martes, 10 de septiembre de 2019

188. Cuando un mosquito es lo importante

Lo natural es el microbio, mientras que la salud, la integridad o la pureza son efectos de la voluntad…”. Esta frase de Camus, de su novela “La peste”, significa que todos estamos apestados, todos somos culpables. Cualquier acción, cualquier movimiento, pude ser la causa de la muerte del otro. Por lo tanto este estado de peste moral es la condición natural del hombre.

Mosquito transmisor de la malaria


Sin embargo, hay personas que parecen tomarla en un sentido totalmente literal. Lo natural es bueno, aunque mate. Para ellos no parece tener sentido el concepto de legítima defensa. Por lo tanto, matar al ser vivo que me mata, sobre todo si es un bichito tan grande como para verlo cómodamente sin necesidad de un microscopio, es un abuso de la ciencia.

Todos sabemos, al menos teóricamente, que los mosquitos causan cientos de miles de muertes al año y afectan a la salud de millones de personas. Entre 50 y 100 millones de afectados y 50.000 muertos anuales por dengue; entre 400 y 900 millones de casos de fiebre y entre 2 y 3 millones de muertos anuales por malaria. Los mosquitos tambien causan la filiariasis linfática, más conocida como elefantiasis, que afectan a más de 5 millones de personas al año, no mata pero es la segunda causa de incapacidad permanente y de larga duración. Digo teóricamente porque al pensar en animales peligrosos nunca se nos viene a la cabeza este bicho tan pequeño y aparentemente tan frágil, susceptible de ser aplastado de un manotazo. Pero ahí están las cifras, que nadie osa negar.

Desde hace años se investiga en vacunas contra la malaria. Manuel Patarroyo creó la primera vacuna sintética contra la malaria que, aunque estaba lejos de la perfección, era efectiva en un 40-60% de los casos de adultos y en un 77% en niños. En 1995 la donó gratuitamente a la Organización Mundial de la Salud, que curiosamente no llegó a utilizarla jamás. Teniendo en cuenta las vinculaciones destapadas entre este organismo y las empresas farmacéuticas a cuenta del asunto de la gripe A, ya no me extraña nada.

Era un primer paso, y desde entonces no ha dejado de investigar con su equipo para lograr vacunas mucho más efectivas. La vacuna en la que trabaja ahora, y que debía haber estado lista en 2009, fue boicoteada por grupos ecologistas, que acusaron a Patarroyo y su equipo de estar “asesinando monos” y, al no prosperar la acusación, la cambiaron a “tráfico de animales”, consiguiendo cerrar el laboratorio y paralizar el trabajo durante más de un año. Evidentemente, el equipo de Patarroyo estaba ya en la fase de experimentación con primates, y por eso los utilizaban en su laboratorio. Finalmente el estudio siguió y la vacuna va muy avanzada, pero mientras tanto han muerto millones de personas más.

Mosquito transmisor del dengue
El dengue no tiene vacuna, ni en uso, ni en estudio, ni en proyecto. Lo que sí se vio posible hace ya tiempo es combatir a la variedad de mosquito que lo transmite, el Aedes aegypti, con sus propias armas, como informaba Público hace ya un año. Se trata de infectar a los mosquitos con una bacteria (Wolbachia) que reduce su esperanza de vida a la mitad. De esta forma, la transmisión del virus descendería espectacularmente. Además, la bacteria es tan lista que impide que un macho infectado pueda reproducirse con una hembra sana.

La Wolbachia había conseguido infectar hasta 5 millones de especies de insectos en Centroamérica y América del Sur, pero no había podido hacerlo con las variedades de mosquito que transmiten la malaria y el dengue. Ahora, con la ayuda de los científicos, ya se ha hecho posible. Próximamente estaba prevista una suelta en Malasia de mosquitos Aedes aegypti infectados con la bacteria. En unas cuantas generaciones (de mosquitos, no de humanos) su número se habría reducido tanto que incluso se podía pensar en su extinción a muy corto plazo.

Pero grupos ecologistas, que al oir la palabra “extinción” abandonan su capacidad de razonamiento y entran en “modo talibán”, se han opuesto ferozmente, aunque estemos hablando de la extinción de una variedad de mosquito que causa millones de muertes de seres humanos al año. No les vale el razonamiento de que ya el año pasado en Gran Caimán se soltaron machos de Aedes aegypti esterilizados genéticamente, lo que sirvió para que en seis meses la población de estos mosquitos se redujera en un 80% y las 3.000 personas que vivían en el territorio afectado se vieran libres de una epidemia de dengue, sin ningún otro efecto en el medio ambiente. Cuando se trata de proteger a unos mosquitos, la salud de los seres humanos no parece preocuparles.

Si habéis pinchado en el enlace del artículo de Público, podéis ver el comentario que deja una persona, concretamente el número 2, un tal Carlos. Es prototípico de esta forma de pensar. Literalmente dice (dejo las faltas de ortografía sin corregir, no penséis que son mías): “Esas cosas solo se le puede ocurrir a los yankis. No tenemos derecho alguna de infectar a una especie animal. Y menos con la excusa de acabar con enfermedades que se desarroyan con condiciones de pobreza, malnutricón y falta de estructuras. Yo he pasado el dengue dos veces y no me preocupa porque como 4 veces al dia. ¿Y qué pasa con todos los animales en la cadena alimentaria del mosquito para abajo? ¡EL SER HUMANO ES LA UNICA ENFERMEDAD!” Llama la atención la gran solidaridad y humanidad del individuo: “he pasado el dengue dos veces y no me preocupa porque como cuatro veces al día”. Para quitarse el sombrero. También llama la atención su gran “cultura”. Protesta porque al acabar con los mosquitos estaríamos acabando con otros animales de la cadena alimentaria. Error. En primer lugar, los mosquitos son hematófagos, se alimentan de sangre. Por tanto, su desaparición no daría lugar a que otras especies proliferaran de un modo desorbitado. En sentido contrario, no hay ningún animal que se alimente exclusivamente de mosquitos, con lo que tampoco peligrarían. Y, en tercer lugar, el comentario deja también evidente su falta de comprensión lectora. En el artículo no se habla de acabar con todas las variedades de mosquitos, sino sólo con aquellas que transmiten el dengue y la malaria. Los mosquitos inofensivos seguirían existiendo. Si nuestra salud está en manos de gente tan inculta y tan torpe, estamos apañados.

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