lunes, 9 de septiembre de 2019

181. El catón de los horteras

El 4 de mayo de 1976 salía por primera vez el periódico El País. Teniendo en cuenta que han pasado casi 34 años, creo que no les vendría mal repasar el editorial del primer número. Aunque trataba de un tema político que no tiene nada que ver con lo que voy a comentar, un trozo de frase y el último párrafo harían enrojecer de vergüenza (si la tuvieran) a aquellos que hayan vivido lo suficiente para ver en qué se ha convertido el diario.

Ese periódico que nació con aires de superioridad moral se ha convertido en un choni-diario. Muñoz Molina, en su blog, se llevaba las manos a la cabeza tras comprobar que dedicaban la portada de su suplemento dominical a Belén Esteban, esa barriobajera lerda y mala persona. Después de esto ya no se puede caer más bajo. Ni siquiera para criticar, un medio nacional se puede dar por enterado de la existencia de ciertos seres. ¿Qué fueron de esas ínfulas que se han dado siempre, pretendiendo ser un referente ético, político y cultural?

El último párrafo de ese editorial decía lo siguiente:

Y esto es cuanto queríamos decir en nuestro primer día de existencia. Si como saludo resulta intemperante, acéptese al menos como inicial impresión de un diario recién nacido que, apenas abre los ojos y mira en torno suyo, no tiene otro remedio que pronunciar de nuevo las palabras de Ortega, tan entrañables para nosotros: Desde luego, señores «no es esto, no es esto».

 Da la impresión de que el recién nacido, después de abrir los ojos y repetir la frase de Ortega, volvió a cerrarlos lo suficientemente satisfecho consigo mismo como para pensar que ya había cumplido su misión en la vida. Debería abrirlos de nuevo, aunque ciertamente su vista peligraría al comprobar cómo una tiparraca zafia y sin ninguna cualidad apreciable (que ya es difícil decir eso de una persona) ocupa semejante lugar.

En otro lugar de ese titular una frase empezaba “En este primer número de un periódico que nace al amparo de una convicción irrenunciablemente democrática…”. Posiblemente por lo irrenunciable de esa convicción democrática han decidido que si hace unos días abrieron sus páginas a las chonis de extrarradio, ahora tocaba dedicarles un espacio a los horteras con dinero. Así, en una burla sangrienta de la situación de millones de españoles, haciendo oídos sordos deliberadamente a la realidad de que si no fuera por CARITAS y otras instituciones, un alarmante porcentaje de la población española pasaría HAMBRE (sí, como en la postguerra) y estaría en la calle con sus cuatro trapos porque nadie les pagaría sus alquileres o sus recibos de luz, el suplemento de viajes nos ofrece diez destinos para que pasemos unas vacaciones de superlujo. Entre “ecobuceo en Bora-Bora”, “alquilar una de las Islas Vírgenes” o “esquiar con la beautiful people” no olvida su actual vocación hortera y nos propone ir a Las Vegas a comer la hamburguesa más cara del mundo. Sólo la hamburguesa cuesta 5.000 dólares (sin incluir tasas), pero nos avisan que volar al paraíso de la ordinariez y el mal gusto en Bussines Class puede costar 7.000 más. Y aparte el hotel, claro, donde es muy probable que perdamos la poca visión que nos dejó la contemplación del desagradable rostro de bruja de Belén Esteban a causa de los brillos de los falsos oros, la saturación de espejos, mármoles y lentejuelas. Porque hay que reconocer que horteras hay en todas partes, pero a un hortera norteamericano con dinero no le puede ganar nadie.

El País, nuevo manual de mesa de noche para ejemplares como Paquirrín, ex-concursantes de Gran Hermano u otros seres con menos actividad cerebral que una ameba en coma, por más que parezcan seres humanos vivos. Treinta y cuatro años y mucha soberbia les ha costado llegar a eso.

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