como las batallas, tropas y trofeos de éste. El retrato que hace de la mujer del mariscal es tan preciso que debería, al menos, haberla conocido.
Hasta el momento de su muerte, en 1846, no se aclara nada ni ocurre nada especial. En su lecho de muerte Peter Stuart vuelve a repetir que es Ney. Ese día, al amortajarlo, se descubren en su cuerpo gran cantidad de cicatrices y señales similares a las que habría tenido Ney.
Otros testimonios, aunque demasiado tardíos para ser confiables, dan la impresión de confirmar la historia: en la travesía en barco camino de Estados Unidos un veterano de las guerras napoleónicas le reconoció e interrogado más tarde ratificó su declaración; personas que lo habían conocido en América dicen que le gustaba tocar la flauta, como a Ney; un grafólogo habría estudiado muestras de escritura de ambos, dictaminando que eran de la misma persona; un sepulturero parisino que habría abierto el ataúd en 1903 lo había encontrado vacío. Sin embargo ¿por qué Ney, si aún estaba vivo, no se dio a conocer cuando, en 1830, su hijo se casó con la hija del banquero Lafitte, uno de los hombres que llevaron a Luis Felipe al trono? En ese momento, no habría corrido ningún riesgo…
Una hipótesis es que un miembro del ejército de Napoleón y que se parecía físicamente a Ney, se habría radicado en los Estados Unidos a la caída del imperio napoleónico y ayudado por cierto parecido físico habría terminado por creer que era verdaderamente Michel Ney. No es mas que una hipótesis, aunque no menos creíble que la de un Michel Ney superviviente, retirado al otro lado del Atlántico… Pero es claramente la versión más romántica, la preferida de los turistas que hasta hoy van al cementerio donde está enterrado Peter Stewart Ney, y en cuya lápida figura “…soldado de la Revolución Francesa, bajo el mando de Napoleón Bonaparte”.
Tenéis tres finales a elegir. A vuestro gusto.
Michel Ney, nacido en 1679, era hijo de un tonelero francés y de una mujer de origen alemán. Después de recibir una educación básica con los agustinos, empezó a trabajar en la oficina de un comerciante de licores y posteriormente como aprendiz de vendedor en una fundición. A los 18 años entró en el ejército, como voluntario, y a partir de ese momento su carrera militar fue meteórica, debido a las grandes virtudes que tenía para esta profesión. Luchó en las guerras revolucionarias y no dejó de ascender hasta que en 1804 recibió de Napoleón el bastón de mariscal del Imperio.
Su carrera con Napoleón fue fulgurante, con grandes victorias como la batalla de Güttstadt, donde los 14.000 hombres de Ney derrotan a 70.000 rusos, logra encerrar a los austriacos en Ulm y bloquea a los rusos en Friedland. Como premio, Napoleón lo nombra duque de Elchingen. También tuvo algunos tropiezos, como sus enfrentamientos con José Bonaparte o con el mariscal Soult, aunque Napoleón nunca dejó apoyarlo. Pero donde sobresalió de un modo extraordinario fue en la campaña rusa, interviniendo en las batallas de Smolensko y Borodino. Tras esta última batalla Napoleón lo nombró príncipe del Moscova.
El desastre de la retirada de Moscú se debió en parte a que sus consejos no fueron escuchados. Ney se comportó de una forma heroica durante este episodio, protegiendo la retaguardia de Napoleón de los cosacos rusos durante cuarenta días, y haciendo gala de un valor extraordinario en los momentos más desesperados. Siguió con Napoleón hasta el último momento, siendo el encargado de entregarle el ultimátum de la abdicación.
Tras el destierro de Napoleón en Elba, se presenta ante Luis XVIII, que le confirma en sus títulos y posición y lo nombra Par de Francia. No se siente a gusto en su nueva situación, pues la aristocracia lo considera un advenedizo. Cuando Napoleón huye de Elba se le encarga apresarle y cuando lo tiene a su alcance duda si cumplir la orden o unirse a él. Finalmente decide hacer esto último, pero le advierte a Napoleón que sólo permanecerá a su lado si no va a gobernar como un tirano y va a dedicarse a reparar los males causados. Continuó junto a Napoleón hasta el último momento, la desastrosa (para los franceses) batalla de Waterloo.
