miércoles, 28 de agosto de 2019

14. Lectura pública

Decía Jérôme Carcopino, al comenzar un capítulo de su obra “La vida cotidiana en Roma en el apogeo del Imperio”, “el hábito de las lecturas públicas, preocupación obsesiva y eterna labor de los romanos cultivados, es tan ajeno a nuestras costumbres que requiere una breve explicación”. Se nota que Carcopino escribía esto en 1939, porque si hubiera vivido en nuestra época no lo hubiera considerado, algo “tan ajeno a nuestras costumbres”.

Organizar lecturas públicas se convirtió en una verdadera adicción para los romanos, no sólo para los escritores pobres o principiantes (que veían un medio de dar a conocer su obra), sino para todo aquel con ínfulas de orador, historiador o poeta, fuese cual fuese su ocupación. Según Carcopino, llego a haber tantos escritores como público. La gente asistía por compromiso, por cuestiones políticas, o simplemente porque le pagaban por hacerlo, pero durante aquellas larguísimas sesiones, que a veces duraban más de un día, desconectaban inmediatamente, limitándose a fingir atención.

Mientras leía a Carcopino pensé que hemos vuelto a caer en el mismo vicio que los romanos, y que los blogs son el equivalente de aquellas lecturas públicas, con las ventajas de la brevedad y de que no hemos de alquilar una sala ni reservar un espacio en nuestras casas para ello. Las facilidades que disfrutamos ahora tienen el peligro de que cualquiera de nosotros comience a creerse un literato porque es capaz de hilar cuatro frases, y porque siempre hay quien, por amistad o por que escribe peor que nosotros, nos halaga desmesuradamente.

Espero que no tenga sobre la literatura el mismo efecto nefasto que tuvo en aquella época.

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