Por una gran casualidad, después de un post dedicado a aquellos objetos carísimos que mucha gente venera, encontrando belleza en ellos, Lula me pide que conteste a un meme que es justo lo contrario. Tengo que elegir cinco objetos sin valor ninguno pero a los que tenga un enorme cariño, hasta el punto de guardarlos durante años y años. Ahí va:
– En su infancia mi ahijado pasaba los veranos fuera de casa, en un chalet en la playa de la Barrosa. Hace unos diez y siete años, cuando tenía cinco de edad, la tarde en que se marchaban vino a despedirse de mí y me dejó como regalo un indescriptible objeto que consiste en un corazón de raso rojo, de unos cinco centímetros, relleno de algodón, ribeteado por un encajito blanco y con la inscripción “Te quiero”. Desde entonces lo llevo SIEMPRE en el bolsillo de la ropa que uso para estar en casa. Ahora el chico tiene veintidós años, está estudiando 5º de Ingeniería Industrial, y se monda de risa cada vez que se lo enseño.
– Una bata de invierno azul celeste con lunaritos blancos que tiene la friolera de veinte años. Recuerdo que costó bastante barata en una tienda muy corriente, pero para mí es perfecta. Es calentita pero no agobia y tiene una forma que me permite moverme con total comodidad. Aunque no dejo de buscar una de la misma forma cada vez que paso por una tienda de lencería, no he vuelto a ver una semejante. La lavo con todo cuidado, para que dure lo más posible pero, no nos engañemos, le queda más bien poco.
– Un cd con una recopilación de arias de ópera cantadas por Joan Sutherland. Fue gratis, porque venía de regalo con otro cd, y supongo que podría encontrar fácilmente cada una de las piezas que lo componen. Pero esa recopilación resulta para mí la perfección y resume lo favorito de mi cantante de ópera favorita.
– Una muñeca de trapo muy rudimentaria que le compré a una niña en Egipto hace veinticinco años. Podéis ver su historia en el post “La muñeca”. Fue la primera de una colección de muñecas típicas que he ido comprando en todos mis viajes.
– Una bata de invierno azul celeste con lunaritos blancos que tiene la friolera de veinte años. Recuerdo que costó bastante barata en una tienda muy corriente, pero para mí es perfecta. Es calentita pero no agobia y tiene una forma que me permite moverme con total comodidad. Aunque no dejo de buscar una de la misma forma cada vez que paso por una tienda de lencería, no he vuelto a ver una semejante. La lavo con todo cuidado, para que dure lo más posible pero, no nos engañemos, le queda más bien poco.
– El primer cuento que tuve (Bee, el corderito), cuando todavía no sabía leer. También le dediqué un post hace algún tiempo. No es un libro lujoso ni mucho menos, sino uno de esos cuentos troquelados con la cubierta de cartulina y unas pocas páginas.
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