jueves, 5 de septiembre de 2019

141. Telenovelas

Hace ya tiempo conté mi encuentro con el mundo de las telenovelas, allá por los años 80, cuando llegó a la televisión española la primera de ellas. Después de aquello, y cuando llegó realmente el boom de este género, reconozco que me divertí muchísimo viendo aquellos tremendos bodrios que fueron “La dama de rosa”, “Cristal”, “Topacio”, “Tanairí”, “Caballo viejo” o “Doña Beija”. Mi hermano, mi madre y yo nos partíamos de risa con aquellos estilismos, aquellos diálogos desternillantes y las situaciones absurdas que se planteaban.

“Caballo viejo”, concretamente, creo que fue la más surrealista de todas. Uno de sus personajes, la tía Cena, no se movía de la cama, pero no renunciaba a salir de casa, por lo que tenía unos “portacameros”, que la trasladaban con cama y todo a donde ella quisiera ir. Los nombres de los personajes (Epifanio del Cristo, Yadira la Ardiente) parecían estar escogidos para provocar la hilaridad, y lo más gracioso de todo es que la intención era completamente seria. Aquello sólo podía tener comparación con el humor surrealista de Tip y Coll en su primera etapa. También “Dona Beija” tenía lo suyo. La protagonista era la prostituta oficial “elegante” de un misérrimo pueblo brasileño en el siglo XIX. Y, claro, resultaba poco creíble verla vivir en una mansión y arrastrando vestidos de raso y encaje por el polvo, ya que las calles de aquel pueblecillo ni siquiera estaban adoquinadas.

Después transcurrieron un montón de años en los que no vi ninguna telenovela. Hasta que llegó la versión original de “Betty la fea”, y ahí volvieron las sobremesas veraniegas de risa. Otro intervalo, y llegó un verano en que estuve bastante mal de salud y después de comer no tenía fuerzas ni para mover un dedo, pero no podía dormir, así que pasaba dos o tres horas tumbada en el sofá, sin energías ni concentración para leer (era por mi enfermedad, pero yo entonces no lo sabía todavía). Y aquel fue el verano de “Pasión de gavilanes”, cuyos 180 capítulos me tragué uno tras otro (menos mal que los ponían de dos en dos o de tres en tres). En esta ocasión la veía sola, porque mi madre no fue capaz de engancharse y mi hermano ya no estaba en casa. A cuenta de esta telenovela empecé a entrar en los foros de Televisa, la cadena que la producía, y que eran más divertidos todavía que la propia telenovela. Entré en contacto con otras cuatro o cinco chicas españolas, que se tomaban la cosa con el mismo pitorreo que yo, y por las noches teníamos unas conversaciones a tres o cuatro bandas en el Messenger hasta las tantas de la madrugada, donde decíamos toda clase de burradas y nos reíamos muchísimo. Porque creo que fue esta telenovela la que más que explotar la sensiblería barata, se dedicó a explotar el físico de sus protagonistas, y todas las escenas parecían enfocadas a que se quitaran la camiseta a la primera oportunidad. Y esta ha sido, hasta ahora, la última.

Dejemos ahora esta cuestión, y echemos un vistazo a las últimas noticias que nos han llegado de uno de los países que más telenovelas nos proporciona. Venezuela está pasando por momentos realmente malos, aunque desastres como el de Haití o atentados suicidas como los que ocurren en Afganistán e Iraq día sí, día no, dirijan nuestra atención a otros puntos. La violencia y la inseguridad en este país es tremenda. Aunque no llegue a los niveles de Colombia o Méjico, los sigue muy de cerca. Hace pocos días, esta Navidad, fue asesinado un funcionario de prisiones y, según los presos, como venganza por parte de sus compañeros se produjo el asesinato de dos presos, lo que provocó inmediatamente un motín en la cárcel que terminó con seis presos gravemente heridos. Fue el primer motín carcelario del año, pero probablemente a estas alturas del mes ya se estará incubando otro en cualquier punto del país.

