martes, 10 de septiembre de 2019

194. El único juez que se enfrentó a los nazis

Cuando aún daba clases vi con mis alumnos la película “Sophie Scholl” (se la recomiendo a quien no la haya visto) y como algún personaje me llama la atención, aparte de los protagonistas, decido investigar un poco. Concretamente, me llama la atención el personaje del juez, Roland Freisler. Se supone que la película reconstruye exactamente los hechos, y el guión se basa en las actas de los interrogatorios y del juicio de forma que, en teoría, ese personaje tan exageradísimo debió ser así. Y como quiero confirmarlo, me pongo a buscar por internet.
Rolamd Freisler
Y, efectivamente, encuentro bastante información sobre él, incluso vídeos con fragmentos de algunos de sus juicios con sonido y todo. Por eso puedo comprobar que, contra lo que pudiera parecer, en la película no se ha exagerado lo más mínimo. Además del parecido físico del actor que lo encarna, su acoso, gritos e insultos a los acusados son idénticos (1). En ningún momento actúa como juez, no deja apenas que los acusados contesten a sus preguntas, los hace comparecer únicamente para dedicarles una ristra de insultos. Él es el único prácticamente que habla en los juicios. Ni el fiscal (no hacía falta, Freisler hace más de fiscal que el fiscal mismo), ni el abogado defensor (su presencia es para dar una apariencia de justicia, los abogados defensores no intervienen y además se escogen entre fanáticos del nazismo o antiguos comunistas que, por miedo, querían hacer olvidar su pasado) (2). Humilla a los acusados haciéndoles comparecer sin dentaduras postizas, cuando las usan, o sin cinturones, para que tengan que estar sujetándose los pantalones. El 90% de sus sentencias fueron a muerte y estaban dictadas de antemano. Se le responsabiliza de más de 2.600 ejecuciones, incluídos al menos 72 menores de edad, pues fue el que introdujo el decreto “criminales juveniles precoces” que permitía por primera vez en la historia judicial alemana sentenciar a muerte a jóvenes. En fin, un auténtico bicho. Con toda seguridad hubiera sido juzgado en Nuremberg con otros jueces si no fuera porque, cuando el 3 de febrero de 1945 estaba juzgando al teniente Fabian von Schlabrendorff, comenzó un bombardeo aliado sobre Berlín tan repentino que no dio tiempo a desalojar la sala. Al final del bombardeo, Freisler fue encontrado muerto bajo una columna caída, con el expediente del acusado en la mano. Enlace a un articulo sobre el

Afortunadamente, esta mini-investigación me ha permitido también conocer a algunos personajes admirables, y hoy traigo aquí a uno de ellos. No todo va a ser despellejar a gentuza, aunque se lo merezcan. Lo mismo que descubrí a los que leyeron el blog el personaje de Rosario Cepeda, hoy voy a descubriros a otro gran desconocido: el también juez Lothar Kreyssig.
Lothar Kreyssig
Sobre Kreyssig hay muchísima menos información que sobre Freisler. No hay ninguna página en la Wikipedia ni en ningún sitio web de biografías. No existen vídeos en Youtube, documentales de televisión, ni libros sobre su persona. No aparece como personaje en varias películas, a diferencia del juez inícuo. Sin embargo, podemos encontrar alguna pequeña referencia sobre él si buscamos información sobre “Acción T4”.

Acción T4 fue un programa de la Alemania nazi creado para matar de forma sistemática a toda aquella persona que presentara discapacidades físicas o psíquicas. La eugenesia no fue una creación de los nazis, sino que ya desde los años 20 tenía bastantes defensores en Alemania. Hitler se adhirió a la idea con entusiasmo ya desde antes de llegar al poder, y en 1933 se comenzó por la ley que obligaba a esterilizar a toda aquella persona que presentara síntomas de una gran variedad de enfermedades: epilepsia, Corea de Huntington, esquizofrenia… Incluso se esterilizó a prostitutas, por si contraían la sífilis. Entre 1933 y 1939 fueron esterilizadas unas 360.000 personas. Sólo aflojaron cuando, por causa de las numerosas víctimas de guerra, toda persona capaz de trabajar fue declarada útil y, por tanto, pudieron escapar a esta ley.

