Que lo de estar guapas es, en principio, para las ricas, lo sabemos todas. Que con una vida tranquila y relajada, muchas horas de sueño, masajes, peluquería, maquillaje profesional, pedicura y manicura, alguien que nos prepare una comida equilibrada sin que tengamos que tirar de un carro en un hiper y sin que tengamos que fregar los platos después, y tiempo para ir al gimnasio y a la piscina, estaríamos todas de escándalo, también lo sabemos. Habría Avas Gardners y Angelinas Jolies a montones. Y si además existe el suficiente sentido común como para no hacerse adictas al bisturí y al botox, ni siquiera habría Obregones y otros especímenes monstruosos para enturbiar ese paisaje de belleza.
Que existe un mercado de productos extra-lujosos, con sus particulares ferias y exhibiciones, donde no tenemos entrada el común de los mortales, también lo sabemos. De vez en cuando sale en televisión una noticia más como curiosidad que como otra cosa.
Lo que ya no me parece de recibo es que ahora intenten convencernos de que todo está al alcance de todos, y si no lucimos como Giselle Bunchen es porque no nos da la gana.
Que se anuncie con toda naturalidad, en las páginas que lee cualquier curranta, la Crema Nera, creada por Armani a base de obsidiana negra y perlite blanco, al módico precio de 300 euros el bote.
Que se nos ofrezca la crema Orquídea Imperial, de Guerlain, para la que hace falta un kilo de raíces de orquídea por cada gramo de crema, una bagatela de 325 euros.
Que se nos proponga un producto para el contorno de ojos llamado Swiss Perfection, de La Paririe, a base de células liofilizadas de flor de iris, por sólo 275 euros.
Que Estée Lauder prácticamente nos convenza de que nos hace un gran favor al traer de Hawai agua de a dos mil pies de profundidad (la más pura), para mezclarla con un concentrado mineral micronizado traído de Okinawa (Japón), con 74 minerales diferentes entre los que destaca el selenio, con un ingrediente escaso y caro como la padina y con una combinación de nueve aceites de los lugares más exóticos del planeta. Re-Nutriv ReCreation Eye Balm and Night Serum for Eyes, se llama la tontería, a sólo 350 euros.
Que Bulgari use piedras preciosas como zafiro, turmalina, citrina y malaquita para crear unas líneas de cosmética; o que Helena Rubinstein use un jugo vegetal muy exclusivo de Nueva Zelanda y extracto de perlas micronizadas para Lipe Pearl Cellular (280 euros), en una mezcla de solidaridad femenina y preocupación solamente por nuestra belleza, sin ningún interés monetario.
Y, por último, lo que de verdad te deja hecha un bellezón es Cellular Radiance Concentrate Pure Gold, de La Prairie (512 euros), pues ya se sabe que el oro, ingrediente fundamental de este producto, lo arregla todo. Y quien todavía no se haya enterado es que es tonto y se merece ir luciendo fealdad por la calle.
Todo esto lo tenía ya asumido como una burla cruel, no hacia mí, sino hacia aquellos millones y millones de personas que sobreviven con menos de un euro al día. Porque resulta que los que tratamos la naturaleza con frivolidad y tenemos la culpa de que lleguemos ya mismo al fin del mundo somos, en primer lugar, los que tenemos que gastar combustible en ir al trabajo, en vez de gastar alpargata, lo que nos pondría unas piernas esculturales. Y, en segundo lugar y sobre todo, ese tercer mundo que quiere alcanzar el mismo grado de desarrollo que nosotros (¡mira que son caprichosos!) e insisten para ello en hacer el gasto energético indispensable que nosotros ya hicimos en su momento.
Pero el broche de oro lo ha puesto Lady Proletaria, que por primera vez ha puesto su cara a una imagen publicitaria, y nada menos que para anunciar una crema contra el envejecimiento a base de perlas y caviar, productos muy proletarios ellos, como ya sabemos. Lástima que todo este timo de la estampita tenga que resolverse por medio del Photoshop, y estropeara la presentación en esta sociedad frívola y decadente de la debutante, puesto que al lado de la susodicha, en carne mortal, pusieron una imagen de la campaña en tamaño gigante, donde se apreciaba que las imágenes estában tan retocadas que ambas parecían de distintas generaciones. Y todo ello a pesar de que nuestra Ana Belén, la más obrera de las obreras, sólo viste de Raul del Pozo y de Sybilla, según sus propias declaraciones. Que hasta para ser una pobre obrera hay clases.
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