miércoles, 4 de septiembre de 2019

123. (Des)iguales ante la ley

Todos los que conocemos un poco sobre el mundo del cine y sobre los personajes que pululan por él sabíamos sobre el “caso Polanski”. Sabíamos que hace unos treinta años emborrachó, drogó y violó a una niña de 13 años en casa de Jack Nicholson, que fue juzgado y condenado por ello, y que antes de que se dictara sentencia huyó de Estados Unidos y desde entonces no había vuelto a pisar aquel país, porque sabía que sería detenido en el momento en que lo hiciera.

Por eso me sorprendió que un fulano tan listo, al que no lograron atraer al país ni siquiera para recoger un Oscar, con dinero suficiente para contratar a los mejores abogados, no estuviera mejor informado de los países que tienen acuerdos de extradición con Estados Unidos, y que hubiera sido tan torpe como para ir a Suiza sin comprobar antes si este lugar tenía dicho acuerdo con ese país.

No me sorprendió, sin embargo, que salieran en su defensa, indignados hasta un extremo ridículo, un montón de colegas de diversos países. Está claro que no son solamente los españoles de la cosa del celuloide los que están tan endiosados que se sienten por encima del bien y del mal, por encima de la Ley. Debe ser una enfermedad profesional, como la silicosis de los mineros.

Las manifestaciones que han hecho muchos de ellos son impresionantes: declaran estar “estupefactos”, cosa que no me explico, pues se trata solamente del cumplimiento de un acuerdo internacional y de hacer cumplir una sentencia dictada después de un juicio; declaran que es “inadmisible que una manifestación cultural internacional, que rinde homenaje a uno de los más grandes cineastas contemporáneos, pueda ser transformada en una encerrona policial”, como si un festival de cine tuviera los privilegios del derecho de asilo que tenían algunos lugares en la Edad Media, de forma que por ellos se pudiera pasear tranquilamente cualquier delincuente. Seguro que no dirían lo mismo si en la Mostra de Venecia o en el Festival de Cannes les tocara en la butaca de al lado un estafador conocido, un ladrón de coches convicto y confeso o un famoso ladrón de bancos. Deben pensar que el hecho de ser un buen director de cine te exime de cumplir las leyes, te sitúa por encima de los demás mortales.

Aunque la guinda de las declaraciones, por la manifiesta ignorancia que pone de relieve, es aquella de que “esta detención en un país neutro abre la puerta a desviaciones cuyos efectos nadie puede hoy prever”. A ver, señores, saquen sus lápices y copien quinientas veces que no es lo mismo neutro que neutral. Que el hecho de que Suiza se haya manifestado como neutral en momentos de guerra (lo que no ha hecho sino poner de relieve su absoluta indiferencia ante el sufrimiento ajeno y el comportamiento vergonzoso que ha tenido tratando por igual a monstruos y a víctimas, siempre que ganaran dinero), no significa que en ese país no haya leyes o éstas no se cumplan. O que haya diferente rasero según uno sea un pobre desgraciado o un “artista”.

Hasta el Ministro de Cultura francés (está visto que en todas partes cuecen habas) ha dicho que es “absolutamente horrible perseguir ahora a ese cineasta de dimensión internacional, debido a una historia antigua que verdaderamente no tiene sentido”. Bueno, no tendrá sentido para él, pero sí que la tiene para los que redactaron las leyes y las aprobaron democráticamente, como por ejemplo los norteamericanos y los suizos.

La lista de los que están “horrorizados” por la detención de Polanski es larguísima, y reune a la flor y nata del cine mundial. Y Francia, el país que se cree el paladín y el inventor de la igualdad, junto con la fraternidad y la libertad, es el que más tipejos ha aportado a esta lista. Curioso.

Confieso que esperaba más participación española en este circo, pues ya se sabe que los que viven de este tema en España están tan pagados de sí mismos que no se conforman con que les paguemos de nuestros impuestos unas birrias de películas que ven tres o cuatro amigos. Y, que yo sepa, hasta ahora el ínclito Almodóvar ha sido el único español que se ha alineado públicamente junto a Polanski. Un Almodóvar convencido de ser Dios, que abandonó la Academia de Cine porque no lo idolatraban lo suficiente. Los demás están más callados que puta en Cuaresma. Será que no quieren asomar la cabeza para que no les recuerden que en Afganistán hay una guerra y que España está invirtiendo en ella vidas y dinero, incluso con la reciente aprobación de un aumento de efectivos.

De todas formas, estoy casi segura de que alguno más de los nuestros se unirá pronto a reclamar la vuelta a épocas muy antiguas, cuando las leyes y las costumbres ratificaban el principio de la desigualdad de los seres humanos. Debe ser solamente que sus torpes cerebros, abotargados por el cobro de subvenciones y la falta de ejercicio de sus neuronas, no han terminado todavía de procesar la información y ejercitar la toma de decisiones.

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