viernes, 30 de agosto de 2019

31. Hay más cosas en el cielo y en la tierra.......

Esta mañana, un amigo, profesor de Física y Química, me contaba que hace unos días estaba explicando cómo Eratóstenes, en el siglo III a. C., sin más herramientas que una vara y el dato de la distancia entre dos ciudades, calculó, con una aproximación asombrosa, la circunferencia de la tierra. Y una alumna de 14 años, que no es tonta en absoluto, le dijo que no se lo creía (con asentimiento por parte de otros alumnos menos atrevidos).

 No me sorprendió, porque un episodio así es mucho más frecuente de lo que se pueda creer. Hace dos o tres años vi como un compañero, profesor de Literatura, entraba indignado en la sala de profesores del Instituto. En una clase de bachillerato había mencionado al dadaísmo, el movimiento artístico y literario, y los alumnos se habían echado a reir a coro, convencidos de que estaba de broma. Cuando les aclaró que hablaba muy en serio, le dijeron que no se creían que hubiera algo que se llamara así. Y mi compañero venía buscando un libro que mencionaba al dadaísmo, para convencer a los alumnos de que no era una broma.
¡Horror! ¡Hemos sido descubiertos! Nosotros, que nos levantamos al amanecer de Dios con el único objetivo de hablar a los alumnos de cosas que no existen, para luego reunirnos y reírnos a nuestras anchas de su credulidad… Nosotros, que conseguimos que las editoriales publiquen libros llenos de fantasías creadas por una mente desquiciada… Nosotros, que empleamos una considerable cantidad de energía, tiempo y dinero en ponernos de acuerdo con todos los profesores del país para contar las mismas trolas y no ser pillados en contradicción… ¿Qué vamos a hacer ahora? ¿Cómo justificaremos nuestras inútiles vidas?
Hablando ahora en serio, creo que nuestros adolescentes tienen un grave problema, y es que creen (o les han hecho creer) que son la medida del mundo, de forma que “lo que yo no soy capaz de hacer no me creo que lo haya hecho otro”, “lo que yo no conozco o no he visto, no existe”, etc. Sin embargo, se convierten en carne de cañón para esos charlatanes que ven la presencia de los extraterrestres en cualquier monumento de la antigüedad, o prefieren zanjar con explicaciones absurdas cualquier cosa que requiera un mínimo de esfuerzo en el pensar. Es curioso, pero a esos engañabobos sí están dispuestos a creerlos con una fe ciega.

Shakespeare, que no llegó a completar la instrucción que se daba en la escuela de una villa inglesa de hace más de 400 años, ponía en boca de Hamlet aquello de “Hay más cosas en el cielo y en la tierra de las que sueña tu filosofía, Horacio”. Nuestros alumnos, paradójicamente, son más cerrados que un aldeano analfabeto que ignorara todo lo que existiera fuera de su villorrio. A veces se siente una como si estuviera enseñando a una tribu primitiva descubierta en un rincón recóndito del Amazonas.

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