sábado, 7 de septiembre de 2019

168.Basta de conspiranoias

Ha saltado la noticia de que en el pasado julio, el Consejo de Ministros aprobó un proyecto con el que el gobierno pretende avanzar en igualdad de género. Ahora sólo falta que el Congreso apruebe dicho proyecto que, fundamentalmente, consiste en que dejará de figurar primero el apellido paterno y después el materno. Ambos progenitores se podrán poner de acuerdo y si no hay consenso el encargado del Registro Civil, por el artículo 49, pasando de los padres en desacuerdo, determinará el orden de los apellidos por orden alfabético.

Como en internet todo va tan rápido, ya hay unas cuantas teorías sobre los auténticos motivos de esta decisión, tan vital para tantos españoles que ni dormir pueden (no, lo que les quita el sueño no es la hipoteca imposible de pagar, ni el hecho de llevar un par de años en la lista del paro sin perspectiva de mejora).

Que si es una cortina de humo de los políticos para que no se hable de los auténticos problemas del país y sus ciudadanos, que si la sombra de Bibi es alargada… ¡Paparruchas! La solución es mucho más sencilla y el motivo lo llevamos grabado en nuestro ADN, que es algo más arraigado que el hecho de que Rodríguez se sienta más o menos feministo según lo que predigan las encuestas.

El instinto de la protección de la prole. No es más que eso. Ni más ni menos, que por algo lleva condicionando gran parte de nuestra vida desde hace cientos de miles de años.

¿No os habéis preguntado la sensación de desasosiego que invadirá a Rubalcaba pensar que dentro de muchos años sus nietos puedan seguir marcados por la figura del abuelo, y además en unos tiempos en los que no sabemos si el abuelito estará incluído en la lista de los héroes o los apestados? Que en un par de generaciones las cosas cambian mucho y, como recordaba Desclasado hace muy poco, los héroes de ayer por la tarde son juzgados mañana como enemigos del pueblo.

¿Qué sentirá Aznar sabiendo que unos señores llamados Aznar Botella dentro de treinta años, por el único hecho de llamarse así todavía no podrán pasar desapercibidos, cayendo sobre sus cabezas los pecados de sus padres, además de los propios?

¿Estará ya temiendo Teddy Bautista que algún psicópata pueda localizar a sus bisnietos y les haga pagar con sangre todo lo que su bisabuelo se dejó en pagar cánones y otras prebendas?

Todo esto se arregla con la medida citada. Basta que los hijos de Rubalcaba adopten el apellido materno en primer lugar, y los hijos de éstos hagan lo mismo, y el apellido Rubalcaba quedará relegado a una posición que salvará de la ignominia a las generaciones futuras.

Y si además unos hermanos ponen antes el apellido de la madre y otros el del padre, en un par de generaciones ya no hay quien pueda saber quién es abuelo de quién. De esta forma, Rodríguez se hubiera librado de que se hubieran cachondeado tanto al sacar la verdadera historia de su abuelo, aquel mártir defensor de los débiles que luego resultó ser uno de los represores de la revolución minera de Asturias. Así que dejémonos de ver conspiraciones extrañas y convenzámonos de que el instinto de protección de la prole es algo mucho más fuerte de lo que pensamos. Al fin y al cabo no dejamos de ser mamíferos con algo de mala leche.



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