En un principio no se atrevieron a dictar leyes contra personas con discapacidades físicas porque el mismo Goebbels tenía un defecto de nacimiento en un pie, y Bouhler, jefe de la Cancillería, cojeaba ostensiblemente. Pero Hitler y su médico personal eran decididos partidarios de la eugenesia y sólo esperaban el momento en el que la opinión pública, que estaba siendo adoctrinada a este respecto por años de propaganda, estuviera preparada para aceptar el hecho. Se realizaron incluso películas y documentales de obligada proyección en los cines alemanes para ello.

La oportunidad se presentó cuando en 1939 los padres de un niño nacido deforme en Leipzig escribieron a Hitler una petición de eutanasia para su hijo. Hitler dio su aprobación e inmediatamente creó un comité para la eliminación de casos similares, inicialmente sólo en niños menores de tres años que presentaran hidrocefalia, microcefalia, síndrome de Down, parálisis, malformaciones de toda clase, etc.

A las familias de los niños se les engañaba diciendo que los trasladaban a centros especiales. Posteriormente se les eliminaba por inyecciones letales o simplemente dejándolos morir de hambre. A continuación se informaba a las familias de que los niños habían muerto de pulmonía o algo similar, frecuente, que no levantara muchas suspicacias.

Pero comenzó la guerra y se decidió extender el programa a todas las edades. A modo de prueba se comenzó por los polacos, y pronto fueron exterminados, sólo en Danzig y el área de Gdynia, unos 17.000, utilizando ya el gaseamiento. Posteriormente el programa se expandió al resto de Polonia y, finalmente, a Austria y Alemania (3).

Se requirió a todos los hospitales, sanatorios, casas de reposo y asilos que dieran una lista de pacientes que llevaran internados más de cinco años. También cualquier persona que presentara síntomas de determinadas enfermedades, independientemente de la antigüedad de las mismas. Muchos médicos y gerentes de hospitales, pensando que se iba a dedicar a estos enfermos a trabajos forzados, para protegerlos, inflaron las listas. El resultado fue de unos 275.000 ó 300.000 personas exterminadas sistemáticamente.
A las familias se les daba una justificación de la muerte, aunque la torpeza de las mismas hizo que empezaran a sobrevenir sospechas. Por ejemplo, se dijo a unos padres que su hijo había muerto de apendicitis, cuando resultaba que el apéndice le había sido extirpado tiempo atrás.
Cómo los nazis aún temían que la población se rebelara contra estas medidas, y la Iglesia católica alemana había protestado en un memorándum contra la inminencia de la legalización de la eugenesia, todo se siguió haciendo del modo más oculto posible, aunque no pudo disimularse totalmente. Para llevar a cabo aquel programa hacía falta la colaboración de miles de personas, y los habitantes de algunas ciudades veían pasar los camiones y autobuses llenos de gente, que en muchas ocasiones gritaban a los transeuntes pidiendo ayuda. Muchas familias comenzaron a retirar a pacientes de hospitales, sanatorios y asilos, y algunos médicos cambiaron en los expedientes los diagnósticos de algunos enfermos para que no se ajustaran a los parámetros requeridos.
En 1940 comenzaron a llegar las primeras protestas a la Cancillería del Reich y al ministerio de Justicia. Obispos y teólogos prestigiosos escribieron duras cartas a ministros y altas autoridades nazis. En julio de 1941 los obispos católicos escribieron una carta pastoral para que fuera leída en todas las iglesias de Alemania, y esto animó a otros católicos a protestar de diversas maneras. Aquella carta pastoral fue distribuida clandestinamente por todo el país y la aviación británica arrojó miles de ejemplares sobre el ejército alemán. Algunas semanas después el obispo de Munster denunció públicamente el programa T4 y se atrevió a enviar un telegrama al mismo Hitler. Se libró de ser arrestado porque Goebbels aseguró a Hitler que habría una rebelión en Westfalia si eso ocurría. En Baviera Hitler fue abucheado por una muchedumbre por primera vez desde que accedió al poder. Finalmente, ante el rumbo que tomaban los acontecimientos, Hitler ordenó en agosto de 1941 que se cancelara el programa. Ya en la postguerra, 23 personas fueron juzgadas por estas muertes, 16 fueron encontradas culpables y 7 fueron ejecutadas. Otros murieron mientras estaban encarcelados en espera de juicio.
Pero años antes de que los alemanes reaccionaran, Lothar Kreyssig intervino en este asunto. Era un juez muy estimado en su Sajonia natal, profundamente cristiano y un líder en la iglesia de su comarca. Ya era considerado sospechoso por algunos acontecimientos, como retirarse de un acto en el que iba a ser descubierto un busto de Hitler o protestar por las condenas a tres magistrados que no habían aplicado las leyes raciales con suficiente contundencia.
Cuando a su juzgado comenzó a llegar un número anormal de certificados de defunción de deficientes mentales investigó un poco y descubrió que los enfermos del hospital mental de la ciudad estaban siendo sacados en secreto. Envió una carta al Ministerio de Justicia protestando por el programa T4 y también por el trato dado a los prisioneros de los campos, presentó contra algunos médicos una acusación formal de asesinato de personas mental o físicamente discapacitadas, ordenó que se paralizaran los programas de aplicación de las leyes de eugenesia y amenazó con abrir proceso al propio Himmler, con un par. Inmediatamente se le ordenó presentarse en el Ministerio de Justicia, donde se le informó que el programa era cosa del propio Hitler. Su respuesta, muestra de un valor extraordinario, teniendo en cuenta a quién se enfrentaba, fue: “Las palabras del Fuhrer no establecen determinados derechos.”
El ministro de Justicia le apartó de la carrera judicial, obligándole a jubilarse anticipadamente. La Gestapo reclamó su detención, pero no se atrevieron a encarcelarlo porque se temía un plante del estamento judicial que, aunque mayoritariamente pronazi, seguía siendo muy corporativista, y en aquel momento en el que el programa T4 estaba comenzando no se quería atraer atención sobre el mismo. Kreyssig pasó el resto de la guerra en su finca del campo donde, por cierto, tuvo el valor de esconder a muchos judíos.

