La concejala de Fiestas, Feria, Cultura (?) y Deporte de Buñol, Pilar Garrigues, asegura que “va estupendamente para quitar el estrés y es muy recomendable para el pelo”. Claro, por eso en cualquier peluquería te hacen tratamientos de tomate. Como no tenemos otra alternativa para llevar el pelo sedoso y brillante, no tenemos más remedio que dar ese espectáculo de barbarie e insensibilidad. Y, sobre todo, porque a esas manadas de imberbes que se acercan cada año a ese pueblo se les ve realmente muy estresados.
Si la concejala ha leído estos días las noticias se habrá enterado de algo que le desmonta toda su teoría: los que se estresan son los tomates, y no me extraña teniendo en cuenta que tienen que compartir el planeta con especies animales tan primitivas como los humanos. En la Universidad Blaise-Pascal de Clermont Ferrand han descubierto que las ondas electromagnéticas de los teléfonos móviles provocan el estrés a las tomateras, que interpretan las ondas como un peligro (como si se tratara de sequía o heladas) y se ponen mustias y enfermas. Creo que el estudio todavía no ha podido precisar si cualquier llamada las saca de quicio o sólo se ponen pochas cuando oyen como al labrador le encargan una tonelada de tomates para la tomatina.
Y es que las hortalizas son como las personas. Por lo menos eso aseguran agricultores de Vizcaya que abogan por no mimar demasiado a las plantas. “Si la planta se siente demasiado a gusto, demasiado cómoda, sólo echa hojas. Pero si siente cercano el final, intenta reproducirse, florece.” Así que ya sabéis, eso que hemos escuchado siempre de hablarle a las plantas, pero con un matiz ligeramente diferente. Cuando tengáis una maceta que se resiste a echar flores le susurráis con voz amenazante, de psicópata: “Te voy a hacer cachitos, te voy a clavar alfileres, te voy a quemar con cigarrillos…” Y la planta, de puro terror, echará unas flores preciosas.
Y como siempre, los andaluces llevando la contra. En Láchar, en la vega de Granada, los agricultores les ponen música de Beethoven, Mozart y Vivaldi a los tomates. Al final, no tengo claro si los tomates de Láchar crecen más porque se sienten mimados, o porque, como los tomates vascos, están de los nervios y han decidido acelerar el final de su vida después de escuchar todo el día esa música por los altavoces de los invernaderos. Porque ¿le ha preguntado alguien a los tomates sobre sus gustos musicales?
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