sábado, 31 de agosto de 2019

53. Lo que le pido a los Reyes Magos


Anoche soñé que estaba en Londres. Aunque haya visto lugares y monumentos tan impresionantes que no tengo palabras para describirlos, como ciudad en conjunto, Londres es mi preferida.

Cuando me desperté me di cuenta de que hubiera dado cualquier cosa por estar en Londres en ese momento. He estado allí seis veces, ocho días cada vez. En diferentes épocas del año: en Navidad, con nieve y una preciosa decoración que adorna las calles del centro; en primavera, cuando, ante un pequeñísimo rayito que se abre paso entre las nubes, la gente sonríe y vuelve la cara buscando el sol; en verano, cuando, a pesar de todo, te puede sorprender un chaparrón imprevisto.


Pensando en lo que estaría haciendo si estuviera allí me di cuenta de que, aunque en épocas navideñas siempre digo que no soy de ritos, cada vez que viajo a Londres tengo mis ritos. Cada vez me acerco a Fortnum & Mason, en Picadilly, a darme un caprichito en forma de mermelada o conserva super sofisticada, admirándome cada vez de que me atienda un señor vestido con chaqué. Ya que estoy allí aprovecho para tomarme en la barra de la cafetería un riquísimo “pie” de riñones. Cada vez voy a la Abadía de Westminster, a ver las tumbas y los memoriales de Haendel, Chaucer, Dickens o Shakespeare. Cada vez me acerco a Trafalgar Square y entro en la pequeña iglesia de St. Martin in the Fields, a ver si pillo un ensayo de la orquesta barroca que tiene su sede en esta iglesia. Si tengo suerte, me siento en un banco y me quedo escuchando como una media hora. La iglesia suele estar llena de gente como yo, que escucha respetuosamente en un silencio absoluto Y cada vez, nada más llegar y dejar las maletas en el hotel (que siempre es el mismo, en Oxford Street, justo delante de Marble Arch y Hyde Park), salgo a dar el mismo paseo: Oxford Street, Regent Street, Haymarket, Trafalgar Square y Whitehall, hasta llegar al Parlamento. Siempre exactamente el mismo paseo. Así que lo reconozco: yo también tengo mis ritos.


En fin, que ya he decidido lo que le pido a los Reyes: ¡Quiero irme a Londres ya!









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