miércoles, 28 de agosto de 2019

20. De como la inflexibilidad de la Administración te obliga a decir mentiras

Aprovechando que un compañero de trabajo tiene una baja de diez días por una neumonía, nos recuerdan que a los inspectores les han encargado como objetivo prioritario para este curso controlar la asistencia de los profesores (otros temas como la violencia y el acoso, la calidad de la enseñanza y el fracaso escolar no son tan importantes, claro está).

A los profesores se nos echa en cara continuamente la gran cantidad de vacaciones que tenemos. Ya hace mucho tiempo que dejé de discutir eso. Si a alguien le parece un chollo, lo tiene tan fácil como dedicarse a la enseñanza, y así entraría a formar parte de esa élite de privilegiados. Lo que parece olvidar todo el mundo es que no podemos elegir la fecha en la que disfrutar nuestras vacaciones y durante gran parte del año no podemos hacer una cosa tan sencilla como ir al banco cuando lo necesitamos. Teniendo en cuenta que, al menos en mi ciudad, los bancos tienen horario de verano durante seis meses al año y las cajas de ahorro no abren ningún sábado del año, resulta que durante más de tres meses al año (mayo, junio, parte de septiembre y octubre) yo no tengo posibilidad de ir al banco ningún día de la semana.

Y eso sólo para empezar. Porque tampoco podría asistir, por ejemplo, a la boda de un hijo. Sí, habéis leído bien. Yo he sido testigo de como a una profesora se le informaba de que asistir a la boda de un hijo no se consideraba motivo justificado de falta de asistencia. Teniendo en cuenta que los novios no habían podido elegir ni el día ni la hora de la boda, ya que se trataba de una boda civil y el juzgado imponía el viernes por la mañana, la situación era un puro disparate.

Todo esto me ha recordado cuando en el año 96 tuve que rellenar un impreso para justificar un día de falta (un lunes a la vuelta de unas vacaciones). En el apartado reservado para explicar la causa de la falta escribí lo siguiente (conservo todavía el papel):

Por motivos que el gobierno israelí aún no ha explicado, el ejército de ese país bombardeó la ciudad de Beirut (Líbano), donde yo me encontraba. A consecuencias de ese bombardeo el aeropuerto de Beirut quedó temporalmente inutilizado y todos los vuelos suspendidos, con lo cual el billete Beirut-Madrid que yo tenía para el sábado se convirtió en papel mojado. Sin que nos ofrecieran soluciones, alquilamos un vehículo y nos marchamos a Ammán (Jordania), a través de Siria. Allí conseguimos billetes de avión para el primer vuelo que salía para Europa, que resultó dirigirse a Viena.

Una vez llegados a Viena descubrimos que, a causa de un grave incendio sucedido días atrás en el aeropuerto de Frankfurt, gran parte del tráfico de este aeropuerto se había desviado a Viena, con lo que el aeropuerto de Viena estaba saturado y al borde del caos, por lo que hube de esperar bastantes horas hasta poder volar a Madrid. A resultas de todo ello, llegué a Madrid a las tres de la madrugada del lunes, sin posibilidad de seguir viaje hasta ese mismo día a media mañana.

(Ignoro si sufrir una acción de guerra se considera motivo justificado. He consultado el Estatuto de los Trabajadores y toda la legislación que he podido, pero no he encontrado nada al respecto. Agradeceré me responda a esta consulta por si otra vez me sucediera.)

El Jefe de Estudios leyó toda la parrafada, me miró con mucha sorna y me dijo: “Anda, rompe ese papel y rellena otro poniendo indisposición leve, que encima se va a creer que le estás tomando el pelo”. Yo, con cara de inocencia, le comenté que era la pura verdad, y que no se me había pasado por la cabeza mentirle a un inspector, pero si él pensaba que era mejor así, por mí no había problema. Rellené otro papel, tal como él me había dicho, y hasta el día de hoy, en que sigo sin saber si mi falta hubiera estado justificada, aunque viendo lo que le contestaron a la de la boda, me huelo que no.

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