viernes, 30 de agosto de 2019

38. Soberbia encubierta

Hay una cosa que no soporto. Bueno, no es verdad, hay muchas cosas que no soporto, pero la que toca hoy es una cosa concreta. Y me refiero a esa obsesión que parecen tener los artistas de todo tipo, escritores, etc., por convencernos de que en todas las facetas de su personalidad son tan sobresalientes como en esa materia que los ha llevado a la fama y a la popularidad. Obsesión estúpida por ser innecesaria, ya que a nadie en su sano juicio se les ocurre pedirles que, a lo que son, añadan la perfección en todo lo demás.

A mí no me importaría nada en absoluto que a Debussy le olieran espantosamente los pies, o que Nureyev fuera lo peor para tenerlo como vecino. Cuando vi a este último bailar una coreografía creada sobre el “Preludio para la siesta de un fauno” compuesto por aquél, lo único que me importó fue el talento de ambos como coreógrafo y bailarín, y músico, respectivamente. Sé que Caravaggio fue un hombre violento hasta el asesinato, que Arthur Miller y Neruda tuvieron un comportamiento aberrante con su hijo y su hija porque no eran "normales", uno aquejado de síndrome de Down y la otra de  hidrocefalia, respectivamente y que Chaplin y Arthur C. Clarke fueron acusados de pedofilia. Sin embargo, no por eso he dejado de admirar sus cuadros, disfrutar con sus obras de teatro, reir con sus películas o devorar sus novelas.

En el extremo contrario, no pienso lanzarme a comprar las novelas de un escritor que me aburra, por el hecho de que sea una persona extremadamente bondadosa, ni tampoco me gastaré un céntimo en una entrada para ver una película que no me importe nada, aunque el director, el guionista y todo el elenco fueran, en bloque, merecedores del premio Nobel de la Paz.

Por eso, cuando determinadas personas populares o famosas se empeñan en ocultar ese lado normal que tenemos todos, en el que de vez en cuando afloran el egoísmo, la crueldad, el mal genio o la impaciencia, como si no tuvieran bastante con ser estupendos actores, cantantes, deportistas, científicos o músicos, como si ya con eso no destacaran por encima de la mayoría de la gente, desconfío bastante de su discurso. Creo que están haciendo teatro, sencillamente. Aprovechando una oportunidad más de presentarse como seres extraordinarios. Soberbia encubierta. Lo que pretenden conseguir, ellos lo sabrán.

Luz Casal ha hecho unas declaraciones ante la inminencia de la salida de su próximo disco. Habla, como no, del cáncer que padece, y que la ha mantenido retirada de todo desde enero hasta ahora.

“Mi padre falleció de un cáncer de pulmón y sucedió en un breve plazo de tiempo desde que se lo diagnosticaron. A pesar de todo, yo me lo he tomado como un traspiés“. […] “Le han comentado la posibilidad de que la enfermedad se convierta en crónica, pero ni eso le quita la sonrisa“. Termina diciendo que no sabe lo que deparará el futuro, y que no le importa. Shit, little parrot. Y nos lo tenemos que creer.

P. D.: En el Magazine de El Mundo de hoy se amplía la entrevista y sigue en la misma línea, diciendo cosas como que “el cáncer no ha supuesto para ella un gran problema, sino que ha sido un pequeño problema“; que es “una experiencia que le ha merecido la pena” y que cuando le comentan que se va a ver calva dice: “¡Ah! Pues qué bien, nunca me había visto así“. Literal.

En resumen, me alegraría muchísimo que Luz Casal no perdiera la sonrisa ni siquiera por un cáncer, pero no me creo absolutamente nada.



Yo no tengo cáncer, pero he perdido por esta enfermedad a cuatro personas de mi familia más próxima y a algunos amigos, y por mi experiencia puedo asegurar que los enfermos de cáncer no sienten así. No lo ven como una experiencia que “merece la pena” y se repiten continuamente “¿por qué a mí?”. Por todo ello me reafirmo en que todo esto me parece un teatro destinado a dar una imagen determinada, y que esta entrevista le tiene que doler a cualquier enfermo que la lea, porque frivoliza lo que le está pasando.

No hay comentarios:

Publicar un comentario