sábado, 7 de septiembre de 2019

167. Vista aerea de los cimientos del zigutrat de Babilonia

Hace mucho tiempo que no escribo una entrada de esas de una foto de mis viajes acompañada de un texto cortito. Como ahora estoy, con mucha paciencia y a ratos perdidos, escaneando mi seis mil y pico de diapositivas, cuando vaya dando con las más espectaculares iré intercalando una entrada de ese tipo.
Estuve en Irak en la primavera del 89. El país estaba todavía en guerra con Irán pero, después de ocho años de guerra sin que se le viera a aquello un final claro o próximo, la ONU forzó un alto el fuego para que se sentaran a negociar la paz. Y aprovechando ese alto el fuego estuve en el país con mi grupo de colegas arqueólogos e historiadores. Evidentemente, no había ni un solo turista en el país. En el aeropuerto recuerdo haber estado haciendo cola para que miraran mi pasaporte justo al lado de un casco azul de la ONU, grande como un armario, con su correspondiente arma preparada en las manos. Si nosotros pudimos entrar en el país y movernos por todos sitios fue porque el jefe del grupo tenía muchos contactos a nivel mundial (era un catedrático de universidad muy prestigioso). La única restricción que tuvimos fue la de hacer fotos en las cercanías de instalaciones militares. Por eso no pudimos subir al zigurat de Ur, porque desde arriba se divisaba bastante bien una base aérea cercana. Sin embargo, por otros lugares nos movimos a nuestras anchas.

Tan a nuestras anchas que se dio el caso que estando allí hubo elecciones generales en el país. Se acreditaron periodistas de todo el mundo, pero cuando llegaron al aeropuerto de Bagdad los llevaron al hotel Sheraton y no los dejaron ni asomar la nariz a la calle. Mientras tanto, nosotros disfrutamos de un día libre por Bagdad, y cada persona del grupo fue donde quiso. A la vuelta, en el avión, algunos periodistas españoles escribieron su crónica a base de lo que les contamos que habíamos visto por la calle, e incluso les pasamos fotografías. Ese fue el día en el que me puse un chador, me hice pasar por chiíta y me colé en la famosa mezquita Khadimiya, como ya conté en otro post.

n fin, el caso es que entre los sitios que visitamos estuvo Babilonia. De la famosa ciudad ya queda más bien poco. Entre lo que se llevaron los alemanes, las guerras, el abandono y que el adobe no es precisamente un material a prueba de todo, queda poco más que algunas murallas bien gruesas y los restos de las puertas, despojadas ya de todo su adorno. En las fotos siguientes se puede ver cómo lucen las puertas reconstruidas en Berlín, y lo que habían dejado en el lugar original tal como se encontraba en 1932. Y si yo vi lo que vi en 1989, no quiero ni pensar lo que puede quedar ahora.

La puerta de Ishtar
Dejando aparte las inmensas moles de murallas y puertas, poco quedaba en el interior. Paseamos largamente por las ruínas, pero si no hubiéramos llevado en nuestra mente las reconstrucciones que habíamos visto tantas veces en los libros, hubiera sido casi igual que pasear por un solar. 
LA puerta de ISHTAR
RECONSTRUIDA EN Belín





















Sin embargo, ¡cómo cambian las cosas al variar el punto de vista! Mientras que desde el suelo apenas unos montones de tierra alteraban la monotonía, desde el aire vimos claramente los cimientos de lo que había sido el zigurat principal de la ciudad, la famosa Torre de Babel. Entonces sí, te podías hacer una idea perfecta de su tamaño. Y resultaba mucho más fácil imaginar lo que fue aquella mole de edificio que llamaba la atención desde kilómetros de distancia, cubierto de ladrillos vidriados de distintos colores, brillando al sol.

Como en tantas otras cosas, el lugar desde donde se mira tiene mucha importancia.

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