Hoy no tengo clase por fiesta local: es la feria de El Puerto. Ya hace años que cubrí mi cuota de ferias (Sevilla, Jerez, Sanlúcar y El Puerto, año tras año) y he de reconocer que me lo pasé bien. Tenía veintitantos años, la resistencia física propia de la edad, muchas ganas de divertirme y bastantes amigos con casetas particulares, que son las que merecen la pena. No hay nada más aburrido ni más triste que dar vueltas por una feria sin saber donde dejar caer tus reales posaderas. Sin embargo, tener amigos con caseta propia es como hacer un recorrido por casas donde te han invitado. Allí te encuentras con gente conocida, te convidan a todo y cuando te apetece te trasladas a otra donde también te están esperando. Si te apetece bailar, bailas; si quieres beber, bebes; si tienes hambre, picas algo, pero nada es obligatorio. Puedes hacer que tu pasada por la caseta de Sutano o Mengano sea más corta o más larga, según te apetezca y según el ambiente que haya. Siempre tienes la excusa para irte de que te están esperando en la caseta de Perengana.
Sin embargo, como pasa con todo, llega un momento en que cada vez te apetece menos, sobre todo porque lo has hecho tantas veces que ya cansa. Y porque la edad no perdona y la resistencia física va disminuyendo, por supuesto. Mis alumnos, sin embargo, están en esa edad en que los van dejando ir a la feria solos por primera vez, con sus amigos, y comprendo perfectamente que estén como locos. El jueves y el viernes nos costó horrores que las clases transcurrieran medio normales, y es que la feria, a esas mismas horas, estaba ya en su apogeo.
Muchas niñas llegaron con enormes bolsones para enseñarnos los vestidos que estrenaban este año. Téngase en cuenta que en los trajes de gitana, desde hace algún tiempo, como en todo, hay modas que cambian continuamente. Nada nuevo. Si los fabricantes son capaces de convencer a millones de jovenzuelos de que el vaquero de un año no sirve para el año siguiente porque está totalmente out, con los trajes de gitana pasa lo mismo, aunque cuesten 500 euros. El caso es que la gente compre vestidos todos los años, para que unos pocos “diseñadores” vivan del cuento. Porque dentro del gremio de los “diseñadores” existe, atención, un subgrupo que es el de los “diseñadores de trajes de gitana”. En este subgrupo son mayoría absoluta las mujeres, y por lo general se dan unos aires que dejan chicos a Valentino o a Carolina Herrera.
Así, un año los volantes son de capa, y al año siguiente fruncidos. Un año se adornan con tiras bordadas, al otro con encaje de bolillos y al tercero sin nada. Un año llevan manga hasta el codo y al otro no sólo no llevan mangas, sino que son de tirantes. Un año son de los lunares de toda la vida y al otro de los estampados típicos de los años 60. Un año los volantes empiezan en la cadera y al otro a partir de la altura de las rodillas. Un año llevas escotazo en pico, enseñando canalillo, y al siguiente un escote cuadrado que parece de uniforme de colegio de monjas. Un año están de moda los colores vivos de siempre (rojo, azul, blanco, turquesa, verde), y poco después parece que vienes de un safari (beige, mostaza, verde militar). Por no hablar de los tejidos (percal, piqué, punto, y hasta tela vaquera). Combínese toda esta gama de variantes y se comprenderá que no hay forma de que un vestido esté a la moda dos años seguidos, que es de lo que se trata.
Mis alumnas todavía son muy jovencitas para haberse dado cuenta, pero yo ya hace años que me percaté de que si guardas un traje y lo sacas ocho o diez años después, volverá a estar de última moda, porque tarde o temprano las variantes se agotan y se vuelve a empezar. Ahora mismo tengo en un altillo cuatro vestidos (correspondientes a mi “pasado flamenco“), el más moderno de los cuales me lo hicieron a medida, a mi gusto, pasando de las modas, hace nada menos que diez y siete años, y podría lucirlo hoy sin el menor problema. Como anécdota sumamente ilustrativa os contaré que una compañera de trabajo se compró el año pasado un traje corto igualito a los que llevaba Marisol en sus películas infantiles y, como es rubia y con los ojos azules, a todos nos daba la impresión de estar haciendo un viaje en el tiempo.
Muchas de mis alumnas están aprendiendo ahora a bailar sevillanas (a bailarlas bien porque, esa es otra, se puede bailar y “bailar”), y el viernes les explicaba yo algunos trucos para que quedara el baile más airoso. Y muchas de ellas me explicaban que con los vestidos que se llevan ahora era imposible moverse como yo lo hacía porque, aunque se supone que son trajes hechos para bailar, con la mayoría de ellos apenas puedes dar unos pasos. Las faldas ahora son tubos superajustados que te obligan a imitar los andares de una chinita de las antiguas, de las de los pies vendados. Aquello me trajo a la memoria un comentario en un programa de televisión que hizo Bibiana Fernández, a quien Vicky Martín Berrocal (1) le prestó para un reportaje fotográfico un traje de los que ella “diseña”, y reconocía que casi la tuvieron que llevar en brazos al sitio donde tenía que posar, porque era casi imposible andar con él. Yo recordaba el traje en cuestión, que era, a la vista, espectacular pero, cuando se mostró por primera vez en un desfile, la modelo, que era famosa y experimentada en llevar por las pasarelas absolutamente de todo, apenas podía andar.
La tal Vicky es un ejemplo clarísimo de esta hornada de “diseñadoras” que, cuando no tienen otra cosa a la que dedicarse, “diseñan”. Hace trajes de gitana horrorosos que no sé como se atreve a mostrar en un desfile, como uno cuya parte superior es una camisa de color caqui, con corbata y todo, acompañada por un sombrero medio pamela/medio salacot y unos guantes de los que se utilizan para conducir, por citar un ejemplo. Si alguien compra ese engendro, se tendrá bien merecido el aspecto de mamarracho que le dará. Porque además, como es fácil comprender, no tiene nada que ver moverse (con dificultad) por una pasarela, y caminar por las calles de una feria con su suelo de albero, sus charcos y sus baches, y encima echarte un baile de cuando en cuando, con el agravante de que ni siquiera te podrás sentar hasta que no te quites el vestido, a riesgo de que te estallen las costuras.
Nada nuevo bajo el sol, que hay listos muy listos porque hay tontos muy tontos.
(1) Me gustaría aclarar que esta señora no representa para nada el prototipo de andaluza. Su tremenda ordinariez y su ignorancia, de la que además hace alarde todo lo que puede en los programas de televisión, como si fuera una seña de identidad, no se puede aplicar sin más a la mayoría de nosotras. El que ahora la saquen en todos lados se debe simplemente a que se ha convertido en una de las mascotitas de cierto canal televisivo, y la pobre no se da ni cuenta.
Nada nuevo bajo el sol, que hay listos muy listos porque hay tontos muy tontos.
(1) Me gustaría aclarar que esta señora no representa para nada el prototipo de andaluza. Su tremenda ordinariez y su ignorancia, de la que además hace alarde todo lo que puede en los programas de televisión, como si fuera una seña de identidad, no se puede aplicar sin más a la mayoría de nosotras. El que ahora la saquen en todos lados se debe simplemente a que se ha convertido en una de las mascotitas de cierto canal televisivo, y la pobre no se da ni cuenta.
No hay comentarios:
Publicar un comentario