jueves, 29 de agosto de 2019

23. Conversaciones mañaneras

Dice Epoptek que no soy una santa (y que lo prefiere). Pues bien, no sólo eso, sino que además puedo ser bastante malvada cuando quiero. Una especie de Cruella de Vil (por cierto, desde hace bastantes años tengo un mechón blanco en el pelo, estilo Cruella).

 Hace ya algún tiempo que los estudiantes tomaron la costumbre de salir los jueves por la noche y saltarse las clases del viernes. Supongo que al principio serían pocos y universitarios. Ahora ya lo hacen en masa, y también los de Instituto. Cuando el viernes por la mañana muy temprano cojo el autobús, generalmente lo hago acompañada de unas cuantas personas con las que coincido todos los días, y últimamente también de un montón de niñatos que después de pasar toda la noche en la calle van a su casa a acostarse. Hasta ahí, nada que objetar. Pero es que a veces parece que no se han divertido suficiente y comienzan a burlarse de los que vamos a trabajar, supongo que intentando provocar que digamos algo y se líe la bronca. Por ejemplo:

– (Torciendo la cabeza para mirar la tapa del libro que llevo en la mano) Lé-xi-co-de-los-sím-bo-los. Uyyyyyy, qué divertidooooo.

– Fíjate, la cara de pardillos que tienen todos. Eso, eso, a trabajar.

Por supuesto, nadie hace caso, lo cual les molesta sobremanera. Así que a veces vuelven a la carga, dirigiéndose directamente a alguno de nosotros. Últimamente, si se dirigen a mí, entablo conversación con ellos, claro que la charla no va por donde ellos creen que va a ir, y se da el siguiente diálogo (o parecido):

Niñato/a: …porque yo debería estar levantándome para ir a clase ¿verdad?

Yo (con una sonrisa): Nooooo, ¡qué va!

N: ¿Cómo?

Y: Que me parece muy bien que no vayas a clase.

N: ¿…?

Y: Mira, yo salgo todos los días de mi casa para ganar más de 1.500 euros mensuales limpios. Y puedo hacerlo porque una chica madruga lo mismo que yo para ir a mi casa a fregar, barrer, etc.. por 360 euros al mes. Así que, sinceramente, me viene de perlas que haya mucha gente sin estudios de ninguna clase. Así nunca me han faltado chicas para trabajar en casa. Y cuando me siento en una terraza a tomar unas cervecitas y unas tapas, los camareros que me atienden normalmente ganan una mierda porque son gente sin estudios. Porque los que han estudiado en la Escuela de Hostelería están ganando sueldos estupendos en los hoteles de cinco estrellas de Santi Petri. Si todos hubieran estudiado, exigirían ganar unos sueldos mucho mayores, y entonces a mí la cerveza y la tapa me costarían el doble o el triple. Y lo mismo te digo del que trae las pizzas a casa, el que trae los paquetes de Amazon,  del que reparte las bombonas de butano, etc. Y lo mismo piensa mucha gente ¿sabes? Lo que pasa es que a la mayoría les da corte decirlo.

Mientras suelto esta parrafada, al niñato/a la sonrisa se le ha helado en la cara. Por supuesto, si pensara un poco, podría poner mil objeciones a mi discurso, pero a esas horas su mente está demasiado embotada para eso, y cuento con ello. Así que, en el mejor de los casos, suelta entre dientes ¡Qué cabronaaaa! Y ahí se acaba la charla, la guasa y todo. La conversación ha roto todos sus esquemas, porque está acostumbrado a que le digan lo contrario. Justo lo que necesita para empezar una discusión que ya me sé de memoria, después de tantos años trabajando con estudiantes. Mi esperanza está en que alguna vez se acuerden de la cabrona del autobús y eso les haga reaccionar.

Por cierto, lo de la chica que trabaja en mi casa no es así. Ella trabaja porque le gusta. Su marido es el dueño de una carnicería y gana bastante, así que podría estar en su casa tan ricamente, o ayudar al marido, pero es que a ella le gusta limpiar. Es una alhaja y le pago lo que me pide, porque me facilita la vida tremendamente.


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