miércoles, 4 de septiembre de 2019

125. Menos mal que llegó el salvador del mundo


Todavía no saben los estadounidenses la suerte que han tenido. Siglos han debido esperar para que llegara el salvador del mundo, el presidente que después de nueve meses de mandato sin que se haya visto ni siquiera el intento de empezar a cumplir ninguna de las promesas hechas durante su campaña electoral, ha pronunciado en Nueva Orleans una frase como para grabarla en bronce: “No habrá más Katrinas”.

Desconozco las razones que impulsan a Obama a hacer una declaración tan arriesgada. A lo mejor su ascendencia africana le hace creerse algo parecido al brujo de la tribu. O quizás sea la inercia de todos los políticos a hacer constantemente promesas que ni remotamente piensan cumplir.

Es curioso que durante su campaña electoral Obama visitara Nueva Orleans nada menos que cinco veces mientras que, conseguida ya la poltrona presidencial, ha tardado nueve meses en volver, y lo haya hecho sólo durante cuatro horas y sin pararse en otras localidades cercanas que sufrieron igualmente los efectos de aquella tragedia.

No ha desvelado cómo piensa evitar que los huracanes sepan que deben desviarse al llegar a EEUU, y asolar sólo países más pobres y menos desarrollados, y que tengan presidentes menos guays. Tampoco conocemos sus planes para convencer a la falla de San Andrés de que abandone sus intenciones de mandar a una parte de California a tomar viento un día de estos. Y, ya que mencionamos el viento, ¿cómo hará para que el país de los tornados se vea libre de este fenómeno que cada año destruye pueblos enteros? (1).

Desde luego, lo que de momento no ha parecido contemplarse es corregir esa mentalidad de que están por encima de la caprichosa naturaleza, permitiendo que una parte importante de los estadounidenses vivan en esas casitas de madera, sin apenas cimientos, que salen por los aires nada más que con el soplido del lobo del cuento de los tres cerditos. O que se levanten urbanizaciones o pueblos sobre esas zonas de las que se sabe de antemano que están condenadas a sufrir periódicamente los efectos violentos de vientos, lluvias, huracanes y otros fenómenos naturales. Según el censo de EEUU, el número de habitantes que vive en casas móviles supera el 7’5 % de la población, y curiosamente la media más alta se da precisamente en el sureste y otras partes del “Tornado Valley”, es decir, la zona más afectada habitualmente por diferentes catástrofes naturales. ¿Tendrá intención Obama de hacer algún milagro para evitar este despropósito? Lo dudo mucho.

Supongo que allí, como aquí, habrá importantes intereses económicos de por medio, que ignoran alegremente que no se debe construir en determinadas zonas. O que, si se construye, se debe hacer de forma que se garanticen unas mínimas condiciones de seguridad. Pero, ¡ay!, ya se sabe que a los pobres les toca vivir siempre donde ocurren todas esas tragedias: sobre cauces secos de ríos que de pronto se ven inundados, al pie de montañas donde se producen peligrosos desprendimientos de tierra y piedras, donde los vientos dominantes llevan siempre los humos y otros desechos industriales, o en zonas costeras sin diques de protección, expuestas a cualquier tormenta. Es decir, donde los que pueden elegir no vivirían nunca. De eso sabemos también mucho en España.

Así que, en el mejor de los casos, suponiendo que a Obama no se le haya ido la olla y se crea realmente un personaje semi-divino, vamos a suponer que se refiere a que en adelante la construcción y la ubicación de zonas habitadas va a verse obligada a cumplir determinados requisitos de seguridad. No puedo evitarlo, pero la idea me da mucha risa. Lo mismo que todavía no ha hecho nada por que disminuya la inmensa cantidad de armas de fuego en poder de particulares chalados que enseñan a sus niños a disparar antes que a escribir, lo mismo que todavía sigue enviando soldados a morir a distintas partes del mundo, lo mismo que ha aumentado el presupuesto en armamento, para complacer a los poderosos grupos que pueden aupar o borrar del mapa a un presidente, me cuesta creer que vaya a apretarle las tuercas a otros grupos igualmente poderosos.

Y si se refiere a mejorar la capacidad de respuesta ante las catástrofes, una vez que estas ya se han producido (entonces debería haberse explicado mejor y no soltar esa frase tan estúpida, porque seguirá habiendo Katrinas y huracanes aún peores), tampoco me lo creo, porque no se prevee que vaya a ser capaz de mejorar la calidad de vida de los ciudadanos en otras cuestiones, como ofrecerles una asistencia médica digna, frenar la violencia y la delincuencia o proporcionar un tratamiento justo ante los tribunales para todos, y no sólo para los muy ricos.

Se excusa en que nueve meses es muy poco tiempo para empezar a hacer nada. A cambio, ha soltado una frase muy conmovedora: “Nunca olvidaremos Nueva Orleans”, seguramente pronunciada con lágrimas en los ojos y la mano sobre el corazón. Si yo fuera uno de esos que llevan cuatro años viviendo en una ciudad que todavía no tiene un hospital público, donde todavía no se han demolido muchos edificios en ruinas y faltan los servicios más básicos, le hubiera respondido: “No te preocupes, que yo tampoco me olvidaré de tus castas y de las de todos los que vivís de la cosa pública”.

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(1) Se han llegado a registrar hasta 148 tornados en dos días. El país registra normalmente cada año entre 1000 y 1100 tornados, aunque a veces se supera esta cifra, como el año 2008, en que hubo unos 1500. Ese año hubo 123 víctimas mortales. Los daños materiales se cuentan cada año en miles de millones de dólares. El único estado que se libra de ellos es Alaska. En ese año 2008 también se dio la circunstancia de que seis ciclones tropicales llegaron a tierra en Estados Unidos de forma consecutiva.

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