viernes, 30 de agosto de 2019

36. Limpieza de armarios

Vivir en un piso grande con muchos armarios (exactamente siete armarios empotrados) tiene sus ventajas, pero también suele ocurrir que terminas guardando demasiadas cosas. Te dices un millón de veces que vas a dedicar algunas tardes a hacer limpieza, pero esas tardes nunca llegan porque se te ocurren muchas otras cosas a las que dedicar tu escaso tiempo libre.

Pero he aquí que esta semana todos los astros se confabulan en tu contra: llevas seis días sin pc y como son los carnavales, tus ocupaciones de por las tardes están temporalmente suspendidas. Tu habitual hiperactividad te ha incapacitado para hacer una sola cosa en cada momento, de forma que oir música mientras miras al techo está descartado. Sólo si tienes al mismo tiempo las manos ocupadas en algo puedes perdonarte por tanta vagancia. Así que decides aprovechar estas tardes para desalojar un poco cajones y armarios.

La primera tarde te dedicas a los papeles, separando aquellos que pueden ir directamente para el reciclado de aquellos otros que debes romper antes. La segunda tarde estrenas una destructora de papel que has encontrado en oferta y te dedicas convertir en tiritas declaraciones de la renta del año catapún, papeles del banco y cosas parecidas. Aprovechas y destruyes también esas fotos que siempre odiaste, para no dejar tras de ti nada de lo que puedan reirse las generaciones venideras.

Y, por fin, la tercera tarde te dedicas a uno de los armarios de la ropa, donde, en perfecto orden y dentro de sus fundas, se encuentran prendas que llegan a tener hasta veinte años. La guardaste porque era ropa de buena calidad, estaba en perfecto estado y, en un alarde de optimismo, pensaste que alguna vez volvería a ser útil. Pero no, jamás volverás a tener una talla 40, ni conteniendo la respiración mientras subes la cremallera volverás a entrar en esos pantalones de la 38. Vas repasando lo que hay dentro de cada funda y vienen un montón de recuerdos. Ese traje de chaqueta de Adolfo Domínguez… ¡era el que llevabas puesto cuando conociste a P.! Aquel traje de verano que era como una túnica griega pero en color coral ha sido el traje que mejor te ha sentado en tu vida, pero el día que lo estrenaste en una boda te llevaste un sofocón porque apareció otra invitada con el mismo traje. El blusón de seda natural pintada a mano lo compraste para el bautizo de tu ahijado, sí, el que cumple ya 18 años en agosto… Una vez aceptado el hecho de que en cuestión de tallas es difícil que haya vuelta atrás, decides prescindir para siempre de ese lastre.

Al final de la tarde has conseguido tener un armario vacío y recordar un montón de historias. Y es que, lo mismo que algunas personas tienen buena memoria para las fechas o los datos, tú recuerdas con exactitud la ropa que llevabas puesta en muchísimas ocasiones, como el primer día de clases en la Universidad (en octubre hará 30 años) o el día que pasaste observando pájaros en las marismas. Menos mal que todos los trajes del armario han servido para evocar momentos agradables o divertidos. Al final no ha resultado tan aburrido hacer limpieza de armarios (el que no se consuela es porque no quiere).

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