¡Vaya por Dios! ¡Ya empezamos con las celebraciones navideñas! Almuerzo con compañeros de trabajo, cena con compañeros del trabajo anterior, otra cena con amigos, almuerzo de repesca con los que no pudieron venir a la primera cena…
Si el evento tiene lugar en algún restaurante, tienes que tenerlo pensado desde agosto, porque a estas alturas no hay sitio libre en ninguna parte. Te tienes que ceñir a un menú, con lo cual, una vez que se ha logrado poner de acuerdo a todo el mundo sobre el lugar, llega la discusión sobre el menú. Y éste nunca cumple las expectativas.
Si lo organizamos en casa de alguien, te toca ocuparte de los aperitivos, o del postre, o del vino… El caso es que te tienes que encargar de algo. Y cuando quieres que te aclaren con una mínima aproximación cuántas personas seréis, más que nada para calcular cuánto tienes que comprar, resulta que es imposible, porque la gente entra y se cae de la lista continuamente. Así que lo más seguro es que falte ginebra, que sobren canapés, etc.
Y luego está la hazaña de cobrar a cada uno su parte, que esa es otra historia.
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