domingo, 29 de septiembre de 2019

Baboseo generalizado

La cascada de babas vertidas ante la estancia de Michelle Obama en Marbella es tal que temo que deje en nada las inundaciones de Pakistán. Ya repatea tanto elogio exagerado, tanto disparate y tanto servilismo.

Me disponía a criticar por ello a los dueños del hotel Villapadierna, pero como no encuentro ninguna foto de ellos, ni creo que haya ningún interés en mostrarla, las fotografías que incluyo son para explicar el por qué de algunas afirmaciones que hago.
«Es sencillamente espectacular», «Qué belleza […]; creo que en las fotos no se aprecia su elegancia». Son frases textuales de Ricardo Arranz y Alicia Villapadierna.

Michelle Obama no es una belleza, ni es espectacular. Tampoco es elegante. Es normal, del montón. Para demostrarlo podría haber puesto una foto suya sin maquillar, en la que verdaderamente asusta, pero tampoco es eso. Tiene unas facciones normales, excepto por algo bastante feo en la boca. Parece que no le caben todos los dientes y su mandíbula inferior sale hacia fuera con un resultado bastante desafortunado.


No sabe vestirse bien. Tiene el talle corto y las caderas anchas, cosa que se puede disimular perfectamente con facilidad, pero ella se empeña en ponerse ropa que le acentúa precisamente eso. Abusa de los cortes en la cintura, que le quedan muy
altos, de faldas cortas con excesivo volumen que ni siquiera tienen la disculpa de estar de moda o de cinturones que no se sabe si marcan la cintura o un talle imperio.



  Otro detalle totalmente apartado de la elegancia es la obsesión por llevar vestidos sin mangas en toda ocasión, incluso en invierno y para momentos no adecuados. Este detalle es el único que he visto alguna vez tímidamente criticado por los especialistas en moda, cuyos trabajos y publicaciones dependen demasiado de esta señora y otras como ella como para arriesgarse a decir claramente lo que piensan. Vestir elegantemente no es usar ropa de firma, sino llevar lo adecuado a cada momento. Yo lo digo a boca llena porque ni a ella le importa mi opinión ni a mí lo que ella piense de mis manifestacioens. La ausencia casi permanente de mangas puede venir de su afición por lucir biceps, que no son naturales, sino producto del duro entrenamiento. Ninguna mujer elegante de cierta posición estaría continuamente luciendo brazos de halterofílica.

«Nunca hemos visto a un dirigente comportarse con esta sencillez y elegancia», «enseguida nos han dado un trato como si fuéramos de la familia», «nos han soltado dos besos a la española», de lo que no son nada partidarios los norteamericanos», siguen diciendo los hoteleros.

Pues muy mal. Esa campechanía está fuera de lugar. Ella es una huésped del hotel y la mujer del presidente de Estados Unidos, y ellos son los dueños del hotel. Ni más, ni menos, pero es algo totalmente improcedente.

«Le estaba llevando unos jarrones chinos y redecorando la suite y me han pedido que lo quite todo, que lo que quieren son un montón de camas en el salón…». El salón de la suite completamente lleno de camas es para hacer una “fiesta de pijamas”, algo disculpable si tienes menos de 12 años, pero ridículo y patético en el caso de esta mujer, sobre todo sabiendo que cualquier detalle de su comportamiento será ampliamente publicitado.

En fin, ella puede ser una cateta mal vestida, pero lo que es imperdonable es que esta pareja de pelotas se empeñen en presentar las cosas como no son.

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