jueves, 29 de agosto de 2019

21. Mozart y la CIA

   En el verano de 1791, estando ya Mozart gravemente enfermo, recibió la visita de un desconocido que le encargó la composición de un Requiem. Dijo venir en nombre de otra persona que no quería revelar su identidad, y aceptó sin discutir el precio que Mozart le pidió por el trabajo. Como Mozart no era una persona precisamente formal, y además estaba bastante enfermo, el desconocido pasaba a verlo de tanto en tanto para comprobar si el trabajo se estaba haciendo. Finalmente, el músico murió el 5 de diciembre de aquel año, sin haber logrado terminar la obra (completó unicamente hasta el Lacrimosa).

Hoy sabemos que aquel individuo era un empleado del conde Walsegg von Struppach, que al parecer tenía la costumbre de encargar obras a diversos músicos y estrenarlas haciéndolas pasar como suyas. A nadie debe extrañar esta práctica, puesto que artistas que hoy veneramos como grandes genios vivían con gran modestia y tenían asumido que su papel era crear para que otras personas (los mecenas) brillaran. Como dice el personaje de Rafael Sanzio en la película “El tormento y el éxtasis”, en aquella época los artistas son como prostitutas ofreciéndose en la puerta de los poderosos.

Bien, pues esta historia, conocida por todos los aficionados a la música clásica en general y a la de Mozart en particular, en manos de unos supuestos “periodistas investigadores” que tienen ahora mismo en antena un programa de radio y otro de televisión (con bastante audiencia, parece ser) ha sido convertida en lo siguiente:

Desde hace muchos siglos, unos enigmáticos y siniestros personajes conocidos como “los hombres de negro” visitan a aquellos investigadores que se están acercando mucho a descubrir las grandes verdades del “fenómeno ovni” y otros misterios semejantes, para disuadirlos de que continúen con su investigación, a fin de que esos enigmas sigan siendo eso, enigmas. A veces son enviados de perversas y ocultas agencias gubernamentales, pero otras veces (y aquí los periodistas no dan ninguna clave para que sepamos cuándo) parecen tener una procedencia extraterrestre. Y a estos señores les parece claro que el visitante de Mozart era uno de estos “hombres de negro”, o por lo menos ponen esta historia como ejemplo de que estas “visitas” ocurren. Si a eso añadimos la sospecha de que Mozart pudiera haber sido masón, ya tenemos la combinación perfecta que triunfa hoy día en nuestro escenario cultural.

Una de las pruebas aducidas sobre la existencia de esta conspiración, que se prolonga ya durante siglos, es el hecho “inquietante” de que algunos investigadores del fenómeno ovni murieran de un infarto (qué cosa tan rara, ¿verdad?) y dejan caer que detrás de esas muertes “inexplicables” podía estar la CIA. Sugieren también que la CIA acudía a los lugares donde había congresos de ufólogos, y les colocaban sustancias radioactivas debajo de las camas del hotel, para producirles leucemia.




No estoy bromeando en absoluto. Todo esto se ha dicho el día 14 de enero en un programa de la cadena SER que presume de serio, científico y riguroso. Por circunstancias que no vienen al caso padezco un trastorno del sueño y con frecuencia acudo a la radio para que las noches no se me hagan tan largas. Como no me interesa el fútbol ni los toros, y mejor que oir música necesito una cháchara que me adormezca, a veces oigo retazos de ese programa. Y he comprobado como cada vez que tratan un tema histórico dicen las mayores barbaridades que se pueda imaginar.

Una vez me molesté en escribirles un correo electrónico señalándoles (con mucha educación) una gran cantidad de errores que habían expuesto en su programa. Aportaba también una lista de libros 100% fiables donde podían documentarse. Se trata de un tema que, modestia aparte, domino a la perfección, porque es una asignatura que he impartido en la Universidad durante seis años, y además he sido en los dos últimos años tutora de ella para alumnos de toda España por medio de una plataforma on-line. Me contestaron dándome las gracias pero, meses después, cuando volvieron a mencionar el tema en otro programa, comprobé que repetían las mismas burradas de la primera vez.

Como si no tuviera bastante con mis problemas para dormir, la historia de Mozart y los “hombres de negro” me ha dejado presa de la zozobra, puesto que me asaltan grandes dudas:

– El “hombre de negro” de Mozart ¿era de la categoría “extraterrestre” o de la categoría “agencia gubernamental”?

– En cualquiera de los casos ¿para qué necesitaba un Requiem?

– ¿Cómo es posible que programas semejantes tengan, en estos tiempos, un respaldo tan grande de la audiencia?

Cuando todavía no he resuelto estas dudas existenciales, en las noticias de hoy leo la lista de los libros más vendidos en España en el año 2005, e inmediatamente recuerdo un artículo de Carmen Posadas, titulado “Como niños”, de hace varias semanas. El artículo, que suscribo al 100%, se puede resumir en lo siguiente:

– Siempre han existido y existirán autores que sólo pretenden entretener al lector.

– La diferencia estriba en que el lector no literario de antaño leía obras de Verne, Blasco Ibáñez, Dumas o Dickens. Ahora, en cambio, devora esas pamplinas pseudo-históricas de santos griales/templarios/conspiraciones y/o illuminati, aceptándolas como ciertas, aun cuando a veces, el propio escritor, en un arranque de honradez, inserta una nota al principio del libro especificando que todo es producto de su imaginación, y que la mayoría de los personajes no han existido. Pero el lector se empeña en pasar por alto esa nota y afirmar con rotundidad que ese libro le confirma lo que siempre ha sospechado.

– Carmen Posadas tiene la desagradable sensación de que estamos ante un caso de infantilización general de la sociedad.

– Conclusión: la gran ironía de nuestros tiempos es que mayor acceso a la cultura no significa mayor madurez, sino todo lo contrario, más infantilismo y simpleza.

La lista de los libros más vendidos en 2005 (el primero, además, ya lo fue también en 2004) y el éxito de los programas aludidos me confirma la opinión de Carmen Posadas cuando constato que cientos de miles de españoles están dispuestos a creer en conspiraciones que vienen de miles de años atrás y en visitas de extraterrestres a un músico del siglo XVIII con el único propósito, al parecer, de aterrorizarlo hasta la muerte con la excusa de encargarle un trabajo.

Entiéndase bien: nada que objetar a la literatura fantástica. El problema va por otro lado: una cantidad importante de gente confunde el atún con el betún y desprecia la investigación histórica seria, tachándola de colaborar con esa conspiración universal que tiene como objetivo ocultar las grandes verdades de todos los tiempos, y se arroja en brazos de tochos intragables a los que, además, es facilísimo dejar en evidencia. Quizás convendría consultarles si el dinero que se destina a la investigación médica, por ejemplo, preferirían que se dedicara a reeditar los antiguos manuales de brujería en ediciones populares y de bolsillo.

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