Más o menos al mismo tiempo estalló un gran escándalo económico. Un grupo de empresarios cercanos a algunos miembros del entorno presidencial, se han dedicado a hacer negocios a costa del erario público. Compraron bancos y luego, utilizando los depósitos de los clientes, compraron otros. Se denunció pero nadie hizo nada, hasta que los bancos quebraron. Muchas empresas privadas fueron convertidas en estatales, y hoy están también al borde de la quiebra. Mientras tanto, Chávez gastaba gran parte de los ingresos del petróleo en compra de armas y en multimillonarios regalos a otros países. Ante este desastre se hizo inevitable la devaluación de la moneda, que entraría en vigor el lunes 11 de enero. El salario de los trabajadores se redujo a la mitad. El sábado 9 de enero la gente se lanzó como loca a las calles en su última oportunidad de adquirir toda clase de bienes de consumo. “Cómplices de la especulación”, llamó Chávez a aquella gente, y envió a las calles a la Guardia Nacional Bolivariana para evitar que los comerciantes, desesperados por verse obligados a vender a mitad de precio mercancías, en su mayor parte importadas, que habían tenido que adquirir con el cambio anterior a la devaluación, subieran los precios para salvar sus negocios.

De pronto, sin avisar, el día 12 comenzó un plan de racionamiento eléctrico en Caracas, con apagones de 4 horas por zonas (de 8 a 12 de la mañana en unas, de 12 a 4 de la tarde en otras, y de medianoche a 4 de la madrugada en las restantes), que hasta ese momento se aplicaba sólo en otras ciudades de la provincia. Sin dar ni siquiera tiempo a que los caraqueños compraran velas, y sin medir la repercusión que aquella medida iba a tener para la industria, el turismo, los servicios y la vida cotidiana, millones de personas se encontraron en medio de una situación caótica. Temiendo, además, un recrudecimiento de la violencia y la delincuencia, la gente se echó a las calles en diferentes ciudades. Caceroladas y quema de neumáticos ha sido su desesperada forma de protesta.

Probablemente no esperaba que la gente se le sublevara al día siguiente en las calles y, asustado por el bajón de su popularidad, no tuvo más remedio que recular y modificar, aunque sin suprimir del todo, el plan de racionamiento energético. Se mantiene en el resto del país con el esquema de entre dos y cuatro horas de suspensión cada dos días o menos, dependiendo de la zona. Por otra parte, utilizando el recurso tan despreciable de echarle la culpa a otro, destituyó al ministro de Energía Eléctrica, como sí éste hubiera tomado esa medida en contra de la voluntad del presidente.

Mientras tanto, el mismo día que entraba en vigor la devaluación de la moneda y la víspera del comienzo por sorpresa del racionamiento eléctrico, ¿de qué hablaba Chávez en su programa de televisión? Pues de telenovelas. Adicto confeso a las mismas, pedía públicamente en su programa de televisión que se hicieran “telenovelas socialistas” y anunció apoyo del gobierno para ese tipo de producciones. Con la telenovela tragicómica en que se ha convertido la vida en Venezuela, Chávez quiere darle un giro a las telenovelas de toda la vida, aquellas a las que se hizo adicto en la cárcel, según declaró.

Lo que no sé es en qué consiste una “telenovela socialista”, o lo que Chávez entiende por eso, ya que sus descripciones de cualquier concepto suelen ser más bien alambicadas. Hace tres días se declaraba “marxista, cristiano, bolivariano, martiano, sandinista, sucrista y mirandista”. Eso sí, confesó no haberse leído El capital. Yo también tengo algo que confesar, y es que no entiendo en qué consiste ese cóctel chavista. Para mi otra duda, lo de la “telenovela socialista”, en Sé lo que hicísteis me orientan un poco, dándome una posible respuesta. No os la perdáis.




No hay comentarios:

Publicar un comentario