viernes, 6 de septiembre de 2019

161. En casa del herrero

Esta señora tan sonriente es o, mejor dicho, era Choi Yoon-Hee, una coreana bastante famosilla en su país y conocida como la “Sacerdotisa de la felicidad”.
Era autora de veinte libros, nada menos, sobre la felicidad y la esperanza, y participaba en programas de televisión sobre el mismo tema. Más o menos una gurú de la auto-ayuda. Evidentemente, no le iba mal en ese asunto.

Pues bien, hace poco apareció muerta en una habitación de hotel junto con su marido, asimismo cadáver, en lo que parece ser un suicidio pactado. Dejó una carta, dada a conocer por la policía, en la que explicaba que se quitaba la vida porque en los últimos dos años no se encontraba bien, sin especificar más que sufría de pulmón y corazón. Tampoco es demasiado raro que tuviera algún achaque porque no era precisamente una jovenzuela.

Está claro que esta señora no fue capaz de aplicarse lo de “Médico, cúrate a ti mismo”. Supongo que los miles de personas que hayan comprado alguno de sus veinte libros o vieran sus programas de televisión se sentirán bastante engañados, porque dudarán, con razón, cómo puede decirle a otro cómo comportarse quien no es capaz de hacer eso por sí mismo. Yo, concretamente, es difícil que proporcione ni un euro a este tipo de gente, porque no creo en absoluto en estos dispensadores de felicidad a cambio del vil metal, pero mucha gente con poco criterio deja en manos de gente como Choy Yoon-Hee su salud mental y su equilibrio emocional, por lo que casos como este me parecen especialmente penosos.

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En una situación parecida de contradición interna tenemos al presidente de EEUU, a quien vemos en esta foto en un establecimiento de comida rápida (también llamada comida-basura), llamado “El mago de las fritas”, al que acudió en Miami para reponer fuerzas después de un acto del partido demócrata. No tendría mayor importancia si no fuera porque su mujer se ha embarcado con todas sus fuerzas en una campaña contra este tipo de comida, convirtiéndose en su imagen y portavoz, criticándola en actos públicos, haciendo propaganda contra ella en los colegios e, incluso, anunciando que había puesto a régimen a sus dos hijas, que son unas niñas de peso y talla normal para sus 11 y 8 años respectivamente. Michelle Obama anunció en uno de los actos de esta campaña que para sus hijas se habían acabado las hamburguesas y ese tipo de cosas, y que a partir de ese momento comerían muchas más verduras. Teniendo en cuenta que las niñas no presentaban ningún problema de obesidad, creo que son demasiado pequeñas para ponerlas a régimen. Otra cosa es que las niñas hubieran empezado a mostrar signos de gordura. Pero este año, con motivo de la tan cacareada visita de Michelle Obama a España pudimos ver a su hija pequeña de mil formas, incluso en bañador, y la chiquilla era apenas una sardinilla.
En fin, que la utilización de sus hijas por parte de la Obama me parece bastante inapropiada y que el marido, rodeado de muchos fotógrafos y una multitud, acuda precisamente a un local del tipo de aquellos contra los que lucha su esposa me parece un error bastante grande de imagen. Da la impresión de que entre ellos mismos no se ponen de acuerdo. Cuando uno es presidente de EEUU tiene que tener cuidado con esas cosas. O bien sus asesores no están cumpliendo bien su papel, o el presidente pasa de ellos. Ninguna de las dos posibilidades es buena.

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