domingo, 8 de septiembre de 2019

171. Jerga y argot

Mi compañero Manolo, de Lengua, está bastante calvo a pesar de ser joven aún. Estaba convencida de que se trata de uno de esos casos de alopecia precoz pero, según me va contando cosas que le pasan en clase, cada vez pienso más que lo que le ocurre es que él mismo, a lo mejor inconscientemente, se arranca el pelo.

En clase, escribe en la pizarra “jerga” y “argot”, y pide que alguien le diga la diferencia entre ambas cosas. Un alumno, que no destaca precisamente por su sabiduría y afición al estudio ,levanta la mano con mucho entusiasmo. Debió sentir por primera vez en su vida “¡esa me la sé!, ¡esa me la sé!”.

– Jerga, pueeeeeh é… cachondeíto, ¿no?

Manolo, con una paciencia infinita producto de la larga práctica, no aúlla ni se sube por las paredes, sino que contesta entre resignado y divertido:

– No, hombre, eso es “juerga”.

l alumno piensa un poco y, no sabemos por qué intrincados caminos de su cerebro llega a la conclusión de que, si se ha equivocado con “jerga”, se equivoca también con “argot”, ya que en teoría una cosa no tiene por qué implicar la otra. De todas formas, lo tiene tan claro que hace una pregunta retórica, aunque si se le dijese él lo negaría con rotundidad, ya que probablemente piense que “retórico” es algo que seguramente tiene que ver con “retortijón”. El caso es que toma de nuevo la palabra:

– Entonse, argó no é lo de echá lah cartah, ¿no?

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