lunes, 2 de septiembre de 2019

94. Para tontas

Entro en una perfumería a comprar una crema sencilla y vulgar y descubro que voy a tener que volver a la Universidad a estudiar dos o tres carreras y luego volver por la crema: fito-hormonas vegetales, propilen y butilenglicol, ingredientes bio-estimulantes, microtecnología bio-activa, péptidos, complejo activo rico en antioxidantes, retinol, roxylane, Mexoryl, colágeno, ácido retinoico, ácido glicólico, ácido hialurónico, microperlas vegetales deshidratadas… Por lo que yo sé, lo mismo con todo eso se podrían fabricar dos o tres bombas atómicas. Parece hasta peligroso. Llego a pensar que gente como Ana Obregón y semejantes a lo mejor lo que tienen es una sobredosis de roxylane que, combinado con el ácido hialurónico, te deja así para siempre. Eso explicaría muchas cosas.

Primero fueron los detergentes y otros productos de limpieza los que nos llenaron la cabeza de término pseudo-científicos, muchos de ellos inexistentes. Pero la cosmética se ha apuntado a la misma moda con tal entusiasmo que a veces da miedo ponerse en la cara una simple crema hidratante.

Seguro que los fabricantes han comprobado que el uso de ese lenguaje impresiona al comprador y les sale rentable. Si no fuera así, no lo harían. Pero, ¿qué queréis que os diga? A mí me da la impresión de que se trata de un simple sacaperras.

Al final me quedo con una que no lleva en su envase ninguna palabra incomprensible. Crema para tontas, vamos.

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