Tras ser desterrado Napoleón por segunda vez, Ney está dispuesto a exiliarse en América; entonces Fouché le entrega un pasaporte con un nombre falso, pero las fronteras y los puertos están cerrados para él, por lo que debe refugiarse en Lot, en casa de sus suegros. Aunque Luis XVIII hubiese preferido no tenerlo de prisionero, un prefecto descubre su escondite. Ney va a ser juzgado por un consejo de guerra. Piensa que el ser juzgado por militares le va a perjudicar, y solicita ser juzgado como noble. De cualquier forma, la Cámara de los Pares estaba llena de monárquicos, así que fue sentenciado a muerte por alta traición por una apabullante mayoría de votos.
Fusilado frente a una tapia de los Jardines de Luxemburgo el 7 de diciembre de 1815, se le concedió el privilegio de dar él mismo las órdenes al pelotón de fusilamiento. En lugar de caer doblado en dos, en medio de estertores, cae de un golpe, sin un grito y le ahorran el tiro de gracia. No hay, además, ningún médico que verifique su muerte.
TUMBA DE NEY EN PERE LACHAISE |
Hasta aquí la historia del mariscal Ney. A partir de aquí la curiosa, para algunos, leyenda y para otros el verdadero final.
En 1818, un profesor que residía en la ciudad de Florence (Carolina del Sur, Estados Unidos), llamado Peter Stuart Ney, con la lengua bastante suelta a consecuencia de una borrachera, empezó a contar ante un grupo de íntimos que era el mariscal Ney, que en realidad no había muerto fusilado en París.
Según Stuart, el duque de Wellington, con quien tenía en común pertenecer a la masonería, había urdido un complejo plan para salvarlo de la muerte, a lo que se unió el hecho de que los soldados del pelotón no estaban precisamente dispuestos a disparar contra él (según Stuart se había elegido a veteranos que habían combatido a sus órdenes). Wellington le habría proporcionado un frasquito lleno de un líquido que imitaba a la sangre, los soldados dispararon balas de fogueo por encima de su cabeza, tenía cómplices en el hospital donde teóricamente estuvo el cadáver hasta el día siguiente, y el ataúd estaba lleno de piedras.
Peter aparenta una edad aproximada a la que habría tenido Ney y los mismos cabellos rojos aplastados hacia la izquierda, tal como los llevaba Ney para esconder una cicatriz. Habla francés y muy bien alemán, tal como hacía Ney desde niño a causa del origen de su madre, se mantiene informado de las noticias que llegan de Europa, lee mucho, especialmente libros sobre la epopeya napoleónica, en los que hace anotaciones, corrigiendo detalles erróneos cuando aparecen. Existen testimonios contradictorios sobre sus actividades. Algunos dicen que es un simple profesor; otros, en cambio, insisten en que es muy culto, un caballero, esgrimidor y tirador sin par y que encabeza la milicia local: también pinta, escribe poemas y enseña idiomas. Se dice que este hombre conocía perfectamente todos los pormenores de la familia Ney, así como las batallas, tropas y trofeos de éste. El retrato que hace de la mujer del mariscal es tan preciso que debería, al menos, haberla conocido.
Hasta el momento de su muerte, en 1846, no se aclara nada ni ocurre nada especial. En su lecho de muerte Peter Stuart vuelve a repetir que es Ney. Ese día, al amortajarlo, se descubren en su cuerpo gran cantidad de cicatrices y señales similares a las que habría tenido Ney.
Otros testimonios, aunque demasiado tardíos para ser confiables, dan la impresión de confirmar la historia: en la travesía en barco camino de Estados Unidos un veterano de las guerras napoleónicas le reconoció e interrogado más tarde ratificó su declaración; personas que lo habían conocido en América dicen que le gustaba tocar la flauta, como a Ney; un grafólogo habría estudiado muestras de escritura de ambos, dictaminando que eran de la misma persona; un sepulturero parisino que habría abierto el ataúd en 1903 lo había encontrado vacío. Sin embargo ¿por qué Ney, si aún estaba vivo, no se dio a conocer cuando, en 1830, su hijo se casó con la hija del banquero Lafitte, uno de los hombres que llevaron a Luis Felipe al trono? En ese momento, no habría corrido ningún riesgo…
Una hipótesis es que un miembro del ejército de Napoleón y que se parecía físicamente a Ney, se habría radicado en los Estados Unidos a la caída del imperio napoleónico y ayudado por cierto parecido físico habría terminado por creer que era verdaderamente Michel Ney. No es mas que una hipótesis, aunque no menos creíble que la de un Michel Ney superviviente, retirado al otro lado del Atlántico… Pero es claramente la versión más romántica, la preferida de los turistas que hasta hoy van al cementerio donde está enterrado Peter Stewart Ney, y en cuya lápida figura “…soldado de la Revolución Francesa, bajo el mando de Napoleón Bonaparte”.
Tenéis tres finales a elegir. A vuestro gusto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario