jueves, 5 de septiembre de 2019
131. La que lio el pajarito
El asunto es de risa, si no fuera porque a una le queda la terrible certeza de que ya no puede confiar ni en los científicos más punteros, de que hasta la tecnología más avanzada funciona probablemente gracias a la buena suerte y no a otra cosa.
Se gastan 4.000 millones de euros en el acelerador de partículas de Ginebra. Nos convencen a todos de que eso nos permitiría desentrañar los misterios del universo, como los grandes enigmas de la naturaleza de la materia, como si eso nos quitara el sueño (prueba de ello es que nos tomamos tranquilamente un yogur ignorando alegremente a qué sustancias corresponden todos esos E-nosécuantos que lleva añadidos). Nos sentimos felices y confiados en la absoluta creencia de que estamos realmente en buenas manos, y nos vamos a dormir con la tranquilidad de que, ocurra lo que ocurra a millones de años-luz, estaremos enterados al detalle. Otra incongruencia, porque en realidad nos interesa mucho más saber si finalmente se casará la duquesa de Alba o si la Pantoja acabará con sus huesos en una celda cuando sea el juicio de la Operación Malaya (hablo en general, a tenor de las audiencias de los programas de ciencia y del corazón, respectivamente). Y todo eso, ¿con qué resultado hasta el momento?
Después de veinte años de trabajo en el diseño y construcción de esa obra faraónica, y con casi todos los físicos del mundo más nerviosos que un niño en la noche del 5 de enero, con los 4.000 millones de euros ya gastados, salen unos cuantos malages, también físicos por más señas, y nos amenazan con que la puesta en marcha del aparato podría desencadenar un pequeño agujero negro con consecuencias apocalípticas, ya que la Tierra acabaría tragada por este sumidero cósmico. A ver, almas de cántaro, ¿no se podría haber dicho esto antes? “Que no, que no, que es sólo por fastidiar”, nos tranquiliza el Tribunal de Derechos Humanos de Estrasburgo al desestimar la demanda para que se paralizara la puesta en marcha del artilugio.
Por fin alguien aprieta el botón y el chisme se pone en funcionamiento, para realizar sólo dos pequeñas pruebas, no sea que los malages tuvieran razón y el planeta entero se fuera al garete. Pero no pasa nada y todo sale bien. Botellas de champagne, brindis, abrazos y todo lo usual en estos casos. Así que por fin el 10 de septiembre el acelerador de partículas comienza a funcionar, poquito a poco, al principio, como cuando a los coches antiguamente había que hacerles el rodaje durante una temporada. Pero a los científicos del CERN se les debió cortar la digestión del champagne y los canapés, porque en el mismo momento en que se realizaban las pruebas un grupo de hackers griegos los dejaron en ridículo infiltrándose en su sistema informático y dejándoles este mensaje: “Os estamos bajando los pantalones porque no queremos veros desnudos buscando algún lugar donde esconderos cuando llegue el pánico”. No se trataba de causar un sabotaje, sino sólo de demostrar que el sistema es fácilmente vulnerable y que el “mayor hito de la historia de la física” podía ser boicoteado por un grupillo de gente, probablemente joven, que sin ningún premio Nobel de Física a sus espaldas puso en evidencia y asustó a todo un elenco de eminencias. Algunas de estas eminencias probablemente pensó aquello de “tierra, trágame”, sientiendo que lo del agujero negro trangándoselo todo hubiera sido preferible a ese bochorno.
En fin, detenidos los hackers, sólo cabe esperar que poca gente se haya enterado del episodio, más atentos al “duelo al sol” entre la Esteban y la Campanario o al comienzo de la liga de fútbol. El acelerador de partículas sigue funcionando pero, mecachis en la mar, tan sólo doce días más tarde se produce una fuga de helio debido a una conexión eléctrica defectuosa entre dos imanes, y hay que parar la máquina por lo menos dos meses, hasta que esté dispuesta para funcionar de nuevo.
La reparación ha sido compleja y costosa. Después de los 4.000 millones ya no se han atrevido a decir cuánto más han tenido que seguir invirtiendo en el asunto, pero me imagino que un buen montón de gente altamente especializada trabajando dos meses a destajo, saldrá por un buen pico. Compárese, por ejemplo, por lo que nos sale a cualquiera de nosotros llamar a un operario normal y corriente para que nos haga cualquier chapuza de media hora en casa.
La reparación de la avería resultó ser más complicada de lo esperado, y como consecuencia, tras la puesta en marcha de nuevo del Gran Colisionador de Hadrones tendrá que estar funcionando por lo menos hasta 2011 a la mitad de potencia, de forma que los principales objetivos científicos del proyecto tendrán que esperar. Nos comunican que después de 14 meses funcionando a medias, el aparato será detenido de nuevo, revisado y, si todo va bien, entonces estará dispuesto para funcionar como tendría que haberlo hecho desde el principio. Todo esto tiene importantes consecuencias porque hay miles de personas involucradas en el proyecto, muchas de ellas con sus tesis doctorales paralizadas, y algunos investigadores, hartos ya de esperar, han comenzado a marcharse a Estados Unidos. Pero, en fin, aunque sea a pedales, esto va a echar a andar por eggs, se dicen los responsables del proyecto.
Ja, ja, ja. El martes pasado, a un inocente pájaro se le cayó sobre la máquina un trocito de pan que llevaba en el pico, provocando un cortocircuito que causó un calentamiento de parte del aparato y una interrupción del sistema criogénico del acelerador de partículas. Imagino que el pájaro no iría cargado con una hogaza de dos kilos, así que todo se reduciría a una miguita que a alguien se le cayó de un sandwich. A ver, que esto ya no es cuestión de que un grupo de hackers, superlistos ellos, con sus estupendos ordenadores, entren en el sistema informático de la cosa. Se trata de que hasta un simple pájaro, con su cerebro tan rudimentario, se puede colar allí como Pedro por su casa. “El mayor hito de la historia de la física” al alcance de un simple animalillo.
Tanto reirnos de los profetas apocalípticos que anunciaban el fin del mundo y resulta que cualquier excursionista despistado va a poder aparecer por allí en medio buscando setas o espárragos. Ahora me explico por qué la ministra de Sanidad tiene las vacunas de la gripe A custodiadas por el ejército, aunque no sé por qué me da la impresión de que más efectivo sería un simple espantapájaros de los de toda la vida.
P.D. Nos informan de que el pajarito salió indemne aunque, eso sí, esa noche se fue al nido sin cenar.
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