Por eso, cuando pensemos a qué se dedican los jueces en este país, presionados por los políticos, pensemos que posiblemente existen entre ellos algunos que no son ruines, acomodaticios, egoístas o miedosos, y que en todo colectivo existen hombres buenos dispuestos a jugárselo todo por defender lo que es justo.
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P. D. Acabo de descibrir que mi texto sobre Lothar Kreyssig y acción T- 4 ha sido copiado literalmente en un blog llamado "Moral y luces" Estoy esperando las explicaciones de su autor o autora.

(1) En algún caso, los cámaras que trabajaban en la grabación de juicios particularmente importantes le tuvieron que pedir que no gritara tanto porque les destrozaba la banda sonora de la cinta.
(2) Como presidente del Tribuna Popular, preside el juicio contra los organizadores del atentado a Hitler realizado el 20 de julio de 1944. En el juicio contra los oficiales del ejército que intentaron asesinar a Hitler el 20 de julio de 1944, el juez que presidía el tribunal dominó todo el proceso de principio a fin. El fue el único en realizar preguntas, en responderlas y en juzgar cada aspecto del caso. Fue requiriendo a los acusados, uno por uno, que confirmaran las acusaciones, porque, como el propio juez explicó, el juicio no se celebraba para determinar la culpabilidad de nadie (“Eso ya lo sabemos”), sino para que el crimen quedara patente delante de la opinión pública. The Holocaust’s ghost: writings on art, politics, law, and education. F.C. DeCoste y Bernard Schwartz.

(3) Hace menos de un mes se informaba en la prensa del hallazgo en Austria de una fosa común con 220 cadáveres en el Tirol austriaco. En el caso de estas víctimas, la muerte se produjo por inyecciones de veneno o desnutrición. Por primera vez, los expertos pueden demostrar con restos humanos la aplicación del programa Acción T4.

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