domingo, 29 de septiembre de 2019

Arriba el telón

En el teatro isabelino el telón no se levantaba, porque no había. Sólo después de que el rey Carlos II subió al trono en 1660, surgió en Inglaterra el teatro de la Restauración y por primera vez se usó una cortina en el arco del proscenio, justo frente al escenario. El prólogo de la obra se leía frente a la cortina y después ésta se abría y permanecía así hasta el final de la representación.

Cuando las escenas y los actos terminaban, el público permanecía contemplando el escenario vacío o mirando cómo los tramoyistas cambiaban la decoración, igual que sucede actualmente en teatros que no tienen telón o que no lo usan.

Pero en la década de 1750, el telón comenzó a señalar el final de un acto y el inicio de un intervalo. Muchos teatros evitaron este elaborado procedimiento sustituyendo el telón con una sencilla tela pintada.

En 1880, durante la representación en Londres de Los hermanos corsos, el telón se usó por primera vez para esconder los cambios de escena.

Durante el siglo XIX, a veces se representaba una obra corta y casi siempre humorística, llamada entremés, delante del telón echado, para permitir que los espectadores que llegaban tarde encontraran sus asientos antes de que comenzara la función. Por la misma razón, las obras rara vez comenzaban con alguna acción importante.

Aunque en nuestros días el telón de los teatros casi nunca se levanta, pues la mayoría de las veces las cortinas se corren a los lados, aún decimos que “se levanta el telón”.

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